martes, 8 de septiembre de 2015

Crónicas del ocaso VI (B): Enanos, apuestas y visiones

El campamento de los Mandrágoras bullía en una fiesta cuando Thráin y sus compañeros llegaron. No todos los días lograban expulsar a un grupo expedicionario Garrosh con apoyo de la Inquisición. Estaba claro que habría represalias, y por eso Karaya estaba siendo abandonada, pero había sido una gran victoria de todos modos. El alcohol corrió como si fuera agua, y al poco tanto Élodrin como Aaron estaban bastante perjudicados. Thráin no terminaba de encontrarse a gusto. Había recibido el encargo de provocar el destronamiento del mismísimo dios Athos, nada menos, y no paraba de darle vueltas a cómo se suponía que iba a lograr semejante proeza. Además, los líderes de los Mandrágoras conocían su ascendencia, seguramente porque se lo hubiera comunicado Mórrigan. Era extraño. Se había pasado toda su vida adulta guardando celosamente su secreto, y ahora parecía convertirse en vox populi a cada segundo que pasaba.

Al final decidió dejar de pensar en el tema intentando entrarle a la bella jefa de exploradores, una enana de las colinas de trenza castaña llamada Iyaira. Fue probablemente el intento de seducción más torpe de la historia. Y eso sin ser demasiado duro.

Durante la fiesta también conocieron a Bawgya, una alegre bardo gnoma a la que todos llamaban Cornucopia, que puso música al arranque musical de Élodrin, borracho como una cuba. Curiosamente, el dueto no sonó del todo mal.

A la mañana siguiente se presentaron el resto de líderes locales de los Mandrágoras, entre los que destacaba un hechicero más que enjuto, con una boca con labios tan finos que parecían no existir que dejaban a la vista unos dientes limados para darles una forma apuntada y que encajaban perfectamente entre ellos. Se llamaba Jabari, pero todos se referían a él como el Tiburón de Tierra, por motivos más que evidentes. Afirmó que antes de continuar con cualquier tipo de trato debían de confirmar la ascendencia de Thráin, probando su sangre. El enano no dejó de incomodarse ante el hecho de tener que probar unas afirmaciones que en ningún momento había hecho. Además, y pese a no ser ningún radical enemigo de los hechiceros, no terminaba de gustarle vérselas en un ritual de magia de sangre. Sin embargo, no tenía otra que aguantarse. Comprendió que no tenía nada que hacer con las formidables misiones que le aguardaban si no podía soportar esa nimiedad, así que extendió el brazo y dejó que el tétrico hechicero le mordiera y probara su sangre. El resultado confirmó su ascendencia, por supuesto. Al final fue más perturbador que doloroso, aunque esto no quiere decir que no doliera bastante. Habría sido algo menos violento si Jabari no hubiera parecido disfrutar durante el trance.

Una vez terminadas las formalidades, les pidieron ayuda para tratar con un viejo dragón, Érisdar el verde, que poseía un vasto conocimiento y el don de la profecía.  Era extraño que les trataran como si fueran un grupo formal, teniendo en cuenta de que en ningún momento habían dicho una palabra acerca de seguir trabajando juntos después de la búsqueda de la cura de Bosque Brillo. Los Mandrágoras no estaban tan bien informados sobre ellos, después de todo. O quizás simplemente veían algo que ellos mismos no hacían. Sin embargo todos accedieron. Cada uno por sus motivos, sin duda, pero todos dieron el paso al frente como uno solo.

En cualquier caso, el simple hecho de llegar a encontrarse con tan sobrecogedor anfitrión resultó que no iba a ser simple en absoluto. Iban a necesitar un artefacto llamado la brújula de Penda’Gasht que estaban en manos de un señor del crimen de segunda llamado Parche, que dirigía un asentamiento principalmente enano en la frontera norte de los territorios de la casa Garrosh. Gobernaba el lugar, llamado  Hogrh’Dural, con mano de hierro, con la connivencia de los señores locales, que le permitían hacer lo que viniera en gana como si fuera un sátrapa a cambio de mantener la zona pacificada y de entregar puntualmente los tributos convenidos. Un colaboracionista de libro. Lo único que sabían sobre tan despreciable individuo era que era tan vanidoso como cruel, así como un jugador compulsivo. Una joya de hombre, pero no iban a tener más remedio que tratar con él.

El pueblo estaba construido en torno a dos minas, una tradicional, de hierro y algo de plata, y otra más antigua, excavada a cielo abierto, donde en tiempos se había explotado cobre, carbón mineral y una veta de diamantes, agotada siglos antes. La primera era la que mantenía vivo Hogrh’Dural. La segunda, conocida no sin cierto cinismo como la Fosa de Diamantes, había dejado de ser explotada hacía décadas, y se había convertido en una fortaleza llena de comercios, prostíbulos y tabernas, el minúsculo reino particular de Parche.  Un lugar sin más ley que la de su señor, donde el juego, la prostitución y todo el contrabando imaginable corrían sin freno. Teniendo suficiente dinero, no parecía que hubiera nada ilegal o pernicioso que no se pudiera conseguir allí.

Nada más llegar a Hogrh’Dural quedó claro que algo iba terriblemente mal. Había varios edificios dañados y aún humeantes, y los lugareños miraban de soslayo, pese a que debían de estar acostumbrado a trata con gente con mucha peor  pinta que ellos. Estaba claro que el pueblo había sido atacado muy recientemente. Preguntaron qué había pasado, y pese a las suspicacias, no tardaron en enterarse de que una partida de mercenarios había realizado una incursión. No era infrecuente que unos mercenarios se convirtieran en saqueadores entre contrato y contrato, y algunos incluso en medio de los desplazamientos de tropas. Lo que sí era extraño es que eligieran un poblado enano como objetivo. Eran lugares sólidos y compactos que favorecían a los defensores, habitados por gente dura, y que eran sangrados por los recaudadores con tanta frecuencia que no había nada que robar. En definitiva, demasiado riesgo para tan escasa recompensa. Además, los mercenarios pertenecían a la banda conocida como los Aulladores de Fenris, que tenían una cierta reputación que mantener. Era improbable que unos soldados así atacaran un lugar como aquel salvo que alguien les hubiera pagado por hacerlo.

Por si fuera poco al visitar la enfermería dependiente de la pequeña capilla de Athos descubrieron que había aparecido una extraña enfermedad. Los síntomas eran desconocidos, los enfermos dormían, pero no podían despertar, pero sí que había algo familiar, y es que las bendiciones curativas no funcionaban, como había constatado un joven elegido de Selene llamado Gredo, que casualmente pasaba por allí en su peregrinaje hacia una montaña en los territorios Thalos llamada la Aguja del Sol.

Algunos de los enfermos murmuraban en sueños algo acerca de un profeta esmeralda. Podría tratarse de Erisdar, el dragón verde que tenían que buscar. No tenían pruebas, pero intuyeron de inmediato que era una variante del mal que había azotado Karaya y Bosque Brilllo.

Fueron a ver al alcalde en un intento de lograr algún apoyo de cara al encuentro con Parche. El individuo en cuestión se llamaba Giffin, un enano obscenamente enjoyado para dirigir un pueblo tan pobre, que sin dejar de darse aires miraba nervioso a todas partes como si temiera ser atacado en cualquier momento. Era evidente que no debía de ser nadie especialmente querido en aquellos lares, y que debía su puesto únicamente al apoyo de Parche. A Thráin le recordó a una comadreja, implacable y cruel con los débiles, pero asustadiza ante los poderosos. Era evidente que ni la enfermedad ni el ataque sufrido le importaban un comino.

Nada más salir del ayuntamiento se toparon con un enano muy joven y nervioso que se presentó como Mainer. Les imploró ayuda. Al parecer un número desconocido de asaltantes aún permanecían en las minas. Al igual que una enana llamada Marbani, la verdadera líder de los enanos del lugar.

Se dirigieron a las minas de inmediato, excepto Mórrigan, que según sus propias palabras prefirió dejar las cosas heroicas para los héroes. El lugar era un matadero. Cadáveres por todas partes. Hombres, mujeres y algún niño. Y criaturas de las profundidades de todas las formas y tamaños. Algunas eran relativamente comunes, y podrían haberse visto atraídas por el olor de los cadáveres en descomposición desde varias millas a la redonda. Pero otras provenían de mucho más lejos, de la infraoscuridad, y era imposible explicar su presencia de forma tan simple. Más tarde caerían en la cuenta de que podía algo que ver con las fuerzas corruptoras que producían las enfermedades, que también habían vuelto a las bestias de Bosque Brillo más agresivas de lo que eran de por sí. Se abrieron paso entre ellas por todo el primer nivel, rescatando a un único superviviente, que se había encastillado en el atril elevado del capataz.

Thráin se sintió embargado por el horror de lo que veía, y por la furia contra los que habían dejado atrás semejante matanza, sólo por dinero, suponiendo que no obtuvieran algún placer sádico extendiendo aún más miseria por el mundo. Los poco sensibles, por no decir ultrajantes comentarios de Hadrian no es que ayudaran a digerir la situación, precisamente. El enano estuvo a punto de enzarzarse en una pelea contra el mercenario allí mismo. Élodrin medió para evitar males mayores, recriminando al paladín su falta de paciencia, consciente de que pedir un poco de sensibilidad a Hadrian sería tan inútil como intentar que un cerdo levantara el vuelo. Thráin sabía que el elfo tenía razón, aunque estaba demasiado dolido como para reconocerlo. No ante tantos muertos a los que ese mercenario había insultado sin más intención que darle un poco por saco.

Tras peinar el nivel superior se dirigieron a los inferiores, donde no tardaron en encontrar a los tres últimos supervivientes, entre ellos la venerable Marbani. Les explicó que algunos mercenarios se habían quedado, probablemente con el expreso propósito de matarla a ella. Entonces, como si los hubiera invocado, aparecieron dos guerreros armados hasta los dientes con capas cortas de piel de lobo. Los famosos Aulladores de Fenris, supusieron.

Los mercenarios estaban encantados de haber encontrado a su esquiva presa, y no parecían en absoluto preocupados por el hecho de que sus adversarios les superaran en cuatro a uno, lo que era como para preocuparse. El motivo de esta confianza  quedó claro cuando empezaron a contorsionarse de forma antinatural, creciendo y cubriéndose de pelo negro. Eran licántropos, lo que explicaba por qué los enanos no habían tenido ninguna oportunidad.

Pero esta vez se enfrentaban a guerreros, no a mineros. Hadrian y Élodrin se enfrentaron con uno, Thráin e Iyaira con el otro, y Aaron quedó dispuesto para sanar y apoyar a quien lo necesitara. Los licántropos sanaban sus heridas casi tan pronto como las recibían, y luchaban con fiereza, pero a base de ser golpeados una y otra vez se fueron resintiendo. Además, Thráin había imbuido su martillo con la energía celestial, que resultaba especialmente dañina para los cambiantes. Ambos fueron derribados prácticamente a la vez.

El registro de los cadáveres resultó más informativo que la conversación previa al combate. Ambos tenían sendas bolsas llenas de monedas de platino antiguas, de la época del reinado Argelan, así que seguramente esa casa era la responsable del ataque. Tenía sentido. Hogrh’Dural proveía metal para las armerías de los Garrosh, pero no estaba bajo su control directo, así que un ataque indirecto por medio de mercenarios no sería lo suficientemente grave como para tener consecuencias serias, y un noble de la corte Argelan podría sacar pecho presumiendo de haber pinchado a sus mortales enemigos sin miedo a represalias. Mientras tanto, en Penacles, algún gris funcionario caería en la cuenta de que Hogrh’Dural había enviado uno o dos carromatos de hierro menos de lo convenido, lo que anotaría en un papel que luego sería amontonado y olvidado entre cientos de legajos. Ni a uno ni a otro le importaría una mierda que treinta enanos hubieran sido asesinados.

Pero los dos mercenarios también poseían una segunda bolsa, con idéntica cantidad de dinero, esta vez en monedas con el escudo de los Garrosh. Alguien mucho más cercano les había pagado un sobresueldo a aquel par para que asesinaran a Marbani. La vieja enana dudaba que hubiera sido Parche, demasiado encerrado en la Fosa de Diamantes como para preocuparse por ella. El cobarde alcalde Giffin, por otro lado, sí que tenía motivos para temer que el liderazgo de Marbani amenazara su indigna posición. Así que decidieron que aquella valiente mujer debía de pasar a la clandestinidad. Por su propia seguridad, dejarían creer a Giffin que sus asesinos habían tenido éxito y que no sospechan de su implicación.

Élodrin se ofreció a tratar con él, lo que a Thráin le pareció excelente. Temía no ser capaz de reprimirse y acabar estrangulando a ese miserable, pese a que todos eran muy conscientes que no tenían otro remedio de seguir bailándole el agua hasta que lograran hacerse con la brújula. El elfo se limitó a contarle que habían encontrado y matado a un par de rezagados, y que el único superviviente había sido el del nivel superior. Como recompensa por eliminar a los mercenarios, se limitó a hacer que les sirvieran una cena gratis en la posada. Tacaño hasta para cubrir las apariencias.

Después de cenar se dirigieron a la Fosa de Diamantes, que bullía de actividad por la noche. Se dividieron en dos grupos. Élodrin se hizo pasar por promotor de luchas de foso, con Hadrian como su luchador y Aaron como su sanador particular. Iyaira y Thráin, por su lado, se hicieron pasar por mercaderes, vendiendo parte de las mercancías que los Mandrágoras les habían cedido para tal fin. Fueron los primeros los que lograron más avances. Con la intermediación de la madame de uno de los muchos burdeles apalabrando una pelea de más nivel para el día siguiente con el luchador de uno de los segundos de Parche, con la promesa de que se jugarían algo que su jefe deseaba conseguir. Los enanos apenas establecieron contacto con algunos mercaderes bastante tan desprovistos de escrúpulos como de honradez, y conocieron de vista a un par de personajes interesantes, una tiefling y un cazador de demonios albino llamado Gerard, que parecía interesado en el grupo de Élodrin.

Al día siguiente tuvo lugar el combate, como estaba pactado, y Hadrian venció con facilidad, como estaba previsto. El premio resultó ser una estatuilla procedente de las islas Suroa tallada en obsidiana, que seguramente había sido bastante difícil de conseguir. Sería de interés para un coleccionista como Parche. De hecho, apenas hubo finalizado el combate recibieron una invitación para acudir a una audiencia a la noche siguiente, como si de un monarca se tratara.

Y tras un día de descanso, acudieron a la llamada. El tal Parche era un enano tuerto y mal encarado, cubierto de alhajas y con una armadura con anchas hombreras. Seguramente trataba de tener un aspecto regio, pero con tal colección de trofeos de hazañas a cada cual más ignominiosa, a Thráin le recordó más bien a la madame de un prostíbulo. Naturalmente, tuvo el buen sentido de callarse semejante observación. Iba acompañado de dos guardaespaldas, un enano inmenso llamado Yagroh y una drow apodada Sátrapa. Era todo un aviso a navegantes. Si te metías con Parche podías acabar aplastado de inmediato o esperar a que un cuchillo te rajara la garganta mientras dormías.

 Optaron por un enfoque directo, para no insultar la inteligencia de su anfitrión dejando de hacerse pasar por mercaderes o similares. Dijeron quiénes eran y qué habían ido a buscar. Cabía la posibilidad de que Parche no quisiera desprenderse de la brújula a ningún precio, pero tampoco tenían tiempo para una estrategia más sutil como la de irse ganando su confianza poco a poco. Plantearon un intercambio directo, la brújula de Penda’Gasht por la estatuilla, pero el jefe de ladrones lo rechazó sin dudar. Afirmó que el valor de la brújula era mucho más elevado. Así que Élodrin decidió tentar  a ese bandido venido a más con su punto débil más conocido, su obsesión por el juego. Le planteó una apuesta múltiple, en la que se jugarían la estatuilla y unas cuantas gemas por la brújula. Sin embargo, Parche exigió fijar las condiciones. Elegiría las pruebas, lucha y un juego de dados llamado Gysh, le bastaría con ganar una prueba para llevarse el premio, y seleccionaría a los contendientes. Élodrin para la lucha y Aaron para el Gysh. Para colmo, en cuanto Élodrin aceptó su parte, Parche puso una condición más. Aaron  debería permanecer a su servicio durante un año y un día. Aquello era ultrajante. Sólo podía haber treinta y cinco elegidos en un momento dado, el valor de uno de ellos era incalculable. Al lado de eso, la brújula era calderilla. Y entrar al servicio de un sujeto así, aunque sólo fuera un mes, era una completa locura. Se corría el riesgo que se condenara a tiempo extra de servicio por cualquier infracción, real o imaginaria, de manera que jamás se recuperara la libertad. Thráin estaba pensando en cómo rechazar de plano tan abusiva propuesta sin desatar las iras de ese loco ególatra cuando Aaron aceptó. A duras penas logró contenerse para no abofetearle allí mismo. Élodrin tuvo la inspiración de dejar la estatuilla bajo la custodia de Parche hasta el día de la prueba. Una magnífica idea, era el único lugar donde nadie se atrevería a robarla. Ni siquiera el mismo Parche, atrapado en su propia impostura del hombre de negocios serio.

Iban a tener tres días para prepararse, y los dioses sabían que los iban a necesitar. Élodrin era ágil y tenía una buena defensa, pero tenía mandíbula de cristal le faltaba bastante pegada. Debía de aprender la técnica de Hadrian para valerse de su agilidad para golpear los puntos más flacos del enemigo. El mercenario fue un tutor implacable, y de tanto en tanto les ayudó Thráin como sparring y sanador. Debían suponer que el enano sería lo más parecido al adversario al que el elfo debería enfrentarse. Como se pareciera a Hadrian, no tendría ninguna oportunidad. Mientras tanto, Aaron aprendía la técnica del Gysh con Craster, un viejo enano que les había presentado Marbani. El chico carecía de malicia, lo que era una gran desventaja en ese tipo de juegos, pero a cambio era exageradamente afortunado. La Señora del Destino cuidaba de los suyos.

La noche antes de la prueba estaba Thráin paseando por las afueras de Hogrh’Dural junto con Mórrigan cuando un destello en el cielo anunció la aparición de un ser humanoide de tez azulada con alas de plumas. Se presentó como Raziel, uno de los devas de Athos, y declaró que venía a matarlo para impedir la vuelta de Móradin, por orden del sumo inquisidor Sasarai. Negándose a mancharse las manos con lo que consideraba un rival indigno, convocó a una armadura animada para que luchara contra el paladín enano en combate singular. Le pidió a Mórrigan que no si involucrara, a lo que ella respondió que no tenía la menor intención de entrometerse. Fue un enfrentamiento de poder a poder, pero Thráin logró imponerse, aunque a costa de emplear casi todas sus fuerzas y bendiciones.

Pero Raziel no había terminado, y convocó dos armaduras más. Era exagerado, una sola podría habría sobrado, herido y agotado como estaba, pero era la fría lógica de Athos. Aplastar cualquier oposición sin piedad, sin sentido de la proporción. Sólo quedaba vender cara su vida, pero en ese momento llegaron el resto de compañeros. Al ver a Aaron, Raziel se dirigió a él como el Nexo, y le ofreció unirse a Sasarai. El joven elegido dudó durante un momento antes de rechazar la oferta. Como respuesta, el ángel se limitó a invocar tres armaduras más,  como si tuviera todas las del mundo. Pero cuando el combate parecía inevitable llegó Gerard de Rivia, el cazador de demonios. Parecía que Raziel no sólo lo conocía, también le temía, y tras una altanera declaración de que volverían a verse, se esfumó tan misteriosamente como había aparecido.

Gerard no soltó prenda sobre la relación que hubiera tenido con el ángel, y se limitó a comentar la escasa diferencia entre el comportamiento de algunos ángeles y el de los demonios.

La noche siguiente era el momento decisivo, el vergonzoso desafío de parche. Se internaron en laberinto de construcciones ruinosas de la Fosa, hasta la corte del señor del crimen. Thráin miraba cada detalle del recorrido, tomando notas mentales que les ayudaran a planificar el rescate del insensato Aaron. El ambiente era tenso, y la confianza brillaba por su ausencia. Mórrigan vigilaba para asegurarse de que los ladones no hicieran trampas con medios mágicos, y Parche tenía a un hechicero a sueldo que hacía otro tanto con ellos.

La partida de Gysh fue sorprendentemente bien. Aaron no es que tuviera una estrategia muy imaginativa, pero los dados le sonrieron, y su permanente mueca entre inexpresiva y risueña era casi imposible de leer para su rival, que acabó desquiciada, despotricando que nadie podía tener tanta suerte. La partida acabó por la vía rápida, en sólo tres manos.

Quedaba la pelea. Como era de esperar, el adversario de Élodrin era un humano enorme, una montaña de músculo tatuado de aspecto feroz. Hasta ese punto era lo que se habían esperado, así que no era mala cosa. El primer round fue un brutal intercambio de golpes. Élodrin se movía bastante bien, zafándose con habilidad y golpeando con precisión, pero su rival se rehízo durante el descanso, del tal modo que en el segundo asalto el elfo comenzó a flaquear, pero aprovechó un momento en el que su rival titubeó para conectar una buena serie de golpes bajos que lograron derribarle. Sorprendentemente habían ganado, y sin tener que recurrir a ningún truco sucio, que habría sido algo muy arriesgado.

Apenas había caído el gigantón, la animada concurrencia se esfumó como por ensalmo. Nadie quería quedarse por ahí cuando estallara el inevitable ataque de ira de Parche. Era célebre por ser jugador, pero nadie había dicho nada de que fuera buen perdedor, así que estaban preparados para cualquier cosa. Sin embargo, Gerard se había quedado, lo que sin duda ayudó al bandido a vencer la tentación de incumplir su palabra. Por no tensar aún más la situación, Élodrin decidió ceder la estatuilla a Parche, y se marcharon como alma que lleva el diablo. A Thráin puso enfermo cederle nada a ese degenerado, pero no puso objeción. Con suerte podrían regresar algún día y poner las cosas en su sitio. Salieron de inmediato de Hogrh’Dural y caminaron durante horas antes de descansar. No respiraron tranquilos hasta bien entrado el día siguiente.

Se dirigieron hacia el este los próximos tres días, hasta el mismísimo Bosque de Airish. Durante el trayecto Élodrin estuvo investigando la brújula, y descubrió que señalaba imágenes ilusorias, así que supusieron que la guarida de Erisdar estaba oculta por conjuros.

Apenas hubieron llegado se toparon con una halfling que huía de unos soldados Garrosh, entre los que se encontraban dos oficiales montados en sendos grifos, y un tipo misterioso vestido con una túnica. Combatieron duramente. Especialmente digno de mención fue el enfrentamiento entre Hadrian y  el tipo de la túnica, que resultó ser un guerrero muy similar en estilo, y por lo visto se conocían, o al menos tenían conocidos comunes. Pasaron la mayor parte del combate esquivando magistralmente, y encajando muy pocos golpes, hasta que al final se fueron cansando y moviéndose más despacio, lo suficiente como para poder seguirlos con la vista. El otro flaqueó primero, y lo pagó con la vida. Hadrian le rajó el cuello con su kama. Mientras tanto, el resto acabaron con los demás soldados, salvo uno, que logró escapar.  Entre los muertos había una mujer, una jinete de grifo. Mórrigan la había paralizado, y Élodrin la había degollado sin ceremonia. La guerra no era lugar para galanterías, pero a Thráin le pareció terriblemente triste. Odiaba luchar contra mujeres, y aún más que murieran. Y aún más matarlas. No había sido él en persona, pero Élodrin era uno de los suyos, así que se sentía responsable.

