lunes, 28 de diciembre de 2009

El sueño de Kayrion VII

Dannelle volvió a alzar la cabeza y le miró a los ojos.
-“¿Te crees que no lo sé? Sé que habrías hecho lo que hubiera hecho falta por ella. Que habrías vuelto conmigo, y habrías vivido junto a mí para cuidarla. Pero sabía que no era lo que realmente querías. Tú querías ayudar a todo el mundo, combatir el mal y el sufrimiento…no fundar una familia. Tú me querías con todo tu corazón, lo sé, pero a veces sentía que te culpabas por cada minuto que pasabas conmigo y que no estabas salvando el mundo. Y yo te qui… Yo te quería, y no podía soportar que no te permitieras ni un instante de paz. Creí, que podía ayudarte, ¿sabes? Pensé que podría hacer que te perdonaras a ti mismo, y te permitieras ser feliz, pero me equivocaba. Lo nuestro acabó el día en que me di cuenta de que no podía hacerlo, que sólo tú podías. Lo comprendí cuando acabó la guerra y tú seguiste con esas cruzadas de purificación. Tú ibas a continuar cumpliendo con tu deber, y yo ya no podía seguirte.”
-“¿Y crees que no lo habría entendido si me hubieras dicho que estabas embarazada…? ¿Qué clase de hombre te crees que soy?”- repuso agriamente.
-“No lo hice porque estuviera embarazada, no voy a usar a Janice de excusa. Yo sólo… estaba muy cansada. De tanta muerte, tanta lucha, tanta sangre y sufrimiento. No podía más.”- se detuvo un instante, mientras que unas lágrimas escaparon de sus ojos –“¿Tan egoísta era querer un poco de paz? Tu querías seguir luchando, saldando esa deuda que crees tener con los dioses y con el mundo. Pero lo peor es que sabía que lo habrías dejado todo por Janice, que la habrías cuidado, que la habrías querido como me querías a mí, pero también sé que no te habrías sentido en paz contigo mismo, que no te permitirías ser feliz en esas circunstancias. Te amaba y no habría podido soportar el saber a cada momento que en realidad habrías deseado estar en cualquier otro, salvando a los inocentes, pero quedándote con nosotras por que era tu deber… Eso habría hecho que muriera un poco cada día. Y no estaba dispuesta a que mi hija, nuestra hija, creciera sabiendo eso. No podía permitirlo…” se detuvo otro instante. Su voz se quebraba por momentos, mientras sus ojos se anegaban de lágrimas.
“Tuve la esperanza de que te liberaras de tus fantasmas cuando acabaran las cruzadas, cuando hubieses terminado de instruir a la siguiente generación de paladines que protegieran el mundo. Soñaba que entonces querrías volver conmigo y me buscaras, y con Janice podríamos haber sido una familia. Lo preparé todo por si ocurría, ¿sabes?”- volvió a detenerse, como si necesitara tomar aire –“Pero no fue así. Después de la cruzada vino otra, y después otra, y luego te dedicaste a patrullar los caminos como vigilante, sin dejar de instruir a más y más paladines. Sin sentir en ningún momento que ya habías hecho suficiente y que te podías permitir vivir tu propia vida, ni siquiera un poco... Sí, estaba lejos de ti, pero sabía todo eso. No faltaban noticias de tus hazañas. Cuando las oía siempre me sentía orgullosa de ti, pero triste porque significaban que aún no te habías perdonado a ti mismo. Y además, Val venía de vez en cuando a echarme una mano y me hablaba de ti, y de todos los demás. Intentó mediar para que volviese contigo, como hace tanto tiempo… Ya la conoces. Algunas veces también ha venido Garret, que también me hablaba mucho de ti.”
-“¿Qué? ¿Me estás diciendo que Garret lo sabía y no me dijo nada?- exclamó Kayiron. Le costaba creerlo, aunque sabía que era cierto. Se sintió traicionado por el clérigo, aún asumiendo que hubiera prometido no hacerlo.
Dannelle asintió –“Ellos no tienen la culpa de esto, no tienes nada que reprocharles. Los dos intentaron convencerme de que te lo dijera, pero les hice prometer que no te dirían nada.”- Sonrió con amargura durante un instante-“. ¿Sabías que Val estaba pensando en casarse con Garret entre otras cosas para obligarnos a reencontrarnos durante la ceremonia?”
Kayrion negó con la cabeza. Sabía que después de tantos años de relación parecía que al fin se iban a decidir a dar el paso, pero no se había imaginado que ese fuera uno de los motivos. Se sentía demasiado aturdido para decir nada al respecto en ese momento.
-“Por eso no te dije nada. Sé que tenías derecho a saberlo… Sé que estás furioso, te sobran motivos para estarlo, y sé que no puedo esperar que lo comprendas o que me perdones algún día. Yo pensé, creí, que lo que hacía era lo mejor para los dos, y también para Janice. Supongo que no tiene demasiado sentido, pero creí que era mejor la esperanza de que algún día podría tener un padre que la querría de todo corazón a tener realmente un padre con el corazón y el alma divididas. Seguramente sea una estupidez, y sé que no puedo compensaros por todo este tiempo de ninguna manera. Por negarte a ti la oportunidad de conocer a tu hija y a Janice la oportunidad de conocerte a ti y ni siquiera puedo decir que no hubiera algo de egoísmo en lo que hice.”- Su voz se apagó entonces, como si hubiera soltado todo lo que llevaba dentro. Se apoyó en una pared, con aspecto de estar exhausta.

martes, 22 de diciembre de 2009

El sueño de Kayrion VI

Kayrion y Dannelle seguían frente a frente, mirándose fijamente, sin pronunciar palabra, durante unos instantes que le parecieron eternos. Mil ideas surcaban a toda velocidad por su mente. Era como si todo lo que sabía sobre el mundo hubiera cambiado en un segundo.
-“Kayrion…”- fue lo único que ella acertó a decir hasta que unos tirones de su manga la hicieron mirar hacia abajo, hacia Janice. Miró a Kayrion una vez más, con una mirada llena de vergüenza y tristeza, casi suplicante, antes de arrodillarse junto a su hija y susurrarle algo en el oído. Kayrion no oyó lo q le decía, aunque le pareció que hablaba en élfico. La niña salió corriendo bastante contenta, aparentemente ajena al desconcierto y preocupación que embargaba a sus padres.
“Kayrion…”- repitió, como si necesitara oírse decir su nombre para creer que realmente estaba allí –“Creo que deberíamos hablar en privado.”
Él asintió en silencio. Desde luego había mucho que hablar, y no le parecía adecuado hacerlo en mitad de la plaza, donde cada vez se congregaba más gente que quería ver al paladín recién llegado. Cogió las alforjas y la silla de montar de su montura y le hizo una señal. El magnífico corcel celestial se encabritó y en medio de un cegador destello regresó a su plano nativo a la espera de que su jinete volviese a necesitar sus servicios, ante el asombro de la gente que curioseaba a su alrededor.
Dannelle le indicó entonces una de las casas que había en la plaza, y ambos se dirigieron a ella, mientras que la gente comenzaba a dispersarse ante la presión de la anciana Draira, que insistía en que no había nada que ver allí.
Kayrion no habría necesitado que Dannelle le hubiera indicado que aquella casa era la suya. La casa en cuestión era bastante diferente de las demás que la rodeaban. La estructura era de piedra hasta la altura de las ventanas, mientras que el resto del primer piso y la totalidad del segundo eran de madera bellamente labrada. Las reminiscencias al estilo élfico eran evidentes, sobre todo en el tejado y las ventanas, pero sin dejar de tener las líneas básicas del resto de edificios humanos. La casa no dejaba de ser un reflejo de la propia naturaleza dividida de su dueña.
Sin decir aún una palabra, ambos entraron en la casa. Kayrion se quedó mirando a través de la ventana a la niña que se alejaba hasta que se salió de su vista al entrar en una callejuela. Finalmente rompió el silencio -“Janice es tu hija... ¿Ella es…?”- Se sintió incapaz d continuar.
Dannelle asintió lentamente con la cabeza al tiempo que cerraba los ojos. –“Sí, Kayrion, ella es tu hija.”
A pesar de que tenía la certeza de que aquello era cierto antes de preguntar, oír la confirmación de sus labios fue como un mazazo para el paladín. Sintió como si todo el peso del mundo se le echara encima de repente. –“Pero… no puede ser… ¿Cómo es posible? ¿Por qué?”- se detuvo y tomó aire antes de preguntar –“¿Por qué no me lo dijiste?”
-“Sé que tendría que habría tenido que decírtelo hace mucho tiempo. Sé que no tenía derecho a ocultártelo, pero no podía decírtelo… Yo… tenía miedo…”- Su voz se entrecortó, al tiempo que apartó su mirada, mientras trataba de encontrar las palabras para continuar. La ira fue creciendo dentro del paladín a medida que pensaba en todo lo que le había sido negado durante esos años. Replicó agriamente, elevando un poco el tono de voz.
-“¿Miedo? ¿De qué? ¿Creías que me negaría a hacerme cargo? ¿Que intentaría quitártela? ¿Te crees que no habría asumido mis responsabilidades? ¡Por todos los dioses, ella es de mi sangre! ¡Yo me habría ocupado de ella!”

