Mostrando entradas con la etiqueta Dibujos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dibujos. Mostrar todas las entradas

jueves, 26 de mayo de 2016

Elodrin, reflexiones de un cazador de demonios

El mundo es un niño, y nuestro deber es protegerlo cueste lo que cueste. Palabras tan bonitas como ciertas que solía repetir mi maestro. Sólo que se le olvidó comentar que es un niño cabrón, al que muchas veces te dan ganas de dejarlo morir por sus pecados.
Hace casi tres años que puse mi granito de arena para evitar la destrucción del mundo conocido por parte del devorador. La amenaza más inmediata ha cesado, lo que rápidamente ha permitido a los grandes poderes abandonar ese destello colaboracionista que supuso el pacto que llevó a la Ofrenda de Gracia. Y desde entonces todos han bajado la guardia, centrándose en sus históricos tiras y aflojas de poder. Todos menos unos pocos, como mi maestro y yo.
Durante todo este tiempo ha estado instruyéndome con un único objetivo, detectar y destruir a los potenciales enemigos de este mundo. Demonios, diablos o cultistas conspiran a diario en busca de poder y mayor gloria de sus señores, nigromantes tratan de pervertir el orden las cosas, avatares tratan de retorcer las cosas para favorecer a sus dioses. Y hay que reconocer que me ha enseñado bien. Gerard es un maestro inflexible, y por lo que sé no acostumbra a tomar discípulos. El por qué me aceptó a mí, sólo él lo sabe, pero sin duda está relacionado con la relación que mantuvo con mi madre. ¿Culpa?¿responsabilidad?, en todo el tiempo que he pasado con él no ha vuelto a hablar del tema, se guarda sus recuerdos para sí mismo,  y está claro que la evocación de los mismos le causa dolor.
En cualquier caso, como decía, durante estos años me ha retorcido, forjado, quebrado y vuelto a forjar cada día, en un proceso interminable que me ha cambiado. Tras la batalla de la aguja del sol estaba roto, lo había perdido todo, y no me quedaba nada por lo que seguir adelante, o más bien no tenía fuerzas para luchar por nada, solo ira. Gerard ha sabido reconducir esa ira a algo más productivo. Lo bueno del entrenamiento era que no tenía que pensar en lo perdido, sólo luchar para ganarme el derecho a vivir un día más. Ahora soy más fuerte, el dolor casi ha desaparecido, quedando como un ruido lejano, y sobre todo, tengo algo por lo que luchar.
Hace ya unos cuantos meses que dejó de considerarme su aprendiz y me convertí en su compañero, al menos oficialmente, pues aprovechaba cada misión para continuar con mi formación. Y si el entrenamiento fue duro, su puesta en práctica resultó mucho peor.
Cuando piensas en lo que supondría luchar contra estos seres, te imaginas una lucha encarnizada contra poderosas y repugnantes criaturas. El poder del mal contra el del bien, que tu duro entrenamiento te permitirá solventar las situaciones que se te planteen y ese tipo de chorradas. Pero la realidad es que vivimos en un mundo de sombras, y el blanco y el negro no existen, sólo una infinita variedad de grises. Muchos de nuestros enemigos sienten una sádica predilección por adueñarse de aquellos que representan todo lo contrario a sus oscuros propósitos, y en esta guerra, como en cualquier otra, la mayoría de las victimas nada tienen que ver con la lucha. He visto demonios apoderarse de niños inocentes, sacerdotisas corrompidas más lascivas que la más perversa de las putas de la Fosa de los Diamantes, padres sedientos de poder asesinar a sus hijos como ofrenda...