Tuvieron entonces ocasión de hablar con Fran, la halfling, que resultó ser una exploradora de los Mandrágoras, subordinada de Iyaira. Les explicó que iba con un compañero que no había logrado sobrevivir cuando habían sido sorprendidos por una patrulla mientras peinaban las cercanías.

Reconocieron el terreno alrededor y localizaron un campamento de los Garrosh. Uno grande. Una dotación de grifos, caballería, y al menos trescientos infantes. Y una unidad de apoyo de la Inquisición, que en ese momento estaba ocupada torturando a unos gnomos de los bosques, hasta que se convencieron de que no sabían nada y los asesinaron a sangre fría. No estaba claro si querían alguna información o simplemente disfrutaban haciéndolo. Era monstruoso, pero no podían hacer nada por ellos. Thráin se sentía impotente.

Se dirigieron al campamento de los Mandrágoras. No podían salvar a aquellas personas, pero al menos podían avisar a los compañeros de Iyaira de lo que se les venía encima. El campamento estaba bastante bien organizado, con tiendas de campaña de estilo militar, viejas y parcheadas pero en un estado aceptable. Seguramente habían sido rescatadas de los innumerables campamentos abandonados de la Guerra del Escorpión. Allí se encontraron con Sarah, una de las amigas perdidas de Élodrin. Fue un emotivo reencuentro.

Iyaira les dirigió hacia una de las tiendas, más o menos en el centro del campamento, pero sin ningún estandarte ni señal que la diferenciara de las otras. En su interior les esperaba un hombre de treinta y tantos, pelo castaño, barba de tres o cuatro días, delgado, ni alto ni bajo. Lo único que le diferenciaba del resto de Mandrágoras era su aura de puro carisma, y la deferencia con la que el resto se dirigían a él, así como una vara situada en una esquina decorada con la figura estilizada de un dragón rojo, que señalaba a su poseedor como un hechicero, o un apóstata, como sin duda le llamaría la Inquisición. Era Kaine, el misterioso líder de los Mandrágoras. Era un hombre de trato afable, que caía bien de inmediato. Thráin trató de mostrarse igualmente accesible, pero cauto. Supuso que iba depender mucho de ese hombre en el futuro, así que necesitaba conocerle lo mejor posible a la mayor brevedad y ganarse su respeto. Y como días atrás le había sugerido Iyaira para lides completamente distintas, iba a tener que aprender a guardarse algunas cartas.

Después de las presentaciones de rigor, le pusieron al día sobre la presencia del ejército Garrosh, la enfermedad que estaba azotando Hogrh’Dural y la obtención de la brújula de Penda’Gasht. Kaine les dijo que su vara era un artefacto legendario, pero que había perdido buena parte de su poder con el paso de los siglos, así que les pidió que le preguntaran a Érisdar cómo devolvérselo.

Entonces entró en la tienda una mujer elfa llamada Naheka, una archiduida a la que apodaban como la Consorte de Gaia. Tenía un aspecto impresionante, atemporal, como si fuera tan anciana y sabia como el mundo, pero conservara toda la belleza de la juventud. Le acompañaba un semielfo bastante joven, su aprendiz. Se presentó como Ailen, y les dijo que les iba a guiar al interior del bosque, a donde se suponía que se encontraba la entrada a la guarida de Erisdar.

Kaine les ofreció entonces ingresar en los Mandrágoras. Élodrin estuvo a punto de aceptar, pero al final rehusó, aunque dejando abierta la puerta para hacerlo en el futuro. Aaron sí que aceptó el ofrecimiento, y se celebró una pequeña ceremonia informal para celebrarlo. Thráin se alegró de que el elegido de Ayailla hubiera decidido finalmente tomar partido. Parecía que el bando que eligiera iba a tener una importancia vital en los acontecimientos futuros, y aunque no había dicho nada al respecto, le preocupaba profundamente que hubiera estado tan cerca de aceptar la oferta de Raziel. En este punto Hadrian se despidió. Dijo que ni por todo el oro del mundo se iba a meter en la guarida de un dragón. Él era un mercenario, y las recompensas se disfrutaban permaneciendo vivo.

El resto se dirigió a la supuesta entrada. El lugar en cuestión resultó ser un risco por donde caía un río en una enorme cascada. Esperaban que después de tantas molestias para conseguir la Brújula no se redujera todo a la clásica entrada oculta tras la cascada, pero antes de poder comprobarlo apareció una pareja de trolls que requirió toda su atención durante unos minutos. No disponían de fuego, así que no les quedó otro remedio que herirles una y otra vez mientras sus heridas se sanaban a velocidad de vértigo, y quemar sus cuerpos antes de que pudieran volver a levantarse. Tras unos minutos para recuperar el resuello retomaron la búsqueda de la entrada, que resultó estar situada en mitad del risco, protegida por una ilusión tan perfecta que hasta resultaba sólida al tacto. Habría sido imposible localizarla sin la Brújula, y sólo su poder debilitó la barrera mágica lo suficiente como para poder atravesarla.

Cruzaron una cueva y se encontraron ante Naran’Alora, una majestuosa ciudad élfica en las tierras del antiguo reino de Thorindor, abandonada siglos atrás, quizás durante la guerra civil de los elfos, quizás durante la guerra por la Eternidad. En una posición privilegiada encontraron un altar cubierto, y en él unos símbolos garabateados, sin orden ni concierto. Algunos estaban escritos en élfico, otros en draconiano. Parecían anotaciones hechas al azar, preguntas retóricas. Desvaríos. O profecías…

Antes de que pudieran ponerse de acuerdo una inmensa figura se abalanzó sobre ellos, casi ocultando el sol. Mórrigan había advertido a Aaron y Thráin que Erisdar haría que el dragón que habían visto en Campoverde pareciera una lagartija, y no mentía. Sin embargo, a pesar de su sobrecogedora presencia, era evidente que el Profeta Esmeralda estaba muy enfermo. Grandes pústulas moradas cubrían buena parte de su piel, y parecía que su mente también había sido afectada. Hablaba dubitativo y balbuceante, iracundo en determinados momentos. Les llegó a acusar de haber intentado robarle. Temieron por sus vidas, pero la sangre no llegó al río. Finalmente, clamó contra una lahmia llamada Ítica, que se había aliado con los agentes del Devorador, que habían corrompido el núcleo del bosque. Era lo mismo que había sucedido en Bosque Brillo, ya que hasta los síntomas del dragón eran similares, así que sabían lo que debían hacer.

Se dirigieron a un edificio gigantesco, coronado por una cúpula sencillamente majestuosa. Thráin no pudo menos que maravillarse ante la maestría del trabajo de cantería de los elfos. Tanto los muros con grandes vanos como las columnas decoradas parecían demasiado finos para sostener semejante estructura, pero ocho siglos después de haber sido abandonado, el edificio se mantenía en pie en un estado bastante aceptable. Era increíble que los humanos siguieran conformándose con sus estructuras chapuceras que se caían a pedazos en pocas décadas.

Se abrieron camino hasta una gran plaza central, presidida por un gran pozo. Era el núcleo, el lugar a purificar. Guardándolo se encontraba la lahmia cuya muerte había exigido Érisdar. Estaba protegida por tres engendros humanoides con un solo ojo, y por sus propios conjuros, que proyectaban copias idénticas de sí misma. En cuanto saltó del balcón donde se agazapaba y pisó el suelo, no le dieron ninguna oportunidad. Concentraron sus ataques en ella hasta que sus ilusiones fueron disipadas y acabó muerta.

Pero Ítica no era la causante del mal, sólo su guardiana. Subieron por una amplísima escalera de caracol para encontrar una amplia sala llena de tesoros, donde había algunos hombres y gnomos inconscientes, que parecían muy enfermos. Entonces descendió del techo una monstruosa cabeza flotante, con un solo ojo, y cuatro pequeños tentáculos terminados en óculos adicionales, más pequeños. Estaba claro que era el emisario del Devorador de Estrellas, el verdadero rival a batir. El monstruo vomitó un diminuto ser, similar a una langosta, pero apenas tocó el suelo creció hasta adquirir un tamaño enorme. Al mismo tiempo, algunos de los gnomos enfermos se convulsionaron violentamente y sus abdómenes estallaron en una lluvia de sangre y vísceras, de las que salieron una especie de horribles gusanos gigantes. Mórrigan y Aaron comenzaron un duelo de conjuros a distancia con la cabeza flotante, que se mantuvo a suficiente altura para evitar los ataques cuerpo a cuerpo. Así que el resto se concentraron primero en los gusanos, y luego en la langosta gigante. Los gusanos no parecían especialmente peligrosos, pero temían que pudieran infectarles del mismo modo que habían hecho con aquellos pobres desgraciados. El resultado fue una gran victoria. Al morir la cabeza flotante se disolvió en medio de un espeso humo, dejando atrás sólo una piedra negra con una runa grabada, muy similar a la que habían encontrado en el árbol corazón de Bosque Brillo.

Ninguno osó tocar una sola moneda de los tesoros que hallaron en la sala. Era evidente que el dragón no se tomaría nada bien que se tomaran según qué libertades, y todos habían oído historias de que los dragones memorizaban sus tesoros hasta la última moneda de cobre, de modo que podían reconocer hasta el más mínimo expolio al instante. Así que mientras Aaron entonaba el interminable ritual de purificación el resto exploraron a conciencia el lugar. Encontraron a más hombres y gnomos infectados por esos parásitos infernales. Por la mayoría no pudieron hacer nada, pero hubo tres que estaban en mejor estado, dos humanos, ambos soldados de los Garrosh, y un gnomo. Thráin descubrió que podía sanarles imponiéndoles las manos y usando sus bendiciones sanadoras. No dudó un instante en salvar a los soldados. No eran los que habían ordenado las barbaridades que habían cometido los ejércitos. Y además, independientemente de los pecados que hubieran cometido, nadie merecía morir así. No obstante, los tres supervivientes seguían inconscientes, e iban a necesitar ayuda para salir de allí.

Una vez finalizado el ritual, llenaron todos sus odres con agua del pozo purificado y salieron a reunirse con Érisdar. Élodrin le ofreció la cabeza cercenada de la lahmia, lo que le calmó lo suficiente como para que les permitiera lavar sus pústulas con el agua sanadora, de la que también bebió un buen trago. Casi de inmediato el dragón se recuperó. Sus rutilantes escamas verdes resplandecían como esmeraldas.

Sin decir una palabra el dragón alzó el vuelo, y regresó unos minutos más tarde con un pequeño cofre lleno de monedas de platino para cada uno. A Thráin no le cabía duda de que también había examinado su tesoro para comprobar que no faltara nada, aunque nada dijo al respecto. Les invitó a que plantearan sus preguntas. Consultaron sus dudas acerca de cómo destronar un dios, sobre el avatar del caos o cómo devolver el poder a la vara de Kaine. Élodrin preguntó algo más en draconiano, que evidentemente no entendieron los demás.

Érisdar les ofreció llevarles al campamento Mandrágora, dando una vuelta primero por el campamento de los Garrosh, para recordarles que no era buena idea tratar de invadir su bosque. Todos aceptaron, aunque Iyaira hizo ver a Thráin que los hombres y el gnomo que habían salvado no podrían subir a lomos del dragón, y no estaban en condiciones de salir de allí por su propio pie. Así que los dos enanos harían el camino a pie cargando con esas pobres personas. Thráin sintió una punzada de envidia mientras sus compañeros despegaban en lo que prometía ser una experiencia inolvidable, pero no le cabía duda de que era lo correcto. Y había compañías más desagradables que Iyaira en el mundo…

Estaba atardeciendo cuando llegaron al campamento de los Mandrágoras, pero habían ocurrido muchas cosas en su ausencia. Todo un ejército de soldados Garrosh había asaltado el campamento, pero los Mandrágoras estaban preparados. La mayor parte de los civiles ya se habían marchado, y los conjuros de Kaine y Naheka costaron un sangriento peaje a los invasores. Pero el momento decisivo había sido la llegada de Érisdar, justo cuando las defensas de los rebeldes comenzaban a flaquear, rociando formaciones enteras con su aliento venenoso, y convirtiendo una derrota cierta en una gran victoria.

Había un ambiente de celebración que lo impregnaba todo, pese a que a nadie se le escapaba que habría represalias. La casa reinante no podía permitirse que le dejaran en evidencia de ese modo.

Curiosamente, Hadrian estaba algo taciturno. Al parecer se había quedado valiente y desinteresadamente protegiendo un flanco con algunos civiles rezagados, entre ellos los amigos de Élodrin, y había sido gravemente herido por Daken Garrosh, uno de los generales más sádicos y eficientes de la casa. Si no hubiera sido por la oportuna llegada de Aaron y sus bendiciones sanadoras, no lo habría contado. El mercenario parecía… distinto. Pero Thráin no alcanzaba a comprender exactamente en qué.

Pero había algo más. Sus compañeros le informaron de que como despedida antes de refugiarse de la más que previsible venganza de los Thalos, el Profeta Esmeralda les había encomendado la misión de reforjar la Corona de Ámbar, el objeto que su tatarabuelo había usado para detener al Devorador de Estrellas, y  que había desatado la codicia de los humanos hasta el punto de que traicionaran a su raza, y casi la exterminaran…

Deberían dirigirse hacia el oeste, hacia una montaña en mitad del territorio Talos llamada la Aguja del Sol. Allí deberían recolectar el ámbar y el mithril más puros, y encontrar a un maestro artesano tocado por la divinidad. También necesitarían la sangre de un rey. Su sangre, pese a que no era rey de nada. Y era posible que nunca llegara a serlo.

Algo en el interior de Thráin protestaba. Esa corona había salvado el mundo, pero también había sido la perdición de su raza y de su portador. No solo otorgaba poder, también la inmortalidad. Una tentación que no debería ser puesta al alcance de los mortales. No quería hacerlo, por no hablar de que no quería abandonar a la gente de los Territorios sin Rey cuando sus actos habian convertido la región en un avispero, cuando muchos de los suyos se alzaban para recuperar su libertad. Pero no parecía que tuvieran alternativa.

La Leyenda de la Corona Ámbar

Hubo un tiempo, antes de los tiempos de los reinos de los hombres, que fue conocida como la Era de los Compañeros. Una era en la que una elfa, un enano y un gnomo primero, y sus allegados humanos después, se convirtieron en los más íntimos e inseparables amigos.
En un inicio, el trío viajo recorriendo toda Gaia, llegando a lugares y encontrando maravillas que ningún ser vivo había imaginado hasta entonces, de las cuales sin duda no la menos de ellas fue la Cueva de Ámbar, situada bajo una montaña cuyo nombre y localización se han perdido con el paso de los siglos. El poder de ese Ámbar no tenía reflejo ninguno en nada que hubiera existido en el reino material, de tal forma que la elfa, sabia y cauta, aconsejó al enano que ocultaran la localización de dicha cueva y no lo revelaran jamás, encargando a una estirpe de guardianes su protección. Finalmente con la ayuda del gnomo consiguió frenar la ambición del enano y pudieron continuar su viaje a través de desiertos, pantanos, llanuras, ríos, valles y montañas.
Al cabo de los años, tras incalculables hazañas y enfrentamientos con las mismas huestes del Caído Asmodeus, el enano se convirtió en el nuevo Rey de Thorindor, gobernando sobre las tierras que alcanzaban de un mar a otro y que constituían el Imperio de los Enanos, Thorin Az-Kadahr. El gnomo permaneció a su lado, convirtiéndose en el arlequín de la corte como siempre fue su deseo, y en el fiel consejero y amigo del rey. La hechicera elfa por su parte continuó su viaje de conocimiento con la promesa de volver cada año a reunirse con sus queridos amigos. Los años y las décadas pasaron y la promesa nunca se rompió, durante un largo periodo durante el que el Imperio de Thorindor, así como las tierras que abarcaba, prosperaron en armonía de enanos, elfos, gnomos, halflings y los jóvenes humanos.
Y fue en compañía de un trío de estos últimos que apareció un día la hechicera en la corte de Thorindor, su aprendiz y sus nuevos amigos, el guerrero Halcón y la sacerdotisa de la Madre. Lo que encontraron sin embargo fue al rey enano yaciendo sobre su lecho de muerte, con el arlequín llorando a su lado.
- Su esposa ha fallecido, y ahora la pena y los siglos vienen también a reclamarle a él. Tienes que quedarte con nosotros y ayudarle a volver a ser el que era – lloró el arlequín.
- No puedo quedarme aquí, pues he entregado mi corazón a un hombre, al Halcón, y debo partir con él a desentrañar extraños presagios – respondió la elfa.  – Sin embargo, ayudaré a nuestro amigo con todos los medios a mi alcance antes de continuar mi viaje.
La hechicera recurrió entonces al mismo poder que habían escondido siglos atrás: forjó una gema del místico y temible Ámbar, y usó poderosos sortilegios para crear una corona del más puro mithril en la que engarzarla. La Corona Ámbar restauró las energías y el vigor de la juventud en el cuerpo del Rey y le infundió con una magia más antigua que el tiempo, convirtiéndole en el Rey Eterno. La Corona le había otorgado el don de la inmortalidad.
Así fue como, decidido a proteger su reino junto a sus nuevos amigos, el Rey Eterno se unió de nuevo a los Compañeros junto con el fiel arlequín. La amen…
-- El siguiente fragmento parece haber sido borrado del pergamino, y resulta ilegible --
Gaia era segura una vez más, pero el terrible destino de la sacerdotisa y el arlequín pesaba con fuerza en los corazones de los Compañeros. Se separaron de nuevo, cada uno retornando a las obligaciones que tenían para con su tierra, familia o imperio. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo hasta que se volvieran a encontrar, si bien por unos motivos mucho más primarios.
Los celos, la envidia y el ansia de poder se adueñaron de los pensamientos de los hombres, como era su naturaleza. El Halcón, cegado por su amor por la elfa y por los dones que ésta había otorgado al Rey enano, conspiró en su contra. La Corona Ámbar sería suya, o de nadie más. En secreto, se reunió con los líderes de las otras siete principales casas de los hombres que se encontraban integradas en el Imperio de Thorindor, y conjuraron su traición. El Halcón, el Lobo, el Escorpión, el Pez, la Rosa, el Grifo, la Serpiente y el Tigre habían dado inicio a la Guerra por la Eternidad.
Los hombres se enfrentaron a enanos y gnomos en batalla mientras que la guerra civil élfica estaba en su punto más álgido, lo que les impidió a estos tomar partido tal y como habían planeado los sublevados. Miles, decenas de miles, murieron por todo el continente, tiñendo la superficie de Gaia de rojo carmesí mezclado con el brillo de las lágrimas de las familias rotas. Finalmente, el Imperio Enano de Thorindor, que se pensaba imbatible, fue tomado por sorpresa y atacado en todos los frentes posibles cuando los poderes oscuros que el Halcón había invocado en su ayuda remataron lo que los humanos habían iniciado. En la última batalla, el Halcón mismo asesinó con sus propias manos al Rey Eterno y arrebató la Corona Ámbar de su cuerpo aún caliente. La guerra había terminado, y los enanos habían seguido el camino de gigantes y dragones hacia la pérdida y la destrucción de sus tierras.
La traición de los humanos sin embargo no quedó sin castigo. La hechicera, completados finalmente sus viajes y cumplidas sus responsabilidades con su gente, retornó para encontrar el cuerpo de su mejor amigo yaciendo sobre la roca, en las profundidades de la montaña, su vida arrebatada por el hombre al que había confiado su amor.
Su furia no tuvo parangón alguno. Invocó toda la magia de los antiguos tiempos que había descubierto en sus búsquedas y se reveló como una Elfa Bruja, la más poderosa que jamás hubiera existido.
Con un movimiento de su mano, paralizó ejércitos. Con una mirada, lanzó su venganza sobre el Halcón, exiliándole a él y a su casa para no volver a ser vistos jamás. Con una palabra apenas susurrada, impuso su maldición sobre los siete señores que habían seguido al Halcón en su traicionera senda.
- Vosotros y vuestros herederos portareis por siempre una maldición, una por cada línea de sangre, para recordaros a vosotros, a vuestros hijos, y a los hijos de vuestros hijos los pecados que llevaron a este día. El Lobo se convertirá en la encarnación de la ira más salvaje que habéis desencadenado en mi misma. El Escorpión se regirá por la avaricia que ha motivado vuestros actos. El Pez se dejará arrastrar por la pereza de cuerpo y de mente. El hambre más siniestro será la maldición que haga marchitar la Rosa, mientras que la soberbia gobernará los días del Grifo, siempre altivo. La lujuria corromperá el mismo ser de la Serpiente y lo convertirá en cenizas. Finalmente, el Tigre sentirá en él mismo la envidia que provocó la caída de todo lo que amaba el rey. Jamás conoceréis de nuevo la paz ni la alegría a las que habéis fallado en este día.