martes, 8 de diciembre de 2009

El sueño de Kayrion V

En efecto, ya se veía el poblado, a uno o dos kilómetros de distancia. Era un pueblo de tamaño mediano, rodeado por una empalizada de madera, reforzada con piedra en su parte baja. Los campos a su alrededor estaban bien organizados, con claras delimitaciones entre ellos en formas regulares, y parecían muy bien cuidados. Los campesinos que trabajaban saludaron al jinete. Kayrion observó que muchos tenían arcos o algún tipo de arma junto a sus campos. Los campesinos parecían diligentes y confiados. La mayoría de ellos eran mujeres o adolescentes. Había pocos hombres adultos. Veía por qué aquel Barón deseaba controlar aquel valle, y aunque estaba seguro de que sus motivos estaban lejos de ser desinteresados, lo cierto es que no imaginaba como un poblado como aquel podría sobrevivir por sí solo a una incursión seria, a pesar de que sus defensas parecían mucho mejores que en otras aldeas parecidas.
Mientras tanto, Jani había empezado a arreglar un poco su desastroso aspecto, peinándose un poco con las manos y quitándose hojas y trozos de ramitas del pelo. Después cogió un faldón de la sobrevesta de Kayrion y se limpió la cara con él, antes de que su propietario pudiese protestar. La prenda en cuestión era de seda de Suryamar y poseía encantamientos protectores. Era un regalo de la oyabun del Clan Grulla, Oyumi. “Qué demonios”, pensó el paladín, y usó la prenda que de todas formas ya estaba muy sucia para limpiarse él también la cara de los restos de fruta que le había arrojado Jani.
Finalmente llegaron cerca de las puertas, que estaban abiertas, pero con un par de chicas bastante jóvenes armadas con arcos haciendo guardia sobre ellas, a las que la niña saludó a gritos. Las guardias devolvieron el saludo. Al igual que los campesinos, no parecieron extrañarse de ver al caballero.
-“Parece que sabían que veníamos”- dijo Kayrion-“¿Cómo es posible?”
-“Seguro que te vería alguno de los cazadores y darían la señal. Todos llevamos esto, por si acaso.” Dijo orgullosa mostrando una pequeña chapita de acero pulido que llevaba en el bolsillo.- “Me están enseñando a usarla, pero no me aclaro de que si la señal de peligro eran tres señales o... ¿Qué venía después del tres…?”- entonces señalo a la puerta y dijo –“¡Mira! Ahí están Jaron y Pip.”
Señalaba a un par de perros. El primero era un chucho sin raza, pero inmenso. Kayrion no entendía demasiado de perros, pero parecía una mezcla entre un San Bernardo y un Gran Danés. Estaba sentado sobre sus patas traseras y se inmutó al verles, aunque parecía vigilar a Jani de rerojo. El otro era un perrito diminuto, aún un cachorro, que correteaba en círculos alrededor de su congénere sin dejar de soltar ladridos, y que parecía muy contento de ver a la pequeña. El perro pequeño no abultaría en total más que la cabeza del grande.
Kayrion descabalgó y se dispuso a bajar a Jani del caballo. El perro pequeño se abalanzó sobre el paladín muy nervioso y se puso a dos patas sobre su pierna, sin dejar de ladrar y aullar. Cuando estaba ayudando a la pequeña a bajar del caballo, notó algo cálido y húmedo en su bota. El cachorrito no había podido resistir la emoción de ver a la niña y había aflojado la vejiga sobre la pierna de paladín. Mientras se preguntaba que más podía ir mal ese día, Jani cogió al perrito, y le regañó sin demasiada convicción. –“Pip, perrito malo, te he dicho cien veces que eso no se hace.”
Una de las guardias de la puerta se reía a carcajadas, mientras que la otra trataba de disimular sin demasiado éxito. Se acercó entonces el otro perro, lenta y pesadamente, que miró a Kayrion de pies a cabeza.
-“Dale la mano y no tengas miedo”- le aconsejo Jani.-“Es su manera de presentarse.”
Hizo caso y extendió la mano. Desde luego que a aquellas alturas de la vida y habiéndose enfrentado a todo tipo de aterradores monstruos en el pasado no sentía el mínimo temor de aquel perro, que excluyendo su tamaño parecía totalmente inofensivo. Este avanzó y le cogió la mano entre los dientes mientras le miraba fijamente a los ojos. A través del guantelete de malla pudo percibir que el perro no estaba ejerciendo la más mínima presión. El mensaje estaba claro, si te metes con la pequeña te metes conmigo. Después le soltó y comenzó a andar lentamente tras Janice, que había salido corriendo saludando a todo el mundo que había ido a recibir al forastero, con Pip pisándole los talones.
Una mujer mayor se adelantó he hizo una leve pero respetuosa reverencia. Se presentó como Draira, miembro del consejo de la aldea, y se disculpó por los problemas que le hubiera podido causar Janice, y excusó su comportamiento. A pesar de su deplorable aspecto, con la ropa y el pelo con trozos de pulpa de manzana, la bota meada por un perro y la mano babeada por otro, el paladín se forzó a sonreír y a quitarle importancia al asunto. Al menos volvía a estar entre adultos y haberse librado de la pequeña y adorable Jani. La señora Draira se ofreció a reunir al consejo y a presentarle a la líder del mismo, a lo cual Kayrion aceptó, aunque habría preferido tener ocasión de arreglarse un poco antes.
Avanzaron hasta una pequeña plaza donde una mujer se dedicaba a emplumar flechas mientras tarareaba una canción élfica. La reconoció en el acto. Podría haberla reconocido en cualquier parte, a pesar de los años que habían pasado desde la última vez que la había visto. Era Dannelle. No había cambiado nada en todo ese tiempo, salvo los ropajes que llevaba, parecidos a los del resto de aldeanas. Se paró en seco, incapaz de moverse por unos instantes, mientras ella seguía con su tarea, ajena a la presencia de Kayrion.
La escena fue interrumpida por una niña que corriendo a toda velocidad se dirigió hacia Dannelle. Era Janice, que gritó- “¡Mamá, mamá, mamá! ¿A que no sabes lo que me ha pasado?...”
Ella levantó entonces la vista y le vio. Su cara se convirtió en la viva representación de la sorpresa, pero no era nada comparado con la que sentía el propio Kayrion. ¿Cómo podía no haberse dado cuenta del parecido entre madre e hija? ¿Cómo podía haber reconocido en aquella niña las facciones de la mujer a la que nunca podría olvidar? Pero aquello no era todo, lo peor es que se había dado cuenta de a quién le recordaba también la niña. En ciertos rasgos era la viva imagen de Sonya, su hermana, cuando era pequeña. Lo que significaba que Janice era…
Kayrion despertó. No podía moverse, ni siquiera los párpados. Sentía frío. Seguía congelado en el hielo mágico. No tardaría en volverse a dormir. Sintió una leve palpitación del parásito que llevaba en el pecho. Todo había sido un sueño, o más bien una pesadilla, y fue tomando conciencia de la realidad. La amenaza para el mundo aún no había acabado, y estaba lejos de hacerlo, aunque no tenía forma de saber cuánto tiempo había pasado desde que le hibernaran. Ni siquiera había logrado librarse aún de aquel parásito que amenazaba con devorarle desde dentro. Sintió una sombra desesperación que se abatía sobre él. Al menos, pensó mientras volvía a sumirse en la inconsciencia, no tendría que preocuparse de la pequeña Janice…

domingo, 6 de diciembre de 2009

Gwen

La mítica maga de la espada, mitad elfa, mitad dragón. Gwen formó parte del grupo de héroes que derrotó los ejércitos oscuros en la primera edad. Su carácter autoritario y carismático la convirtieron en el nexo de unión del grupo, siendo querida y respetada por todos. Su tremendo poder e inagotable energía hicieron temblar hasta los más poderosos enemigos, y junto a sus compañeros derrotó ejércitos enteros. Pero sobre todo es recordada por la labor de reconstrucción de la civilización que siguió a la gran guerra, fundando uno de los dos primeros reinos humanos y convirtiéndose en la primera emperatriz de Alexandria.

Gwen

sábado, 5 de diciembre de 2009

Alas de Dragón II

II
Era cerca del mediodía en la gran ciudad de Alexandria, y numerosas personas de todas las razas civilizadas, procedentes de los cuatro confines de Areos, se acercaban a las puertas de la ciudad. Entre ellos había un enano, recién llegado de la ciudad de Kazak-Monk. A pesar de ser más bajo que la mayor parte de la gente que le rodeaba, era un gigante entre los de su raza, con una estatura de cuatro pies y medio, musculoso y ancho de espaldas. Su pelo y su barba eran negros como el carbón, al igual que sus ojos. La escasa longitud de su barba era indicio claro de si juventud. Su aspecto era cuando menos intimidador, realzado por la coraza de escamas que vestía. Se llamaba Thorcrim Ironchain y su expresión en ese momento era hosca, como era típico entre los suyos cuando estaban rodeados de extraños. En realidad se sentía molesto y algo intimidado. Era la primera vez que salía de las montañas que le habían visto nacer y no estaba acostumbrado a que la gente le mirara desde arriba. Todo le resultaba desconocido, y pocas cosas le inspiraban confianza. Los edificios humanos, como el palacio que se alzaba al otro lado de la muralla, le parecían demasiado altos, con muros demasiado finos. Se preguntó qué clase de insensato se arriesgaría a dormir bajo un techo que se le antojó que podía venirse abajo en cualquier momento. Sólo la imponente muralla de la ciudad, que mantenía intacto el sello de los canteros enanos que la habían erigido siglos atrás, le parecía suficientemente sólida, y su presencia familiar en aquella ciudad extraña le resultó reconfortante. Oyó un murmullo y unos gritos apagados en una calle lateral. Aquello también le resultó familiar. Los problemas sonaban igual en cualquier ciudad del mundo. Su curiosidad se impuso a su sentido común y se acercó a ver qué ocurría.
Lo que vio le revolvió las tripas. Cinco hombres con aspecto de matones, grandes, sucios y armados con porras y espadas cortas, acosaban a una mujer humana que estaba rodeada de niños, todos ellos aterrorizados, a los que reclamaban el pago de su “protección”. Sólo una niña, que Thorcrim calculó que no tendría más de 6 años, permanecía de cara a los bandidos. Al otro lado de la calle, una mujer, una elfa de pelo rubio, y vestida con ropas ligeras de cuero observaba también la escena con rostro impasible, pero que dejaba traslucir lo poco que le agradaba la escena que se desarrollaba frente a ella. El viajero, acostumbrado al respeto por la ley que se tenía en su tierra, se sorprendió de que no hubiera ningún miembro de la guardia que vigilara aquellas calles e impidiera aquella clase de tropelías. Cuando uno de los hombres apuntó a la niña con una espada roñosa y mellada, aquello fue demasiado para el recto enano, que desenfundó su martillo, aprestó su escudo, y avanzó para intervenir. Simplemente pensó que alguien debía hacerlo, y parecía el único dispuesto a hacerlo.
Hasta ese momento no se dio cuenta el enano que a la que había tomado por una niña pequeña era en realidad una joven halfling, de escasa estatura, delgada y morena, pero con la tez algo pálida. Vestía con ropas de lo más común, pero de tonos oscuros, en vez de los colores vivos que solían preferir los de su raza. Su rostro expresaba resolución, dejando claro que no se iba a dejar asustar ante aquellos brutos extorsionadores, y no dejaba entrever nada de la jovialidad que se les presuponía a los suyos. A regañadientes, el enano se vio obligado a reconocerse a sí mismo una cierta admiración por el coraje que aquella canija que lo le llegaba ni a los hombros estaba mostrando por enfrentarse sola a esos tipos. Quizás era más insensatez más que valor, pero por Móradin que le estaba echando redaños.
Con su grave vozarrón, sugirió enérgicamente a aquellos tipos que dejaran tranquila a la familia, captando de inmediato la atención de dos de los bandidos, que se volvieron. Sin demasiados buenos modos, le instaron a ocuparse de sus problemas, pero en el proceso mencionaron de manera no demasiado respetuosa, y de hecho bastante despectiva, la raza, estatura y hábitos higiénicos de Thorcrim, y a varios de sus ancestros y parientes cercanos. Aquello fue un grave error. Hasta ese momento el enano solo había estado indignado, pero que aquellos zarrapastrosos patanes osaran faltarle al respeto a sus antepasados en la cara le había puesto verdaderamente furioso. Sin embargo el rostro del enano permaneció impasible, en silencio, sin ninguna reacción visible durante unos segundos. En realidad el antiguo aprendiz de herrero les estaba dando tiempo de retractarse, pero no fue esto lo que pensaron los bandidos, que rieron ruidosamente, creyendo haber intimidado a aquel espectador inoportuno. Por ello, la primera pista que aquellos matones de segunda tuvieron de la ira que embargaba a su verticalmente escaso oponente fue el hecho de que golpeara salvajemente con su martillo en la barbilla del bandido que tan pocas dotes diplomáticas había mostrado. El hombre cayó al suelo sin sentido, con la boca que tantas ofensas había proferido en tan poco tiempo aplastada y casi sin dientes, inútil durante una buena temporada para cualquier cosa que no fuera sorber por una pajita.
Aquello atrajo la atención de los otros tres que seguían encarados con la halfling, que se aprestaron a rodear al enano. Ni siquiera se les ocurrió que alguien que no llegaba a tres pies de estatura pudiera ser una amenaza para ellos. Aquello fue un nuevo error, que uno de los asaltantes pagó muy caro cuando, en un parpadeo, y sin que Thorcrim estuviera muy seguro de dónde la había sacado, una pequeña daga apareció en la mano de la valiente halfling como por ensalmo, y la hundió profundamente en la espalda de un bandido que había cometido la grave equivocación de no considerarla una amenaza. La corta pero afilada hoja penetró profundamente entre dos costillas, y se hundió en uno de los pulmones del forajido, que cayó al suelo gritando, mientras le salía espuma sanguinolienta por la boca e intentaba desesperadamente taponar con sus manos la herida.
Simultáneamente, otros dos bandidos se habían situado a ambos lados del enano, aparentemente ajenos a la suerte que había corrido su compañero. El guerrero no tuvo grandes problemas en detener los torpes ataques del que estaba a su izquierda, bloqueándolos con su escudo, pero el otro atacó por la derecha con su espada corta aprovechando que sus defensas estaban bajas, abriendo un largo, aunque afortunadament no demasiado profundo corte en el brazo derecho. Un tercero le atacó desde la espalda con una cachiporra, y aunque su armadura absorbió lo peor del ataque, dejó al enano algo aturdido y magullado. El segundo bandido volvió a alzar su arma para descargar otro ataque contra el enano herido cuando una flecha se clavó en su antebrazo, traspasándolo de parte a parte y obligándole a soltar su herrumbrosa espada. Thorcrim miró a su derecha y se dio cuenta de que la elfa que había visto antes se había decidido unir a la refriega empuñando un arco que se disponía a recargar. El enano supuso que disparar sin previo aviso debía de ser la forma típica de los elfos de expresar su desprecio por aquellos que extorsionaban a campesinos desarmados y luego combatían en proporción de dos contra uno.
Viendo que las tornas habían cambiado y que ahora eran ellos los superados en número, los tres bandidos que aún estaban en condiciones de correr pusieron pies en polvorosa, abandonando sin dudar a su compañero inconsciente y al otro, que seguía agonizando en el suelo, con cada vez más dificultades para seguir respirando. Mientras iniciaban su deserción, Thorcrim acertó a golpear con su martillo a uno de los bandidos en el torso, que provocó el crujido de algunas costillas, aunque no logró impedir su huida. La elfa, por su parte apuntó a la espalda del último matón que seguía indemne mientras huía, pero en el último momento, cambió de opinión, y bajó mínimamente su arco antes de disparar. La flecha impactó en el trasero del fugitivo, una herida que quizás no fuera grave, pero sin duda dolorosa, sobre todo para el orgullo.
Una vez finalizada la contienda, la halfling se presentó como Gilian, y les explicó que en realidad los humanos no eran una familia, sino más bien una especie de horfanato regentado por la mujer, con la que ella colaboraba. Agradeció a elfa y enano la ayuda prestada a ella y a sus amigos humanos, y les ofreció la hospitalidad de la modesta vivienda de la familia. Aunque correcta y amable, no fue demasiado efusiva.
La elfa, que se presentó como Cora, restó importancia a su intervención, aunque su tono dejaba claro que pensaba que sin ella habrían sido sin duda derrotados. La típica soberbia élfica, pensó el enano, tal y como su viejo maestro le había advertido sobre las gentes de los bosques. A pesar de ello, tuvo que reconocer ante sí mismo que sin su oportuno disparo, podría haber tenido serios problemas, y lo le gustó la idea de estar en deuda con una orejas puntiagudas.
Hasta un buen rato después no llegó una patrulla de la guardia, proverbialmente tardía, que se hizo cargo de los dos bandidos que no habían logrado huir, uno de los cuales había muerto mientras tanto. Thorcrim meneó la cabeza con desagrado, reprimiéndose mascullar algo sobre la ineptitud de los humanos en el mantenimiento del orden en su propia ciudad. Sintió lleno de nostalgia que realmente se encontraba en un lugar totalmente extraño, muy lejos de su hogar.
Por último se dirigió en silencio a las puertas de la ciudad, no sin antes seguir el consejo de su viejo maestro. “Si te topas con un halfling, muchacho, no olvides revisar tus pertenencias a continuación”. Parecía que no faltaba nada.

