Hubo
un tiempo, antes de los tiempos de los reinos de los hombres, que fue conocida
como la Era de
los Compañeros. Una era en la que una elfa, un enano y un gnomo primero, y sus
allegados humanos después, se convirtieron en los más íntimos e inseparables
amigos.
En
un inicio, el trío viajo recorriendo toda Gaia, llegando a lugares y
encontrando maravillas que ningún ser vivo había imaginado hasta entonces, de
las cuales sin duda no la menos de ellas fue la Cueva de Ámbar, situada bajo
una montaña cuyo nombre y localización se han perdido con el paso de los
siglos. El poder de ese Ámbar no tenía reflejo ninguno en nada que hubiera
existido en el reino material, de tal forma que la elfa, sabia y cauta,
aconsejó al enano que ocultaran la localización de dicha cueva y no lo
revelaran jamás, encargando a una estirpe de guardianes su protección.
Finalmente con la ayuda del gnomo consiguió frenar la ambición del enano y
pudieron continuar su viaje a través de desiertos, pantanos, llanuras, ríos,
valles y montañas.
Al
cabo de los años, tras incalculables hazañas y enfrentamientos con las mismas
huestes del Caído Asmodeus, el enano se convirtió en el nuevo Rey de Thorindor,
gobernando sobre las tierras que alcanzaban de un mar a otro y que constituían
el Imperio de los Enanos, Thorin Az-Kadahr. El gnomo permaneció a su lado,
convirtiéndose en el arlequín de la corte como siempre fue su deseo, y en el
fiel consejero y amigo del rey. La hechicera elfa por su parte continuó su
viaje de conocimiento con la promesa de volver cada año a reunirse con sus
queridos amigos. Los años y las décadas pasaron y la promesa nunca se rompió,
durante un largo periodo durante el que el Imperio de Thorindor, así como las
tierras que abarcaba, prosperaron en armonía de enanos, elfos, gnomos,
halflings y los jóvenes humanos.
Y
fue en compañía de un trío de estos últimos que apareció un día la hechicera en
la corte de Thorindor, su aprendiz y sus nuevos amigos, el guerrero Halcón y la
sacerdotisa de la Madre. Lo
que encontraron sin embargo fue al rey enano yaciendo sobre su lecho de muerte,
con el arlequín llorando a su lado.
-
Su esposa ha fallecido, y ahora la pena y los siglos vienen también a
reclamarle a él. Tienes que quedarte con nosotros y ayudarle a volver a ser el
que era – lloró el arlequín.
-
No puedo quedarme aquí, pues he entregado mi corazón a un hombre, al Halcón, y
debo partir con él a desentrañar extraños presagios – respondió la elfa. – Sin embargo, ayudaré a nuestro amigo con
todos los medios a mi alcance antes de continuar mi viaje.
La
hechicera recurrió entonces al mismo poder que habían escondido siglos atrás:
forjó una gema del místico y temible Ámbar, y usó poderosos sortilegios para
crear una corona del más puro mithril en la que engarzarla. La Corona Ámbar restauró las
energías y el vigor de la juventud en el cuerpo del Rey y le infundió con una
magia más antigua que el tiempo, convirtiéndole en el Rey Eterno. La Corona le había otorgado el
don de la inmortalidad.
Así
fue como, decidido a proteger su reino junto a sus nuevos amigos, el Rey Eterno
se unió de nuevo a los Compañeros junto con el fiel arlequín. La amen…
-- El siguiente
fragmento parece haber sido borrado del pergamino, y resulta ilegible --
Gaia
era segura una vez más, pero el terrible destino de la sacerdotisa y el arlequín
pesaba con fuerza en los corazones de los Compañeros. Se separaron de nuevo,
cada uno retornando a las obligaciones que tenían para con su tierra, familia o
imperio. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo hasta que se volvieran a
encontrar, si bien por unos motivos mucho más primarios.
Los
celos, la envidia y el ansia de poder se adueñaron de los pensamientos de los
hombres, como era su naturaleza. El Halcón, cegado por su amor por la elfa y
por los dones que ésta había otorgado al Rey enano, conspiró en su contra. La Corona Ámbar sería suya, o
de nadie más. En secreto, se reunió con los líderes de las otras siete
principales casas de los hombres que se encontraban integradas en el Imperio de
Thorindor, y conjuraron su traición. El Halcón, el Lobo, el Escorpión, el Pez, la Rosa , el Grifo, la Serpiente y el Tigre habían
dado inicio a la Guerra
por la Eternidad.
Los
hombres se enfrentaron a enanos y gnomos en batalla mientras que la guerra
civil élfica estaba en su punto más álgido, lo que les impidió a estos tomar
partido tal y como habían planeado los sublevados. Miles, decenas de miles,
murieron por todo el continente, tiñendo la superficie de Gaia de rojo carmesí
mezclado con el brillo de las lágrimas de las familias rotas. Finalmente, el
Imperio Enano de Thorindor, que se pensaba imbatible, fue tomado por sorpresa y
atacado en todos los frentes posibles cuando los poderes oscuros que el Halcón
había invocado en su ayuda remataron lo que los humanos habían iniciado. En la
última batalla, el Halcón mismo asesinó con sus propias manos al Rey Eterno y
arrebató la Corona
Ámbar de su cuerpo aún caliente. La guerra había terminado, y los enanos habían
seguido el camino de gigantes y dragones hacia la pérdida y la destrucción de
sus tierras.
La
traición de los humanos sin embargo no quedó sin castigo. La hechicera,
completados finalmente sus viajes y cumplidas sus responsabilidades con su
gente, retornó para encontrar el cuerpo de su mejor amigo yaciendo sobre la
roca, en las profundidades de la montaña, su vida arrebatada por el hombre al
que había confiado su amor.
Su
furia no tuvo parangón alguno. Invocó toda la magia de los antiguos tiempos que
había descubierto en sus búsquedas y se reveló como una Elfa Bruja, la más
poderosa que jamás hubiera existido.
Con
un movimiento de su mano, paralizó ejércitos. Con una mirada, lanzó su venganza
sobre el Halcón, exiliándole a él y a su casa para no volver a ser vistos
jamás. Con una palabra apenas susurrada, impuso su maldición sobre los siete
señores que habían seguido al Halcón en su traicionera senda.
-
Vosotros y vuestros herederos portareis por siempre una maldición, una por cada
línea de sangre, para recordaros a vosotros, a vuestros hijos, y a los hijos de
vuestros hijos los pecados que llevaron a este día. El Lobo se convertirá en la
encarnación de la ira más salvaje que habéis desencadenado en mi misma. El
Escorpión se regirá por la avaricia
que ha motivado vuestros actos. El Pez se dejará arrastrar por la pereza de cuerpo y de mente. El hambre más siniestro será la maldición
que haga marchitar la Rosa ,
mientras que la soberbia gobernará
los días del Grifo, siempre altivo. La lujuria
corromperá el mismo ser de la
Serpiente y lo convertirá en cenizas. Finalmente, el Tigre
sentirá en él mismo la envidia que provocó
la caída de todo lo que amaba el rey. Jamás conoceréis de nuevo la paz ni la
alegría a las que habéis fallado en este día.
Y
así fue como, el Imperio Enano de Thorindor desapareció, la humanidad se
expandió sobre sus ruinas, y la Elfa Bruja ,
la Bruja de
Darkholme, desapareció con la
Corona Ámbar para no volver jamás.
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