Y así fue como, el Imperio Enano de Thorindor desapareció, la humanidad se expandió sobre sus ruinas, y la Elfa Bruja, la Bruja de Darkholme, desapareció con la Corona Ámbar para no volver jamás.

viernes, 14 de agosto de 2015

Crónicas del ocaso VI (A): La brújula de Penda'Gasht

Cercanías del bosque de Airysh 16 de noviembre del año 815
Hace ya unos días que abandonamos la ciudad minera de Hogrh’Dural, donde acontecieron hechos dignos de recordar, incluso gestas merecedoras de una canción. Tras nuestra reciente, digamos... "colaboración", con los Mandragoras, se nos asignó la misión de encontrar a un anciano dragón verde conocido como el Profeta Esmeralda. Para ello, según nos dijeron, sería esencial recuperar un antiguo artefacto de gran poder, la brújula de Penda'Gasht, que suponemos nos permitirá superar las distintas barreras mágicas con la que haya ocultado su cubículo el dragón. Esta brújula se encontraba en poder de Parche, un cabecilla local Hogrh’Dural, o mejor dicho, el cacique central de una subsociedad de ladrones, traficantes y demás criminales que, alojada en la antigua mina, conocida como la Fosa de los Diamantes, parasita la ciudad, gobierna en la sombra y absorbe las riquezas proporcionadas por las minas de cobre y plata de la ciudad.
Y con estas escuetas directrices entramos en Hogrh’Dural. Nada más entrar, en la misma taberna en la que nos hospedamos, nos enteramos del ataque sufrido el día anterior por una despiadada banda de mercenarios, los Aulladores de Fenris. Al parecer habían realizado un ataque relámpago en el que habían robado, matado y quemado todo lo que se cruzó en su camino, e incluso se atrevieron a expoliar los interiores de las mismísimas minas. También nos enteramos de una extraña enfermedad que estaba causando estragos entre los más débiles. Inmediatamente pensamos en la plaga de Bosque Brillo, pero en este caso los afectados se sumían en un intranquilo sueño del que no eran capaces de despertar. Tras descansar unas horas hicimos la debida visita a la autoridad local, el alcalde Gifin. Tras unos minutos de audiencia, en lo que nos presentamos como simples mercaderes, no nos quedó duda de su carácter: mezquino, conspirador, avaro y lo peor de todo para nuestra misión, una marioneta de parche para "legitimar" su control sobre la ciudad. Apenas habíamos tomado contacto con la ciudad y no conseguíamos ni esbozar cómo diantres podríamos conseguir la dichosa brújula. Parecía ser más fácil ir a Penacles y robarle la túnica al Sumo Inquisidor Sasarai.
Y mientras reflexionamos sobre nuestros próximos movimientos, nos abordó un enano embozado en una desgastada capa. Se presentó como Malner, un minero que había sido herido en el combate (o más bien masacre) producida por los mercenarios. Al contrario de lo que pensábamos,  nos dijo que algunos mercenarios seguían en las minas, y al parecer perseguían a una enana llamada Marbani, una autoridad entre sus compañeros enanos, de buen corazón y única opositora real al dominio del binomio Gifin-Parche. Aquello olía realmente mal, y pronto empezamos a pensar en un ataque urdido por el propio alcalde. En cualquier caso nos pusimos de camino. No sabíamos por dónde empezar nuestra búsqueda, no podíamos ignorar la petición de ayuda de Malner, y aunque Thrain y Aaron me odiasen por ello, si Parche la quería muerta sería interesante que nosotros llegásemos antes.
Y de esta forma tan heroica, todos menos Morrigan, que prefirió investigar la pista de la misteriosa enfermedad (que de nuevo demostró tener un origen sobrenatural, al no verse afectado por los poderes de nuestros divinos camaradas), nos adentramos en las peligrosas minas  Hogrh’Dural en busca de la damisela en apuros. En el camino conseguimos salvar algún minero, y nos enfrentamos a terribles criaturas del submundo, más propias de los territorios Drow que de una mina. Allá donde mirábamos veíamos los estragos causados por los Aulladores. En cada corredor y sala encontrábamos decenas de cadáveres, todos ellos de mineros enanos. Habían sido masacrados con saña por sus atacantes, y los pocos que habían sobrevivido habían sido pasto de las criaturas del submundo que nos acechaban en cada esquina. ¿Guardaría  alguna relación con la enfermedad, al igual que en Bosque Brillo la corrupción mutó y afectó a las mentes de las criaturas del bosque? Era muy probable, pero no estábamos allí para investigar. Tras acabar con algunas de estas criaturas aberrantes, la mayoría de las cuales no habríamos visto ni en pesadillas, por fin dimos con Marbani, acompañada por dos mineros. Lejos de ser la damisela que me imaginaba resultó ser una enana bien entrada en años,  de mirada dura pero inspiradora. Sin duda una líder.  Pero nada más encontrarla aparecieron dos mercenarios. Al parecer nos habían seguido y esperaban que diésemos con Marbani. Tras agradecernos gentilmente que hiciésemos salir a la enana, comenzó su transformación. Sus cuerpos se empezaron a hinchar y recubrirse de un oscuro pelaje, mientras sus cabezas desarrollaban hocicos y fauces con enormes y afilados dientes, sus manos se convertían y garras, sus espaldas se arqueaban  y su tamaño se doblaba. Por fin el nombre de su compañía cobraba sentido, eran licántropos. Con razón los pobres mineros no habían tenido ninguna posibilidad.
El combate fue duro. Nuestros golpes parecían no tener efecto, pues el ímpetu de sus ataques no disminuía pese a las serias heridas que les infringíamos. Thrain y Aaron, acompañado del poder de sus dioses parecían mantener su rival a raya, y el segundo acabó por caer en la danza de destrucción  que solemos provocar cuando peleo junto a Hadrian. Al final la premisa parece cierta, todo lo que sangra puede morir, y aquel maldito licántropo sangró como para llenar una bañera.
Ante las sospechas de conspiración, decidimos sacar a Marbani y sus acompañantes en la clandestinidad, para no llamar la atención de Gifin. Nos juntamos con ella y Morrigan en lugar seguro, fuera de miradas indiscretas, en la seguridad de un sótano encubierto. Informamos a Marbani sobre nuestro objetivo, pero apenas nos proporcionó información que no supiéramos. Sólo había tres formas de conseguir algo de Parche, con un ejército superior al suyo (cosa fuera de nuestro alcance), cambiándolo por algo de más valor (también improbable, salvo que el Rey Enano cague oro) o apostando algo lo suficientemente valioso, pero en este caso sólo accedería en caso de estar seguro de ganar. De nuevo el asunto tenía una pinta lamentable.
Aquella noche bajamos a los dominios de Parche, la vieja mina, ahora llena de casuchas y tugurios de arcilla y chapa, conectadas por callejones y  pasarelas entre los distintos niveles. Sólo sobresalían sobre el resto las casonas de los caciques, entre la que destacaba el palacete de Parche, y algún local de más entidad. Recorrí distintos antros, haciendo preguntas discretas, jugando a los dados (jugaban a una curiosa variante del Gysh) y condonando deudas por favores o información. Pero poco saqué aquella noche, salvo contemplar otro de los numeritos de Hadrian en el foso. Al menos algo parecía claro, sólo cinco cosas movían aquella ciudad, el sexo, el dinero (de estas dos Parche tenía cuanto quería, o al menos más de lo que pudiéramos o quisiéramos ofrecerle), las peleas de foso, el Gysh y las carreras de cuadrigas. Por eliminación rápidamente me decanté por las peleas de foso, donde Hadrian podría marcar la diferencia. Pero para apostar necesitábamos algo que Parche quisiera, y aquella noche no dimos con nada relevante. Fue al día siguiente cuando nuestro plan acabó por concretarse. Recorrimos tabernas y burdeles,  hablamos con comerciantes, prestamistas y amantes de lo ajeno. Incluso hicimos “favores” de los que no nos sentimos demasiado orgullosos, pero finalmente conseguimos un combate en un local importante, la Espada en la Sombra. Allí Hadrian se enfrentó con el “Titán de Azabeche”, al que no hace falta que describa, y tras deleitarnos con su particular visión del espectáculo en un combate, acabó por dejar a su adversario para guardar cama unos cuantos días. Poco antes del combate, me tocó interpretar el papel de adinerado y aburrido mercader de lo exótico y tuve unas cuantas negociaciones con el propietario del local. Acordamos las condiciones clásicas, el ganador se llevaría su parte de las apuestas, pero no pudo resistirse a un doble o nada, y se jugó una valiosa estatuilla, a la que Parche había puesto el ojo, contra cuatro gemas que habíamos reunido en nuestras andanzas anteriores.
Nada más abandonar el local, nos esperaba una figura, que nos pidió le acompañásemos al palacete de Parche. Tal y como habíamos previsto, la victoria de Hadrian no había pasado desapercibida. Ahora sólo quedaba lo más difícil, ganar a Parche en su propio juego. Nos adentramos en su ostentosa morada, llena de obras de arte, ricas telas y guardias en todas las puertas. Estaba seguro de que aquella ruta estaba estudiada para sobrecoger e intimidar a sus visitas. Y finalmente llegamos a su “sala de audiencias”, un enorme salón con salida al enorme palco exclusivo del circo central de la Fosa de los Diamantes. Y allí, en un intrincado trono se encontraba Parche, cual rey de aquellas infectas tierras, custodiado por su dos matones de confianza, un imponente enano llamado Yadgrog y una peligrosa drow conocida como Sátrapa.
Evidentemente conocía de nuestra llegada días atrás, así que no intentamos insultar su inteligencia (o lo que es peor, su red de informadores) siguiendo con el cuento de los comerciantes, así que fuimos directos al grano. Éramos aventureros y queríamos la brújula de Penda'Gasht, y sólo teníamos la bonita estatuilla para intercambiar. Ofrecimos jugárnoslo a todo o nada en una emocionante competición multidisciplinar de Gysh, combate de foso y carrera de cuádrigas, y de repente sus ojos centellearon ante una mezcla de codicia, emoción y sadismo. Descartó las cuadrigas, y nos propuso un duelo mixto de Gysh y lucha. Pero con sus reglas. En primer lugar, dado lo desbalanceado de los objetos apostados, deberíamos ganar ambas competiciones para llevarnos la apuesta. Además, sería yo quién luchase en foso, y el chico quien jugase a Gysh. Hubo un momento de duda, disfrutaba al ver como nuestra falsa seguridad se hacía añicos. Y tras unos segundos deleitándose con nuestras turbadas caras, añadió la guinda final. Si perdíamos, el chico, nuestro jodido Aaron, se quedaría como “invitado de honor” durante todo un año. Aquello era el colmo, estaba a punto de quejarme y romper el trato (que le jodan a los Mandragoras, no estaba dispuesto a sacrificar tanto), hasta que Aaron aceptó el trato. Maldito chalado, no duraría ni una semana como vasallo de aquel megalómano, y además haría que me partiese la cabeza un bruto tatuado, pues sin mis hojas apenas me podría escabullir y herir a mi contrincante a pullas. Hadrian, tan sorprendido como todos, al menos pudo reaccionar, y le pidió una semana a Parche para prepararnos, lo que quedó finalmente en cuatro días. Cuatro días para convertir a un inocente muchacho en un as del engaño y la estrategia, y a un escuálido elfo en una máquina de partir huesos en una lucha cuerpo a cuerpo.
A la mañana siguiente, temprano, comenzó nuestra carrera a lo imposible.  La gente de Marbani puso en contacto a Aaron con un viejo jugador de Gysh, el mejor de la zona, llamado Craster, que inculcó al chico los principios del juego, a base de paciencia y coscorrones. Tras sólo una jornada juraba que nunca había visto a nadie tan malo y con tanta suerte con los dados. Aquello era alentador, al menos teníamos la mitad del trabajo hecho, y con las enseñanzas de Craster no era una locura que llegase a hacer de Aaron incluso un buen jugador.
Mi camino, como era de esperar,  fue más cruento. Maratonianas jornadas  de lucha con Hadrian, que me golpeaba sin compasión, corregía mis errores con más golpes y mis efímeras victorias con más golpes aún. Sólo llevaba una jornada y ya pensaba en el abandono. El dolor físico se veía incrementado por la frustración. Pero Hadrian no daba pie ni a las dudas. Poco a poco, y aguantando gracias a los ánimos, y más valiosas sanaciones mágicas proporcionadas por Aaron y Thrain, fui interiorizando los preceptos inculcados. Aprovechar la fuerza del rival en su contra, golpear con precisión los puntos débiles del enemigo (aquello no me era del todo ajeno), y encajar los golpes (lección más practicada).
La tercera noche, como para celebrar la víspera de nuestra estrepitosa caída a los infiernos, hubo un incidente digno de mención. Un resplandor en el cielo me sacó de mi  meditación y Aaron me alertó de un ataque a Thrain. Rápidamente fuimos en su ayuda, pero la escena que contemplamos era realmente extraña. Un imponente Ángel, acompañado por sus esbirros alados amenazaba a Thrain, que parecía agotado y tenía la cara cubierta de sangre. Y se disponía a acabar el trabajo, al invocar cinco relucientes soldados de metal movidos por su voluntad, cuando la irrupción de una figura acaparó su atención. Se presentó como Gerard de Rivia, un cazador de demonios, y pareció intimidar al mismísimo ángel, del que parecía un viejo conocido, porque tras hacer una clásica declaración de intenciones, optó por retirarse junto a su séquito.
Pero lo que más recuerdo de aquella noche es la forma en la que me miraba Gerad, como si me conociese de toda la vida. Y más desconcertante aún fue cuando me ofreció algo, un fragmento de colgante que encajaba a la perfección con el mío, que había recibido de mi madre. Le pregunté si nos conocía, pero no obtuve respuesta, y tal y como había venido se fue.
A la mañana siguiente retomé el ritmo infernal de entrenamiento. Apuramos hasta pocas horas antes del combate, y tras recibir la necesaria recuperación mágica, bajamos a la Fosa.
La expectación popular era inmensa, nos habíamos convertido en la atracción de temporada de aquel nido de sabandijas. Nos presentaron a nuestros rivales. Sátrapa, la drow, competiría en Gysh con Aaron (estábamos jodidos) y un imponente humano, campeón de cien batallas de foso lucharía conmigo.
No quise ni mirar el duelo a los dados, concentrado en mi combate. De vez en cuando oía exclamaciones de sorpresa, risas y gritos de júbilo y maldiciones, y el resto del tiempo silencio. El duelo parecía estar igualado, lo que me metía más presión. Y tras unos minutos, una explosión de gritos y risas. El chico había humillado a la drow que maldecía profusamente. Ahora llegaba mi turno, y Parche parecía recuperarse de la pequeña derrota ante la visión de mi más absoluto fracaso. Nos llevaron a la arena de combate, se hicieron las presentaciones y esperé. Me aislé del mundo, cerré los ojos, concentrándome en mis músculos y ligamentos, visualizando a mi rival. Sonó la campana y me lancé como una exhalación. Mi rápida reacción le cogió por sorpresa, acostumbrado a los tanteos iniciales, y le propiné varios golpes en el costado y cuello que le noquearon por momentos. Pero hizo imponer su físico superior y rápidamente balanceó el combate. Sorprendentemente las enseñanzas de Hadrian habían tenido un gran efecto, lo que apenas se apreciaba cuando luchaba contra él. Pero ante este rival casi me extrañaba la lentitud de sus movimientos y suavidad de sus golpes.  El gong sonó cuando estaba cobrando una ventaja decisiva. Le estaba haciendo morder el polvo, y por primera vez pensé seriamente en la victoria. Incluso desestimé emplear un par de trucos sucios que tenía en la recámara (drogar el agua que bebería en el descanso y aprovechar una distracción de Hadrian) ante el temor a que me pillasen, pero había algo más. Orgullo, había sufrido mucho para llegar hasta aquí y quería demostrarme a mí mismo que podía con ese mastuerzo, limpiamente, al menos todo lo limpia que puede ser una lucha de foso.
El descanso tuvo un efecto muy favorable para mi otrora maltrecho rival. Se había recuperado bien de mis golpes, y salió al ring con energías renovadas. Me golpeó salvajemente con una energía inédita, y me pregunté con terror si no habría estado actuando como Hadrian en sus combates. Pero no me rendí, seguía golpeando rápido como el viento y encajando sus contras lo mejor posible, y al cabo de unos segundos los dos estábamos exhaustos, tambaleantes. Acababa de salir de una presa ganadora de mi rival a costa de dislocarme el brazo. El bruto se lanzó contra mí, seguro de que no me podría defender con un solo brazo, pero en lugar de intentar bloquear su embestida, e impulsándome con una de las esquinas del cuadrilátero, salté por encima de su cabeza y le propine una patada seca en la nuca. Pareció no tener efecto, pues siguió en su embestida, hasta que chocó, ciego e inconsciente contra el pilar de la esquina que un segundo antes ocupaba. Había vencido, y de repente, todo el dolor y sufrimiento del combate y los días pasados se volvieron insignificantes. Hadrian saltó a la arena para abrazarme y levantar mi brazo (el sano) y me regocijé al ver el enfado monumental de Parche desde el  palco. También me extrañó ver de nuevo a Gerard, que me miraba con gesto complacido, casi diría que orgulloso. Rápidamente nos retiramos al vestuario, donde tras vomitar al llegarme el bajón de adrenalina, recibí los cuidados de Aaron y me equipé  con mi conjunto de combate, mientras agradecía el suave tacto de las empuñaduras de metal de mis espadas. Salimos de nuevo al coliseo preparados para cualquier cosa, y alerta ante la ausencia de ruido. Habían desalojado al público, lo que podía significar desde que Parche no quería testigos en su derrota,  hasta que hubiese decidido matarnos para borrar su fracaso. Afortunadamente resultó ser lo primero, y tras unas protocolarias y escuetas palabras recibimos nuestra recompensa y salimos cagando leches de ese lugar.
Tras esta heroica gesta pasamos brevemente por la ciudad, donde nos despedimos de nuestros nuevos amigos y partimos rumbo al bosque de Airysh. Ahora que han pasado unos días, y con la perspectiva que da la distancia, me doy cuenta de lo que realmente hemos conseguido. Estoy rodeado de compañeros increíbles, y ni ellos mismos se dan cuenta de su verdadero potencial. Por separado quizá sólo seamos aventureros más o menos capaces, pero juntos, juntos somos capaces de hacer cosas extraordinarias. 

jueves, 13 de agosto de 2015

Dudas del emisario del equilibrio I

Todos los hombres tienen un destino que cumplir. Y en general los sirvientes de Ayailla buscan que la gente pueda estar en disposición de alcanzarlo si se esfuerzan. Los hermanos y hermanas grises buscan que la muerte no llegue antes de tiempo a la gente, que la enfermedad se convierta en una lección de la que aprender, y que la muerte de los seres queridos no aporte solo pesar.

Los elegidos tienen una misión más  complicada, destruir a los no-muertos que rompen el ciclo natural, luchar contra los desequilibrios, o contra aquellos que los causan, ayudar a aquellos con destinos gloriosos. Lo cual en ocasiones les obliga a caminar del lado de la luz, o de la oscuridad más extremas.

La diosa misma es la que permite que aquellos que mueren alcancen su destino en la muerte o en la otra vida. La que mantiene el delicado equilibrio del panteón, enfrentándose a todos, pero igualmente colaborando con todos.

Pero estoy yo, un simple mortal, liberado de las ataduras del destino. Sin un camino por delante que transitar, sin un lugar al que dirigirme, pero con una misión que me temo me queda grande. ¿Como puedo decidir el futuro de una guerra si no tengo claro cuales son los bandos o que representan?¿Si alguien no tiene un camino por delante, como puede llegar a su objetivo, como puede alcanzar cualquier destino?

Por el momento me estoy dejando llevar por lo que considero deudas personales, mucha gente me ha ayudado a sobrevivir, a llegar hasta donde estoy ahora mismo, y lo mínimo que les debo es gratitud. Thrain y Elodrin, Castor y Jonas, Hadrian y Morrigan, los mandragoras, incluso Sinniset y tantos otros cuyos caminos ahora están tan lejos del mío.

Seré sincero, no lo hago por obligación, me encanta la compañía de la gente, y ayudarles a cumplir sus objetivos, en muchas ocasiones nobles y elevados, ¿y a quien no le gusta algo asi?. Por el momento no he hecho nada que no quisiese, he seguido mi lucha personal por el equilibrio, pero mi misión me ha recordado que hay dos caras en toda moneda.

Por el momento estoy viendo luchas e injusticia, enfermedades antinaturales, y jueces que parecen inventar la ley según sus necesidades, seres corruptos alzarse, mientras los buenos de corazón son aplastados, muerte y esclavitud. Pero también he visto libertad, pureza, y alegría, lideres queridos que se preocupan por los suyos. Si he de decidir entre orden y caos, debo ver ambas caras de la moneda. Tengo que encontrar un camino para dejar de luchar indiscriminadamente contra ambos, e intentar conocerles. Debo decidir, pues la indecisión puede ser peor.

Tal vez debí haber aceptado la oferta del ángel y comenzar mi misión real en lugar de dedicarme a jugar a ser el héroe otra vez. A punto estuve de aceptar su oferta, si el ángel no hubiese estado tan seguro de que representa la única solución posible, tal vez lo hubiese hecho.

Pero ahí estaba Thrain. E Iyaira, Elodrin, y Hadrian. Y por un momento olvide mi misión, y pensé que el ángel se equivocaba, que no representan la alternativa al caos. Al menos no la alternativa que me parece deseable. Y recordé que las monedas no tienen solo dos caras.

Una moneda en equilibrio se puede mantener de canto...

Notas sobre mis compañeros de viaje:

Hadrian: Se comporta como un matón de barrio, y parece que le encanta ser así, pero en el fondo no le veo mala gente. Siempre está ahí para ayudar en cuanto estamos en un lío, como si fuésemos su responsabilidad, o al menos como si Elodrin lo fuese. Le encanta lanzar puyas (especialmente a Thrain que cae en todas), pero no he visto que sus actos compartan el punto de vista de esas palabras. Y los actos dicen mucho más que las palabras. Parece querer huir de su pasado, e incluso a veces parece que le gusta recibir castigo físico.

Morrigan: La intrigante Morrigan, guardiana y conocedora del futuro. Un futuro al cual parece querer arrastrar a mis compañeros. Nos deja entrever migajas de información, pero deja lo mejor secreto. Parece intentar manipular al resto del mundo, pero por algún extraño motivo no a mi. Puede ser porque no es capaz de ver mi futuro, o que sea su forma de intentar manipularme. Me preocupa que ella ya conociese el futuro que han visto Elodrin y Thrain, y esté intentando manipularme para cambiarlo de alguna forma.

Elodrin: Una personalidad apabullante, pero mientras que Morrigan es una tentadora, Elodrin es más como el amigo con el que siempre te gusta estar. Aunque en ocasiones se puede entrever la inocencia en su interior, temo que esta haya sido dañada. Conozco algo de su pasado reciente por Jonas, pero el que puede llevar a un elfo a iniciar el camino que Elodrin ha tomado como suyo es algo que escapa a mi comprensión. Actúa como si todo fuese según un plan elaborado del que él forma parte desde un principio, y no tiene ninguna duda en como llevarlo a cabo.

Thrain: Heredero del antiguo rey eterno, ¿que se puede decir de alguien con tal pedigri que no le haga palidecer frente a su antepasado? Noble, preocupado por los suyos, y por los que no lo son, a veces demasiado. Me temo que su excesiva atención al detalle, a hacer cualquier bien posible por su causa, su dedicación por luchar por cualquier pequeño avance le puedan suponer avanzar más lento, frenar el avance real de su misión. A veces parece tan cargado con el peso de todos los problemas, que da la impresión de no ser capaz de observar la situación desde lejos. Si el antiguo rey se comportaba de forma similar, no entiendo como los humanos pudieron desear su caída.

Aaron Darkcrow 4 de noviembre del año 815

viernes, 7 de agosto de 2015

Reflexiones de Elodrin I

Algún lugar en las cercanías de Karaya, 4 de noviembre del año 815

Tras varias semanas de auténtica locura, por fin cuento con unas horas para descansar, reflexionar y hacer balance de los acontecimientos que han convulsionado mi vida.
Tras mi expulsión Elhoria vagué sin rumbo, intentando contactar con mis amigos primero, y recabando pistas sobre los esclavistas tras mi encuentro con los saqueadores de las cercanías de Bellisport más tarde. Acostumbrado a las comodidades de la civilizada sociedad élfica y la privilegiada posición de mi familia, de repente me veía despojado y todo y recluido a las calles. Obligado a luchar por tener algo que llevarme a la boca, un sitio caliente en el que dormir o evitar una daga en la oscuridad.

Y pese a todo lo anterior, por primera vez en mi vida me sentía libre. Angustiado por mi futuro y el de mis amigos, pero libre de la carga de hacer siempre lo correcto, cumplir las exigentes expectativas familiares, libre para no medir siempre mis actos, libre de cometer mis propios errores.

Como decía, durante estas últimas semanas sólo me preocupaban dos cosas, sobrevivir y conseguir pistas sobre el paradero de Alaijah, Sarah y Jonas. Y para ello tuve que adentrarme en los más bajos estratos de la sociedad, convivir con los marginados, negociar con criminales, y en ocasiones convertirme en uno de ellos. Y para mi sorpresa, y la de los que me vieron aparecer en Bellisport con mis delicadas ropas de seda, no se me dio nada mal. Resulta curioso lo fácil que me resultó aplicar las décadas de continua formación en la historia, matemáticas, literatura, magia y esgrima a mi nueva situación. Sin saberlo, tantos años en la universidad, las continuas escapadas, el encuentro con mis amigos… me habían convertido en lo que hoy soy, un superviviente.

Ahora que he encontrado a Jonas, y que sé que Sarah está más o menos a salvo, me pregunto si su búsqueda no ha sido más que otro mecanismo de supervivencia. Tras toda una vida regida por metas a corto, medio y largo plazo, no creo que hubiese soportado establecerme en un pueblo y limitarme a no hacer nada. Pero, hay algo más. No consigo describirlo con palabras, pero en lo más profundo de mi ser sé que lo que me ha llevado a esta situación es una terrible injusticia. Y no una injusticia puntual, cometida por una persona aislada, una jugada del destino. Me refiero a una injusticia más profunda, arraigada en nuestro mundo como una penosa enfermedad. Apenas la apreciamos porque siempre ha estado ahí mismo, delante de nuestros ojos.