jueves, 3 de diciembre de 2009

El sueño de Kayrion IV

A Kayrion le empezaba a doler la cabeza. Janice hablaba a tal velocidad que era difícil seguir el hilo de su conversación-monólogo. Sólo acertó a decir –“Bueno, a veces a los adultos…”
-“Pues eso, que no es justo”- le interrumpió Jani.-“¡Pero di algo, hombre, que estás muy callado! Seguro que tienes algo que decir, que parece que se te haya comido la lengua el gato. Igual es por eso que el hermano mayor de Johan dice que los paladines de Shiva sois todos unos reprimidos, y eso que adoráis a una tía medio en pelotas.”
“Pues vamos bien.”, pensó Kayrion.
“Y ya que estamos, ¿sabes lo que es un reprimido? Es que cada vez que lo pregunto me dicen que no me meta. Por qué cada vez que no quieren explicarte una cosa dicen que eso no es para niños. Es como cuando juntan a los caballos con las yeguas, o a las ovejas con los carneros, que nunca nos dejan quedarnos. Qué raros que sois los mayores. Pero respóndeme a algo, jolines.”
Aquello empezaba a ser demasiado para el infortunado paladín. Su jaqueca aumentaba por momentos, así que sólo acertó a responder.
-“Eso mejor se lo preguntas a tu padre, ¿vale, bonita?”
-“Pero es que no tengo.”- Protestó.
-“No lo sabía, lo siento”- Kayrion se reprendió mentalmente, sintiéndose culpable de haber hablado sin pensar. Tendría que haberse dado cuenta que no era lógico que la niña sólo mencionara a su madre. Tenía que tener más paciencia, eso era lo que dictaban las enseñanzas, y Jani sólo era una niña pequeña indefensa en medio de una tierra peligrosa que no entendía la mitad de las cosas que decía y encima se había tenido que criar sin un padre.
-“Bueno, se supone que sí que lo tengo, como todos los demás, pero nunca le he visto. Se fue hace mucho. La hermana de Ciren dice que dejó a mi mamá hace un montón, antes de que yo naciera. Y la señora Draira dice que mi papá era un caballero que se fue para luchar en la guerra. También dice que algún día volverá con mi mamá y conmigo, pero creo que eso lo dice sólo para animarme cuando estoy triste. Pero yo no necesito que me animen, en serio. Estoy muy bien con mi mamá. Ella es la mejor del mundo mundial y lo pasamos muy bien las dos juntas. Y seguro que mi padre era imbécil. Porque hay que ser imbécil para no querer estar con mi mamá, porque mi mamá es la mejor y hace unos pasteles de fruta que te cagas. Están muy ricos. Si te portas bien a lo mejor te doy unos pocos. Y no le digas que he dicho que te cagas, ¿vale? Esa es otra de las cosas que no le gusta que diga. Y tampoco le digas que he dicho que he dicho que mi papá es imbécil. No le gusta que hablen mal de él. Bueno, tampoco le gusta que hablen bien o regular de él, ¿sabes? Mi mamá se pone un poco triste cuando alguien le pregunta por mi papá, y se cabrea cuando alguien habla mal de él. Así que no hables de él si la ves, ¿vale? Y no te chives de nada de lo que he dicho.”- la niña se volvió y miró un instante al rostro del paladín. De repente y sin previo aviso le soltó.-“Oye, ¿no serás tú mi papá?”
Cogido totalmente por sorpresa, al infortunado paladín le dio un ataque de tos y se le pusieron los ojos como platos, horrorizado ante la mera idea de que aquello pudiera ser posible. No se calmó hasta que recordó que, gracias a los dioses, aquello era imposible. Finalmente acertó a responder.
-“Me temo que no. ¿Por qué lo preguntas?”
-“Pues porque dicen que mi papá era un caballero y era imbécil, y tu eres un enlatado y tienes cara de imbécil. O de idiota. ¿Qué era lo menos malo?”
Aquello empezaba a pasar de castaño a oscuro, y la paciencia del devoto paladín empezaba a agotarse. Intentar callar a esa niña era como intentar detener las mareas.-“Escucha, ¿no habíamos quedado en que dejarías de insultarme? Creía que teníamos un trato-“
-“¡Pero si es verdad!”- protestó la pequeña-“No te mosquees, pero es lo menos malo. No es mi culpa si no pareces muy listo. Y además, antes te cogí por sorpresa. Si hubiera sido un goblin te podría haber matado y luego te habría asado y luego te habría comido. Es lo que dicen que hacen los goblins con la gente que cogen. ¿O eran los orcos? ¿No serían los gnolls?”
Kayrion no pudo reprimir un suspiro, casi deseando haberse topado con cualquiera de esas criaturas antes que con esa pequeña con incontinencia verbal. Aquello habría sido rápido, y habría podido desembarazarse de cualquier criatura con muchos menos problemas. Al menos ahora no estaría soportando que le dijeran cosas que casi nadie osaría decirle ni estaría cubierto de trozos de manzanas, que empezaban a atraer a las moscas. Deseó fervientemente que Valadia hubiera estado con él. Ella seguro que habría sabido tratar con ese pequeño monstruo, pero sentía que a él la cosa le superaba.
Mientras tanto Jani proseguía incansable enumerando la mitad del bestiario más común-“¿O eran los ogros? No, espera, los trolls, seguro, seguro. No, espera. ¿No serían los gnomos? Ah, no, creo que los gnomos no eran. ¿Y cómo se llamaban esos bichos que son como lagartijas grandes puestas de pié? ¿Y los que son como lagartijas de pie pero más grandes? ¿Tú has visto cosas de esas? Seguro que sí. Tiene que ser divertido ir por ahí y ver todas esas cosas, pero todos me dicen que todavía soy demasiado pequeña.”- Comenzó a contarse los dedos de la mano derecha y añadió -“Ya tengo todos estos años”- dijo mostrando al mano extendida. Luego añadió un dedo más de la izquierda, y después otro que más tarde retiró, con cara de concentración. Finalmente mostró los seis dedos muy orgullosa. –“Todos estos”- recalcó –“Bueno, casi, pero queda muy poco para mi cumple. Pero no soy demasiado pequeña, seguro. Y soy muy rápida, y le gano a casi todos los demás niños, hasta a algunos que son mayores. Y no le tengo miedo a nada. Ni a los goblins, ni a los orcos ni, a lo gnomos, ni a nada.”
-“Ni siquiera a los caballeros armados, entrenados y mucho más grandes y fuertes que tú, ¿verdad?”- repuso Kayrion.
-“Pues claro que no. Y tú menos que ninguno. Está claro que no le harías daño ni a una mosca. Seguro que eres más inofensivo que un borreguito.”
Increíble, pensó. Años luchando contra todo tipo de monstruos innombrables para que una mocosa acabara dudando de su valía. Nunca se había considerado orgulloso, pero decidió que convenía empezar a marcar los puntos sobre las íes.
-“Pues debes saber que he combatido contra monstruos bastante peligrosos más de una vez. Incluso he luchado contra dragones y los he vencido.”
-“Pues me parece muy mal. Los dragones molan. No habrás matado a ninguno, ¿verdad? Y si lo has hecho seguro que no ibas tú solo. A mí me gustan los dragones. En casa tengo muchos dibujos de muchos dragones, y me gustan. Sobre todo los que son como de color plata. No habrás matado a uno de esos, ¿no? Porque me gustan mucho, y dice mi mamá que son muy listos y muy buenos. Si le has hecho daño a uno eres un ruin. Oye, Karian, ¿que es un ruin?
-“Alguien malo y cobarde. Y me llamo Kayrion, no Karian. Y nunca he peleado contra un dragón plateado, ya sé que esos son defensores del bien. Todos a los que me enfrenté eran malvados. Anda, no te enfades.”
La situación era surrealista. Ahí estaba uno de los héroes más reconocidos de Areos dándole explicaciones a una mocosa que ni siquiera tenía idea de lo cerca que había estado el mundo del desastre total.
-“Pues menos mal. Bueno, te perdono. Pero no lo vuelvas a hacer.” – De repente señaló al frente y dijo.-“Hey, mira, ahí esta mi pueblo.”

Alas de Dragón I

I
El día se acercaba a su fin en las afueras de la gran ciudad de Alexandria, tiñendo el cielo de tonos rojizos. La inminente llegada de la noche hacía acelerar el paso a numerosas personas, que se apresuraban para llegar a sus hogares antes de que la oscuridad cayera sobre los caminos. Mientras la mayoría se dirigía hacia la ciudad o hacia los barrios bajos situados extramuros, dos hombres apretaban el paso en sentido contrario.
Uno era muy alto, de piel clara y pelo blanco, vestido con ropas gruesas, destacando una magnífica capa de piel blanca de lobo, con la cabeza del animal haciendo las veces capucha. También llevaba una pesada coraza de escamas, con un escudo, como si esperara problemas. Su nombre era Garret, clérigo de la diosa Shiva, el único de su religión que había en la ciudad.
El segundo era poco más que un muchacho, de estatura media, lo que le hacía parecer bajo en comparación con el primero, pero con una complexión más recia y atlética. Su piel era bronceada y su pelo castaño, con rasgos algo angulosos, pero que más de una mujer consideraría atractivos. Vestía de manera sencilla, con unos pantalones de lino sin teñir y un sencillo chaleco rojo. Se llamaba Daemigoth, y era el ayudante del clérigo.
Los dos compañeros se dirigieron a un pequeño cementerio, algo alejado de la ciudad, situado al noroeste, cera de unas colinas bajas. Las autoridades de la ciudad habían decidido ceder aquel cementerio, abandonado tiempo atrás, para la pequeña minoría practicante de la religión de la diosa de la Luna Helada, de la que Garret era el predicador. Era un lugar descuidado, lleno de malas hierbas, cuyas únicas tumbas recientes eran de personas fuera de la ley, que habían muerto y sido enterradas con el mismo secretismo con el que habían vivido. Pero más preocupante que lo que vio fue lo que no percibió. Garret notó que la tierra del camposanto no retenía el conjuro de consagración que debía protegerlo de cualquier fuerza oscura. No había sido renovado en años, probablemente en décadas. Tampoco era algo imprescindible, ya que a fin de cuentas, las oscuras energías necróticas, que permitían la existencia de los no-muertos, estaban recluidas a muy pocos lugares del mundo, por lo que el peligro de los nigromantes era casi inexistente. Sin embargo, esto disgustó al clérigo. Se suponía que un cementerio debía de ser un lugar adecuadamente consagrado, y, desgraciadamente, él carecía del poder necesario para conjurar una plegaria de ese nivel de complejidad. Con todo, comenzó a adecentar un poco el lugar, y preparó un pequeño altarcillo portátil con unas velas para conjurar una plegaria de bendición sobre el lugar en el momento en el que anocheciera, cuando la influencia de su diosa era más poderosa y sus dones divinos eran mayores. No sería una verdadera consagración, pero sería mejor que nada.
Mientras el clérigo hacía sus preparativos, su ayudante se dedicó a barrer las viejas lápidas, con una total falta de entusiasmo que no se molestaba en tratar de disimular, para disgusto de su mentor, que esperaba que algún día el joven se decidiera a madurar, y se deshiciera de aquella cinta con el emblema de Wee-Jas que llevaba en la cabeza. Garret se limitó a negar con la cabeza.
En ese momento, ambos vieron un intenso destello rojo hacia el norte, en algún lugar entre las colinas. El clérigo notó como se le erizaba el pelo de la nuca, delatando la sensación de mal augurio que le invadió en ese momento.
Maestro y discípulo se quedaron en silencio durante unos largos minutos en los que nada más ocurrió. Sólo el antinatural silencio que se apoderó del lugar seguía indicando que algo ocurría. Algo peligroso.
Y de repente, un ruido de pies arrastrándose les alertó de la presencia de un tercer hombre. Parecía un guerrero bárbaro de los páramos, de estatura media, delgado, rubio y de piel morena, que vestía una vieja y sucia cota de escamas, con una especie de bozal metálico que le tapaba la mitad del rostro, y empuñaba a duras penas una espada a dos manos. Parecía estar en las últimas, extremadamente débil, aunque no mostraba ninguna herida evidente, y apenas llegó cerca de Garret y Daemigoth se derrumbó en el suelo, exhausto y jadeando por el esfuerzo. Garret se arrodilló de inmediato ante el desconocido, intentando averiguar qué le había sucedido. Su frente estaba perlada de sudor, pero muy fría al tacto.
No tuvo más tiempo para continuar su exploración, ya que de repente el clérigo escuchó otro sonido, procedente de dos de las tumbas más recientes. El sonido de tierra siendo removida. Desde dentro. Dos figuras putrefactas, que en otro tiempo habían sido humanos, salieron de sus tumbas. Sus ojos que no veían se dirigieron hacia los tres hombres, con paso lento y torpe, pero constante.
Garret miró a las criaturas con horror e incredulidad a partes iguales, sintiéndose paralizado por las nauseas. Todo lo que sabía, o creía saber, sobre esos seres, los zombis, le decía que era imposible que pudieran existir en un lugar como aquel. Y sin embargo, ahí estaban. Finalmente, su férrea voluntad logró imponerse a su estupor y desenfundó su maza y su símbolo sagrado. Por Shiva que iba a enviar a esos seres de vuelta a la tierra de donde habían salido, y que iba a averiguar que infernal prodigio los había creado.
Daemigoth dio un paso al frente para proteger a su maestro, y con unos gestos arcanos y una única palabra, creó un chorro de llamas que envolvieron a uno de los muertos vivientes, que pese a todo siguió avanzando, aparentemente insensible al fuego. El segundo zombi fue recibido por el bárbaro, que con un rugido de dolor y de ira se levantó del suelo y lanzó contra su rival una salvaje estocada que le arrancó limpiamente un brazo y dejó el arma clavada en el tórax del no muerto, que pese a todo siguió en pie, tratando de arañar y morder al guerrero. El brazo seccionado, por su parte, siguió moviéndose y retorciéndose en el suelo, como un rabo de lagartija. Con una breve plegaria en los labios, canalizó a través de su símbolo sagrado y de su propio cuerpo la radiante energía divina en estado puro, confiando en que, tal y como le habían instruido, fueran anatema para aquellas criaturas. Un destello azulado brilló por un segundo en el cementerio, sin crear ningún efecto visible sobre sus adversarios, hasta que de repente estos comenzaron a retroceder, huyendo del gigantesco clérigo tan lentamente como habían avanzado.
Viendo su oportunidad, Daemigoth y el guerrero bárbaro redoblaron sus ataques, mutilando inmisericordemente a los dos cadáveres hasta que dejaron de moverse. Daemigoth trató de recomponer su gesto, tratando de ocultar el miedo que había pasado, mientras que el salvaje de los páramos, consumidas las pocas energías que le quedaban en aquel breve pero truculento combate, cayó al suelo inconsciente.