Y en esta lucha de máscaras que estamos librando, en ocasiones nos toca ser jurado, juez y verdugo. Decidir quién merece morir, quién se puede salvar o está condenado. Pero, en este mundo grises, estas decisiones nunca son absolutas, y ni siquiera después de tomarlas quedan certezas sobre su atino. Nadie te asegura que lo mejor era acabar con ese padre, o dejar vivo a aquella anciana. El peso de las misiones se va acumulando como una losa sobre nuestras espaldas, y la única forma de seguir adelante es creer firmemente en nuestras convicciones y excelencia moral, y como lo anterior ni nosotros mismos nos lo tragamos, la única salida es volverte un cabrón insensible, que sabe que lo que hace es necesario pero no por ello es menos cabrón. Y eso es exactamente Gerard, el mejor caza demonios que existe, sin el cual el mundo sería sin duda un lugar mucho peor, y uno de los mayores hijos de puta que conozco.
Hace un par de meses que abandoné el nido. La última misión nos llevó a un poblado de pescadores perteneciente a la casa Martyen (lo cual me trajo no pocos recuerdos). Su calculada lógica le llevó a determinar que Kira, una antaño joven y risueña campesina, debía morir, pues estaba completamente corrompida por un demonio de la ira, que había vertido todo su poder sobre la chica y Gerard había conseguido atar a su jaula de carne. La lucha había dejado a Kira muy débil, y las posibilidades de sobrevivir a un exorcismo eran muy escasas, eso sin contar con que de esa forma liberaría al demonio para que pudiera atacar en otro momento y lugar. Las posibilidades eran escasas, pero existían. Hicimos lo que debimos, o eso me decía, pero no dejo de pensar en qué habría hecho si en lugar de Kira, hubiese sido Hadrian, Shara, Morrigan, Thrain, Aaron, Ellaria…

Después de todo, si perseguimos nuestro objetivo renunciando a nuestra humanidad, ¿A caso somos muy distintos de la inquisición? No, no podía seguir así. Ahora haré las cosas a mi modo, acertaré o me equivocaré, pero trataré de ser fiel a mí mismo.
Elodrin