Entre las leyes, gobernantes, funcionarios e instituciones se esconde una maraña cuyo único objetivo es beneficiarse a sí misma, perdurar más allá de las personas, como un organismo con conciencia propia. Al ver morir a Mikah lo ví todo claro. La inquisición, las restricciones a la magia, el desprecio de la nobleza por la vida, el miedo al cambio, la decadencia de mi orgullosa raza, que pese a sus privilegios está tan sometida como los enanos. Todo eso pasó por mi cabeza como un rayo, y desde entonces no dejo darle vueltas.

Y ahora, no sé si por accidente o por los designios del destino (joder, empiezo a hablar como el chico) estoy en medio de un campamenos de Mandragoras. Un incipiente grupo de idealistas que quiere cambiar las cosas. Aún son pocos, y el camino que siguen seguramente sólo les lleve a la muerte. Pero después de todo, ¿no merece la pena morir por un fin que sabes justo? Sería una enorme hipocresía por mi parte, un engaño a mi propio ser, partir y dejarles en la estacada, cuando siento que están luchando mi propia guerra, la que no me he atrevido a afrontar, al menos hasta ahora.

Nota al pie
Estas últimas semanas he conocido a gente realmente sorprendente. He luchado con ellos en combates desesperados, he visto cosas que escapan a la razón, y todos parecen dejar atrás un pasado tan turbio como peligroso. A algunos los considero amigos, a otros compañeros, pero sin duda hay algo que nos une para bien o para mal, un vínculo forjado con sangre y lágrimas.

Hadrian
Lo encontré por primera vez en ese foso de lucha, recibiendo una brutal paliza hasta que consideró que el espectáculo había llegado a su punto álgido y podía empezar a pelear. Tiene un carácter directo, un humor tan afilado como de mal gusto, y es brutalmente coherente con su realidad. Sigue el camino recto entre dos puntos haya lo que haya en medio. Me cae bien, y creo yo también a él. De hecho creo que soy de las pocas personas que ha dejado que se le acerquen de verdad. Apostaría mi arco a que no ha hablado sobre él con ninguna de las innumerables relaciones carnales que ha tenido desde que le conozco.

Thrain
Nada más verlo encadenado en el barco percibí algo en él. Su porte, su mirada, no se correspondían con las de un maltratado esclavo. Destacaba entre el resto de esclavos como un lobo escondido entre corderos. Tiene la cabeza casi tan dura como sus brazos, incluso para ser enano, y pese a escudarse en su visión del resurgir de los enanos, tiene un buen corazón, y no duda en ayudar a otros, incluso aunque sean más altos que él. Pero es demasiado orgulloso, a pesar de los golpes y maltratos que le haya podido propinar la vida es demasiado idealista, y poco pragmático. Conseguirá una bonita muerte de no cambiar pronto, o de no estar yo para evitarlo, pues a pesar de todo le considero un amigo y simpatizo con su causa.

Aaron
El misterioso chico, elegido de Ayailla. Es sólo un chaval que apenas ha visto mundo, inocente y bondadoso. Pese a su aspecto simple e inofensivo, oculta una sorprendente habilidad para sobrevivir, lo que se ve reforzado con los poderes ofrecidos por su diosa. La verdad es que aún no le tengo calado, y no sé si está con nosotros por agradecimiento por su liberación, miedo a quedarse solo, conveniencia puntual, o nos está manipulando de una forma que escapa a mi entendimiento para que le llevemos en volandas a su mística misión. Recientemente se ha agenciado de una escalofriante máscara que ha empezado a llevar a todas partes, supongo que para romper con esa percepción inicial de chiquillo desvalido que todos tuvimos al verle por primera vez.

Morrigan
¿Qué decir de la bella Morrigan? Desde nuestro primer encuentro se ha presentado, sin ningún tipo de tapujos, como una manipuladora nata. Apenas conocemos nada sobre ella, más allá de que quiere detener la corrupción que asola el mundo, y que es muy, pero que muy guapa. Nos aborda con insinuaciones sin ningún disimulo, y aunque sé perfectamente que es su juego, incluso su fachada para que no consigamos ver a través de sus actos, he de confesar que disfruto tanto como me estremezco con sus contorneos, insinuaciones y acercamientos extremos.
Nota, si quiero tener una relación menos desbalanceada con ella tengo que aprender a no desmoronarme cada vez que se acerca a menos de 10 centímetros de distancia (distancia normal para ella para entablar una conversación) o cada vez que me roza con su mano o senos.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Reflexiones del Toro Negro

Mientras les veía marchar en la distancia, apenas ya unas diminutas figuras a punto de perderse en el horizonte de las colinas de Sotogris, el Toro Negro comenzó lentamente a darse cuenta de que lo que aún sentía removiéndose en su interior no era únicamente el poso que había dejado la excitación de la reciente batalla.

Tampoco era la pena y la amargura por los soldados caídos, sus compañeros de armas. Hacía ya muchos años que su corazón se había endurecido lo bastante como para aguantar férreo ante la pérdida de aquellos que caían en pos de una causa justa, por su señor y por su patria. No sabía si por convicción o simplemente por costumbre, porque las lágrimas se le habían secado ya tantas veces al lado del cadáver de un amigo, hermano, rey o príncipe durante la Guerra del mil veces maldito Escorpión, pero era cierto que su corazón se había vuelto lo suficientemente duro como para resistir ante la desgracia.

Ni siquiera era la furia que sentía por haber dejado de nuevo escaparse entre sus dedos a ese hobgoblin malnacido de Hagrosh el Rojo, al cual había jurado castigar ante su señora Lady Bralecia e, igualmente importante a sus ojos, ante aquella viuda desesperada de ojos marchitos por el dolor de haber perdido a sus hijos a manos de los miserables asesinos goblinoides del caudillo.

No, lo que se aferraba a su pecho y le causaba semejante inquietud ahora mismo era otra cosa. Seguramente mucho tenía que ver la pena por ver alejarse al muchacho que había sido para él como el hijo que nunca tuvo, si bien jamás admitiría este sentimiento por no querer mancillar de forma alguna el noble linaje del Tigre de Plata con los sentires delirantes de un viejo soldado como él. Sin esforzarse, y sin quererlo muchas veces, recordaba perfectamente, sintiendo casi el mismo dolor que sintió entonces, aquella tarde quince años antes, mientras la lluvia caía sobre la ciénaga y recortaba la silueta del otrora Gran Castillo de Malfer, cuando tomó de los hombros a aquel chiquillo berreante que se negaba a aceptar la ruina ancestral que se erguía ante él como su nuevo hogar, le alejó de los gritos histéricos de su madre, y tuvo que explicarle como su padre y su hermano mayor, al igual que había ocurrido unos meses antes con su hermano el Gran Hechicero Haydus, no iban a volver jamás de las Llanuras de Plata. El muchacho calló entonces de golpe y permaneció en silencio mirándole a los ojos mientras el herido soldado pronunciaba las únicas palabras que se le ocurrían para intentar consolarle: un discurso sobre la nobleza de su familia, el sacrificio, el deber… Al acabar, prácticamente era Galen quien le estaba consolando a él, cuyos ojos se habían humedecido al recordar la escena. - “No te preocupes tío Toro, Adrael no era feliz y ahora descansa al menos en los salones de la reina Cuervo, con Haydus y con padre. Pronto nos reuniremos con ellos Gwynna, madre y yo, cuando hayamos matado al grifo, y volveremos a estar todos reunidos. No estés triste.” – Aquellas palabras se clavaron en su pecho como mil puñales, y juró proteger a la familia de su señor, a su nuevo señor, con todas sus fuerzas por lo que le quedara de su maldita vida. Bajo su adiestramiento y tutela, así como la de su tío, el sabio Josef Argelan, Galen se convirtió con los años en un joven señor y caballero digno reflejo de su hermano, que le hizo sentirse orgulloso y esperanzado por el futuro de la familia Argelan. Que el mismísimo Padre Sol hubiera elegido a su vez a su hermana para otorgarle sus dones sagrados y que ésta pudiera ayudara su hermano con su sabiduría era otro presagio favorable. Una señal de los propios dioses de que la antigua casa no caería en el olvido y podría mantener su orgullo y su dignidad a pesar de las mentiras, los secretos y las traiciones.

No temía en realidad por la vida de su señor (jamás dejaría de verle como su señor, renunciase a lo que renunciase), pues era ya en efecto un auténtico caballero de cuerpo y de espíritu. Cientos de horas de entrenamiento sin descanso le habían convertido en el par con la espada de cualquiera de sus Garras de Plata, y su físico imponente le recordaba en gran medida al del propio Toro cuando era joven. Por si eso no fuera suficiente, viajaba con un envidiable grupo de acompañantes, incluido un auténtico veterano de guerra en la figura de Dereck Rodgers. Si bien la vida del mercenario había caído del lado errado de la moneda y las desgracias sufridas le habían llevado por una senda de vicios y corrupción como había visto antes en tantos otros soldados retirados convertidos en cazarrecompensas o espadas de alquiler, sí había podido intuir un atisbo de integridad y un espíritu noble que luchaba por volver a la superficie del hombre a pesar del dolor y el rencor. Quizá el estar acompañado de alguien honorable como Galen o la mismísima vestal de Ishtar le hicieran al final tanto bien a él y a su alma como podía hacer él por ellos con sus habilidades. Lo esperaba tanto por Rodgers como por el joven Achiles. El chaval ya a su edad había sufrido lo indecible, como había visto a tantos otros huérfanos de guerra antes, pero estos solían acabar en las peores de las compañías y convertirse en indeseables, rateros y asesinos si el servicio de la fe no los conseguía llamar antes a su lado. Achiles sin embargo tenía aún a su padre y a su tío a su lado y esperaba que fuera suficiente para aprovechar y orientar por el camino correcto semejante coraje y fuego.

Y por si su familia no fuera suficiente estaba además la exótica Amae Karen, que entrenaba al muchacho en las espectaculares y efectivas técnicas de lucha de los genji así como en el admirable código de honor por el que se guiaban estos, el ketán. Había conocido a varios mercenarios genji a lo largo de sus años de servicio y además de ser letales guerreros capaces de las más increíbles proezas en combate aun sin llevar ningún tipo de protección a la batalla más allá de una rapidez endiablada, en su interior eran todo lo contrario que el resto de guerreros de alquiler con los que había tratado. Su estricto régimen de entrenamiento, la disciplina que debía exigirles y los preceptos filosóficos que guiaban sus actos los convertían en soldados casi tan honorables como cualquier auténtico caballero de bien (en su vocabulario particular se había acostumbrado a llamar “caballeros de bien” a aquellos que no traicionaban a su señor para luchar por un usurpador). Bien era cierto que no conocía de ningún otro genji que se hubiera dejado llevar por sus pasiones y se hubiera olvidado de juramentos y consecuencias acostándose con un noble mientras este conocía a su auténtica prometida, pero tampoco es que estuviera al día de todos los chismorreos de los reinos. Lo que estaba más allá de toda duda es que la monje protegería con todas sus fuerzas tanto al joven Achiles como a su señor y a la vestal.

La vestal de Ishtar, Ellaria, una joven mujer que hacía palidecer todas las historias que había oído sobre las sirvientas de la Madre Errante. Con una bondad como sólo había visto antes en su difunto príncipe, la sacerdotisa era capaz de hacerse querer y respetar en tan sólo unos minutos. Jamás podría agradecerla lo bastante, al igual que las familias de sus hombres, lo que había hecho en tan sólo dos días por los soldados heridos en la batalla contra los Cráneos Llameantes. Realmente esperaba de toda corazón que el peregrinaje y la sagrada misión que fuera que Ishtar hubiera encomendado a su representante en la tierra finalizara con el mayor de los éxitos, y, si no estuviera atado por las responsabilidades propias de su puesto y por los juramentos a los que se había consagrado, habría considerado un final más que digno para su carrera el acompañar y guardar a la joven en su misión aún apenas conociéndola de unos días. Tal era la fuerza que irradiaba de sus ojos y la pureza de espíritu que se intuía de sus palabras. Oírla cantar debería de convertir en devoto creyente a cualquier hombre o mujer que tuviera algo latiendo bajo el pecho, por muy desalmado que fuera.

Dejaba para el final al mayor enigma de todos, el padre de Achiles. El autonombrado “Eric Invocador de Tormentas”. Quizá fuera eso lo que había ocurrido en el castillo en los últimos días, una tormenta traída por el mago. No sabía por qué, pero a pesar de su innegable poder, demostrado con creces durante la batalla, o quizá precisamente por éste, no confiaba por completo en el hechicero. Sir Frauhmann no apoyaba en modo alguno las brutales cazas de brujas llevadas a cabo por la Inquisición, y bien era sabido que habría dado una y mil veces la vida por salvar a su joven señor Haydus y haber podido interponerse entre aquella lanza que su magia no pudo detener y su cuerpo, pero aun así había algo en el brujo que le despertaba una cierta inquietud. No sabría precisar que era, y probablemente se debiera a su total y absoluto desconocimiento de las artes arcanas o a un resquicio de rencor por lo que la magia había hecho con la ancestral morada de sus señores, pero no podía evitarlo. Era innegable por otro lado que las artes de los magos eran de una incomparable utilidad en la batalla y que quizá con el tiempo el hechicero pudiera tornarse en un valioso aliado para los Argelan, más aún tras el Tratado del Silencio firmado al terminar la guerra. Además, si había criado a un zagal valiente y de buen corazón como Achiles, no podía ser tan malo, a pesar de haber usado un nombre falso. Porque o bien se llamaba Argo como se presentó el día en que les salvaron de aquella partida de caza goblin, o Eric, como anunció ante la corte. El Toro se percató de aquel detalle y a punto estuvo de tomar medidas para aclarar tal farsa, pero el propio Galen le suplicó que no le delatara y que confiara en él, así que eso haría mientras el mago no hiciera nada que mereciera lo contrario.

Así pues, si su señor estaba tan bien protegido, ¿qué era lo que sentía que le mantenía con la vista fija en el horizonte aun cuando ya no se vislumbraba nada más allá de los suaves contornos de las colinas?

Y entonces por fin se dio cuenta. Era miedo. Él, que no se amedrentaba ante ser vivo alguno, sentía ahora un miedo frío que amenazaba con superarle. Un miedo arraigado en el pasado. No podía reprochar sinceramente a Galen que hubiera seguido su corazón y sus pasiones, y era incuestionable que una belleza tan exótica y enigmática como la de Amae Karen era difícil de resistir para un joven inocente y sin experiencia real en el amor como él. Si ni siquiera había sido capaz en más de diez años de percatarse de los sentimientos de alguien tan cercano como la pobre Alethra. Era un hombre de corazón puro con la cabeza llena de historias románticas sobre amores sinceros y verdaderos, caballeros que huían furtivamente con su amada… No podía más que intentar comprenderle. Pero por más que trataba de evitarlo no dejaban de acudir a su cabeza los recuerdos sobre la última vez que la casa Argelan rompió un compromiso. Las consecuencias que trajo. El dolor que acarreó a su joven príncipe y a todos los reinos a la postre. La orden de la Reina. Los cascos de los caballos rompiendo el silencio de la noche mientras trataban de llegar a tiempo de evitar la masacre a manos de la serpiente. Aquella gigantesca explosión hace diecisiete años antes de que pudieran hacer nada. La devastación y la muerte que trajo a aquél pequeño pueblo olvidado que nada quería saber de los asuntos de los nobles. Los llantos del recién nacido, único ser vivo en medio de la destrucción. Los hermanos grises. Los secretos en nombre del así llamado amor verdadero que el tiempo había tratado de ocultar.

jueves, 23 de julio de 2015

Crónicas del ocaso V (B): Búsqueda en la biblioteca hundida, traición en la corte

Finalmente, al atardecer, llegamos a la capital, Malfer, que mantiene gran parte de su antigua belleza, escondida debajo de una capa de suciedad, descuido, y limo. Poco a poco comienzo a notar una sensación de familiaridad, de volver a casa.
Cuatro enormes cadenas pugnan inútilmente por mantener la urbe a flote por encima del pantano, con poco éxito, especialmente en el barrio pobre. Al otro extremo de la ciudad, las principales torres del castillo aún atraviesan la silueta del cielo.
La antigua capital de mi casa, casi destruida, agonizante. Estaba temiendo algo así, pero el contraste es increíble. Mis recuerdos fugaces me permiten vislumbrar su antigua grandeza, calles limpias, avenidas transitadas, un centro del comercio, la seguridad y el conocimiento.
A pesar del interés que tiene Galen en pasar desapercibido, y ocultar su huida de la capital, resulta claro que no tiene sentido intentar entrar allí nuevamente de incógnito. Se descubre ante los guardias que flanquean uno de los puentes de acceso, y estos rápidamente nos permiten el paso y escoltan hacia el palacio.
Pasear nuevamente por aquellas calles me hace sentir familiar, y extraño a la vez. Familiar por los pocos recuerdos que mantengo, por la antigua grandeza que se mantiene a flote en algunas zonas, extraño por los recuerdos de Argo, y por el desanimo general que irradia la ciudad. La capital del conocimiento que intuyo está de capa caída, cubierta por capas de ignorancia y dolor, mezcladas a partes iguales con la mugre.
Llegamos al castillo y me asaltan nuevas sensaciones familiares, alegría, felicidad, y seguridad, más profundos cuanto más nos adentramos por sus pasillos, hasta que la visión de caras conocidas corta el hilo de mis recuerdos. 
Sir Fhaumann, el Toro Negro, y la arquera que acompañaba a Galen en nuestro primer encuentro, Alethra, nos cortan el paso, y comienzan a reprocharle que les dejara atrás una semana atrás. Una cosa es escaparse del castillo bajo su vigilancia, otra muy diferente, dejarles atrás para arriesgar la vida en solitario.
Poco después nos alcanza otra mujer, claramente noble por el séquito de criadas que la acompañan, y creyente por el aspecto de sus ropas. Se presenta ante nosotros como Lady Gwinna Argelan, elegida de Zarus. Galen tiene un aspecto imponente en general, claro descendiente de una de las Casas, y Lady Gwinna no se queda atrás. 
A continuación decimos nuestros nombres, y si alguno de los guardias de Galen se sorprende al presentarme como Eric Stormcaller, se lo guarda para sí mismo. Cuando le toca el turno a Ellaria, elegida de Ishtar, pasa a ser el centro de interés de la conversación para la hermana de Galen.
Por mucho riesgo que pueda suponer, en el camino había decidido que en mi antigua casa empleare mi nombre, o al menos lo más significativo de este para mí. Si permanezco con el engaño, antes o después se sabrá, y cuanto más tiempo tarde en aclarar la verdad, peor será el resultado. La cicatriz en mi hombro causada por Achiles es un recordatorio de que la realidad siempre sale a la luz, aunque sea dolorosa.
Nos guían hasta las habitaciones de invitados para que podamos descansar, adecentarnos, y prepararnos antes de la presentación ante la actual líder de la casa, Lady Bralecia Beimeth-Argelan, actual regente de la casa Argelan, y de sus tierras, y madre de Galen. Este se disculpa y se dirigió a sus aposentos, mientras comenta con el Toro Negro acerca del combate que habíamos tenido con los seguidores de Hagrosh a unas pocas horas de la capital. Ellaria queda absorbida por Lady Gwinna, que en apariencia desea tener noticias del exterior.
Nos juntamos nuevamente frente a la puerta del trono, Amae con una túnica blanca, una especie de traje de gala Genji. Dereck, y Achiles, con ropas elegantes, que les quedan bien, pero que les hacen sentir claramente incómodos, y finalmente Ellaria, sencilla, pero capaz de atraer y fijar la atención de los presentes sin esfuerzo, acompañada de Lady Gwinna. Galen, luce los colores de la casa, llevando unas ropas de exquisita manufactura. Yo, aunque más cómodo que Dereck y Achiles, siento un poco raras unas ropas que a fin de cuentas no son mías, en un cuerpo poco acostumbrado a este tipo de telas.
Nos abren las puertas, y entramos al salón del trono, familiar, tal vez demasiado para mí. Tengo que mantener la concentración para no decir más de lo recomendable ahora que me encuentro nuevamente entre aquellas cuatro paredes. En el trono, nos espera nuestra anfitriona, rodeada por un par de consejeros, un montón de guardias, y la típica parafernalia de peticionarios, nobles, y sirvientes típica de una corte.
Lady Bralecia mantiene una fachada regia, y un aspecto sorprendente para los pesares que habría pasado en la guerra. Pero no podemos decir lo mismo de su mente. Parece hablar como si viviese en una versión de la realidad distorsionada, y me preocupa sonar perturbado como ella delante de mis compañeros, delirante, desconectado.
No puedo pensar mucho en ello, porque las presentaciones comienzan mientras Lady Bralecia nos hace participes de su visión de grandeza y poder.
Los dos consejeros son Josef Argelan, guardián del conocimiento, un hombre de aspecto mayor, y sobrio, pero apacible, y Sir Noah Argelan, jefe de la guardia, y primo de Galen, en apariencia preocupado por que las palabras de su tía y señora no causasen conflictos innecesarios. Galen nos presenta a su madre en muy buenos términos, como los que posibilitaron que volviese sano y salvo. Lo que le gana otra mirada asesina de los miembros de su guardia personal.
Tras darnos las gracias, Lady Bralecia se muestra satisfecha al recordarle a Galen, que su prometida, una de las hijas de Lord Alesteir Valeris, llega en unos pocos días, y le indica que deje sus escapadas, y chiquilladas, y se prepare para cumplir con sus obligaciones.
La situación, sin ser extraña, pues noto una sensación de empatía con Galen, por haberme encontrado en alguna situación similar, me suena rara. Galen es por derecho, el heredero de la casa, pero su madre actúa como si aún fuese un niño pequeño, y ella la única que ve lo que debe hacerse. Y parece acostumbrada a salirse con la suya. Galen, se encuentra claramente incomodo con el compromiso, y con la actuación de su madre, pero en ningún momento la enfrenta.
Poco antes de que Lady Bralecia nos libere, cuando ya había dicho todo lo que flotaba en su cabeza, solicito un pequeño favor. Visitar la biblioteca hundida, indicando que parte de nuestro peregrinaje se debe a nuestro deseo de buscar cierta información entre sus volúmenes.
Lady Bralecia, graciosamente nos concede ese regalo, como si para ella el conocimiento no fuese de ningún uso, como feliz de que nuestras pretensiones no sean monetarias, e indica que a la mañana siguiente nos dirijamos a su guardián del conocimiento para que nos guíe en nuestra búsqueda.
Tras la recepción, nos llevan a un comedor para cenar tranquilos, donde conocemos a otra prima de Galen, Esabel, cuya aparición deja sin palabras a un Achiles que minutos antes se mofaba de como algunos hombres se distraen al ver mujeres guapas.
Una parte de mí se alegra de ver que Achiles puede pensar en algo más que la venganza, que esta superando lo que le había pasado, y a pesar de su tono en general cortante hacia cualquier cosa que comente, ya se quedaba sin palabras cuando se encuentra con chicas de su edad. Aprovecho para hablar un poco con Esabel para interesarme por su tío abuelo, Josef, y me tranquiliza indicándome que era una gran persona, alegre y bromista. Son buenas noticias, pero no explican las miradas curiosas que me había lanzado durante la audiencia.