jueves, 26 de noviembre de 2009

El sueño de Kayrion III

Examinó entonces a su pequeño prisionero y descubrió que en realidad se trataba de una niña, de cinco o seis años, flaca y cubierta de polvo, que se debatía como una comadreja intentando liberarse, sin parar de gritar que la soltase con una voz bastante aguda. Tenía el pelo rubio oscuro, casi castaño, naricilla respingona, algunas pecase en la cara, rodillas peladas, multitud de pequeñas heridillas y hematomas en diverso estado de curación y un diente ligeramente mellado. Lo único que cabría destacar de ella eran sus ojos, de un extraño color azul con destellos amarillentos, como de ambar. Bueno, sus ojos y el hecho de que no parecía tener el menor miedo en pelearse con un adulto entrenado en la guerra, enfundado en una coraza y a lomos de un corcel celestial de combate. Sus ropas estaban algo sucias, remendadas con esmero una y otra vez, con coderas y rodilleras de cuero. El sello de una madre que finalmente había renunciado a toda esperanza de que su hija fuera bien arreglada, en favor del pragmatismo. Tenía todo el aspecto de una buscaproblemas profesional en la categoría junior de peso superligero. Le recordaba a alguien, pero en ese momento no supo decir a quién.
La pequeña siguió revolviéndose para intentar soltarse, golpeando, arañando y mordiendo a cualquier lugar estratégicamente doloroso de la anatomía del paladín sin dejar de proferir insultos y amenazas propias de los carreteros. Si no fuera por la armadura, y en especial por la coquilla, Kayrion podría haberse llevado unos dolorosos golpes. Inmovilizó a la niña con las dos manos, con cuidado de no hacerla daño apretando demasiado y la sentó sobre el caballo delante de él.
-“Bueno, estate quieta y deja de gritar de una vez. No voy a hacerte daño, pero te voy a llevar a tu casa.”-dijo intentando calmar a la cría-“Pórtate bien y no tendrás más problemas.”- La niña pareció calmarse un poco, ya que al menos dejó de patalear y se acabó callando. –“Mi nombre es Kayrion, y soy paladín de Heironeoux y Shiva”-se presentó. –“¿Y tú cómo te llamas?”
-“Yo me llamo Jani, y mi mamá te va a dar tal patada en el culo cuando te vea que no vas a sentarte en un mes. Y Jaron te va a hacer papilla. Y Pip terminará con lo que quede. Te vas a enterar en cuanto llegue a mi casa. Te crees muy duro pero te vas a enterar. Mi mamá se merienda media docena tipos como tú para desayunar. Bueno, se los desayuna para desayunar. O se los merienda para merendar, o como sea. Como sea, te vas a enterar…. Seguro…”
Con las reservas de paciencia bajando por momentos, Kayrion se decidió a atajar aquello. “Vale, tú le cuentas que te he cogido y yo le digo porqué lo he hecho. ¿De acuerdo? No la conozco, pero no creo que le haga mucha gracia que molestes a los viajeros.”- Aquello pareció funcionar. Jani se quedó finalmente quieta y se quedó callada unos segundos, con cara pensativa. Finalmente dijo muy seria:
-“Vale, yo no me chivo y tú no te chivas. Y bueno, en realidad me llamo Janice, pero todos me llaman Jani. A mi mamá no le gusta que le tiremos cosas a los enlatados. Sois los únicos que pasáis por aquí. A veces pasan otros enlatados, y hablan con mi mamá. Y si empiezan a decir tonterías mi mamá nos manda a los pequeños a la cocina y les dan una paliza entre todos. Bueno, eso sólo pasó una vez, pero lo vimos por la ventana. Le cubrieron de esa cosa negra pegajosa que le echan a los tejados, luego de plumas y lo echaron. Mamá estaba muy cabreada, pero no sé lo que dijo ese imbécil. Porque era un imbécil, seguro. Seguro que por eso enfadó a mi mamá. Mi mamá es muy buena y muy lista y muy guapa, pero cuando se cabrea da mucho miedo. Bueno, a mí no me da miedo, porque es mi mamá y nunca me hace nada, pero la gente se acojona mucho cuando ella se enfada. Pero es la mejor mamá del mundo y no me da nada de miedo. Aunque a veces se enfada conmigo cuando hago algunas cosas que dice que no debo hacer. Pero es que hay muchas cosas que no debo hacer que son muy divertidas.”
Aquella niña parecía no callarse ni debajo del agua, pensó Kayrion, aunque finalmente se detuvo durante un instante, quizás para respirar, pero al poco continuó su monólogo.
-“Oye, no le digas a mamá que yo he dicho que ella se cabreaba o que el enlatado era un imbécil o que te he llamado enlatado o que la gente se acojona. Eso no le gusta demasiado. Dice que son palabras muy feas que no debería decir. Pero todo el mundo las dice. Y no veas las palabrotas que suelta ella cuando se cabrea cuando se cree que no la estoy oyendo. Mi mamá sabe palabrotas en un montón de idiomas, pero intenta que no la oiga cuando las dice. Dice que aunque a ella se le escapen algunas veces eso no está bien. ¿Por qué sólo los mayores pueden hacer cosas divertidas como decir palabrotas y emplumar a los enlatados que dicen tonterías? ¡No es justo! ¿A que no?”

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Nueva viñeta!

Pero qué pesao estoy con las viñetas!!! O al menos eso pensaréis. Qué se le va a hacer, es más rápido que un dibujo completo y susceptible de hacer en esos pequeños momentos en el curro.

Bueno, a lo que estamos, en la viñeta de esta semana repite por primera vez un personaje, en este caso el terrible (a ratos) Medrash, acompañado del reluciente (visto desde arriba) Kane. Creo que sobran las presentaciones.

Sin más, el Duo Dinámico!!!!

Kane y Medrash

La Carta

Querida madre,

Sé que aunque estuvieras aquí estarías preocupada por mí, con que más lo estarás ahora, donde quiera que estés. Que desde que volví de las puertas de la muerte, he descuidado mis obligaciones, mis deberes contigo y con el resto del pueblo. Aún estoy recuperándome de algunas de mis heridas, pero es cierto que los novicios de la Capilla del Lamento del Sur ya han sanado con sus plegarias a Hextor las más graves, y que en realidad no busco más que excusas, que ya podría haber vuelto junto al resto del pueblo al otro lado de la muralla interior. Pero no puedo hacerlo. Perdóname madre, pero no puedo.

Durante las últimas semanas han sobrevenido acontecimientos aterradores, tragedias como nuestro pueblo no había conocido nunca. Desde que el amo Kane, ese tirano mil veces maldito, volviera de su batalla contra los elfos oscuros con ese extraño grupo de acompañantes, las cosas se han precipitado. Hemos pasado por momentos muy peligrosos, hemos perdido a muchos, realmente hemos llegado a pensar que estábamos condenados sin remedio. Y, sin embargo, es ahora, a raíz de todo esto, que puedo decir por fin que me siento vivo. Que he encontrado mi lugar en el orden de las cosas. Que por una vez dejo de ser una oveja y empiezo por fin a tomar las riendas de mi propio destino.

Todo comenzó cuando Siler y los demás trajeron a aquella extraña muchacha al pueblo, acusándola de haber matado a toda la familia de Horatis en su propia casa, usando algún tipo de magia o ritual demoníaco. Todo el pueblo se volvió loco por la sangre de una chica que parecía incapaz de hacerle daño a nadie, menos aún a una familia de leñadores grandes y fuertes como eran Horatis y sus hijos, acusándola de haber venido de las Tierras Yermas y de haber traído con ella la maldición a nuestro pueblo. Recuerdo haberte rogado para que me ayudaras a salvarla, y ahora me siento avergonzado de no haber tenido yo mismo el valor para haber hecho frente a la locura de Melarius y sus fanáticos. Pero no fue así, las piernas se me paralizaron y mi propia voz se extinguió en mi garganta. Tuvieron que ser el amo Kane y sus compañeros quienes salvaran a la muchacha, que más tarde se daría a conocer como Jhavien.

Sus compañeros… un grupo tan heterogéneo como imponente pero, que encontré irresistiblemente intrigante. Empezando por Tarja, la mujer leprosa que luego descubrimos que no era tal, sino algo mucho más extraordinario. La única que me ha tratado como el hombre adulto que soy ya y que ha sabido ver más allá de mi origen campesino. Pero las sorpresas que se hallaban entre sus acompañantes no habían hecho sino comenzar: desde el temible y enorme hombre lagarto, Medrash, de voz tan poderosa como mortal su hacha, un troglodita de las montañas según identificó una amnésica Jhavien, hasta el aún más grande semigigante de las tribus bárbaras, el silencioso Des-an, que aparentemente ha llevado una vida de esclavo no muy diferente a la nuestra todos estos años. Incluso el terror negro llegó con él, en la forma de la mortal asesina drow. Si bien no puedo reprimir los escalofríos cuando la tengo cerca al pensar en las atrocidades a las que acostumbra su raza, no es menos cierto que verla combatir es como ver un espectáculo de danza, grácil y rápida, aunque letal para sus oponentes. Y por supuesto le acompañaba también su fiel perro rabioso, el asesino personal del amo cuando es demasiado cobarde para impartir él mismo justicia, Luca.

