martes, 23 de febrero de 2010

Alas de Dragón IV

IV
Gilian pensó que el tiempo estaba acabándose. Que estaban jodidos. No tenía ni idea del tiempo que llevaba en aquella maldita sala. Varios días, seguro, pero quizás sólo dos, quizás cuatro. A la halfling se le habían hecho más largos que un mes. Bastante malo era estar en una habitación sellada que se llenaba de agua a un ritmo agónicamente lento, en unas catacumbas abandonadas largo tiempo atrás, pero desde unas horas atrás Thorcrim y ella habían tenido que empezar a hacer auténticas virguerías para lograr que Garret siguiera respirando. El clérigo seguía grogui después del último combate, y en todo el tiempo transcurrido aún no se había despertado, aunque para lo que había que ver, casi que mejor para él. Si no fuera por el costrón de sangre seca que tenía en un lado de la cabeza, parecería que sólo estaba dormido. Qué cara de paz que tenía el jodío, pensó con amargura. Sólo le faltaba el pijamita y el osito de peluche. Y mientras tanto, el enano y ella tratando de apilar todos los muebles de la habitación para que siguiera teniendo la cabeza fuera del agua, y llevaban ya cerca de dos días sin dormir.
Los bardos solían hablar bien sobre los valientes clérigos que apoyaban a sus compañeros valientemente desde la primera línea de batalla, pero lo que sus canciones no decían era qué demonios hacía el resto cuando el que necesitaba ser remendado era precisamente el sanador.
Recapituló cómo habían llegado a meterse en esa situación. La habían llamado de palacio. Bueno, casi que la habían llevado a rastras, pero en cualquier caso necesitaban dinero para el orfanato, y rápido. Para su sorpresa, la llevaron ante la Reina Zane en persona. Le pareció uno de los seres más desagradables que había conocido, y eso que se había pasado media vida en los bajos fondos de las ciudades más duras de Areos. Mil veces peor que su aspecto era su histriónica y autocomplaciente risa. El caso era que quería que recuperaran una joya que le habían robado, un rubí enorme, pero que tenían información de que podía estar en las catacumbas de un monasterio abandonado. Dijo que no iba a mandar a la Guardia Alexandrina o a los rastreadores de St Coubert para buscar a un vulgar raterillo del tres al cuarto, así que la mandaría a ella y a otro mercenario, junto con un clérigo de Shiva. Por lo que sabía sobre la profesión, Gilian tenía serias dudas de que un vulgar raterillo hubiera sido capaz de colarse sin más en un lugar tan vigilado como el palacio, pero, sensatamente, se abstuvo de comentarlo. Eso sí, pensó para sus adentros que enviar a tres novatos contra alguien capaz de robar el rubí distaba de ser sensato. El problema era que no podía negarse, y comprendía demasiado bien que el que no regresaran jamás no era algo que le fuera a quitar el sueño a la reina. Simplemente se limitaría a enviar a otro grupo, quizás algo más experimentado. Se sentía como el gusano en el anzuelo, pero no quedaba otra.
El camino hacia el monasterio no fue demasiado complicado. Tras cruzar el bosque y enfrentarse a un grupo de goblins de aspecto miserable, a los que machacaron sin muchas complicaciones, llegaron al monasterio. Allí fue donde las cosas empezaron a tocerse. Lo primero, porque no encontraron ni rastro de los ladrones, y segundo, porque lo que sí se encontraron fue con toda una serie de monstruos que se habían instalado en el lugar. Orcos y arañas gigantes campaban por todas partes. Hubo un par de combates en los que pensó que no lo conseguirían.
Por suerte, Thorcrim y ella habían congeniado bien, y el enano atraía la atención de sus adversarios mientras ella buscaba un hueco en sus defensas. El tipo era duro, y encajaba bien los golpes. No le gustaba mucho hablar, pero ella tampoco es que fuera muy parlanchina, así que se llevaban bien. Además, parecía que tenía una cierta fijación con proteger cualquier cosa que fuera más pequeña que él, lo que le venía muy bien. Parecía buen tipo.
Garret tampoco es que hablara mucho, pero tampoco parecía mala persona. Estaba bien eso de tener algo de magia de sanación, para variar. Pero por desgracia el clérigo parecía tener la extraña habilidad de estar ahí donde hubiera un golpe, así que se tenía que curar a sí mismo más que a ningún otro.
Finalmente, en el último combate, Garret había recibido un mazazo en un lado de la cabeza y había quedado inconsciente. Afortunadamente, o eso pensaron en ese momento, se habían encontrado con un una sala con paredes mucho mejor trabajadas que el resto, que parecía más una cueva que túneles construidos por el hombre. Parecía un buen lugar donde descansar un poco, y falta les hacía. Pero apenas habían entrado, las puertas se habían sellado con gruesas losas de piedra y había comenzado a entrar agua. Poco a poco. Tan poco a poco que Gilian se preguntó qué clase de enfermo retorcido habría diseñado esa trampa. Ahora, casi tres días después de haber entrado, se les había acabado la comida, pero eso iba a dejar de ser un problema en breve Al menos, pensó con ironía, no les faltaría agua. El líquido elemento estaba a punto de llegar al techo.
Finalmente, le fallaron las fuerzas para seguir nadando, y lentamente comenzó a hundirse, hasta que la manaza de Thorcrim la cogió por el pescuezo y la subió a la superficie. Iba a decirle que la soltara, que no merecía la pena seguir luchando, cuando o oyó un ruido de piedra moviéndose. Y de repente, toda el agua que se había estado acumulando durante todo aquel tiempo se precipitó de golpe por la puerta, que alguien o algo había vuelto a abrir. La riada que se formó los arrastró sin remedio, hasta que al cabo de unos instantes, Gilian se encontró tirada de bruces en un pasillo, calada hasta los huesos y escupiendo el agua que había tragado. A su lado, Thorcrim maldecía dolorido mientras trataba de quitarse de encima a Garret, que había caído sobre él. Parecía un enorme perro de lanas mojado.
Hasta unos instantes más tarde no se percataron de que encontraba ante tres perfectos desconocidos, acompañados de Cora, la elfa que la había ayudado unos días atrás.

3 comentarios:

  1. ¡Mola! :) Y me gusta el estilo informal de redacción como si fuera algo oral ("Qué cara de paz que tenía el jodío") xD

    Sigo sugiriendo que meter líneas en blanco entre algunos párrafos pueden hacer más fácil la lectura.

    Un abrazo!

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  2. Está muy chulo Javi, y yo creo que uno de los grandes aciertos es precisamente el saer cambiar entre la forma de hablar y de pensar de los distintos personajes. Sigue así!!

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  3. Hay.... La pequeña e indefensa Gilian. La pobre lleva demasiado sin rebanar un cuello.
    Creo que has captado bastante bien el estilo directo de Gilian, ahora el reto es describir la historia desde la mente poco agraciada de Cora :P

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