jueves, 18 de febrero de 2010

El sueño de Kayrion IX

A los pocos segundos Janice entró como una exhalación en la casa, seguida de cerca por el cachorrito, y más de lejos por el perro grande, que se quedó en la puerta. En sus manos llevaba con cuidado una pequeña cesta con algunos huevos, que le mostró orgullosa a su madre, con carita de no haber roto un plato en su vida. Se los entregó y se dirigió a Kayrion.
“Hola, Kayrion. Era Kayrion, ¿no? ¿Ya habéis hablado? No me dijiste que tenías que hablar con mi mamá. ¿La conocías ya? No habrás dicho alguna tontería como el otro im… el caballero tonto ese que te conté, ¿verdad que no? ¿Te vas a ir ahora? ¿Vas a volver a llamar al caballo ese? Quiero verlo. Porque antes lo vi, claro, pero estaba encima y no es lo mismo. Y iba muy lento. Seguro que corre mucho. ¿A que sí?...”
Dannelle puso su mano sobre el hombro de su hija. Con voz suave le dijo. “No, cariño, no se va a ir. Y sí que nos conocíamos, desde hace mucho tiempo, antes de que tú nacieras. Porque él es…” – su voz le falló por un instante-“es tu padre.”
La pequeña abrió desmesuradamente los ojos mirando al caballero, que se agachó ante ella para estar más a la altura de la pequeña. En su cara se formó una mueca de incredulidad.
-“¿Que tú eres mi papá? Pero… ¿Seguro? Como…”- Por primera vez desde que Kayrion la conocía, la niña pareció quedarse sin palabras.
Kayrion se sintió desfallecer. Finalmente fue capaz de articular-“Sí Janice. Lo soy…”
La niña se acercó al paladín, que se agachó y abrió los brazos para recibir a su hija. Tenía una sensación extraña, una mezcla de alegría y de pánico, de emoción y de responsabilidad…
De repente la niña se puso roja de ira y le dio un puñetazo en la muejilla, seguido de una patada en la espinilla. Sólo gritó una cosa: “¡Cabrón!”
Kayrion jamás se habría imaginado que Janice pudiera golpear con tanta fuerza, y sobre todo con tanta rabia. Evidentemente, Kayrion había sufrido ataques mucho más contundentes a lo largo de su vida, pero pocas cosas le habían herido tan profundamente. A pesar de que la niña se tenía que haber hecho daño en el pié al golpear la coraza de su pierna, salió corriendo en dirección a la puerta. Kayrion se quedó paralizado, contemplando la escena como si de repente el tiempo se hubiera ralentizado. Lo vio todo notando cada mínimo detalle, pero sin oír nada, como si estuviera contemplando una pintura o una ilusión. No se percató de que Dannelle había comenzado a moverse hasta que vio que le había cortado el paso a su hija y la retenía entre los brazos. Le dijo algo que no comprendió a la pequeña, que había empezado a llorar. Después se la llevó escaleras arriba.
Kayrion se sintió enfermo, peor de lo que se había sentido en años, como un alma en pena. Poco a poco recuperaba el sentido del tiempo y la realidad. Si no fuera por el pequeño hilo de sangre que le manaba del labio, casi podría decir que lo que acababa de ocurrir no había sido real. Aquello no tenía ningún sentido. No tenía ni idea de qué debía hacer. Quizás lo mejor era abandonar esa casa e instalarse en cualquier otra del pueblo. Lo importante era estar cerca de Janice, y no estaba nada seguro de querer vivir bajo el techo de Dannelle.
Al poco Dannelle volvió a aparecer por las escaleras, con la expresión nuevamente triste y cansada. Kayrion pensó por un momento que iba a pedirle que se marchara, pero lo que hizo fue un gesto para que la siguiera. Asintió y sin pronunciar palabra la siguió por las escaleras y un pasillo hasta llegar a una espaciosa habitación, un dormitorio. Adivinó que no se trataba de la habitación de Dannelle, ni tampoco la de Janice. Estaba decorada con esmero, pero parecía poco usada, todo demasiado nuevo. Era una habitación de invitados, y Dannelle le hizo un gesto que se acomodara.
Kayrion dudó. –“Quizás no sea una buena idea. Igual debería…”
Ella le interrumpió poniendo el índice sobre sus labios, como solía hacer hacía tanto tiempo, y negó con la cabeza, adivinando lo que iba a decir. “Kayrion, Tienes que quedarte, te lo ruego. Siento lo que ha pasado, es todo culpa mía, pero tienes que quedarte. Nuestra hija te necesita, ahora lo sé más que nunca. Ahora sé que crecer sin padre le ha hecho mucho más daño del que imaginaba. Y yo… Por favor… Ponte cómodo, cámbiate y aséate un poco. Yo voy a hablar un poco con ella, pero después tiene que hablar contigo. Por favor…” Se quedó mirándole a los ojos con expresión suplicante hasta que el paladín asintió. Después le limpió la sangre del rostro con su pañuelo y se marchó a otra habitación.
Kayrion comenzó a quitarse la coraza lentamente, colocando las piezas sobre un maniquí portaarmaduras que había en un rincón, y después se sentó sobre el edredón azul de la cama. Vio una palangana con agua y diversos instrumentos de aseo, junto a un pequeño altarcillo de Shiva. Era posible que todo eso estuviera ahí acomodarse a los gustos de Garret y Valadia, para las visitas Dannelle que había mencionado, pero el paladín intuyó que no era ese el motivo de la peculiar decoración de la habitación.
Una vez libre de su armadura, se lavó la cara y las manos y se cambió el conjunto acolchado que llevaba por unos ropajes más ligeros que llevaba en las alforjas. Después se santiguó ante el altar y rezó para que Shiva le ayudase a tomar las decisiones correctas. Dejó de hacerlo en cuanto se dio cuenta de que tenía la mente demasiado dispersa y llena de dudas para rezar como era debido. Consideró que habría sido una falta de respeto continuar en ese estado.

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