Pero fue gracias a este dispar grupo que sobrevivimos a aquella noche. A ellos y al curioso hombrecillo que llegó con la oscuridad, Kurt, el gnomo, una raza mística que ni siquiera había oído nombrar nunca, y que nos trajo el aviso de la banda de bárbaros pieles verdes que se acercaba al pueblo. Nos dio tiempo suficiente para prepararnos, montar las defensas, preparar las armas, esconder a mujeres, ancianos y niños. Y por fin pude luchar con el arco en mis manos contra un enemigo real, defendiendo a los míos, y hacer valer así las horas que pasó papá entrenándome en su uso. Sé que no querías que luchara, que sufriste lo indecible por temor a que me pasara algo. Yo mismo estaba aterrorizado en un principio y apenas pude tensar la cuerda en mi primer disparo, cuando los dedos me temblaban negándose a obedecerme. Pero si no luchábamos todos moriríamos esa noche, eso lo sabía bien, y cuando el calor de la batalla comenzó a recorrer mi cuerpo y una de mis flechas abatió a uno de los enormes orcos, sólo tuve que dejarme llevar por la adrenalina. Apenas recuerdo con claridad lo que ocurrió después, únicamente fogonazos, retazos de imágenes cuando aquél asesino goblin mató a Marcy en la torre y como Des-an me salvó entonces degollándolo con sus garras metálicas. Recuerdo el abrasador fuego, los gritos, los tambores, el furioso rugido del ogro… y que al acabar, eufórico cuando los pieles verdes restantes se retiraron, sentí que me había convertido por fin en un hombre. Que ya no era un crío asustadizo. Que estaba dispuesto a luchar por mí y por los míos.

Por ellos, cuando a la mañana siguiente ese miserable y altivo paladín de Hextor, ser Rao, llegó al pueblo para llevarnos a todos en un peligroso y largo viaje a la Capilla del Lamento del Sur, no dudé: sabía que tenía que seguir luchando y hacer todo lo que estuviera en mi mano, por poco que fuera, para que llegáramos sanos y salvos a la ciudad. Afortunadamente para nosotros, el grupo de viajeros que nos salvó de los orcos decidió también acompañarnos, si bien cada cual por sus propias razones.

El viaje fue largo y costoso, y varios de los más débiles y ancianos cayeron enfermos. Esa cerdo egoísta de ser Rao intentó convencer al amo de dejarlos atrás, incluido a Tarja y Lyshanna, la drow, que por entonces aún fingían ser leprosas para ocultar así su secreto. Afortunadamente, para el amo aunque no seamos más que ganado, seguimos siendo su ganado, con lo que se negó a seguir la idea del paladín. Claro que, a pesar de sobrevivir también al ataque de varios bandidos, eso no nos salvó del desastre, que aguardaba solo unos días más allá, al cruzar el puente del gran cañón. Allí fue donde nos separamos, madre, y donde crucé las puertas de la muerte sólo para atravesarlas de nuevo minutos después, arrastrado de vuelta por aquella voz cálida y melancólica.

Los Cosechadores de Sangre parecieron atacarnos de todas direcciones a la vez. Cuando avistaba a uno y conseguía siquiera dispararle, dos más aparecían al lado. Los hobgoblins estaban por todas partes, bien equipados, grandes y astutos, al contrario que sus descerebrados y salvajes primos… En medio del caos, otra oleada más de jinetes al mando del que parecía su cabecilla, montando sobre un enorme lobo negro, se lanzó sobre nuestra retaguardia, y sólo pude ver impotente como echaban las redes sobre vosotros y te arrastraban junto con varios aldeanos más, entre gritos desesperados, alejándose fuera del alcance de mis flechas antes siquiera de que pudiera reaccionar. Pero no podía dejar de mirar cómo se te llevaban, madre, a ti, la única familia que me queda… y eso le bastó a uno de sus arqueros para alcanzarme. No una, ni dos, sino tres flechas me alcanzaron en apenas unos segundos. Un dolor agudo sacudió todo mi cuerpo, incapaz siquiera de distinguir dónde me habían alcanzado. Moría, madre, y mi única satisfacción era ver, de rodillas desde lo alto de la torre, cómo Lania, o quién aparentaba ser Lania, apuñalaba al amo Kane y éste se desangraba rápidamente en el suelo… igual que estaba haciendo yo en ese momento.

Pero el destino no quiso dejarme morir en esa ocasión. Un cántico, una melodía, la voz más calmada y fascinante que había oído jamás, me hizo dar la espalda a la oscuridad y volver a la luz. De pronto me encontraba entre los brazos de una Tarja llorosa y desesperada, y me pareció la visión más hermosa que había visto nunca, a pesar de los cuernos retorcidos o de sus insondables ojos rojos. Más tarde supe que quién me había traído de vuelta había sido aquella a quien a punto estuvimos de quemar por demonio, Jhavien, que había anclado mi alma a mi cuerpo antes de que lo abandonara por completo. Lo mismo hizo por el buen Des-an, y desgraciadamente también por Kane, aunque en su caso debió de haber penetrado más profundamente en el reino de la muerte y su vuelta le dejó secuelas físicas notables; una piel blanca como la ceniza que espero le marque para siempre. Por supuesto, cuando le agradecí a Jhavien el haberme salvado, ella negó confundida el haber hecho nada.

Atontado y desesperado por haberte perdido en las garras de los esclavistas, y exhausto además por la traumática experiencia como estaba, apenas recuerdo el final de nuestro viaje: sólo que me llevaron dentro de la propia Capilla del Lamento del Sur con ellos, mientras el resto del pueblo debía establecerse en el pueblo exterior. Sólo sé lo poco que me contaron Tarja o Medrash, y de lo que me pude enterar escuchando en los pasillos de la Capilla. Que Jhavien había sido encerrada en los calabozos y que el pequeño Kurt se había encerrado con ella para protegerla. Que la Reina Zhane de Alexandría, unos de los reinos de Arheos, se encontraba en la ciudad. O que durante el espectáculo que ofreció el macabro Carnaval Negro alguien del séquito de la reina se escabulló hasta el cementerio e intentó activar una extraña maquinaria en la cripta del más grande de los Apóstoles Negros, siendo detenido de nuevo por la intervención de Tarja y los demás. Ojalá hubiera podido ayudarles entonces, ayudarla a ella…

También he descubierto que a pesar de los amigos y aliados que pueda tener el amo Kane en la Capilla, en la forma de la inquisidora Keira, no carece tampoco de enemigos, como el León Marino, Lord Mardred, o su misterioso compañero, el mago de Saruun Lord Valdemaar. Desgraciadamente parecen todos ellos tan crueles como el propio amo. Pero todo ello palidece de importancia ante lo que ha sucedido esta mañana: Jhavien ha desaparecido de su celda, por lo que parece, y por increíble que suene, fugándose ella sola. Sólo ha dejado una nota al amo, según me ha relatado Tarja, que iba a buscar a mi madre, y que si la querían a ella, debería encontrar entonces a los siervos por los que no pensaba mover un dedo. Van a buscarte a ti madre, a la mismísima Montaña que Hiende el Cielo, el Laberinto de Espiratrueno. El Arconte Lord Marklath se lo ha ordenado a Kane y sé que los demás también le acompañaran, cada uno de nuevo con sus propias motivaciones.

Pero me es igual porqué quieran hacerlo. Sé que al menos Tarja y Kurt sí se preocupan por su destino, y que yo he tomado mi decisión. Iré con ellos madre. Voy a tu encuentro… y rezo a Avandra porque este no sea el último viaje que emprendamos nunca.

Tiro

domingo, 22 de noviembre de 2009

El sueño de Kayrion II

En una de esas misiones se encontraba en ese momento. Había estado inspeccionando una fortaleza de tamaño mediano, situada al norte del antiguo reino de Sanlhoria, en zona fronteriza. Un lugar donde seguía habiendo un riesgo importante de incursiones. Le había alegrado comprobar que la guarnición estaba muy bien preparada, y el Barón al cargo, aunque quizás algo ambicioso, le había parecido un hombre muy capaz que tenía la situación bastante controlada. Tan sólo tenía problemas con una pequeña villa que se negaba a unirse al feudo y a pagar los impuestos para mantener la guardia. En ocasiones habían llegado a expulsar de malos modos a los agentes del Barón, aunque sin llegar a la violencia extrema. Si el mozo de las caballerizas estaba en lo cierto, el Barón había llegado a ofrecerle matrimonio a la líder de la aldea, una mujer tan bella como terca. La respuesta exacta que había remitido variaba según a quién le preguntase, pero todos coincidían en que no había sido especialmente diplomática.
Así que allí iba él, a tratar de convencer a los habitantes de aquel pueblo para que regresaran a la seguridad del sistema de feudos. Ciertamente, no era la primera vez que veía casos como aquel, y desde luego que pocos se habían atrevido a decirle que no cuando él había explicado la situación. A fin de cuentas, era famoso. Era un héroe, querido, respetado e incluso temido. Su aspecto resultaba totalmente imponente luciendo su coraza completa y a lomos de su enorme corcel celestial, regalo de Heironeoux y Shiva. A veces preferiría que la gente le tratara con algo más de naturalidad, pero el caso es que era intocable. Tenía la total certeza de que nadie iba a atacarle.
O eso pensaba hasta que súbitamente algo le impactó en la frente. El instinto forjado en incontables batallas se impuso, e inmediatamente se puso en guardia y localizó a sus agresores. Resultaron no ser más que unos pocos críos, el mayor no llegaría a los diez años, que le tiraban piedras y todo tipo de objetos con muy escasa puntería, parapetados tras una valla junto al camino. Parecían algo asustados por lo que estaban haciendo, y cuando viró a su montura para acercarse a ellos huyeron como si un dragón les pisara los talones. Tan sólo uno de ellos, tal vez el mayor, se atrevió a darse la vuelta para ver si alguno de sus compinches había quedado atrás. Gritó “Jani, corre, que te va a coger” Tras esto siguió corriendo todo lo rápido que le permitían sus piernas sin volver a mirar atrás. Kayrion se detuvo buscando al rezagado durante un par de segundos, hasta que un nuevo impacto en la mejilla, de una pequeña manzana, reveló la posición del pequeño pero hábil francotirador, que estaba subido en un manzano. Al contrario que los otros críos, no pareció amilanarse cuando se dirigió hacia él, e incluso le lanzó otro par de manzanas, con bastante puntería, aunque el paladín de Shiva logró que no le volvieran a alcanzar en el rostro descubierto, sino que se hicieron compota en su brillante armadura, que tendría que limpiar más tarde para que volviera a ser tal. Cuando finalmente estuvo al pié del árbol, el pequeño descarado trepó a ramas más altas con la agilidad de una ardilla, quedando fuera de su alcance. Se preparaba para tirar otra manzana cuando Kayrion hizo encabritarse a su corcel sobre sus patas posteriores, ganando la altura suficiente para agarrar firmemente a aquel mocoso desvergonzado del cuello de su chaqueta. Hasta ahí la historia de un enfrentamiento nada glorioso que jamás narraría ningún bardo.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Cuidado con el señor Hawklight...

El misterioso viajero llegó por fin a la posada "El último Kraken", una de las más cercanas al puerto y famosa por acoger a veteranos marineros o jóvenes que quisieran serlo (además de por la hija del tabernero y el excelente guiso de buey con guisantes). Desde que decidió partir de su cómodo hogar apenas había parado para descansar o tomar un bocado, y su mente estaba demasiado obsesionada con la información que había descubierto como para quejarse de algo tan nimio como la falta de horas de sueño o comida. Tenía un plan y lo iba a llevar a cabo, tenía que hacerlo.
Consigo no llevaba demasiado. En contra de lo habitual en una persona como él, se había desprendido de todo lo inútil. Había vendido la mayoría de las joyas y muebles, y despedido a sus criados, invirtiendo ese dinero en aquello que pudiese llevar en su última gran pertenencia, el majestuoso Viento Fuerte. Había dado orden de que cargasen las bodegas con las telas y especias que había comprado a buen precio (ni en una circunstancia como ésta perdía el olfato por los negocios y la satisfacción por conseguir una ganga) mientras se trasladaba de su casa en el interior a la ciudad portuaria donde tenía amarrado el barco.
Los preparativos ya deberían estar casi listos, así que sólo necesitaba encontrar una tripulación capaz. El viaje sería peligroso, pues se encaminaba a tierras "custodiadas" por los codiciosos y crueles Escorpiones, pero en los tiempos que corrían no era demasiado difícil encontrar gente lo suficientemente desesperada o chalada como para aceptar el trabajo. Después de cenar habló con el tabernero y puso un cartel con la oferta en la entrada de la taberna. Si todo funcionaba según lo previsto mañana por la tarde debería acudir una buena colección de marineros, rufianes, vividores y aventureros atraídos por la generosa retribución.
Y así fue. Una hora antes de lo previsto la posada estaba plagada de gente de lo más variopinta. Ni en sus mejores expectativas había supuesto una acogida tan buena, ahora debía poner todos sus sentidos en escoger a las personas que lo mismo podían salvarle la vida que condenarle sin remisión. Todos fueron pasando por su mesa. Ya había seleccionado a un veterano capataz, una capitana con pinta de dura, un coloso negro que sería útil si las cosas se ponían feas, unos cuanto jóvenes habilidosos, un cartógrafo enano y un curioso ser de madera deseoso de conocer mundo (bueno, este último insistió en viajar gratis, uno no es de piedra). Con ellos ya podía emprender su propia aventura. Se disponía a dar por finalizadas las entrevistas cuando les vio. El más exótico grupo (y ya era decir) que había visto en sus viajes. No sabía por qué, pero algo decía que debía contratarlos. Al fin y al cabo era mucho lo que estaba en juego, y él, Damian Hawklight debía poner toda la carne en el asador.