A la mañana siguiente, nos juntamos para un desayuno ligero, donde Esabel y Noah nos acompañan, y se ofrecen a guiarnos hasta la biblioteca una vez terminemos. Dereck y yo aceptamos la oferta, mientras los demás dedican la mañana a otras obligaciones, ya fuese entrenar en el caso de Amae, y Achiles (que parece querer acercarse a la biblioteca con nosotros hasta que Amae le dirige una mirada seria), o en el caso de Ellaria, conocer la ciudad acompañada de Lady Gwinna. A Galen, las obligaciones de la corte le asaltan desde primera hora, impidiéndole acompañarnos a ninguno.
En nuestro camino a la biblioteca, Noah nos pregunta por nuestro aspecto familiar, que Dereck se apresura a aceptar con Achiles, y a desmentir conmigo, como una coincidencia. Noah parece sospechar algo, pero la respuesta de Dereck le corta. Poco después, cerca de la biblioteca, Noah se disculpa pues debe atender otras obligaciones de su cargo, dejándonos con Esabel para guiarnos. 
La biblioteca Hundida me trae nuevas sensaciones familiares, aunque no tanto aquellas memorias que me gustaría recuperar. Para ser un lugar en el que había pasado tanto tiempo, la noto fracturada como mis recuerdos. 
Amplia, y vieja, pero muy bien cuidada a diferencia de muchas zonas de la ciudad y del castillo mismo, aun mantiene su grandeza, y aunque esperaba un torrente de imágenes de mi pasado, me conformo con poco más que la típica sensación de familiaridad que me acompaña en todo el castillo. Y el mismo vacío en mis recuerdos que me acompaña desde la noche de la tormenta, como si me faltase algo importante.
Avanzamos a través de las puertas de acceso a la biblioteca, llegando al centro de esta, donde se encuentra Josef, consultando un libro. En cuanto interrumpimos su lectura se muestra inteligente e inquisitivo, y me lanza una pregunta.
-¿Eric Stormcaller? Es un placer conoceros, y poder hablar más libremente. ¿Es ese vuestro apellido de nacimiento o es un apodo elegido por algún motivo?
-Stormcaller es parte de mi nombre por derecho. Es parte de quien soy.
-Que curioso, porque ayer cuando os escuche presentaros, me alcanzó un recuerdo. El recuerdo de un miembro de la familia de hace muchos años. Alguien cuya fama llega hasta la actualidad. Esta mañana estuve repasando algunos libros, y mi recuerdo se confirmó. Pero ese alguien debería encontrarse en esta biblioteca como pez en el agua, y no necesitar de mi humilde ayuda.
Dereck, incomodo por la situación, o porque quedase al descubierto mi secreto, comienza a preguntar por información acerca de como destruir demonios.
-Si la ordenación de esta biblioteca es como debe ser, habrá libros sobre el tema en la quinta estantería, segundo estante, por aquel pasillo.- Dije señalando un pasillo parecido a los demás, guiado por un recuerdo provocado por la conversación con Josef.
Dereck aprovecha para llevarse a Esabel, un poco extrañada, con la excusa de que le guíe por los pasillos, mientras me quedo con Josef. Un movimiento astuto por su parte. Necesitamos aliados en la corte, y yo necesito acceso libre a la biblioteca, o esto llevará años, así que decido sincerarme. Cuando parecen suficientemente apartados, continuo.
-Mi nombre completo es Eric Stormcaller Argelan, y he venido desde muy lejos. Pero no recuerdo el porqué, y esperaba haber dejado alguna aclaración en lo que era la biblioteca principal de mi casa.
Con sus sospechas confirmadas, Josef resulta de gran ayuda, muchas cosas permanecen como recordaba, mi yo antiguo sin duda se había ocupado de organizar aquella biblioteca a su gusto, y en gran parte, ese orden se había mantenido. Pero las ampliaciones y adaptaciones más recientes, especialmente necesarias para evitar los efectos de la inmersión de la ciudad estan fuera de mi recuerdo. 
Josef aprovecha para preguntarme por mi historia, por lo que recordaba, que por desgracia son en gran parte fragmentos inconexos. Pero consigo hilvanar algunos recuerdos que cubren sus expectativas, y ganarme su confianza.
Comienzo a buscar lo que me interesaba, pero la primera jornada es poco productiva. Solo algunos libros de genealogía que me nombran de manera vaga y general. Por grande que fuese mi poder, no fui uno de los lideres de la casa, y los libros indican poco de los sucesos en los convulsos tiempos de la guerra que derroco a los enanos.
Por no sentirme del todo inútil en mi búsqueda, le encuentro un par de libros más, a Dereck. Parece que la venganza hacia Jason le espolea, eso y la preocupación por que Achiles no siga la senda autodestructiva que él siguió años atrás. 
Siento sus perdidas como mías, pero me ha dejado claro en varias ocasiones que es un asunto familiar, y yo no formo ya parte de su familia. También busco acerca de la Aguja del Sol, el destino de Ellaria, que de alguna forma me suena familiar.
Nos juntamos nuevamente por la noche, Ellaria por fin libre del acoso de Lady Gwinna, Dereck cansado de tanta lectura, y Achiles agotado del entrenamiento al que le ha sometido Amae. En general los demás parecen incómodos en la corte, pero decididos a aguantar por acompañar a Galen en su extraña situación, y un poco en menor medida darme la oportunidad de dar explicaciones una vez recupere mis recuerdos, y si es posible, buscar una solución a la situación que les satisfaga.
Por la noche, un impulso me lleva a fabricar una flauta con mis poderes, que aún conservan la delicadeza necesaria para crear cosas de pequeño tamaño, y a probarla. Primero con cuidado para confirmar que está bien afinada, y tras un par de retoques y ajustes, con completa naturalidad. Es extraño, no tengo recuerdos de un profesor de flauta o nada parecido.
Pruebo con varias melodías, sencillas al principio, pero luego, incluyendo unos pocos efectos mediante el uso de la magia, paso a canciones más complejas, y finalmente, intento una melodía que lleva en el fondo de mi cabeza toda la tarde. Los cantrips llevan el ritmo, y la sonoridad perfectamente, pero la flauta no responde a mis intentos. A diferencia de las canciones anteriores, no recuerdo como se toca, no recuerdo las notas. Lo dejo por imposible, y me voy a dormir.

A la mañana siguiente, desayuno rápidamente sin compartir palabra con mis compañeros. Lo menos que les debo es realizar mi búsqueda con presteza, y durante la noche se me han ocurrido algunas cosas nuevas que buscar. Las búsquedas son provechosas en parte, encuentro referencias a formar parte de un grupo de aventureros de gran poder y fama, el último rey enano, Alduin de Thorindor, mi maestra en la magia, Maelyth, un bardo gnomo, el Arlequín, el líder de otra de las casas, el Halcón, y una elegida de los dioses.
Conmigo, al que en ocasiones nombran como el Aprendiz, realizaron grandes hazañas, pero ninguna relatado de forma completa. Y cuando me acerco a algún avance prometedor, a algún recuerdo o a alguna historia interesante, o cercana a los inicios de la guerra, libros dañados, páginas arrancadas, e información mutilada me paran en seco.
Mi preocupación se torna desesperación cuando en un libro en perfecto estado de conservación, encuentro docenas de páginas en blanco borradas como por arte de magia. 
Que podrían contener, o que puede llevar a alguien a profanar así un libro, se escapan a mi comprensión. 
¿Porque alguien querría borrar parte de los registros?
Peor es el temor que surge en mi interior, ¿Porque podría haber querido yo desaparecer de los registros? ¿Que tenia que ocultar?
Dereck parece haber agotado su búsqueda personal, o su paciencia, y tras buscar cosas demasiado específicas, que difícilmente se encuentren en cualquier biblioteca de los reinos, y que si no supiese cual era su motivación me harían preocuparme por sus intenciones, decide pasar la tarde fuera de la biblioteca. 
Tras una jornada aún más desesperante que la primera, continuo mi extraño impulso de la noche anterior. Busco, y me llevo una partitura musical que contiene la canción que me esta persiguiendo, para practicar nuevamente por la noche en mi cuarto. Me sorprende encontrarla descrita como música sacra, pero no le doy mayor importancia.
Luego por la noche, después de practicar un par de veces solo con la flauta, vuelvo a probar con el acompañamiento mágico, que funciona, pero echo en falta una voz...
Y entonces me doy cuenta, Argo era quien aprendió a tocar la flauta. Arya echaba de menos las canciones de su madre, y como las canciones que entonaban en el templo de Ishtar parecían calmarla, el comenzó a practicar con la música.
También recuerdo el origen de la canción. Estoy tocando la canción que cantó Ellaria un par de días atrás en Villa Hestia. ¿Pero porqué me sale natural el acompañamiento de la música con los cantrips? Argo no sabía nada de magia, ni Eric de música. Más incógnitas, más preguntas, y ninguna respuesta.

Tercera mañana en el castillo, madrugo nuevamente. Hoy llega la prometida de Galen, y hace dos días que no le vemos, pero la cara que puso cuando su madre nos hizo participes de su compromiso no dejaba mucho lugar a dudas de su opinión respecto al compromiso. 
Bajo deprisa a la biblioteca, solo en esta ocasión, preocupado por la falta de avances, y temiendo que mis compañeros se impacienten.
Reúno varios libros con la vana esperanza de encontrar algo de provecho, y cuando comienzo a leer, me interrumpe Galen.
-Eric, que tal va la búsqueda.- Me giro contento de tener una excusa para hablar con alguien. Y teniendo en cuenta mi tensa relación con el resto del grupo, es agradable que sea Galen. 
-Un callejón sin salida por ahora, hay pequeños retazos de información, dispersos e incompletos, tengo la extraña impresión de que esta biblioteca esta fracturada e incompleta como mi memoria en todo lo que son referencias a mi pasado. Como si faltase algo importante.
-Lo siento.
-No lo sientas, no tienes nada que ver. Temo que es mi memoria la que me impide avanzar, si pudiera recordar algo, por donde empezar... Me siento como si tuviese un buen sitio donde buscar delante de mis ojos pero no fuese capaz de verlo. Pero que te trae por aquí? las dudas previas a conocer a tu prometida?- Se le cruza una mueca de disgusto.
-Algo así, he pensado que tú en tus tiempos igual te encontraste en alguna situación similar...
-Si, en un par de ocasiones al menos, mis padres intentaron casarme con hijas de nobles, pero logré escaquearme.
-¿En serio?-El destello de esperanza deja claro que no tiene ninguna fe en su compromiso.- ¿Como?
-Tranquilo chico, no te emociones antes de tiempo. Me temo que mi situación era diferente, yo no era el heredero, era el segundo hijo, y en el estudio de la magia tenía una excusa que permitió romper el compromiso sin ofender a la otra parte.-Su cara se torna nuevamente triste- De todas formas, aún no la conoces, igual puede ser una gran mujer. Mi sobrino tuvo que casarse por compromiso, pero surgió el amor, y fueron una pareja muy feliz.
-Eso no creo que pase, amo a otra.-Esto si es un problema serio, cuando el deber y el amor entran en conflicto.- Y Amae me corresponde-Ahora si que tengo que hacer un esfuerzo serio por no mostrar mi cara de incredulidad.
-Amae y tú?, Estás...?-Dejo la pregunta sin expresar, la situación se ha vuelto extremadamente problemática en tan solo un par de frases, y temo pisar terreno pantanoso. 
-No me respondas, esa es una decisión que solo podéis tomar los dos, y que yo respeto. Pero aunque ella es libre, sin duda, me temo que tú te encuentras en una situación muy diferente. Tu corazón puede estar en un sitio, pero el deber te ata a tu pueblo, y tus decisiones les pueden afectar.
-Lo se, pero yo no estoy preparado para esto, era mi hermano quien tenía que gobernar, el que estaba preparado para ese tipo de sacrificios.
-Solo puedo pedirte que no hagáis ninguna locura, no escapéis por la noche del castillo ni nada parecido. Entiendo que puedas querer hacerlo, pero tu pueblo no se merece que huyas, y Lady Valeris... Al menos debes darle una explicación, o se puede crear un conflicto aún peor.
Galen se queda abatido, temo haber sido muy duro con el chico, al poner voz a sus temores, pero no se me ocurre aconsejarle otra cosa, no esperaba una noticia así. Se aleja murmurando que tiene obligaciones que cumplir antes de la llegada de su prometida. 
Estoy tan concentrado en mis preocupaciones, en mi búsqueda, que se me ha olvidado fijarme en lo que pasa a mi alrededor.
Vuelvo a sentarme delante de los libros, dos días buscando infructuosamente, y no he encontrado nada de provecho. Galen acaba de retirarse tras soltarme la noticia, y mi mente, divaga mientras miro la montaña de libros. No tengo muchos recuerdos de grandes amores, ni hay ningún registro de que me casase o tuviese descendencia. 
Bueno, no por parte de Eric. Argo es diferente, sí hay recuerdos de su mujer, pero gran parte de los sentimientos extrañamente se me escapan.
Solo en momentos especialmente significativos para Argo soy capaz de notarlos, justo lo contrario que me pasa con mi pasado, sentimientos sin recuerdos, sin memorias en las que basarme.
Apoyo la cabeza entre mis manos, mientras masajeo mi sien. Esta búsqueda va a ser larga, y noto que se me acaba el tiempo. Es aún pronto, pero madrugar después de estar toda la noche dándole vueltas a la canción no ayuda mucho a mi concentración.
Empiezo a notar el cansancio, agravado por la búsqueda infructuosa...

Noto como mi cara se desliza entre mis manos, y termina demasiado cerca de la mesa, justo a tiempo. Abro los ojos sobresaltado, y me encuentro mirando de frente otro libro mutilado, maltrecho, con su información saqueada. 
Este libro esta siendo una perdida de tiempo, como muchos otros. Aquí faltan cosas, y los mejores libros para lo que estoy buscando, diarios, mis notas de desarrollo, algunas de las mejores fuentes de consulta que había en todos los Reinos del Ocaso, ninguna estaba disponible. Josef es una gran ayuda, pero no encuentro lo que busco.
Miro a mi alrededor, y estoy solo en la biblioteca, el resto estarán preparándose para la recepción. Igual he sido muy duro con Galen, pero tiene que ser fuerte, un líder de casa no puede ser solo buena gente, debe anteponer el bien de su pueblo a sus deseos, a sus necesidades, e incluso a veces a su amor.
Empiezo a escuchar la canción al otro lado de una estantería. Otra vez esa canción, no puedo quitármela de la cabeza, y el fabricar una flauta, y haber estado tocándola en mi cuarto las noches anteriores no ayuda. Ellaria es una cantante increíble, y aunque la flauta no hace honor a la canción, Argo había sido bastante bueno con ella, y el cuerpo recordaba. Recuerda más que mi fracturada mente. 
Recuerda los movimientos, recuerda como controlar la respiración, y hasta recuerda sensaciones. La sensación de felicidad al tocar para Arya recién nacida mientras Ellaria me observa acunándola...
No, eso es imposible, no era Ellaria, Argo apenas conoció a Ellaria. Su nombre era, ... era, ... maldición ahora tampoco puedo recordar su nombre. Y la canción sigue llegando desde el otro lado de la estantería.
Me levanto y me dirijo al otro lado de la estantería, estirarme me vendrá bien, y ver a Ellaria... no se si me vendrá bien, pero al menos puedo pedirle que no cante la canción aquí abajo, o que cante otra canción, o que se yo... Todo sea estirarse un poco y dejar atrás la perdida de tiempo que está resultando el libro y la búsqueda en general. Ya improvisaré.
-Ellaria, podrías... - Nunca sabré que podría hacer Ellaria por mí, porque mis palabras no llegan a nadie. Detrás de la estantería, solo más estanterías de libros. Genial, no recuerdo mi pasado, tengo visiones, mezclo memorias con recuerdos que no existieron, y ahora escucho canciones en el aire.
Pienso en volver al libro, y vuelvo a escuchar a alguien tarareando, en una zona más apartada de la biblioteca. Parece que no estoy tan loco. 
Sigo los tarareos un rato por la biblioteca, otra vez la canción. Sin duda es Ellaria. Me intento acercar al sonido de la canción, aunque la sigo a distancia, pues sigo sin tener claro que decirla, mejor dicho, que quiero decirla, o que debo decirla. Giro una última vez, a punto de encontrarla, y me encuentro de frente conmigo mismo, un espejo de cuerpo entero que no recuerdo en una zona a la que no se llegar...
No, este espejo no estaba antes. Grande, con un marco plateado, delicado, de exquisita manufactura, y grabado en todo el borde. 
Me miro, y he de reconocer que el nuevo aspecto que tengo es bueno. Este cuerpo, aunque un poco mayor frente a lo que tenia en mente, esta en muy buena forma, es capaz de realizar los intrincados movimientos de la magia como su hubiese practicado años, y no tiene mala apariencia. Incluso Argo parecía buena gente por los recuerdos que tengo.
¿Porque le caería el rayo?, ¿Y porque tenía que morir? Son preguntas que nunca encontraran respuesta a este paso.
Me giro de vuelta a la mesa de lectura, la canción ya no se escucha, y ya he remoloneado bastante, si no voy a avanzar más en la búsqueda debería subir a prepararme para la recepción.
-Eso te gustaría, ¿verdad? ¿Que nunca hubiese respuesta? ¿Demostrar que eras mejor que yo sin tener nadie con quien compararte? Nadie debería echarme de menos porque mi vida insulsa valía menos que la tuya?- me giro lentamente y veo como mi reflejo está echándome un rapapolvo- Seguir siendo el que se guía por el bien de mayor, el salvador de la casa, del mundo si es necesario. Nuevamente alguien querido, y temido, respetado, y libre, pues no.
-¿Argo? ¿Como es posible?
-No se, ¿magia quizás? Dímelo tú, ya que eres el experto en magia, o tal vez en fastidiarla al usarla. No te haces a la idea de la que has liado con ese hechizo tuyo.-Su mirada de reproche me atraviesa.
-Eso no es justo, yo quería ayudar.
-Claro, querías evitar la guerra, querías salvar al reino, y vengar a tus amigos, querías ser querido, querías... ¡escapar de la muerte, reconócelo!.-Argo avanza y sale del espejo- Tu vida llegaba a su fin, y no te sentías preparado.
Sus palabras se clavan en mí, demasiado sinceras, demasiado reales. Si yo conseguí algunos de sus recuerdos, parece que él también consiguió otra parte de los míos.
-Quería ayudar..., quería...-mi voz suena poco convencida, sabe como atacarme, donde crear la duda.
-Querías ser libre, y joven para siempre, como todos. Pero para eso no tenia porque desaparecer yo. Querías volver a tus aventuras de juventud, a la fama y a la gloria, pero sin tener que pagar el coste del poder, sin tener que estudiar, sin tener que pagar por tus errores. Pero tu tiempo pasó, esta era mi historia, no la tuya.
Caigo de rodillas en el húmedo suelo, abatido porque tiene razón, conoce mis razones reales, conoce mi corazón como si fuese el suyo, porque lo es...-Ojalá pudiese deshacer el daño Argo, nunca quise...
-Me has impedido quedarme con mi familia en sus momentos más duros,-me interrumpe nuevamente-, por ahora me has impedido vengar a aquellos que he perdido, y aunque agradezco que hayas intentado poner un poco de cordura en Dereck, sigues estando mas preocupado por lo que tú quieres hacer, me estas impidiendo reconstruir una vida.
-Puedo hacerlo por ti, puedo poner mi magia a disposición de Dereck y Achiles, puedo ayudarles en la venganza.
-No todo puede resolverse con magia, como has demostrado, y la venganza tampoco es el camino, como Dereck demostró una y otra vez. Eso solo te deja vacío, deberías saberlo, o mejor dicho recordarlo. -Para un instante, recapacitando.
-Pero igual, sí hay algo que puedes hacer, por ejemplo devolverme el control de mi cuerpo. Eres demasiado poderoso incluso ahora, incluso limitada, tu mente y tu voluntad son demasiado fuertes para las mías, no me dejas salir, no puedo dar ninguna señal...
-No te entiendo, estas muerto.
Argo se acerca a mi, y pone su mano sobre mi hombro. -El hechizo no hizo lo que querías en muchas cosas. ¿Por que quieres auto convencerte de que algo de lo que crees funcionó? No creo un cuerpo nuevo, no fue instantáneo, no mantuvo tus recuerdos, no ocupó un cuerpo sin alma. No funcionó.
Argo se abre la camisa, para mostrar su torso sin tatuajes.
-O tal vez funcionó de forma perfecta, según lo que creías era un plan perfecto y no eres capaz de asumirlo, no quieres recordarlo. Quizás creó un nuevo receptáculo donde almacenar tu consciencia y tu esencia, aunque no fuera un cuerpo humano, ya que nuestros cuerpos no cumplirían las expectativas que tenías.-noto como mis tripas empiezan a revolverse y cierro mis ojos. Mientras habla, sus palabras me golpean, y me asaltan sensaciones y recuerdos fugaces, que desaparecen al instante sin llegar a fijarse en mi memoria.
-Quizás si fue instantáneo, pero no quieres recordar lo que hiciste, lo que te obligaron a hacer, porque el cuerpo que compartiste en aquella ocasión tenía una voluntad aún mayor que la tuya, y te utilizó para comenzar la guerra en lugar de evitarla.- flashes de muertes a mis manos, muertes de seres queridos, caras conocidas, caras que no consigo recordar, muchas caras, demasiadas...
-Crees que tú no sufriste la maldición de tu casa, porque igual sufriste un castigo diferente al que crees, y por eso te ha costado tanto volver.-un espacio sin limites, una sala blanca sin lugar donde anclarse, libre de su voluntad, de su odio, pero atado a la culpa.
-Quizás no mantuviste tus recuerdos porque fueron demasiado traumáticos. Y lo que te puedo asegurar es que yo no morí, cuando caíste sobre mí perdí la conciencia, y tomaste el control.
- Como? Que estas diciendo?
-Quizás esta vez si puedas enfrentarte a tu enemigo, no como la última vez, pero para ello tienes que empezar a tomar conciencia de lo que eres.-Miro hacia el suelo, y no veo mis pies, ni mis piernas, solo unas runas en el aire, que bailan y danzan.-Y podrías dejarme llevar el timón de mi cuerpo otra vez.
-Que estas insinuando?
-Yo no insinúo nada, tus recuerdos son muy fuertes, pero no puedes acceder a todos, porque no deseas ser consciente de ellos, tus conocimientos son tan amplios que no necesitarías ningún libro de esta biblioteca porque todo está en tu memoria, pero no quieres recordar, porque tienes miedo. 
-Pero yo sí puedo leerlos. Ochocientos años encerrado solo con la culpa pueden volver loco a cualquiera, ochocientos años planeando venganza, buscando una forma de salir de allí, pero no conseguiste escapar entero.-intento mirar mis manos, y solo veo más runas flotando- Puedo ayudarte, pero debes de dejarme salir, no puedes dejarme aquí, encerrado en mi cuerpo.
Argo se aparta a un lado para dejarme ver mi reflejo, y solo veo un montón de runas en el aire. Intento gritar, pero no puedo, me comprimo, implosiono, y exploto en todas direcciones.
...
vacío
...
silencio
...
otra vez en la cárcel, otra vez en la sala blanca infinita y sin salidas, otra vez en el no-espacio en el no-tiempo
...
otra vez atrapado? no, una parte de mi consiguió escapar, crear una salida, delante mío está la pequeña grieta, casi un espejismo y puedo intentar salir completo por allí
pero no puedo dejar que salga detrás de mí
una nube gris oscura empieza a formarse, se gira y se prepara para repeler al vórtice nuevamente, ojalá pueda pararle esta vez, ojalá aquello que escapó pueda dar el aviso
y nuevamente escucho la canción
...