Damian

jueves, 19 de noviembre de 2009

Alas de Dragón V

Apenas llegó a Huglendt, el grupo de aventureros se dividió en dos para comenzar a preguntar a los lugareños si habían visto algo inusual. Cora, Daemigoth y Denay se toparon con otra forastera, una simpática elfa con el pelo de un extraño tono azul, que cantaba con una dulzura excepcional, incluso entre los de su raza. Su nombre era Valadia, pero insistió en ser llamada simplemente Val, y no tardó en ser aceptada, después de que un grupo de orcos atacaran el pueblo, buscándola a ella, aparentemente. Con la ayuda de los cantos mágicos de Val, que durmieron a la mitad de los atacantes, los compañeros no tardaron en derrotar al resto.
Mientras tanto, los demás comenzaron a oír rumores acerca de un extraño mineral que extraían por ahí, llamado tanaam. Se suponía que era básicamente inútil, más allá de servir para la fabricación de bonitos objetos de artesanía, pero se había perdido el contacto con la mina donde se extraía, lo que atrajo la atención de los siete compañeros, que decidieron visitarla al día siguiente.
Sin embargo, aquella noche Thorcrim y Garret fueron atacados mientras dormían por un asesino que portaba un guante negro en la mano derecha. Logró infringir una grave herida al enano en el cuello, y asestar una puñalada envenenada a Garret, pero a duras penas lograron sobrevivir el tiempo suficiente para dar la alarma y poner en fuga al asesino.
Por si esto fuera poco, una partida de guerra de orcos, mucho más numerosa que el grupo del día anterior, asaltó el poblado al día siguiente, y sólo pudieron ser rechazados a duras penas gracias a la ayuda de los soldados de Huglendt y de su mascota, una inmensa criatura grisácea llamada Glaigard. Quedó claro durante el asalto que el grupo que habían derrotado el día anterior no era más que una avanzadilla de exploración.
Heridos y cansados, decidieron dejar la visita de la mina para el día siguiente.
El día terminó con una revelación. Daemigoth, afirmó que Denay no era en realidad humano, sino un semielfo. El aludido no tuvo más remedio que confesar que en realidad no era un kehay, como había afirmado, sino uno de los esclavo de ese pueblo, conocidos como mecdos.
Al día siguiente, finalmente se dirigieron a la mina, acompañados por Valadia, que no consintió quedar atrás. Se enfrentaron a un grupo de orcos y goblins de aspecto deplorable, los últimos supervivientes de lo que había sido una importante tribu, a los que pasaron por las armas sin mayor ceremonia. Sin embargo, del cadáver de uno de los goblins cayó una extraña piedra. Tan pronto como esto sucedió, dos gemelos, ambos con un guante negro en la mano derecha, aparecieron aparentemente de la nada: uno cogió la piedra, el otro capturó a Val. Sin dejar de correr, ambos se internaron en la cueva, seguidos de cerca por los furiosos aventureros, donde no tardaron en dividirse, tomando cada uno un túnel distinto. Intuyendo que la piedra era de crucial importancia, pero no pudiendo abandonar a Val a su suerte, los compañeros no tuvieron más remedio que dividirse, único modo de asegurarse no perder a ninguno de los dos. Daemigoth, Denay y Cora siguieron al que había secuestrado a Val, mientras que Garret, Thorcrim, Gilian y Daphne fueron en pos del que había robado la piedra.

martes, 17 de noviembre de 2009

El sueño de Kayrion

Kayrion cabalgaba tranquilamente a través del campo. Enfundado en su armadura y a lomos de su corcel celestial se sentía totalmente seguro. El mundo había vuelto a ser un lugar bastante pacífico, como no lo había sido desde hacía muchos años. Casi no se acostumbraba a poder viajar tranquilo, sin mayor preocupación que la salubridad de la siguiente posada o castillo en el que se hospedaría. Casi.
Los monstruos que antaño habían asolado esas tierras eran ahora muy escasos y se mostraban menos osados que en el pasado. La mayoría se había retirado a tierras más lejanas. Los bandidos humanos o similares habían retrocedido en igual manera. Tras la Cruzada de Purificación que había seguido al fin de la Guerra de los Gemelos muchos habían sido llevados hasta la justicia, y otros tantos habían decidido pasarse a profesiones más honradas. Ya no era infrecuente cruzarse con pequeños grupos de caballeros patrullando por los caminos, muchos de los cuales le reconocían. Ahora era un héroe, aunque le costaba mucho considerarse como tal. A pesar de que prefería dejarle la notoriedad a otros, lo cierto es que era uno de los paladines más poderosos del continente, uno de los pocos que habían sobrevivido a la guerra. La mayoría de los demás eran muchachos muy jóvenes, que habían entrado en la senda durante la fase final de la guerra o durante las cruzadas de purificación. Y para muchos de ellos, sobre todo a los que había adiestrado él mismo, era un auténtico modelo a seguir, su ídolo, uno de los elegidos que habían luchado para proteger a la Invocadora y habían desterrado muchos de los males de lo que algunos historiadores comenzaban a llamar la Era del Sufrimiento. No es que fuera tan universalmente conocido como Garret, el nuevo sumo sacerdote de Shiva, pero lo prefería. Sin duda se lo merecía mucho más que él, pero el caso era que ahora todos eran héroes. De vez en cuando se veía con algunos de sus antiguos compañeros, lo que siempre era agradable para recordar los escasos buenos momentos en un mundo que parecía desmoronarse sin remisión. Menos a Dannelle, claro, a ella no la había vuelto a ver tras la última gran batalla hacía seis o siete años. La salvaje de los páramos, como aún la recordaba, no había participado en el proceso de pacificación posterior. Le entristeció recordarla, pero al momento sacudió la cabeza y apartó aquello de su mente. Aquella relación jamás podría haber prosperado, y aún menos en tiempo de paz. Dejarlo fue lo mejor para ambos. Sonrió con algo de amargura pensando en lo que pensarían algunos de los jóvenes paladines que tanto le admiraban si supieran que él también tenía problemas tan mundanos como los sentimentales.
El caso es que ahora se dedicaba a ir de castillo en castillo, pasando revista a las guarniciones y a los grupos de caballeros que habían jurado proteger campos y ciudades, así como mantener a raya a los gnolls y goblinoides que con tanta sangre y sudor se había expulsado de aquellas tierras. Todos respetaban a estos guerreros y a la justicia que representaban. Muchos les tenían incluso cierto temor a causa de su mala conciencia. En algunos casos, eran gente de pasado dudoso con delitos que esconder, pero a menudo simplemente se trataba de gente que se sentía culpable de haber sobrevivido donde tantos otros, a menudo más virtuosos, habían muerto.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Más contenido

El "meta-contenido" del blog sigue creciendo. Se han añadido nuevas imágenes a la galería (por cierto, clicando sobre ella abrís la galería de Picasa en el que están subidas las imágenes a tamaño completo) y dos nuevos personajes al widget.
Os animo a que me mandéis la información para añadir vuestros personajes al widget (descripción, frase, ataque, y si tenéis un dibujo). Espero que en unos meses estén colgados todos los personajes importantes en el D&D, que pueden ser más de 50.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Baris

Raza: Halfling
Clase: Hechicero caótico
Pasado: Desconocido. Lo único que sabemos de él son las numerosas cicatrices que marcan su cuerpo y su mente. Sin duda un acontecimiento traumático a trastocado su carácter volviéndole caprichoso, inestable, bipolar y... poderoso.

Baris

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Crear un personaje, las primeras preguntas

En este post quiero comentar una de las cosas que más entusiasma a un jugador experimentado y que a menudo aterra a un jugador novel, crear un nuevo personaje.
Es habitual que al principio los jugadores estén tan saturados de reglas que les cueste centrarse en lo verdaderamente importante, dar forma y personalidad al personaje.
A continuación describiré el proceso básico, aunque cada uno le da más importancia a distintas cosas me arriesgaré con un mini to do:
1. La idea del personaje. Puede venir de mil sitios, un personaje de una peli, de un comic, de un libro, una ilustración o figura…mezclar distintas ideas, cerrar los ojos e imaginarte esa idea algo nebulosa en tu cabeza. Cómo ataca, cómo se mueve, qué poderes tiene. Aquí siempre es cuando yo hago un boceto o dibujo conceptual.

2. Ya tienes la idea de tu personaje en combate. De esa actitud ante los enemigos se desprende una personalidad. ¿Cómo se muestra ante las personas? ¿Cuál es su actitud ante la vida? Una pequeña idea es suficiente, bastan un par de palabras para definirlo, frío, alegre, distante, reservado, impulsivo, idealista, malvado…. Jeje, ya tenemos más de la mitad del trabajo hecho.

3. Ahora es cuando toca acomodar los dos puntos anteriores a reglas D&D. Lo más importante es escoger la clase de personaje y la raza. La clase determinará los poderes y la forma de luchar, así que es lo más importante. Y si tenéis dudas, comentarle la idea del personaje a un jugador experimentado y os ayudará a elegir clase y raza.

4. En este punto tocaría hacer el personaje propiamente dicho. Aquí se incluirían las tiradas, elección de poderes y feats, equipo… Siempre teniendo en cuenta la idea inicial.

5. Al llegar a este punto tenemos un personaje de D&D funcional con una idea un poco en bruto. Hay que pulirla obligándote a responder ciertas preguntas como si fueras tu personaje (que es lo que harás en las partidas) para que cuando llegue el momento de la verdad pienses como él y sea verdaderamente tu avatar en el mundo D&D. Para ello nuestro amado líder escribió en su día varios FAQs que todo jugador debía rellenar (a cambio de jugosos puntos de héroe). Es sólo una guía, pero ayuda enormemente a darle la forma final al personaje. Adjunto la ristra de preguntas:

FAQ 1
1. ¿Cuál es tu nombre y como te llaman los que te conocen?
2. ¿Dónde y en qué circunstancias naciste?
3. ¿Qué relación tienes con tu familia?
4. ¿Cómo fue tu infancia y juventud?
5. ¿Cómo te hiciste aventurero?
6. ¿Cómo conseguiste tus habilidades?
7. ¿Cuál fue tu primer combate real?
8. ¿Cómo fue el combate y qué sentimientos experimentaste?
9. ¿Qué te atrae más, la magia arcana o la divina?
10. ¿Qué opinión te merecen los dioses y religiones?¿Cuál es tu deidad?
11. ¿Por qué te decidiste a salir de aventuras?
12. ¿Has estado enamorado?¿De quién?
13. ¿Cuáles son las personas más importantes para ti?
14. ¿Cuáles son las personas que más odias?
15. ¿Cuál fue el suceso más traumático de tu vida?
16. ¿Y los momentos más felices?.
17. ¿Cuál es tu opinión sobre la muerte?¿Cómo te afecta dar muerte a tus enemigos?
18. ¿Cuál es tu mayor deseo?
19. ¿Crees en el amor?¿Y en la fidelidad?
20. ¿Cuál es tu mayor prioridad u objetivo?¿Qué importancia tiene para ti el poder y el dinero?
21. ¿Qué estarías dispuesto a sacrificar por tus objetivos o ideales?
22. ¿Crees en la necesidad de gobiernos y la imposición de leyes?¿Qué opinión tienes respecto a los que hacen cumplir la ley como guardia y jueces?
23. ¿Qué opinas de las otras razas?¿Tienes algún problema con una en concreto?
24. ¿Qué opinas del sexo opuesto?
25. ¿Qué es lo que más temes?
26. ¿Estás contento con tu cuerpo?
27. ¿Qué cambiarías de ti mismo?
28. ¿Cómo te definirías físicamente?¿Y en cuanto a tu personalidad?
29. ¿Te planteas o te plantearías llegado el caso el tener hijos?
30. ¿Cuál es tu opinión respecto al sexo?
31. ¿Qué opinas del honor?¿Te consideras una persona orgullosa?
32. ¿Temes a la muerte?¿Qué estarías dispuesto a sacrificar para eludirla?
33. ¿Qué harías con el dinero si obtuvieses una gran fortuna?
34. ¿Te gustaría asentarte en algún lugar?¿A qué lugar regresarías cuando terminen tus aventuras?
35. ¿Te gustan los misterios?¿Te ves atraído por lo desconocido?
36. ¿Qué harías si obtuvieses un artefacto de inmenso poder?
37. ¿Qué harías si obtuvieses gran poder inmediato?¿Lo usarías?
38. ¿Te gusta trabajar en equipo o eres un ser solitario?
39. ¿Qué harías si te encontrases frente a un dragón dorado?
40. ¿Y si fuese un dragón negro?

viernes, 6 de noviembre de 2009

Nueva viñeta

Lo estabais esperando, no podía tardar más, ya está disponible la primera viñeta de los grupos de D&D 4.0, en concreto del grupo de "malos".
La situación que se describe os sonará a todos. Tras cuatro sesiones de juego, Medrash, un dragonborn señor de la guerra armado con una impresionante hacha a dos manos, fue instado por el master para que relatase sus ataques. Entonces, ante la sorpresa de todos, nos describió como acaba con el enemigo con... su daga.
Tras percibir nuestras caras de estupor y la pregunta "¿Con tu dagaaaaa?", Victor, el humanillo detrás del personaje nos respondió, "Sí, mi arma era una daga ¿no?".

En fin, una anécdota más para el saco, y ya van unas cuantas. Eso sí, rompiendo una lanza a favor de Victor hemos de decir que su mejora en la interpretación e inmersión en sus personajes está siendo notable. Nada más, espero que os guste ;).

jueves, 5 de noviembre de 2009

Alas de Dragón IV

Algún tiempo después, sin previo aviso, la casa de Garret y Daemigoth fue atacada por miembros de la Guardia Carmesí, la fuerza de choque del reino. Tras una dura escaramuza, los compañeros lograron escapar a duras penas de la encerrona, y cuando se dirigían al bosque, donde confiaban en que Xhaena les pudiera ayudar, se vieron sobrevolados por una inmensa flota de barcos voladores de guerra, mucho mayor de lo que el reino de Alexandria había poseído jamás, en rumbo hacia el este, hacia la frontera con Sanlhoria, el reino vecino, y tradicional rival. La mayoría de estos barcos eran nuevos, y se movían de una forma diferente a los barcos voladores normales, creaciones mecánicas de los gnomos. Eran más parecidos en sus movimientos a criaturas vivas, denotando que era una poderosa magia, no un motor mecánico, lo que los animaba. Aquello explicaba el ataque no provocado de la Guardia Carmesí, Garret procedía del reino vecino, Sanlhoria, y no deseaban que tuviera la ocasión de alertar a sus conciudadanos de la guerra que se avecinaba.
Abrumados por lo que habían visto, y sin saber muy bien que hacer, los compañeros se reunieron con Xhaena, buscando su sabio consejo. La druida les aconsejó buscar la fuente del poder de los barcos, que intuía que se encontraba hacia el sur, y, confiando en que otros se encargaran de avisar al reino de Sanlhoria, decidieron buscar la fuente del nuevo poder que esgrimía la Reina. El viaje fue largo, salpicado de combates, hasta que llegaron a una pequeña taberna cerca de la frontera sur de Alexandria, donde se encontraron con un grupo de guerreros Kehays, el pueblo al que pertenecía Denay, que buscaban a una novia fugada. Uno de ellos fue asesinado por un hombre que se había disfrazado con una piel de lobo, por lo que Garret fue nuevamente asaltado. Todos reaccionaron en su defensa, incluyendo una maga humana llamada Daphne, que pasaba por allí, y que básicamente estaba buscando una excusa para darles una lección a aquel atajo de brutos. Era de estatura media y delgada, con una larga melena pelirroja. Vestía camisa y pantalones rosas y una larga capa azul. Pronto demostró tener un carácter bastante poco cohibido, extrovertida y algo basta, pese a su apariencia delicada. De algún modo, decidió autoinvitarse a acompañar al grupo, sin que ninguno de sus componentes acertara a decir nada en contra. Tras reducir a los bárbaros, a los que no sólo perdonaron la vida, sino que les permitieron conservar sus pertenencias, marcharon de nuevo hacia el sur. Su camino les llevó hacia un pueblecito en medio de ninguna parte llamado Huglendt, donde les esperaban más sorpresas.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Dragones, y III

“A por ellos, el de piel oscura es mío”

Atravesamos la puerta a la carrera. Los sorprendidos dragones no tuvieron tiempo de descargar otro aliento sobre nosotros. La voz de Smalltree resonaba autoritaria, mientras pronunciaba palabras arcanas. Los cuerpos de Dean y Gwen comenzaron a brillar con los hechizos de defensa que conjuraban. El poder de los dioses guiaba nuestras armas.
Rápidamente salté sobre una de las patas delanteras del dragón. Comenzó a atacarme con sus fauces y la otra garra, pero mis fortalecidas katanas conseguían desviar sus envites. Entre ataque y ataque avanzaba hacia la cabeza, clavando mis hojas gemelas en el cuerpo de la bestia, ante sus gritos furia. Furia porque un insignificante humano se estaba resistiendo a todo su poder. Al fin llegué al lomo de la majestuosa criatura. Me permití el lujo de observar la escena de batalla. El resto del grupo estaba rodeando al otro dragón. El valle parecía envuelto en fuegos artificiales. Los magos lanzaban rayos de todos los colores al enorme adversario. Los guerreros atacaban los cuartos traseros del animal, que ya flaqueaba y comenzaba a mostrar sus puntos débiles.
Mientras aseguraba mis katanas en su costado, el dragón me alcanzó con sus alas. El golpe me aturdió por unos instantes, suficiente para que la criatura me diese de lleno con una de sus descomunales garras. Salí volando por los aires y mi oponente se abalanzó sobre mí, propinándome garrazos y mordiscos mientras giraba sin control. Apenas podía frenar sus envestidas dibujando trazos sin fin con mis armas, pero finalmente sus fauces acertaron en mi costado. Sus afilados dientes perforaron piel y armadura, y me habrían partido por la mitad de no ser porque conseguí mantener medio abierta la boca del dragón empujando con mis brazos. La presión era insoportable, así que dejé de hacer fuerza de repente, lanzándome dentro de la oscura caverna que era su boca. Su lengua me lanzó hacia abajo e inmediatamente el sistema digestivo del dragón se puso en funcionamiento. Las paredes de su esófago me aplastaban y no me dejaban respirar, pero había conseguido mantener un espacio entre el brazo izquierdo y mi cuerpo, el suficiente para permitirme hacer un último ataque. Mi katana atravesó la pared de músculos y escamas y la presión disminuyó inmediatamente. Ayudándome de los dos brazos, hice un agujero hacia el exterior, mientras la criatura se retorcía de dolor. Comencé a sentir un calor infernal debajo de mí. El dragón estaba lanzando todo el fuego del que era capaz para intentar expulsar a la criatura que le devoraba por dentro. Salí por la gruta abierta rodeada por una bola de fuego, el epitafio de la bestia. Caí al suelo, y tras de mí cayó el dragón, con las últimas llamaradas saliendo por el agujero abierto en su cuello. Mientras, el resto del grupo ya había derrotado al otro dragón y corría hacia mí.
Habíamos vencido, ebrios del poder que habíamos recuperado. La magia, el poder de los antiguos dioses.

viernes, 30 de octubre de 2009

Alas de Dragón III

Aquel habría sido el fin de aquellos valientes aventureros si no hubiera sido porque preocupados después de tres días sin saber nada de ellos Daemigoth, Denai y Cora decidieron partir en su búsqueda, conscientes de que ya deberían haber regresado. El camino también fue duro para este nuevo grupo, que sufrieron una emboscada por parte de un gran grupo de Kobolds, pero tuvieron la fortuna de encontrarse con Xhaena, una druida elfa de gran poder, la guardiana de aquel bosque. Xhaena curó sus heridas e hizo que les acompañara su ayudante, Saiban, un explorador humano. Siguiendo los pasos de sus compañeros atrapados, los cuatro se adentraron en las catacumbas enfrentándose a sangre y fuego a todas las criaturas que les salieron al paso. Finalmente, y en mitad de un duro combate contra unas Mantas Oscuras, lograron reunirse con sus compañeros, que estaban en ese momento a punto de ahogarse.
Después de un largo y merecido descanso, los siete continuaron adentrándose en la larga red de túneles, infestados de arañas gigantes y no muertos, a lo largo de varios días, ya que cada poco tenían que detenerse a descansar para reponerse de sus heridas y que Garret recuperara sus conjuros de sanación. Finalmente llegaron ante la cámara donde les esperaba aquel que había robado el rubí, custodiada por un gran grupo de esqueletos, liderados por un esqueleto más grande, posiblemente de un ogro. Este esqueleto logró acabar con la vida de Saiban, antes de que Garret lograra canalizar su poder divino para inmovilizar a aquellas abominaciones. Sin embargo, aquello fue sólo el principio de un duro combate, ya que tras las puertas que los esqueletos custodiaban se encontraba el que sería la primera Némesis del grupo, el nigromante llamado Dark Smare, junto con su mascota, una monstruosa hidra, que pese a ser una de las más pequeñas de su especie, a punto estuvo de acabar con los valientes compañeros, y de hecho logró matar a Garret. Cuando la hidra fue finalmente reducida, su maestro optó por huir, aunque no antes de dejar caer a propósito el rubí. Ya no lo necesitaba, había logrado liberar la energía negativa, aquella que sustentaba a los no-muertos, que la gema contenía. Saquearon todo lo que de valor encontraron y regresaron a Alexandria.
Tras devolver la gema, la recompensa fue decepcionantemente mísera, insuficiente para pagar la resurrección sus compañeros muertos, que costaba una pequeña fortuna, pero, por fortuna, la princesa Neivah, la heredera al trono, se apiadó de los aventureros y les entregó algunas de sus joyas, con las cuales pudieron pagar la resurrección.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Nueva viñeta

Hoy, aprovechando que he subida una nueva viñeta al blog, comentaré las situaciones que propiciaron ambos gags cómicos.

En la primera viñeta, el locuaz Tanis (Advanced D&D), un personaje de un antíguo amigo nuestro, se describió así mismo como alguien que viste piel de gamo y es introvertido. Así de frío, directo. La coña fue evolucionando hasta quedarse en que vestía piel de gamo introvertido (total, dos palabras menos...). Desde entonces todos los gamos del bosque de dagora son mucho más sociales y parlanchines, para evitar que un semielfo con cara de pocos amigos los cace para hacerse una capa :P.



La viñeta que acabo de subir posiblemente os suene a la mayoría. Se trata de una de las numerosas frases para la posteridad que nos ha dejado Jacobo en el D&D, esta vez en la piel del samuray Rioka (D&D 3.5). Ahora mismo no recuerdo exáctamente la escena (completadla si os acordais), pero básicamente, Rioka discutió acaloradamente con otro personaje, que acabó por escupirle a la bota. Después de esto le espetó:
"Tienes muchas agallas"
Y Rioka le contestó: "Y las botas sucias"

Simplemente genial.

Y las botas sucias...

martes, 20 de octubre de 2009

Alas de Dragón II

Garret fue reclamado al palacio, donde la obesa e histriónica reina Zane de Alexandria en persona le encomendó la misión de recuperar la Piedra Rosseta, un gran rubí propiedad de la familia real, que había sido robado. Dado que el culto a Shiva no era el oficial de la ciudad y el clérigo dependía de la buena voluntad de las autoridades para poder seguir predicando, no pudo negarse. Las pistas llevaban a las catacumbas de un antiguo monasterio abandonado en mitad de un bosque que había al sureste de la ciudad.
A Garret le acompañaron Thorcrim y Gilian, que buscaban aventuras, por lo que no tuvieron inconveniente en sumarse a la búsqueda, esperando una jugosa recompensa si lograban recuperar la joya. Sin embargo, la búsqueda fue complicada, pues tanto el bosque como las cavernas resultaron estar cuajados de peligros, tanto trampas y no-muertos como la fauna local. Finalmente los tres quedaron seriamente heridos y con Garret, el único que poseía el poder de sanar, inconsciente tras un duro combate. Pero lo peor fue que de repente las puertas de la sala donde se encontraban se cerraron con unas pesadas losas de piedra, y se abrieron unos pequeños agujeros por donde empezó a salir agua. De este modo quedaron atrapados en una habitación que se llenaba lentamente de agua, sin posibilidad de pedir ayuda y condenados a morir ahogados.