Noto como mi cara se desliza por mi brazo, y golpea el libro que está en la mesa.
Miro mis manos, cubiertas de runas, la mano derecha una noche de tormenta sobre un acantilado, la izquierda una cara familiar, pero a la vez desconocida. Poco a poco, al pensar en ellas, al intentar recordar donde he visto esas imágenes, los dibujos se desdibujan, las runas se repliegan, se esconden, como si supiesen algo que no recuerdo, y temiesen decírmelo...
Me levanto y sigo el camino que ande en el sueño, a través de las estanterías, hasta un espejo que antes no estaba, un espejo que ahora está roto.
Mientras lo observo, Amae se pone detrás mío de forma silenciosa, doy un respingo cuando me habla. Se sincera conmigo como hizo Galen.
Es agradable pensar que los dos confían en mi como para pedirme consejo. Aunque me arrepiento de lo que le he dicho a Galen. pero no puedo menos que decirle lo mismo a Amae, no estoy en contra de ellos, pero la situación es problemática, el momento inoportuno, y Galen tiene responsabilidades de las que no debe huir.
Me pregunta sin mucho interés por mi respuesta por mi búsqueda, y me avisa, me amenaza casi, de que he de darme prisa, es posible que haya que irse corriendo de la ciudad, o que nos echen. Me deja nuevamente solo observando el espejo roto, como mis recuerdos.
Los sonidos de agitación en la corte por la llegada de la prometida de Galen se hacen palpables, ya debe estar entrando en la ciudad, y lo mejor que puedo hacer es prepararme para la gala de presentación. Antes de subir, no se si por miedo, por capricho, o por rebeldía, termino arreglando el espejo con un hechizo sencillo. Mis sueños o temores no me definen, me definen mis acciones, y seguiré siendo el constructor que creo que fui.
La presentación es larga y protocolaria, y la incomodidad de Galen, y de su prometida, Lady Libette Valeris, notables. Las miradas incomodas, y furtivas de Amae, así como su elección de un vestido bastante más impactante del que empleó en nuestra presentación adquieren un significado diferente para mí después de las confesiones de la mañana, pero el extraño sueño, y mi incapacidad para hacer avances relevantes no hacen ningún bien por facilitarme mantener la atención durante el pesado protocolo.
La madre de Galen, ajena a lo que pasa ante sus narices, o tal vez empeñada en seguir las ideas locas de su cabeza, parece disfrutar del evento, y aprovecha para anunciar que al día siguiente se realizará un baile en honor a la ilustre invitada. 
Dereck parece encontrarse fuera de lugar. Hasta Ellaria parece preocupada. Me extraña, más aún cuando la elegida parecía acostumbrada a la vida en la corte, o algo parecido. Temo que pueda haberla pasado algo y no haberme enterado como con Galen y Amae.
Tras lo que me parece una eternidad, y una perdida de tiempo, nos juntamos para cenar, con la normal ausencia de Galen. Aunque invitados suyos, no tenemos acceso al salón principal, menos aún con la gran cantidad de caballeros y damas que forman parte del cortejo de Lady Libette.
Una cena bastante animada en general después de la tensión de la presentación, en la que Ellaria comparte con nosotros que cantara la noche siguiente durante la celebración del baile me hace olvidarme por un rato del nulo avance de mi búsqueda. 
Amae parece tensa con todo, el lugar, la comida, la compañía, supongo que las preocupaciones la asaltan, especialmente tras la presentación de Lady Libette, y nuestra desafortunada conversación de esta mañana. Odio las prisas que me impone la situación, y más aún que me restrieguen mi falta de avances significativos. Como si no fuese el primer interesado en encontrar lo que buscaba.
Poco a poco la sala se va vaciando de gente ajena al grupo a medida que se hace mas tarde. Cuando todos estábamos callados, Amae lanza una mirada a Ellaria, como pidiéndole permiso. Me giro para ver a Ellaria asintiendo, y recuerdo un sonido.
...tras sonar la campana, el pasillo empezó a llenarse de gente que salían de los laterales para andar por el amplio pasillo flanqueado por enormes estatuas... 
Antes de que pudiese recordar donde podría localizarse mi visión, Lady Gwinna entra como un huracán en la sala, donde solo nos encontrábamos Ellaria, Amae, Dereck, Achiles, y yo. Se ha enterado del secreto de Galen y Amae, y parecía querer echarla a rastras fuera del castillo delante de nuestros ojos.
Tras las amenazas, sale dando un portazo, dejándonos inmersos en el silencio. 
-Bueno, ya lo sabéis. Siento no poder decir antes… - Amae, parecía antes dispuesta a sincerarse con nosotros, pero la interrupción de Lady Gwinna la deja en una situación aún peor– Siento poneros en peligro…
-No tienes que disculparte Amae – Se apresura a añadir Ellaria.
Parece la única capaz de decir algo para apaciguar a Amae. Dereck y Achilles están estupefactos, y yo posiblemente haría más mal que bien de haber abierto la boca.
-No permitiré que os hagan daño por esto. Sólo Galen y yo debemos asumir consecuencias… -El malestar de Amae es notable– Debemos estar preparados para lo que venga.
Intentamos hacer planes para..., no tengo claro para que. Acelerar mi búsqueda, partir deforma apresurada, arreglar el reino y el mundo de paso... La verdad es que no se nos ocurre nada que realmente pueda considerarse un plan, y durante la conversación Amae desaparece de la sala. 
Como no veo mucho futuro en la conversación, me disculpo ante el resto de mis compañeros para intentar encontrar algo en la biblioteca, adelantar algo de trabajo, progresar, lo que fuese.
La alegría y camaradería de un rato antes se ha convertido en nuevas prisas, y me molesto con otra jornada sin avance.
Paso toda la noche en la biblioteca, solo y preocupado, lejos de caballeros y damas que socializan en el salón principal, lejos de los miembros del servicio y los soldados que guardan el reposo de sus señores, lejos de la música y las distracciones, lejos de la compañía y las conversaciones, lejos de cualquier cosa parecida a una familia, o a amigos, inmerso nuevamente en la lectura.

Despierto al día siguiente en uno de los sofás de la biblioteca, cubierto por otro libro que no contiene nada de valor, rodeado por montones de tomos inútiles. Si no hubiesen sido mutilados...
Un corto paseo para cambiarme y quitarme el aspecto de recién acostado, y un frugal desayuno dan paso a otra jornada de infructuosa búsqueda y tediosa lectura que no auguran mejores resultados que los dos días anteriores.
A media mañana, un alboroto llega hasta la biblioteca, rumores de un intento de asesinato, y de Amae escapando por los muros del castillo hasta la ciudad me dan una excusa para levantar mi atención de los libros, e intentar sentirme útil.
Dereck, Ellaria y yo nos reunimos a medias de equipar en la puerta del castillo, y nos dirigimos rápidamente en pos de la persecución fuera del castillo, pero perdemos el rastro de dos personas que huyeron apresuradas en dirección a los suburbios de la ciudad.
Cuando pensábamos volver al castillo, nos encontramos con Amae volviendo, arrastrando un hombre incapacitado. Nos pone al día rápidamente indicando que una asesina intentó acabar con Lady Libette mientras ambas estaban cerca en uno de los jardines del palacio.
Ella reaccionó rápidamente e inicio una persecución, que acabó en una pequeña emboscada fallida por parte de su inconsciente acompañante y otro compinche, que le hicieron perder el rastro en una iglesia cercana.
Afortunadamente una de las cosas que mejor se le da a Dereck es seguir un rastro fresco, y con las indicaciones de Amae de donde acabó la persecución, recupera el rumbo de huida de la aspirante a asesina.
Llegamos hasta una casa bastante desvencijada, donde, tras un catastrófico intento de entrar de forma sigilosa, avisamos a todo el vecindario de nuestra presencia, especialmente al grupo de matones que se encuentran en la zona para cubrir la escapada de la asesina. Un grupo de apoyo es razonable, un segundo grupo empieza a rozar lo paranoico.
Me siento inútil por las malditas restricciones al uso de la magia, no puedo emplearme a fondo con público en medio de la ciudad. Hasta que Ellaria comienza a emplear bendiciones para defenderse. 
Rayos y truenos resuenan en el callejón, y alejan a posibles espectadores y curiosos. Lo que da paso a que yo imite sus acciones, confiado en que su presencia nos de una excusa frente a posibles acusaciones. 
Pero en el fondo no lo hago por la coartada, comienzo a lanzar magia porque lo siento natural en su compañía, ella está luchando por su misión, y yo no puedo por menos que dar todo lo que tenga disponible para ayudarla a conseguirlo. También es como si hubiese una sana competición entre ella y yo, algo que habíamos hecho antes decenas de veces...
El combate se vuelve desesperado cuando la asesina aparece desde las ventanas del segundo piso de la casa, y deja inconsciente a Ellaria, y los matones que quedaban en pie acorralan a Dereck, y le dejan malherido contra una pared.
Recurriendo a mis últimas fuerzas mágicas, consigo noquear a la mayor parte de estos, y Amae, demostrando una vez más su increíble capacidad de combate, lanza contra el otro lado del callejón a la asesina desarmada, abatida, en apariencia derrotada.
Me acerco a Ellaria y a Dereck, para comprobar su estado, preocupado, mientras Amae vigila a la asesina.
Esta, se incorpora, y grita -¡El Vigilante lo ve todo!. -Agarra un colgante que llevaba al cuello, con forma de ojo, como si fuese su escapatoria, pero Amae se lo arrebata, para estrellarlo contra el suelo como si ardiese en su mano, y se disuelve en segundos.
Con el forcejeo, la cara de la aspirante a asesina queda descubierta, y reconocemos a la asesina como una de las doncellas de Lady Gwinna.
Entonces me doy cuenta de que la asesina no intenta escapar, intenta eliminar rastros. Empieza a gritar, como si el dolor la estuviese partiendo en dos, y su cabeza se abre por la mitad, y su cerebro salta fuera del cuerpo apoyado en cuatro grotescas garras. El resto de la mujer se disuelve como ha pasado con el colgante.
Recibo un pequeño flash, y lo reconozco como una especie de aberración parasitaria, que mata al portador, y ocupa su lugar. Es una criatura extraña, casi imposible de controlar. Lo que parecía un ataque mundano, político posiblemente acababa de tornarse en algo mucho más complejo y peligroso.
La criatura sale corriendo fuera del callejón mientras intento reanimar a Ellaria, ya que Dereck parece estable dentro de la gravedad de sus heridas, y Amae sale tras la criatura, para por algún extraño motivo, volver despedida al callejón, supongo que tras ser golpeada por un atacante al que no consigo ver. 
Con Ellaria más o menos estable, me acerco a Amae, para encontrarla con el corazón parado. Por suerte, su atacante no entra para rematar el combate.
Hago lo que puedo por Amae, que no es mucho, y Dereck, me pide que le consiga unas bayas. Pienso que finalmente ha perdido la cabeza, hasta que recuerdo las capacidades que ha demostrado los últimos días, en sintonía con la naturaleza. Le consigo las bayas, y entona un rápido cántico, para proceder a darle un par de las bayas a Ellaria, que recupera la conciencia, y después emplea su magia con Amae.
Me siento celoso de que Dereck haya parecido el salvador frente a Ellaria. Se que es una estupidez pensar así, lo importante es haber conseguido evitar el intento de asesinato, y haber sobrevivido, no apuntarse puntos. Igualmente, dudo que pueda conseguir que piensen mejor de mí si no consigo alguna respuesta, algún recuerdo.
Volvemos al castillo mientras me debato con mis celos, con varios matones inconscientes, pero pocas pruebas reales de la asesina. 
El interrogatorio lo lleva Noah, y con Lady Libette apoyando la versión de Amae como salvadora, y el posible apoyo de Galen desde las sombras, nos sueltan tras unas pocas preguntas, sin acusaciones en nuestra contra.
Noah nos pide a Dereck y a mí que mantengamos los ojos abiertos, y le avisemos si vemos acciones sospechosas. Mantener el orden en la ciudad con la locura de su señora debe ser un trabajo complicado, pero con el cortejo de Lady Libette, y la ceremonia tan cerca, parece que encontrarse superado.
Nos separamos para prepararnos para el baile de la noche, y aprovecho la excusa para recuperar sueño perdido la noche anterior en lugar de volver a bajar a la biblioteca. No voy a encontrar nada de provecho alterado como estoy por el combate y la falta de descanso. Me falta algo, una pieza importante para poder avanzar, y repitiendo las mismas lecturas no voy a conseguir nada...
Despierto cuando atardece, llega el baile, y mientras me preparo, temo que el intento de asesinato de Lady Libette este en boca de todos.
Cuando llego al salón principal, me sorprendo. No se si gracias a un momento de lucidez, o de locura extrema, Lady Bralecia comienza dando un discurso acerca de los enamorados tortolitos, y de como por la ardiente pasión que les consume, han decidido adelantar su compromiso a solo un par de días.
Al ver la cara de sorpresa que ponen los dos "tortolitos", está claro que no han recibido aviso previo de las declaraciones que acaban de escuchar. Pensándolo fríamente, la declaración de adelantar la boda, no solo acalla los cotilleos acerca del intento de asesinato, también atenúa los rumores que pueda haber de la relación entre Galen y Amae. Igual Lady Bralecia está muy bien informada, o no tan loca como parece.
Entre felicitaciones a los prometidos, y rumores a su espalda, me doy cuenta de lo que la noticia significa para mí. Dudo que dispongamos de un día más para la búsqueda, o bien Galen y Amae deciden plantar cara, o escapar de la ciudad, o alguien va a terminar informando a Lady Bralecia, y en el mejor de los casos nos echa a patadas de la capital. A pesar de todo, no me encuentro más cerca de terminar mi búsqueda que cuando llegamos tres días atrás.
Abatido por mis pensamientos, veo como Ellaria se acerca al centro de la sala de baile, y recuerdo que nos comentó que iba a actuar esta noche. Lady Bralecia anuncia la actuación de la vestal, y toda la sala aguanta en silencio. La fama de las canciones de las vestales de Ishtar sigue viva después de tantos años. 
La canción, profunda e inspiradora, e incluso un poco melancólica, que palidece al lado de la increíble ejecución de Ellaria. Me tengo que concentrar para evitar los impulsos de generar un acompañamiento a la canción con mi magia, y noto como mi corazón late al compás de la canción.
Cuando la canción acaba, unos segundos de silencio, mientras la concurrencia y la realidad contienen el aliento para absorber en la memoria las últimas notas antes de que desaparezcan. Y a continuación, una avalancha de vítores y aplausos. Gran parte del público, yo incluido nos encontramos con los ojos llorosos de la emoción.
Tras la actuación de Ellaria, un grupo comienza a tocar música para que Galen pueda inaugurar el baile con su prometida, y Amae desaparece de la sala.
Caballeros y damas salen a la pista de baile, y me sorprende agradablemente ver como Achiles saca a bailar a Esabel. Un atrevimiento inesperado, pero que me alegra ver, y me inspira a intentar algo que lleva rondando un rato mi cabeza. 
Me acerco a Ellaria, que parece querer quedarse apartada de la atención que generó con la canción, y haciendo uso de la invitación más galante que recuerdo, la invito a bailar, y para mi suerte, ella acepta.
Ellaria demuestra ser una gran pareja de baile, y de alguna forma, aunque no mantengo grandes recuerdos de mi pasado, el baile me sale de forma natural, como si lo hubiese practicado unos días antes.
Entonces, me indica que mi mano igual está demasiado baja en su espalda. Me siento avergonzado al comprobar que efectivamente, una de mis manos se esta tomando demasiadas familiaridades, y lo corrijo. 
Terminamos el baile de forma aceptable, pero he perdido el ritmo que me guiaba unos segundos antes. Me disculpo mientras abandonamos la pista de baile.
Me siento tentado de pedir disculpas otra media docena de veces, pero de nada serviría. No soy capaz de encontrar nada de utilidad en mi búsqueda, soy un desastre como consejero, y ahora no consigo siquiera ser una compañía decente para Ellaria.
Ella no comenta nada acerca de mi desliz, como si hubiese sido un desliz inconsciente, pero en mi interior siento que he estropeado algo. Aguanto un rato más en la sala, más por respeto a Galen que por gusto, y por no dejar a Ellaria sola, pero en cuanto veo una oportunidad, me retiro de la sala. Dudo entre dirigirme hacia la biblioteca o hacia mi cuarto, y me decido por el segundo. Ya que parece que esta noche no me va a salir nada correctamente, mejor será que duerma un poco. 

Despierto el cuarto día en mi cuarto, por una vez descansado, y dudo si remolonear un rato más en la cama. Pienso que hacer cuando me encuentre a Ellaria, y alguien comienza a llamar con claro apremio a mi puerta. 
Temo que algo haya pasado por la noche, y los guardias vengan a detenerme, pero tampoco voy a hacerles esperar si no va a servir de nada. Cuando abro la puerta, encuentro a Josef con cara de clara excitación.
-Creo que lo he encontrado- Exclama nada más abrí la puerta
-¿El qué?
-Lo que estabais buscando. Rápido, sígueme a la biblioteca. He mandado a gente a avisar a tus compañeros, nos darán alcance allí.
Me guía de forma apresurada hasta la biblioteca, y dentro de esta, a una de las salas de lectura apartadas. Ha retirado sillas y mesas, y una gruesa alfombra, para dejar a la vista un circulo grabado en la piedra del suelo. 
El exterior compuesto de varias runas, avisos, y protecciones frente a la intrusión, accidental o deliberada, de aquellos que no estuviesen instruidos en la magia, o que estuviesen realizando una búsqueda muy específica. 
En el interior, marcas de secciones que conforman y guían la energía que alimenta las runas desde el núcleo. En el centro, algo que evoca mi marca personal, el tigre de la casa Argelan, y el rayo que lo atraviesa, y aunque me parece intuir otro dibujo sobre impuesto, parece borrado .
Una cerradura arcana, nada que se haya quedado fuera de mi alcance. No es solo eso, otra descripción más exacta roza mis recuerdos, pero se desvanece antes de que pueda ponerle nombre. Ya me preocuparé de recordar el nombre del portal más adelante, ahora lo importante es abrirlo.
Me arremango, y evoco las pautas de un hechizo, un ritual, que permite abrir todo tipo de cerraduras, arcanas o normales. Mientras lo ejecuto, escucho como uno a uno, mis compañeros entran en la sala. Al llegar Ellaria en medio del ritual, me alegro de tener una excusa para no disculparme nada más verla.
Las runas exteriores se van iluminando a medida que el ritual progresa, hasta que al terminar, solo queda una por encender. Un nombre, el nombre de alguien. Lo comparto con mis compañeros, pero si el portal es obra mía, el nombre estará en mis recuerdos, no en los suyos.
Pruebo con mi propio nombre, mi apodo, y los nombres de mi familia en la antigüedad, pero ninguno funciona. Pruebo con el nombre de mi maestra, del rey enano al que acompañé, incluso con el Halcón, y nada.
Y entreveo el dibujo medio borrado, una ola, y recuerdo la denominación del portal, una puerta de Ishtar. Me asaltan recuerdos de la elegida que nos acompañaba, de lo que llegué a sentir por ella, de cual era la fe que profesaba, y la creencia que llegó a inculcarme. 
Y al recuerdo finalmente su nombre, pienso que sea una broma del destino, o peor aún, un castigo de los dioses por intentar saltarme sus leyes, pero ahora sé cual es el nombre que he de usar. Resignado, y con todas las miradas atentas en mis, hasta entonces, inútiles intentos, pronuncio su nombre, seguro de que éste es la clave.
-Ellaria
La última runa brilla, y las secciones intermedias, se hunden y empiezan a esconderse en las paredes para revelar una escalera de caracol que se adentra más en las profundidades. Pero nadie está mirando el portal, veo la cara de Ellaria, miedo y algo más la perturban, y bajo la mirada. 
Supongo que todos me miran con cara de sorpresa, pero Amae, es la primera en reaccionar. Me empuja por el cuello hasta estamparme contra una pared, pone su espada en mi cuello, y me exige una explicación.
Me siento tentado de forcejear, molesto ya de que todas mis acciones se consideren ataques premeditados. Amae es muy rápida, pero me da la impresión de que no es tan fuerte como parece, me ha empujado contra la pared, pero en parte me he dejado. El cuerpo de Argo es fuerte, más grande y está en buena forma. 
Pero eso no serviría de nada, en todo caso me haría parecer más culpable. Y cuando Dereck me amenaza a su vez con la espada, y se suma a la petición forzosa de explicaciones, desisto de entrar en rabietas sin sentido.
-Es un portal que lleva ochocientos años sin ser abierto. La clave estaba ahí desde hace siglos, y yo no he podido cambiarla antes de hoy. Es el nombre de alguien que fue importante para mí, en el pasado.
Guardo para mí el resto de coincidencias que acabo de intuir, o recordar.
Una elegida de Ishtar, llamada Ellaria, que formaba parte del grupo. Una vestal que por las noches nos inspiraba con sus canciones acompañada por el Arlequín. Alguien que para mí llegó a ser bastante más que una compañera de aventuras.
Galen entra en la sala, parece que ha podido escabullirse de sus otras obligaciones, y su presencia da paso a que Amae se calme y me libera tras la mirada aprobatoria de Ellaria. El ambiente se relaja lo suficiente como para que nos pongamos en movimiento, pero todos siguen atentos a mi, como si fuese a matar a alguien. 
Josef y Esabel se quedan en la biblioteca, vigilando el acceso con Achiles, mientras los demás bajamos hacia lo que sea que mi yo pasado ocultó. Tengo que responder por cualquier cosa medianamente imprevista. Unas cadenas sueltas a mitad de camino, la lámpara que sujetaban estrellada en la base de las escaleras, la presencia del escudo de Isthar en las puertas que hay en la base. 
Todo son quejas.
Dereck intenta bromear un poco cuando Galen abre la puerta medio bloqueada, pero nadie le ríe la gracia. Y entonces, a pesar de la humedad, y del olor a cerrado, podrido, reconozco el pasillo de mi visión unos días antes.
Un ancho corredor flanqueado por estatuas de personalidades de la casa Argelan, mi abuelo, mi padre, y mi hermano entre otros, y cerca de una de las puertas que se abren a los laterales, una estatua de mi yo antiguo. 
He olvidado mi aspecto, al menos el que represento en la estatua, de una edad parecida a la que tiene mi cuerpo ahora, pero más delgado, más estilizado, y con ropas, he de reconocerlo, un tanto extravagantes, se diría que ropas de aventurero.
Comentarios acerca de los excesos de los nobles llegan a mis oídos, y me devuelven a la realidad.
-Extraña configuración para una biblioteca.- Piensa en alto Dereck, y tiene razón.
-Porque esto no era solo una biblioteca. La gente venía aquí para aprender. Ciencias, filosofía, alquimia, magia.- Las palabras salen de forma automática de mi boca, y se que son ciertas en cuanto las pronuncio.
-Nunca he oído hablar de una escuela de magia en los reinos humanos.
-Pues ahora estas en la que pudo ser la mayor de los reinos, en mi tiempo.-Ahora si comienzo a notar la familiaridad que esperaba al llegar a la biblioteca.
Exploramos primero una puerta hacia la derecha, una zona elevada centra la atención enfrentada a un montón de bancos, y mesas de trabajo. Un artilugio en una de las esquinas de la sala soltando chispas. Después de ochocientos años, parece seguir activo. Igual con un poco de suerte puedo revisarlo, e iluminar mejor la zona. Pero mis habilidades no son lo que eran, como mis recuerdos, y el artefacto me explota en la cara.
A falta de haber podido darme un puñetazo en la cara, la explosión del ingenio parece relajar un poco el ánimo de mis compañeros. Pero algunas miradas me dejan claro que no han olvidado el nombre que daba paso a esta sección escondida, y que en algún momento tendré que dar explicaciones mucho mejores.
La sala enfrente a la primera parece un aula magna, hileras de gradas semicirculares que van bajando hasta un estrado con una gran pizarra partida en la pared opuesta. Apartamos los restos, al ver una puerta detrás de la pizarra, que lleva a una sala pequeña con libros de texto en las estanterías de las paredes.
Dereck agarra unos pocos pidiéndole permiso a Galen. Por mucho que yo sea culpable de cualquier secreto, mal, o peligro que esté aquí encerrado, parece que la propiedad es algo que ha pasado de mano en mano hasta Galen. 
Volvemos al pasillo hasta que termina unos metros más allá en otro portal de Ishtar. En este el símbolo de la diosa se aprecia perfectamente, la ola cruzada por el rayo, el mismo rayo que empleo como sello personal. A la izquierda una puerta medio bloqueada, y a la derecha una sección de pared y suelo derruidas e inundadas nos recuerdan lo profundos que nos encontramos.
Revisamos la sala de la izquierda antes de encararnos con el portal, descartando la zona hundida. Parece una mezcla de aviario y bestiario, donde restos de criaturas de todos los tipos imaginables nos observan. Mientras los revisamos, noto como algo me aprisiona por detrás, y a continuación cientos de picaduras me atraviesan.
Una extrañas criaturas, parecidas a cerebros flotantes, con tentáculos de medusa, y un pico de ave han descendido desde lo alto de la sala, e intentan darse un banquete con nosotros. Soy de muy poca utilidad atrapado por una de las criaturas, pero mis compañeros consiguen librarse del resto de los atacantes, y mi asaltante, encontrándose en inferioridad intenta escapar levitando hacia el techo de la sala, más allá del alcance de nuestra luz. Ellaria consigue iluminarnos el techo, y entre Dereck y algunos proyectiles mágicos derrotamos al último atacante. No queremos dejar criaturas claramente agresivas detrás nuestro.
Cuando la adrenalina se relaja, las culpas vuelven a caer contra mí, aunque ahora disfrazadas con frases como "hay que estar loco para coleccionar criaturas así, o peor aún crearlas". Está claro para mí que las criaturas con aspecto de cerebro no tienen nada que ver con mis estudios, o siquiera con el resto de cadáveres de la sala, que llevan décadas, si no siglos, muertos, pero parece que mis compañeros son incapaces de verlo.
Como no nos apetece dar vueltas sin rumbo por el pantano, o la zona derruida, centramos nuestra atención en el segundo portal, tiene una configuración arcana similar, pero esta vez hay que leer las runas que rodean el circulo principal. La mitad están en draconiano, un idioma que domino, pero intercaladas hay runas en otro idioma que no reconozco.
Cuando lo comento con el grupo, así como la posibilidad de emplear un hechizo para traducirlas, Ellaria, aunque no muy convencida, nos indica que ella si las reconoce. Es idioma celestial. 
Dereck y Amae expresan nuevamente su negativa a que Ellaria participe en mis "jueguecitos", pero la vestal esta decidida a encontrar lo que sea que esconde la Academia. 
Comenzamos a recitar las runas bajo las acusadoras miradas de Dereck y Amae, de forma alterna, y su sonoridad dan la impresión de un poema recitado a dos voces. Las últimas no necesito ni verlas, empiezo a recordarlas con los ojos cerrados.
El portal da acceso a la zona privada de la Academia, y solo se puede acceder recitando una especie de votos. Temo, mejor dicho, me doy cuenta de que Ellaria ha de ser consciente del significado, al menos de su parte, pero aún así no duda en seguir recitando.
Cuando terminamos, la última de las runas brilla, y una luz nos envuelve a los dos, y todo desaparece, nuestros compañeros, el portal iluminado, la luz...

Nos encontramos en otro lugar, vacío, a oscuras, y los dos solos.
-¿Que has hecho?- Y ahí está, finalmente el reproche incluso en la voz de Ellaria.
-Yo no he hecho nada, ha sido el portal. De verdad, no recuerdo bien este lugar. Es familiar, más que el castillo o la biblioteca, pero sigo sin recordar. Solo llegan algunos destellos de como o porque hice algunas cosas, pero aún falta mucho.
Ellaria me mira con desconfianza, mientras genera una luz para alumbrar la zona. Delante nuestro, un pasillo continua, similar a la sección anterior, y detrás nuestro, un portal gemelo al que acaba de teleportarnos.
-Igual si volvemos a abrirlo, podemos volver con el resto.- Propongo para calmar la situación, y volver a juntar al grupo.
-Las runas, ¿que significa la parte que pronuncias en draconiano?
-Son parte de... -Un ruido a nuestra espalda me interrumpe, Ellaria, tensa como una cuerda, se encara hacia el origen, y alumbra a media docena de seres humanoides de piel grisácea, ojos blancos y pelos oscuros. 
Intentamos amenazarles, pero no sirve de nada. Las criaturas cargan contra nosotros, y los primeros saltan por los aires cuando empezamos a usar nuestros hechizos para frenarlos. Parecen demasiado tontos como para temer por sus propias vidas, y un par llegan al combate cerrado contra nosotros.
Para cuando acabamos con la primera media docena, otros tantos aparecen, la situación se vuelve un tanto comprometida. El pasillo, aunque amplio no nos deja maniobrar, es más como un callejón sin salida, y nos han atrapado con el portal cerrado a nuestra espalda.
Poco a poco, parece que vamos a conseguir repelerlos cuando dejan de llegar nuevos refuerzos de las siniestras criaturas, y veo como uno de ellos consigue ponerse por detrás de Ellaria, y golpearla en la cabeza. 
La veo caer al suelo inconsciente, en cámara lenta...
...un valle, verde hasta hace poco, ahora medio arrasado por el combate, y a mi pies está Ella. Parece tranquila y en paz, como si finalmente su misión hubiese acabado, y soy consciente de que esta vez no va a despertar. 
El último combate ha sido demasiado duro, y aunque los demás hayamos sobrevivido gracias a su sacrificio, la hemos perdido. Y aún no hemos terminado la lucha...
Me arrodillo y recojo su cuerpo, mientras la tristeza se torna en ira.
Una ira profunda, primigenia, elemental. Siento como alimenta mi magia, como la naturaleza se pliega ante mi deseo de venganza, como la energía empieza a resurgir desde mi interior, desde mi dolor, y empieza a converger en mis manos...
-¡No la tocareis!- Grito con todas mis fuerzas, mientras mis tatuajes brillan pasando del azul al  blanco, y recuerdo por un instante como canalizar esa energía, la rabia y la ira.
Un rayo de pura energía salta de mis manos hasta el ser que había golpeado a Ellaria, carbonizando su espalda. Arcos secundarios brotan del cuerpo sin vida del agresor, y matan a todas las criaturas que quedan cerca.
Intento recuperar el aliento, pero noto como he usado demasiado de mí en este último hechizo. Mientras me desvanezco, caigo al suelo intentando acercarme a Ellaria para comprobar si sigue viva...
Un sabor ácido me despierta, y me encuentro a Dereck enfrente mío, nos preguntan que ha pasado, Ellaria no lo recuerda, yo doy solo un par de respuestas acerca del portal, y de como nos defendimos, pero me guardo el recuerdo del valle, y de la cadena de rayos que acabo de invocar.
Me piden explicaciones acerca del portal, y probamos a leer las runas nuevamente, manteniendo el contacto por si vuelve a producirse una teleportación. La segunda vez, o más posiblemente, al hacerlo desde el otro lado, el portal se abre, lo que nuevamente me deja en tela de juicio. Al menos Ellaria no parece preocupada por la frase que hemos leído en esta ocasión, o se lo guarda mientras estamos delante de los demás.
Mientras Galen recupera su armadura, nos cuentan como han llegado a través de la zona derrumbada, nadando por una zona sumergida, que acababa en un almacén cercano lleno de moho y putrefacción. Seguimos por el pasillo principal, que se abre hacia la derecha hacia el almacén por el que accedió el resto del grupo, y a la izquierda a un pasillo más estrecho. Al frente, un derrumbamiento del techo impide avanzar más, así que continuamos nuestra exploración por el pasillo lateral, que enseguida se bifurcaba en otros tres.
Probamos primero por la izquierda, para dar a una sala con dobles escaleras hasta un enorme artilugio que preside el centro de la sala. Lentes y extrañas esferas con marcas alquímicas y arcanas rodeando a una enorme esfera de metal llena de perforaciones, y más marcas.
Me asalta la tentación de ir a activarla, pero escuchamos una especie de gruñidos, y al poco vemos más de los pálidos seres, acompañados de unas enormes serpientes cuyas cabezas estaban presididas por un pico y rodeado de cuatro tentáculos. Algo en el fondo de mi mente me avisa en contra de los seres a los que nos estábamos enfrentando, como si fuesen solo un aviso a algo mucho peor, o normalmente fuesen siervos o esclavos de algún tipo de abominación aún más temible. Pero no conseguía recordarlo.
El combate es rápido, y desagradable, las criaturas atacan sin ningún tipo de instinto de auto conservación, lo cual las vuelve a su vez muy peligrosas.
Cansados de la exploración, y los sucesivos combates, aseguramos la puerta de la sala, mientras Galen hace comentarios acerca de los vecinos de pesadilla que estaban ocupando su sótano, y él sin sospechar lo más mínimo.
Centro mi atención en el artefacto que ocupaba el centro de la sala, y poco a poco recuerdo como se encendía. Con un suave zumbido, que se atenúa a medida que el artilugio se pone en marcha, la sala empieza a iluminarse desde el techo. O más bien, el aparato comienza a iluminar el techo abovedado de la sala, y al poco, parece que nos encontramos acampando en medio de una noche despejada.
Las constelaciones se ven claras, algunas incluso remarcadas por el singular aparato, las constelaciones de los dioses, y una que algunos de mis compañeros no conocen, el Yunque de Moradin. Algo que no era extraño ochocientos años atrás, pero que si extraña dado que el equipo muestra el cielo presente.
El resto hacen comentarios acerca de que la máquina debe estar estropeada, porque en uno de los extremos de la sala, hay una zona especialmente oscura. Mientras compruebo el equipo, para tranquilizarme, veo que esto no es así, que la máquina funciona perfectamente.
Eso quiere decir por un lado que Moradin no esta tan desaparecido como se cree, pero por otro lado, el observar como una estrella parpadeaba y desaparece ante nuestros ojos no es de ninguna forma un buen augurio.
Tras descansar, y filosofar acerca de que puede significar la, en parte perturbadora, imagen del observatorio, continuamos la exploración.
El siguiente pasillo termina en una puerta reforzada. Como nadie tiene conocimientos para abrirla, empleo uno de mis hechizos nuevamente, que me lleva un rato, mientras Dereck y Galen me escoltan, y Amae y Ellaria hablan lejos de mis oídos.
Estamos llevando una exploración minuciosa de la academia, pero temo que las prisas, y alguno de los descubrimientos que estamos realizando nos distraigan, y caer en una trampa o una emboscada que nos haga perder algo más que el tiempo. Pero el sentimiento de urgencia nos lleva a avanzar lo más rápido posible.
Abro la puerta finalmente, y entramos en un dormitorio. Una mesa con algunas hojas, y una estantería a un lado, una cama escoltada por una armadura al otro flanquean una puerta justo enfrente nuestro. Mi cuarto, mi dormitorio en la Academia.
Primero reviso la armadura, por si esconde alguna trampa o hechizo, no es normal que un mago guarde una armadura completa en su dormitorio. Hasta que recuerdo que esa armadura era mía. Mis padres esperaban que fuese un caballero, un guerrero, pero la magia es una maestra exigente, y nunca seguí el camino que pensaron mis padres. Tras su muerte, la traje aquí para honrar su recuerdo.
Amae me avisa de lo que parece una puerta secreta en un lateral de la estantería, y una runa mágica cerca de ésta. Mientras la reviso, Dereck encuentra un saco, debajo de la cama. Contiene una caja labrada, con el sello de Ishtar en la tapa, y distrae mi atención de la puerta.
La abro, ante las expectativas de todos, y una música melancólica me trae sentimientos del pasado, algunos felices, otros tristes, todos de Ella...
Una especie de ilusión, genera reflejos en el hueco de la caja, una ola que se convierte en una cara bastante reconocible, y Amae cierra la caja a medias de la canción.
-¿Que ser esto?- Pregunta amenazándome
-Un recuerdo, un homenaje a alguien que perdí.- La respuesta me sale automática, y se que es la verdad. Se que ella murió antes del hechizo, y empiezo a pensar que puede ser otro mi objetivo al lanzarlo.-A alguien muy importante para mí.- Aprovecho para intentar explicarme, y veo la cara de Ellaria. Todos la estamos mirando.
-Esa canción, me suena, pero nunca la había oído.- Dice claramente asustada.- Pero recuerdo quien soy, recuerdo mi vida, y se cual es mi misión.
Por supuesto, estúpido, está asustada por lo que esta quedando implícito. Bien parece que más que venganza estuviese buscando recuperar a alguien, y como el hechizo hizo con Argo, y me dejó confuso, y sin recuerdos, Ellaria teme que estén jugando con su mente.
Por desaparecer de la atención, mientras Ellaria relata su pasado, para sentirse más segura, intento abrir la puerta secreta que ha localizado Amae. Pero no logro concentrarme en el trabajo, y disparo la trampa que la protege.
Un corto pasillo desemboca en otra sala, en el centro un circulo de protección con pentagrama y runas. A su alrededor cinco candelabros de plata apagados. Las paredes llenas de pizarras con anotaciones, a un lado un armario, y enfrente una fuente de la que brota agua en un ciclo cerrado. 
Posiblemente una sala de invocación, con suerte incluso el lugar donde lancé el hechizo. No, no fue aquí, no es así en mis recuerdos, pero aquí posiblemente lo perfeccione.
Antes de poder revisar las anotaciones de las paredes, Dereck se acerca a una fuente de agua pura al otro extremo de la habitación, y toca el agua.
Y el elemental de agua que estaba allí retenido se libera, e intenta ahogarle.
El combate rompe el enlace del elemental que le permitía permanecer en nuestro mundo, y el espíritu vuelve a su plano de existencia, pero la sala queda hecha un desastre. Entre el agua de la criatura, nuestros hechizos, y algún que otro ataque que le atraviesa, las pizarras quedan hechas un desastre, medio borradas, medio rotas, nada útil que sacar de aquí.
Volvemos al dormitorio para explorar la puerta que nos queda pendiente mientras le recuerdo a Dereck que tenga cuidado con cualquier cosa que toque, los aposentos de un mago suelen estar protegidos con todo tipo de defensas.
Entramos por la última puerta que nos quedaba por explorar, que tengo que abrir empleando nuevamente un hechizo, y nos encontramos en una sala grande, espaciosa, y un tanto extravagante. 
Unas escaleras de piedra dan acceso a dos plataformas que paren desafiar la gravedad, parece haber algún nivel superior. Por los suelos, todo está destrozado, como si alguien hubiese estado rebuscando, y escuchamos unos ruidos, delatores de que no estamos solos.
Tres ojos nos observaban desde las plataformas elevadas, y comienzo a notar un dolor en el hombro cuando uno de ellos se centra en mí. Otras tres criaturas de pesadilla se abalanzan sobre nosotros, humanoides en forma. Con un solo ojo que ocupa gran parte de la cara, y garras afiladas, a juego con cuchillas y protuberancias que sobresalen de sus espaldas. 
Luchamos contra los aberrantes seres, y conseguimos asegurar la habitación, y cuando Dereck me preguntó en que demonios pensaba al crear aquellas abominaciones, le dejo bastante claro que esas criaturas no son guardianes.
Algo me dice que alguien ha profanado mi santuario, y dado que posiblemente estaba protegido frente a intrusiones, es posible que haya tenido que enviar a sus sirvientes. Si la bruja tenía razón, algo ha llegado detrás mío, y parece recordar donde tenía yo mi base de poder.
La mayor parte de las criaturas que hemos enfrentado no pueden llevar mucho tiempo en la zona, o habrían muerto. El único guardián que podría haber mantenido el puesto durante ochocientos años era el elemental de agua, la única sala junto con mi cuarto que parecía en buen estado, cerrada a pesar del tiempo de abandono. ¿Pero como pasaron de un cuarto a otro sin abrir las puertas?
Exploramos la sala una vez que esta limpia de amenazas. La parte inferior está llena de restos de cuencos, botellas, matraces y diversos objetos, en su mayor parte destrozados como para poder reconocerlos, o que puedan ser de utilidad.
Subo por una de las plataformas hasta una especie de horno. Un horno que irradia calor aún, posiblemente en el pasado emplease magia o elementales para mantenerlo vivo.
Mis compañeros, que han subido por la otra plataforma me avisan de que arriba, en una tercera plataforma hay algo que debería de ver, y subo para comprobarlo.
Una especie de sarcófago situado en posición vertical, en apariencia de plata, pero claramente reforzado. Reparo los profundos arañazos, aún así se aprecia bien el aspecto original del sarcófago, imita el aspecto de un dragón azul. A pesar de que parece que las criaturas que se encontraban en la sala habían intentado abrirlo, no lo han conseguido.
-¿Poder abrirlo?- Pregunta Amae, y mientras estoy pensando en emplear nuevamente un hechizo de apertura, recuerdo un nombre, de otro dragón, de otro tiempo.
-Glamrauch- El sarcófago, sin junturas visibles un instante antes, se abre por la mitad y desliza, dejando visible un cetro, estilizado, en apariencia del mismo material que el sarcófago, está grabado con motivos de rayo.
Esto es algo que buscaban las criaturas que nos han atacado, y solo de verlo, todos sentimos que es un objeto de gran poder. Alargo la mano para agarralo, y Amae me detiene un instante.
-¿Ser seguro?
-No lo sé, pero posiblemente me de alguna de las respuestas que busco.
Dereck y Ellaria bajan a la plataforma anterior, manteniendo una distancia de seguridad, mientras Amae y Galen se quedan a mi lado, no se si para protegerme, o para evitar que pueda hacer daño a nadie.
En parte me siento agradecido de su desconfianza, pero no puedo alargar esto eternamente, necesito las respuestas que pueda obtener.
Termino de extender mi brazo, y agarro el cetro con fuerza...