lunes, 19 de octubre de 2009

Dragones, II

Uno de los dragones había chocado contra las rocas de la gruta. Gimgolas, Dean, Ancalagón y yo comenzamos de inmediato a empujar las grandes hojas de piedra que nos bloqueaban el paso. Deberían pesar varias toneladas, las abrimos en unos segundos. A la par que atravesamos la entrada, una enorme cabeza roja asomaba entre las rocas y nos lanzó todo el fuego del que eran capaces de producir sus milenarias entrañas. El fuego nos rodeaba, nuestras ropas ardían, nuestra piel se ennegrecía.
La consciencia pugnaba por abandonarme. Antes de cerrar los ojos pude ver cómo el resto del grupo caía humeante en las frías baldosas de piedra, menos uno de nosotros. La dama plateada, Kaly, avanzaba a trompicones hasta el altar. Su enorme fuerza interior, fruto de la unión de su linaje de dragón y la fe en los derrocados dioses la permitió alcanzar el altar en el centro de la sala. Finalmente su cuerpo ganó la batalla contra su espíritu y cayó inerte sobre la losa milenaria.
Hubo unos interminables segundos en los que el tiempo pareció detenerse. Los rugidos provenientes de fuera del templo me parecía lejanos y una tenue luz comenzó a rodear nuestros cuerpos, como si se tratase del abrazo de un espectro. Dejamos de sentir dolor. Nuestras heridas comenzaron a cerrarse y nuestro equipo parecía refulgir como recién salido de la forja. Y entonces un relámpago recorrió todo mi cuerpo. Mi cabeza empezó a funcionar 100 veces más rápido. Mis brazos recuperaron su fuerza y determinación. Mi corazón recuperó el aplomo... Y yo, sonreí.
Desenvainé las dos katanas sujetas a mi espalda, sorprendiéndome por su repentina ligereza. Y ante la mirada atónita de mis compañeros, que empezaban a levantarse dije:
“A por ellos, el de piel oscura es mío”

martes, 13 de octubre de 2009

Dragones, I

Estábamos exhaustos, heridos, hambrientos. Corríamos, ocultándonos entre las rocas de la escarpada ladera con la mirada fija en la entrada del templo, oculto en lo más profundo del valle. Cada vez que las enormes sombras nos sobrevolaban nuestros corazones se encogían y el ya escaso ánimo se esfumaba. De vez en cuando teníamos que saltar tras una roca o una grieta en la tierra para esquivar las bocanadas de fuego que escupían los dos dragones rojos que nos acosaban desde las alturas. Desde nuestra posición hasta la gruta que marcaba la entrada al templo había media milla de terreno descubierto.
Todo indicaba que acabaríamos pereciendo en ese valle sin alcanzar nuestro destino, el templo de los antiguos dioses. Nada podíamos hacer contra las criaturas que nos perseguían. Nuestras armas, llenas de mellas y herrumbre resultaban inútiles contra las gruesas escamas de los dragones. Nuestras armaduras, que habían perdido su esplendor, se derretían al contacto con las llamas de sus fauces. Y yo era una afortunada. Smalltree estaba demacrado, parecía al borde de la muerte. Ceridam farfullaba plegarias nunca respondidas por su dios. Gwen apenas podía blandir su espada... Sólo Dean parecía en forma, sus extraños poderes no lo habían abandonado, pues su procedencia era disntinta a los del resto de compañeros.
Nuestra determinación renqueaba. Nuestros dioses habían caído, y nosotros lo haríamos de un momento a otro.
En ese momento de duda, cruzamos nuestras miradas. Un fugaz gesto de asentimiento nos bastó, habíamos tomado una decisión, llegaríamos hasta el final o moriríamos en el intento. Abandonamos nuestras coberturas hacia las rocas que albergaban el templo. Corrimos como alma que lleva el diablo, haciendo caso omiso a las explosiones que cristalizaban el suelo y las rocas a nuestro paso, ignorando el dolor de las quemaduras que mordían nuestra piel.
Los dos enormes dragones nos perseguían a apenas unos metros de distancia. Notábamos sus intentos de aplastarnos con sus garras, pero la suerte o el destino nos permitió seguir corriendo. Al fin llegamos. De un salto caímos dentro de la estrecha gruta que daba paso a las puertas de piedra del templo, al tiempo que una nube de polvo y rocas nos envolvió junto a un gran estruendo.

sábado, 10 de octubre de 2009

Memorias del Abismo I.c

El otro grupo de personas que combatió a mi lado lo conozco mucho menos, y no sólo por llevar menos tiempo con ellos, si no además por la extraña cultura de la que procedían: oriente. Y es que me cuesta recordar un solo momento en el que nos hallan hablado de su vida, su pasado o simplemente sus emociones.
La primera de estas personas era la noble Oyumi, heredera y única superviviente del clan de los Grulla. Era una chica muy delicada e introvertida, me daba la impresión de que toda su vida había sido destinada a convertirse en la líder del clan, y cuando todo esto desapareció el choque fue demasiado para ella. Pensaba, y creo que no era el único, que esa chica no sabía hacer nada que no fuese hablar con otro noble, pero es evidente que nos equivocamos. Al perder a su familia y su pueblo no dudó en unirse a nosotros para vengarse de los que habían cometido esa atrocidad y evitar que otros pueblos sufriesen lo mismo que había sufrido el suyo. Y para hacer esto luchó y soportó como cualquier otro miembro del grupo sin que la viese arrugarse en ningún momento.
Y al hablar de lady Oyumi es inevitable hablar también de su inseparable guardaespaldas (y quizá algo más), Riogi. El motivo por el que se unió a nosotros es simple, vino Oyumi, y al parecer su padre le dijo antes de morir que la protegiese. Creo que era el menos hablador de todos, incluso hasta el punto de que siquiera conseguía decir más de dos palabras seguidas a Oyumi. Y de él poco más puedo decir, salvo que era un valiente guerrero entregado por completo a su misión.
Y para acabar me queda la misteriosa Akami. Tampoco crucé más de dos frases seguidas con ella (a veces pienso que en Suryamar la gente se comunica mediante olores o algo así), y la mitad de las veces que me dijo algo fue para recriminarme el haber salvado a Larya. Dejando de lado este asunto recuerdo que solo la vi la cara una vez, y desde entonces siempre ha permanecido con esa máscara ritual del clan del escorpión. La verdad es que pienso que el combate era algo sagrado para ella, su única manera de evadirse de algo que la acosaba. Y cuando estaba consagrada a él era temible.

Una vez finalizado el recuento de mis aliados no me queda otra opción de hablar de los enemigos, el primero de los cuales queda en familia. Efectivamente, el ser que más odio en la vida es a mi propio padre. Supongo que es irónico que no lo haya odiado de niño por haberme castigado por portarme mal y le odie ahora, entre otras cosas, por no haberlo hecho. Y es que si hubiese tenido un padre normal, uno que se hubiese ocupado por su familia, toda mi vida hubría cambiado, mi hermana estaría viva, yo no estaría aquí, e incluso mi madre podría estar viva. Y por supuesto que tampoco le puedo perdonar todo el daño que nos hizo a mí y al resto del grupo: mató a Daphne, arrasó un pueblo solo para llevarme con él..., son demasiados los pecados que le atribuyo y dudo que no haga más que engrosar esa lista con el tiempo.
Profundizando en el ranking de los más odiados se encuentra el nigromante Darksmare. Y motivos no me faltan, pues no sólo intentó que el mundo fuese absorbido por el plano de energía negativa, si no que además tuvo que matar a Valadia para que no se entrometiese en sus oscuros planes. Pensamos que lo habíamos matado cuando lo derrotamos en el desierto de los huesos, cuando consiguió la espada de Khas, pero ninguno de nosotros cayó en que poseía un imp que, al hacerse invisible escapó de nosotros y pudo curar a su maestro. No sé si me volveré a encontrar con él, de hecho no sé si me voy a volver a encontrar con nadie, pero en el caso de que lo haga no le dejaré secapar tan fácilmente.
Y bueno, el tercer lugar no lo ocupa nadie en especial, si no más bien todos los que han hecho que ahora esté en este desierto sin fin: Macda y todos los diablos, Larya y los suyos y en general todos los que intentan manipular mi existencia para que sirva a sus propios fines.
Pero no, a Larya no podría agruparla con todos los demás. Ella es especial, para bien o para mal, y la forma en la que a interferido en mi vida ha sido de todo menos casual. La verdad es que mis sentimientos hacia ella han pasado por todos los estados posibles, del deseo al odio con solo un ligero matíz, y actualmente ya no se ni lo que es para mí. Por una parte me liberó de la ciudadela de bronce del averno, pero por otro lado me marcó como a un perro y me tiró a este paisaje desolado, sin casi ninguna posibilidad de sobrevivir. No sé, respecto a ella me hago un lío, se que la odio, pero ojalá estuviese ahora a mi lado.
Y para terminar sólo me queda el asqueroso desollamentes. Sí es cierto, Knaive Or Sharexy nos “ayudó“ en un par de ocasiones, pero sin duda para llevar a cabo los planes que tenga en mente. Y sinceramente, no me gusta ser un peón de nadie, y menos de alguien con el corazón tan oscuro como el suyo. Supongo que acabaremos luchando contra él cuando definitivamente, nuestros caminos se crucen.
Y llegado a este punto no creo recordar a nadie más que haya dejado una fuerte marca en mi vida, salvo que mi mente haya sido más manipulada de lo que yo pienso, claro está. Será mejor que deje la pluma y reanude la marcha hacia el rojo horizonte. A saber qué peligros e infortunios me deparará en mi larga marcha hacia la libertad.

Novedades!

Si alguno de vosotros a accedido recientemente al blog, habrá apreciado algunas novedades.
La primera de ellas es la inclusión de un nuevo Widget en la parte de derecha en la que se puede ver un pequeño resumen de algunos personajes. Si queréis que salgan vuestros personajes, podéis enviarme por email la información del personaje y si queréis un dibujo.
La segundo y más importante novedad es la aportación del primer colaborador oficial del blog, mi hermano. Su aportación, como no podía ser de otro modo, está relacionada con ir publicando poco a poco la historia del anterior grupo. Espero que esta sección sea de especial interés a jugadores que se acaban de incorporar a nuestra disciplina como Victor, Laura y Fer.

Alas de Dragón I

La historia del grupo que acabaría siendo conocido como las Alas de Dragón comenzó una noche de primavera, cuando un guerrero bárbaro llegó a un cementerio en las afueras de la ciudad de Alexandria, capital del reino del mismo nombre, débil y tambaleante por un conjuro debilitante que un misterioso ser con brillantes ojos rojos le había lanzado.
En el cementerio se encontraba un clérigo de la iglesia de Shiva llamado Garret, junto con su discípulo, Daemigoth, un hechicero
Antes de que tuvieran la oportunidad de ayudarle, se enfrentaron a unos zombies, que aparecieron literalmente del suelo. Aquello fue extremadamente raro, ya que los no-muertos eran más que infrecuentes en aquel tiempo, y más en un terreno consagrado, pero a pesar de ello, los tres lograron reponerse a la sorpresa lo suficiente para despedazar a los cadáveres andantes.
El guerrero bárbaro se presentaría más tarde como Denay, de los páramos del Norte, y aunque fuerte, era algo bajo y delgado comparado con la mayoría de los suyos. Su pelo, era rubio y alborotado, y sus ojos eran de un color azul claro. Llevaba una vieja y sucia cota de escamas con un gorjal que le tapaba casi todo el rostro y estaba armado con un espadón a dos manos.
Garret también vestía una cota de escamas, aunque bastante mejor cuidada, y llevaba sobre sus fuertes hombros una piel de lobo blanco. Con casi dos metros de altura, resultaba imponente, lo que se resaltaba por su atlética constitución, y su pelo blanco y corto. Se defendía con un escudo de madera adornado con el emblema de su diosa, una espada de hielo atravesando una luna en cuarto creciente helada. Estaba además armado con una maza.
Daemigoth, por último, parecía bastante joven, y era bastante bien parecido, atlético, de piel morena, pelo castaño y ojos pardos. Vestía unos simples pantalones de tela y un chaleco rojo, por lo que sólo contaba con su magia para protegerse, y sólo portaba una lanza para defenderse. Quizás por llevar la contraria a su maestro, llevaba en una cinta en su frente el emblema de Wee-Jas, el dios de la magia y de la muerte.
Mientras tanto, tres extraños llegaron, cada uno por su lado, a la misma ciudad, tres personajes bastante diferentes entre sí. Se toparon por casualidad con unos bandidos que trataban de extorsionar a la gente de un pueblo de las afueras de la ciudad, y tuvieron que unir sus fuerzas para poder ponerlos en fuga.
La primera era Gilian, una halfling en busca de aventuras. Al contrario que la mayoría de los de su raza, tenía una expresión bastante seria, y nada en su aspecto denotaba la menor alegría. Era delgada y pálida, con su pelo negro recogido en una simple cola de caballo, y vestía ropas igualmente negras, que incluían un sencillo coselete de cuero, armada simplemente con dos dagas y una ballesta ligera.
La segunda una guerrera elfa de los bosques, exiliada de su tierra tras la larga guerra civil que su reino había sufrido. Su nombre era Kora, y era delgada, como la mayoría de los suyos, con el pelo rubio y los ojos grises. Portaba ropas de elegante confección, y en ningún momento se separaba de su mortífero arco.
Por último, llegó un guerrero enano llamado Thorcrim, de gran estatura para su raza, muy musculoso, aunque con rasgos algo toscos. Su pelo era negro, como su barba, algo corta, lo que indicaba su juventud. Llevaba un martillo de guerra y una pesada lóriga de escamas, así como un gran escudo de madera, además de las herramientas propias de un herrero.