No se como hemos conseguido pasar el día vivos, la exploración de la biblioteca fue dura, extenuante física y mentalmente, y para mí al menos, y me temo que para Ellaria, también emocionalmente, pero los descubrimientos de la tarde, y los acontecimientos posteriores han sido algo sorprendente. El giro de acontecimientos aunque posible, se escapa a mis predicciones.
Un montón de libros se amontonan en mi escritorio, donde llevo toda la tarde sorprendido por las historias y las acciones de mi antiguo yo, muchas de las cuales no recuerdo ni remotamente. Y además el ambiente es incomodo en la corte, tras los preparativos de la boda, las traiciones, y las declaraciones de última hora...
Medianoche pasada, y la mirada se me va inconscientemente entre página y página hacia la caja de música. El grabado es casi perfecto, solo los artesanos elfos habría superado mi trabajo. El frontal con mi sello personal, la tapa con el símbolo de Ishtar, me sorprende que no me hubiese dado cuenta antes de lo parecidos que son. Los otros tres laterales con los escudos de aquellos que lucharon contra el mal, y en la base nada, el castigo del Halcón.
Y la canción, gracias al espíritu del Arlequín que me ayudó, suena como cuando la ejecutaba Ella, todo menos la voz, eso fue imposible de recrear. Un pequeño tributo a su recuerdo, una muestra de la capacidad de mi yo antiguo, y un buen recordatorio del dolor de perderla.
Cada vez que la recuerdo, algo se revuelve en mi interior, un dolor profundo, peor que recordar a Cynthia con los recuerdos de Argo, peor que cuando Arya... 
La canción me atraviesa y me recuerda todos los sentimientos y el sufrimiento por Ella, sin ser capaz de recordarme los momentos buenos.
Es increíble, a pesar de todo lo que siento, sigo siendo incapaz de usar su nombre completo, para mi ese nombre no le pertenece, pertenece a Ellaria, y me cuesta pensar en ambas con el mismo nombre, dificulta no confundirlas.
Pero ni la manufactura, ni la grabación son lo más importante de la caja, pero eso me temo que el resto nunca lo descubrirá, Eric Argelan dejó un mensaje secreto en la caja, y debo consultarlo. 
Pero no podía hacerlo delante de todos ellos, no me fío de mis recuerdos, no me fío de mis motivos para lanzar el hechizo, y después de algunas de las cosas que he leído, no se si fiarme en general de mi yo pasado.
Agarro mi piedra foco alquímica, y abro la caja. Las tristes notas suenan, la magia evoca imágenes, y vuelvo a recordar el sufrimiento y el dolor, y en la última nota de la canción, como las otras veces que la he escuchado al completo, una lágrima cae por mi mejilla, pero esta vez, la recojo en mi piedra. 
Brilla tras entrar en contacto con la gota, iluminando el generador de imágenes de la caja, y ésta le devuelve el brillo. Y después la ilusión aparece en medio de la habitación.
Es Eric Argelan, no en su momento de mayor grandeza, antes de la muerte de Ella, ni atrapado por el dolor tras su muerte, cuando creó la caja. Es Eric al final de su vida, poco antes de lanzar el hechizo, por lo que intuyo, su momento de mayor poder.
-Hola, si estas viendo esto, quiere decir una de dos, que me he vuelto realmente descuidado con la edad, y alguien ha encontrado la forma de llegar a mis recuerdos, lo cual dudo,-arrogante y soberbio, porque no me extrañará?- O que tuve éxito en mi intento, y eres uno de mis planes de contingencia.-¿Plan de contingencia? Cada vez que me entero de más cosas, menos comprendo mi situación, menos entiendo quien soy.
-He sido muchas cosas a lo largo de mi vida, aprendiz de la magia, bastante bueno la verdad, aventurero de fama en todo el imperio, y gracias a Ellaria, -noto incomodidad cuando Eric usa el nombre- un constructor. Cuando encontré la calma, y la felicidad,  ella me dio una guía y un objetivo que hizo que desease que mis obras durasen eternamente. La Academia escondida, y más de una veintena de puertas de Ishtar no eran más que parte de los planes que teníamos en mente. Ella en honor a su diosa, era parte de su misión sagrada, yo en honor a nuestro amor.-Una punzada me atraviesa al escucharle hablar de Ella, los recuerdos de los sentimientos me hacen un nudo sabiendo que ahora hablará de su muerte.
- Si hasta consiguió que empezase a rendir culto a la Diosa Ishtar. Que buenos tiempos- la melancolía empieza a teñir la voz del Eric ilusorio- Pero parece que hasta cuando intentas cumplir su voluntad, los dioses tengan planes sobre planes en nuestra contra.
-Todo por culpa de  , por culpa suya...- pronuncia la frase con tal odio, que parece quemarle en la boca, aunque el nombre es ininteligible. El odio tiñe su voz en las siguientes frases- Lo perdí todo. Perdí a Ellaria, perdí mi fe, perdí amigos y familiares, y casi me perdí a mi mismo en una venganza autodestructiva...
Hace una pausa y vuelve a hablar.- Aquí no solo guardé recuerdos, escondí una parte de mi espíritu y de mi poder, recuerdos de donde guarde artefactos para enfrentar a...
Cierro la caja, y la imagen se desvanece. Eric no era tan listo como quiere parecer, planes sobre planes, el plan perfecto, eso no existe. Se perdió por la venganza, pero yo no soy tan listo, no puedo hacer lo que él pretendía, no tengo los recuerdos necesarios. Algo salió terriblemente mal, y nada de lo que pueda hacer ahora puede arreglar lo que pasó. 
Ahora no necesito magia ofensiva, necesito arreglar mi vida. O igual crear una nueva. Si no fuese porque sé que necesito el conocimiento, prendería fuego a los libros y ...
-¿Como osas intentar apagarme?- La caja ha vuelto a abrirse, y la imagen ha vuelto a aparecer. ¿Como demonios llegué a ser tan paranoico de dejar un mensaje de reserva?-¿Quien te crees que eres para cortarme?
-Soy tú en el futuro, porque fallaste en tu hechizo para escapar de la muerte- respondo sintiéndome un poco idiota por discutir con una ilusión de hace ochocientos años, y cierro nuevamente la caja, y me dirijo a la cama.
¿Como pude llegar a ser así? Bueno, tal vez la auténtica pregunta es qué soy ahora, ¿soy una parte de Eric, y una parte de Argo?, ¿algo diferente a ambos?, ¿que dice de mí todo lo que he encontrado?
Me pregunto mientras me siento en la cama, y escucho un nuevo "click".
-Lo que has encontrado dice que yo nunca lanzaría un hechizo para escapar de la muerte- Nuevamente la imagen aparece-Te equivocas si crees que la caja tiene un mensaje grabado aparte de la canción, estas hablando con la voluntad de Eric Argelan, activados por su piedra de transmutación, que de alguna forma ha llegado a tus manos.
-¿Como? ¿Escondiste tu conciencia en varios sitios? ¿La repartiste? Y yo pensando que me faltaban recuerdos porque no había salido bien el hechizo.
-Te equivocas nuevamente,- ¿tan prepotente sueno yo normalmente? - mi conciencia solo se mantiene en un sitio, tú no eres ese receptáculo, tú eres un instrumento, un arma que usar contra  ahora que intentara volver a atacar.-la voz vuelve a distorsionarse un momento, como estropeada a mitad de la frase.
-Eso no es lo que recuerdo, no es lo que dijo la bruja.
-¿Nanny? Estaba equivocada, tú no eres el que le ha abierto un camino de vuelta, tú eres una defensa por si alguna vez Él volvía. Yo no era tan viejo cuando estalló la guerra, y aunque no conseguí cambiar su desarrollo, conseguí frenarles, tal vez no lo suficiente al final, vi lo que le hicieron, y vi como los causantes fueron castigados. Fui testigo de como Maelyth le expulsó cuando creyó haber ganado, y castigó al resto de las casas. Pero existía una posibilidad de que algo peor volviera, la corona desapareció, Maelyth nunca me dijo donde, y si él alguna vez la encontraba, si alguna vez intentaba volver... -Parece desvariar, mezclar ideas y tiempos- Al final de mi vida, aunque ya me encontraba en paz, y deseaba el descanso y reunirme con Ellaria...- otra punzada, odio oír su nombre en su voz
-No la nombres! Perdiste el derecho a nombrarla cuando la perdiste.
-Chico, soy el tú original, yo la conocí de verdad, yo estuve con ella, yo construí grandes cosas en su compañía, para ti no es más que un falso recuerdo
-Ella esta aquí, la he visto, he luchado a su lado, siento la conexión.
-Iluso, los dioses juegan con el destino de los grandes hombres como yo, con un instrumento como tú, no necesitan jugar. Aunque, igual necesitas un arreglo, una guía para cumplir tu cometido. Estabas pensado para ser un reflejo de mi poder, capaz de impedirle volver, pero estas roto, deliras.- Alza la mano contra mí, y una corriente me empuja contra la pared, noto un golpe como si atravesase agua.
Miro a mi alrededor, y estoy en un espejo, atrapado en el reflejo, y veo como el espejo tiene una raja a la altura de mi pecho. La imagen se acerca enfrente mío, y sonríe maliciosa
-Te crees con derecho a amar, pero te equivocas, los constructos como tu no tenéis derecho a sentir. -Intento golpear el espejo desde dentro, atravesarlo, consigo que la rotura se amplíe, pero no puedo salir.
-Aunque tienes razón en que parte del hechizo salió mal, no deberías haber quedado infectado por los recuerdos de Argo, deberías de haber sido un ser de voluntad pura, mi voluntad.-
Intento gritar, pero las palabras no pueden salir de mi garganta.
- Es posible que la diosa Ishtar haya tenido que tomar a esa elegida para guiarte, o para llamarme, o simplemente que se vea obligada a actuar como la última vez que apareció...- A quien demonios se refiere, porque no puede ser claro?
-Tranquilo, mi conciencia ocupará finalmente tu cuerpo, tu aspecto, solo tomaré los recuerdos que me interesan de ti. Como no eres capaz de seguir el camino que se te marcó, lo haré yo.- Empieza a transmutar su aspecto en el de Argo- Eric Argelan volverá a la vida, y evitará que  vuelva a aparecer. 
Me da la espalda, y se dirige a la puerta de la habitación.
-Descuida, le daré recuerdos a Ellaria de tu parte, en sus sueños... Adiós- su sonrisa se vuelve aterradora, y con un movimiento de la mano, invoca una onda de trueno contra el espejo, que lo destroza.
Trozos de cristal pulverizado caen al suelo mientras mi conciencia desaparece al otro lado del espejo.
...

El agua me despierta cuando estoy de rodillas en el suelo, Amae, y Galen están a mi alrededor,  con cara de preocupación. Tardo poco en recordar donde estoy, la academia bajo el castillo. Recuerdo que estábamos explorándola, que toque la vara del trueno, y comencé a recordar algo, algo perturbador... Ahora los recuerdos se diluyen nuevamente, y queda solo un extraño sueño sin sentido.
-¿Que demonios es eso?- Pregunta Amae
-Una de las tres varas elementales que los dragones entregaron a los tres héroes para honrar  su victoria.- Las palabras han salido directas de mis recuerdos, sin ser consciente de que significan.- Mi maestra, Maelyth me confió una después de..., después de...- la claridad se escapa de mi mente rápidamente.-Esto es algo que estaban buscando esas criaturas, algo importante para Él, pero porqué?
-Si es algo tan peligroso igual deber quedarse aquí.- Me interrumpe Amae
-Es importante, no recuerdo para que, pero se que lo necesitamos, y no podemos dejarlo aquí, no podemos permitir que lo encuentren.
Amae no se queda contenta con la idea, pero consiente, en parte porque nos interrumpen desde abajo. Dereck, mientras discutimos, ha continuado la exploración, y ha encontrado un espejo extraño, un espejo que le da malas sensaciones.
El espejo esta escondido en una esquina, y no lo recuerdo, pero sigue habiendo muchas lagunas en mis recuerdos.
El labrado no indica nada especial, ni bueno ni malo, pero sí es cierto que una extraña sensación de incomodidad me perturba cuando me fijo en él.
Me acerco, y escucho, más bien noto una voz en mi interior. No entiendo que dice, pero suena perturbador, como intentando controlar mis acciones, mi percepción. Me recuerda una sensación similar unos días atrás, en el pantano, cuando me dio la impresión de que un ojo me vigilaba desde el suelo.
Tapan el espejo y Galen propone descansar un poco antes de aventurarnos con él. Volvemos al dormitorio nuevamente, mientras repaso algunas notas que encontraron en un escritorio en la plataforma que no había revisado, y lo que descifro me perturba mucho, tanto como para omitirlo por el momento ante mis compañeros. 
Habla de un hechizo, poderoso, pero no para reencarnarse, sino para viajar en el tiempo. 
Y deja claro que se necesita un cuerpo vivo como receptor, casi como si fuese un precio menor a pagar. ¿En que demonios estaba pensando? O mejor dicho, ¿Que podría querer con tanta fuerza como para estar dispuesto a un pago similar?
Tras recuperar las fuerzas, destapamos el espejo, y vuelvo a escuchar los maliciosos susurros. Amae parece un tanto obsesionada por su reflejo, pero Galen la aparta, y me da paso libre para enfrentarme a lo que sea que nos espera.
Sujeto con fuerza el cetro, y retando a mi reflejo a revelarse, golpeo el cristal con todas mis fuerzas, mientras descargo una fracción de su poder. El espejo salta hecho añicos hacia atrás en medio de una explosión de sonido, dejando paso libre hacia unas escaleras de caracol que bajan, y los susurros desaparecen.
Cuando bajamos las escaleras, llegamos finalmente a la biblioteca, mi biblioteca. Seis plantas de tomos llenas de conocimientos de los reinos. La biblioteca hundida es impresionante por su tamaño, esta, aunque menor contiene conocimientos aún más valiosos. Todos aquellos volúmenes que no podían dejarse libremente, mis anotaciones y varios libros arcanos.
Pero no somos los únicos. En la iluminada sala, vemos como un engendro baja flotando mientras habla a nuestras mentes.
-Por fin habéis llegado, así no tendré que ir a por vosotros. -El ser es una enorme cabeza verde con un enorme ojo en el centro, y cuatro apéndices coronados por otros tantos ojos menores. 
-El Vigilante lo ve todo.- Exclama, y parece que empieza a sufrir arcadas. Al poco, cae una extraña criatura, parecida a una langosta, de su boca al suelo inundado de la biblioteca. Esta crece rápidamente, hasta alcanzar mas de tres metros de altura en segundos.
Nos enfrentamos a ambas criaturas con la complicación adicional de que Dereck es hechizado por la extraña criatura flotante y se dedica a asaetearnos por la espalda durante la mitad del combate. Pero finalmente consigue romper el control, y acaba con ella atravesando su ojo central con una flecha. Galen, Amae y Ellaria reducen al otro ser.
La criatura, como otros enemigos antes que ella, se disuelve para no dejar restos. Solo una piedra, con una extraña runa dibujada, una "A", queda como recuerdo de la pelea. Y cuando creemos que hemos conseguido llegar a nuestro objetivo, un dolor atraviesa mi cabeza, y me deja inconsciente. Conmigo caen Galen y Ellaria por el golpe psíquico.
Amae y Dereck nos cuentan cuando nos recuperamos de una última criatura de pesadilla, por su descripción, un Ilithido. Apareció desde las sombras cuando perdimos la conciencia por su ataque, y pretendía llevarse a Ellaria, y parece que no es la primera vez que el grupo al que representa va tras ella.
Amae y Dereck intentaron impedírselo con poco éxito, hasta que la criatura, más molesta que realmente impedida, intentó alimentarse de Amae, y el ámbar de su interior volvió a activarse.
La criatura, esta vez dolorida de verdad, y musitando que no estaba preparado para enfrentarse a algo así, desapareció como había aparecido, en las sombras, dejándonos solos finalmente.
Más o menos recuperados, y en apariencia seguros al fin, comenzamos la exploración de la biblioteca, y ésta es rápida gracias al índice de la biblioteca, un libro mágico que indica donde se encuentra la información por la que preguntamos.
Comienzo por buscar acerca del hechizo, y aparte de algunos libros de hechizos, que aparto para posterior estudio, las referencias que encuentro son a un hechizo para viajar en el tiempo. También hacen referencia a que intentaba llegar cuando volviese a manifestarse el Nexo.
Dereck aprovecha para buscar algún libro de ascensión demoníaca demasiado preciso incluso para esta fuente, y para Ellaria, algunas referencias a la Aguja del Sol.
Extrañado por tanta diferencia con mi recuerdo del hechizo, busco libros que relaten que ocurrió durante los años previos a la guerra que destruyó el imperio enano, o durante la misma guerra y encuentro una leyenda acerca de los tres compañeros, los tres grandes héroes.
Maelyth, mi maestra, Alduin, un paladín enano, y Jexter, un bardo gnomo. Los tres llegan al culmen de su poder, años antes de la guerra, y salvan el continente en varias ocasiones. 
Durante sus búsquedas, encentran la cueva del Ámbar. Temerosos de que su poder se usase para el mal, dejan el encargo de proteger la cueva a unos guardianes especiales. 
El tiempo pasa, y los tres héroes vuelven a reunirse. Siendo Alduin rey de Thorindor, forjan la corona de Ámbar para permitir al rey Alduin recuperar su vigor, y continuar su reinado. 
Además, junto con tres humanos, compañeros de Maelyth, el Halcón, la Vestal de Ishtar, y el Aprendiz, comenzaron una campaña contra el "Antiguo Enemigo". 
A partir de aquí, nuevamente el libro está borrado, al igual que había pasado con los libros de la biblioteca más arriba.
Tras aquella lucha, el grupo se disuelve, y sus miembros, afectados por lo que sucedió en la lucha, y por la perdida de dos de sus compañeros, el bardo gnomo y la sacerdotisa de Ishtar, caen en envidias y odios que desembocan en la guerra por la eternidad. 
Esta termina con la destrucción del imperio enano de Thorindor a manos de los humanos, y la expulsión de una de las casas humanas, y las maldiciones a todas las demás. Muchas realmente perturbadoras.
Pero del hechizo, o de que pudo motivarme a lanzarlo, nuevamente nada, aunque queda claro que no lo lancé para evitar la guerra. ¿Puede ser un intento de venganza contra el Antiguo Enemigo? ¿Puede ser que el Halcón no fue el único afectado tras los combates?
Buscando un poco más sobre el tema, descubrimos la forma de fabricar la corona del ámbar, y más sorprendente aún, que la localización de la cueva del Ámbar parece ser el destino de Ellaria, la Aguja del Sol, protegida por los Genji. También descubrimos un libro antiguo que habla del origen de estos, y de las primeras versiones de su código, que nos hacen relacionarles con los guardianes especiales de la leyenda. 
La misión de Ellaria parece cada vez más complicada, perseguida por una organización sobrenatural, y con la intención de acceder a uno de los lugares mejor defendidos debido a aquello que protegen... y aún no sabemos en que consiste una vez llegue a la Aguja del Sol.
Si no fuese porque algo que no recuerdo me indica que su misión es muy importante, dudaría de su motivación. Pero algo me impide dudar de sus intenciones, en mi interior siento imposible que ella pueda planear o desear algo en contra del bien común.
Como búsqueda particular, busco acerca del Nexo, algo que indico como importante en mis notas del hechizo, y parece ser un marcado por los dioses, un elegido del destino que surge en épocas de cambio a nivel cósmico, en las cuales el equilibrio de poderes se desplaza. 
Parece alguien muy importante, pero mi yo antiguo no parece tener claras sus capacidades o habilidades, ni una forma de identificarle, pero parece aquel del que hablaban los ángeles en nuestra visión unos días atrás.
Finalmente, Amae pregunta por de la desaparición de estrellas, y por un instante podemos leer en letras recargadas "El antiguo enemigo, el devorador de estrellas", y a continuación el mágico índice estalla en llamas. 
Parece que finalmente tengo alguna noción acerca del causante de la desaparición de la información que tan desesperadamente busco, y una ligera indicación de porqué creé y empleé el hechizo para saltar en el tiempo, pero nuevas preguntas me acechan.
¿Porqué no recuerdo mis motivos reales para saltar en el tiempo? ¿Cuales son esos motivos en verdad? ¿Porqué sigue desapareciendo toda la información acerca del misterioso antiguo enemigo? ¿Quien es el Nexo? ¿Porque era importante para mí? 
Notamos como se ha hecho tarde, la búsqueda nos ha llevado varias horas a pesar de la ayuda del libro índice, y continuar la búsqueda por nuestra cuenta, posiblemente con nuevos libros mutilados será infructuosa. Decidimos volver al castillo, llevamos mucho tiempo desaparecidos.
Cuando estamos por salir de la Academia, nos encontramos con el portal de acceso cerrado. Gritamos, y escuchamos a Esabel desde el otro lado. El castillo se encuentra sumido en el caos.
Por la mañana parte del ejercito partió para enfrentarse a una horda de goblinoides al norte, tropas de Hagrosh el rojo. Y Achiles, queriendo impresionar a Esabel, partió junto con Sir Fhaumann. Para complicar las cosas, por la tarde, se ha producido una revuelta dentro del castillo. Caballeros de las casas Argelan y Valeris luchan indistintamente en ambos bandos, en apariencia, alguien lo ha orquestado para desestabilizar la situación de la casa Argelan.
Varios guardias habían llegado a la biblioteca unas horas antes, y habían dejado a Josef inconsciente y bloqueado la salida. Mientras Esabel nos cuenta la situación en el castillo, consigue desbloquear la puerta lo suficiente como para que salgamos, y la ayudamos a despertar a Josef.
Salimos al pasillo para encontrarnos con un grupo de guardias del palacio que se ofrecen a escoltarnos hasta lugar seguro. Tras un rato andando, nos da la impresión de que lo que quieren es encerrarnos donde no podamos molestar, y terminamos luchando contra ellos. Nos liberamos de nuestros captores, y les sonsacamos cuales son sus principales objetivos.
Primero nos dirigimos al templo de Zarus, a comprobar como esta la hermana de Galen, y en el camino rodeamos combates y enfrentamientos de todo tipo. Una vez en el templo, encontramos a lady Gwinna con unos pocos guardias leales. Allí nos terminan de informar de lo que ha pasado, y lady Gwinna, invocando la bendición de Zarus, recupera gran parte de nuestras fuerzas.
Buscamos a lady Libette, que parece el principal objetivo del amotinamiento, y la encontramos en una zona recogida de los jardines, rodeada por unos pocos guardias que intentan defenderla, y un grupo aún mayor que parecen interesados en acabar con ella.
Destacan entre los agresores el líder de la guardia personal de Lady Libette, Remy, un guerrero Genji al que reconoce Amae como Koro'Isal, y una hechicera que pertenece al séquito Valeris que acompañaba a la prometida de Galen.
Alethra se interpone como última defensora de lady Libette, y en el tiempo que tardamos en llegar, un guerrero marcial, en apariencia el genji, la golpea y atraviesa con su ataque. Nos interponemos ante los agresores, y Ellaria comienza a usar sus bendiciones para curar a Alethra.
El combate fue duro, y desde un principio nos empleamos todos a fondo. Yo entablo un duelo mágico con la hechicera, Galen se centra en Remy, y Amae comienza su particular danza de combate contra el mercenario Genji. Ellaria y Dereck nos apoyan allí donde alguno flojea, y consiguen mantener a Lady Libette fuera de peligro del resto de los guardias amotinados. Gracias a la bendición de Zarus que recuperó nuestras fuerzas, conseguimos vencer.
La maga se disuelve al ser derrotada, como si de una historia de terror se tratase. Después de lo que hemos visto en la Academia, empiezo tener claro que algo realmente terrorífico está acechando, y quiere provocar una guerra.
Nos reunimos con Lady Gwinna, Josef, Esabel, y algunos guardias más que parecen no haber perdido la cabeza, y nos dirigimos a la sala del trono, donde está atrincherada Lady Bralecia. Parece que nuestro impulso de ir a salvar primero a Lady Libette fue acertado al ver que aquí los combates han sido menos encarnecidos.
Una vez todos reunidos, y con los cabecillas muertos o desaparecidos, la tranquilidad vuelve al castillo de forma rápida. Y al poco Lady Bralecia se encuentra nuevamente en su realidad paralela, ordenando limpiar todo para la boda del día siguiente. A Galen se le cruza el gesto, y finalmente ordena callar a su madre.
Con un discurso difícil de reproducir, Galen reniega de su título, y de la boda. Le cede su derecho como heredero a su hermana Gwinna, anuncia su amor por Amae, y pide disculpas a Lady Libette, en unos pocos minutos.
Lady Libette considera el compromiso adquirido como incumplible, ya que el heredero de la casa acaba de renunciar a su título. Anuncia que volverá a las tierras Valeris a aplacar a su padre, y Alethra se ofrece a acompañarla en su viaje como escolta.
Tras los anuncios, ignorando las quejas de su madre, que se encuentra desubicada, Galen informa a su hermana de que partirá de inmediato hacia el norte para apoyar a las tropas en nuestra compañía, y posiblemente, no volver, y le desea suerte para lidiar con su madre.
Algunas preguntas respondidas, pero en general, nuevas dudas y temores aguardan en mi mente, y la extraña seguridad de que aquí no encontraré nada más. La familiaridad del castillo se ha convertido en incomodidad con mi pasado. Y la extraña certidumbre de que aunque hay mucho con lo que trabajar, no encontraré nuevas respuestas aquí. En el fondo de mi, comienzo a sospechar la importancia de los acontecimientos que nos sobrevienen, y a temer no ser capaz de enfrentarme a ellos, no como me encuentro ahora...
Vuelvo a la Academia con Josef, quiero recoger algunas cosas de allí, libros de hechizos y la caja de música principalmente, y para indicarle a Josef como puede abrir los accesos, y con que cosas ha de tener especial cuidado. La Academia puede ser de gran utilidad en los tormentosos tiempos que acechan, y supongo que Josef hará buen uso del lugar y de lo que guarda por el bien de la casa. Y la verdad un poco de mantenimiento no le vendrá mal.
Partimos de noche, montados en caballos frescos, y alcanzamos la retaguardia del ejercito ya entrada la noche. Acampamos con ellos para recuperar fuerzas, y a la mañana siguiente, nos unimos a la fuerza principal.
Galen habla con Sir Thauman, y le explica los acontecimientos del día anterior, pero el Toro Negro se niega a dejar de considerarle el heredero en ningún momento. Después, a media tarde, Galen da una arenga al ejercito, a la mañana siguiente nos enfrentaríamos con las tropas de Hagrosh, demasiado ambicioso como para seguir escondiéndose, encabezaba un grupo numeroso de goblinoides desde el norte, y nosotros acabaríamos con ese hobgoblin mal nacido de una vez por todas.
La mañana neblinosa abre los ojos para ver ambas fuerzas desplegadas en un valle entre dos bosquecillos. Goblins, hobgoblins, y ogros en el bando enemigo rugen e insultan en sus idiomas, mientras los soldados Argelan mantienen la línea bajo el mando de su príncipe.
La batalla, encarnizada, comenzó bastante bien para los soldados humanos, mas disciplinados, y mejor equipados, concentrando sus ataques en los mayores peligros del ejercito enemigo. Durante un rato, la mayor concentración de enemigos, pareció cambiar el rumbo de la batalla, pero poco a poco las fuerzas humanas se imponían, y Sir Thauman y la mayor parte de los caballeros se separaron del centro de la batalla para dar caza a Hagrosh en su campamento.
Cerca del final de la batalla, un grupo de huargos irrumpieron en el flanco del ejercito Argelan, amenazando a las tropas de exploradores, y la seguridad del campamento de heridos y suministros, pero gracias a que Dereck consiguió mantener firmes a los soldados del flanco, y a alguna pequeña ayuda mágica por mi parte, conseguimos frenarles hasta que el centro de la batalla fue nuestro, y algunos soldados pudieron ayudar a acabar con la fuerza de flanqueo.
Tras la batalla, casi todo el ejercito de los cráneos llameantes ha caído, aunque Hagrosh, y Tomien consiguen escapar. El ejercito Argelan, aunque con bastantes heridos, y varios muertos, consiguió una gran victoria.
Al atardecer, Ellaria se ha quedado sin capacidad de curar a más soldados, y tenemos que continuar nuestro viaje hacia el noroeste. La aguja del sol nos espera.