miércoles, 29 de abril de 2015

Aaron Darkcrow

Mi vida ha sido la abadía. Hasta hace poco no conocía mucho más allá de los campos y los montes que nos rodean, aparte de por las historias que nos contaban algunos viajeros, o de las noticias que nos contaba el abad, pero esta no es forma de comenzar mi historia, como toda buena historia debería empezar de una forma impactante, llamativa, y aunque mi historia posiblemente comenzó así, la verdad es que lo desconozco.
Para mi la vida siempre ha transcurrido cerca de la abadía, no tengo recuerdos de mis padres o de mis hermanos, si es que los tuve, no recuerdo nuestra casa, ni las tierras que trabajaba mi padre, no recuerdo la comida que cocinaba mi madre, ni las peleas con mis hermanos, porque mis primeros recuerdos conscientes fueron ya en la abadía con pocos años.
Me contaron, hace poco, que me encontraron en medio de un pueblo arrasado por la guerra, no debía de tener más de tres o cuatro años, pues ni eso es seguro, y era el único alma viviente que quedaba en medio de la masacre. Tranquilo, medio dormido, abrazado a una manta, y rodeado de muerte por todas partes me encontraron los hermanos, "los cuervos negros" como les conoce mucha gente.
Les habían llegado noticias de la masacre, y como es su deber, fueron hasta allí para dar reposo a los muertos, atajar la propagación de enfermedades, y evitar que el mal pudiese hacerse con los restos vacíos, y en medio de un lugar que hasta los carroñeros esquivaban, se encontraron a un niño pequeño, intacto, aunque un poco hambriento.
Los hermanos me llevaron de vuelta a la abadía, y el abad decidió que lo mejor sería que me quedase con ellos, siempre se necesita a los cuervos después de una guerra o de una enfermedad especialmente virulenta, pero muy pocos son voluntarios para una vida de servicio cuidando a los moribundos y enterrando cadáveres, así que los huérfanos son siempre bien aceptados.
Como muchos de mis hermanos me pusieron un nombre, y el apellido del convento, y desde entonces mi mundo estuvo centrado entre los huertos y los campos de la abadía, las cocinas y la biblioteca, y todos aquellos sitios donde los hermanos me mandaban a aprender o a trabajar.
En general los hermanos fueron buenos conmigo, y el abad en particular siempre estuvo contento con mis progresos, a fin de cuenta, porque después de bastantes años, por fin tenía a alguien nuevo en su monasterio. La verdad es que no había muchos hermanos y la mitad de los trabajadores de los campos y el huerto tenían que ser de las aldeas cercanas, pero al fin volvían a tener algún joven en la comunidad.
El único problema eran los chicos de los pueblos circundantes, cuando tenía alguna lección con ellos siempre se dedicaban a molestarme, siempre era el objeto de sus burlas, el extraño, el cuervo de mal agüero, y nunca fue a mejor. Normalmente me escudaba en los hermanos, o en los libros, pero había veces que salir corriendo era la única solución para evitar la confrontación física.
La situación cambió hace unos meses, se declaró una enfermedad en la zona, y los hermanos, aunque no la sufrieron no eran capaces de atender a los enfermos y los muertos de la región, por lo cual a pesar de que yo era un novicio, finalmente me tocó ir a asistir a una pequeña población yo solo.
En aquella población había uno de los grupos de chicos que me tenían manía, encabezados por el hijo del herrero, un muchacho que me sacaba una cabeza, y pesaba más del doble que yo. No había muchos enfermos en el pueblo, pero ni siquiera tuve tiempo de prestarles la debida atención, pues en cuanto me estaba acercando al poblado, un grupo de chicos encabezados por el hijo del herrero me agarraron y me encerraron en un granero.
Al principio pensé que simplemente me querían fastidiar haciendo que perdiese el tiempo, hasta que empecé a escuchar ruidos al fondo del granero. Una y otra vez les pedí que me dejasen salir, que tenía gente a la que ayudar, y entonces escuche al hijo del herrero:
-Si quieres curarles puedes empezar por los que están dentro, son los que han traído la enfermedad aquí.
Como si las palabras del hijo del herrero fuesen una señal, empecé a escuchar un ruido, una especie de gemido al final del granero, y poco después aparecieron tres perros de caza. Parecían maltratados, enfermos de rabia o tal vez algo peor, y desde luego, aspecto de estar hambrientos Se acercaban lentamente hacia mi como si les hubiesen apaleado. Golpee la puerta una y otra vez, pero no iban a abrirme, y poco a poco los perros se acercaban a mí.
Entonces me asaltó un olor que no esperaba, olor a putrefacción. Un olor penetrante, acre, un olor que ningún ser vivo debería desprender. Me giré lentamente y me fijé más en los perros, no estaban enfermos, no tenían la rabia, ni habían sido maltratados, estaban muertos, o lo habían estado, y alguien los había alzado como una patética burla de los seres vivos.
No se acercaban con precaución hacia mí, sino que se tambaleaban como criaturas sin mente, a los que solo mantenía el deseo de hacer daño.
Muertos vivientes.
Si la enfermedad era de origen sobrenatural no estábamos preparados para repelerla, ninguno de los hermanos de la abadía era un elegido, ninguno conocía rituales de curación, ninguno sería capaz de curar a los enfermos, solo podríamos esperar a que muriesen, y realizar los ritos adecuados mientras rezábamos porque no se levantasen nuevamente en esta patética burla de vida. Tenía que salir de allí de alguna forma y avisar a los hermanos, esto era algo que nos podía superar rápidamente.
Los perros seguían acercándose tambaleantes, y busque algo a mi alrededor con que defenderme, en el convento nos habían hablado de los no-muertos, pero no estaba preparado para enfrentarme a uno de ellos, menos aún a tres a la vez. Afortunadamente había un altillo, y una escalera, así que si conseguía esquivarles podría ponerme a salvo.
Esquive a los perros como buenamente pude, afortunadamente eran lentos y no se coordinaban, y pude llegar a lo alto de la escalera, y cuando mire hacia dentro del altillo vi a un cuervo.
Un cuervo blanco
El cuervo me miró fijamente, a mí directamente, extendió las alas, y graznando saltó directamente a mi cara.
Me asusté, alejé la escalera del borde del altillo y me caí de espaldas, y mientras caía vi como el cuervo hacia un quiebro y bajaba en picado directamente hacia mí.
Poco antes de que llegase al suelo, el cuervo empezó a brillar, parecía convertirse en luz. Y un instante antes de llegar al suelo, me atravesó. Noté el golpe contra el suelo amortiguado por algo, como si hubiese caído sobre un lecho de plumas, y perdí la consciencia mientras me envolvía una brillante luz.
Poco después abrí los ojos, y escuché como abrían la puerta del granero. Me incorporé, y miré a mi alrededor, los perros habían desaparecido, no había restos de su presencia, ni de la del cuervo, y aunque unos instantes antes estaba aterrado, ahora me encontraba en paz, tranquilo, y sabía lo que había que hacer como si algo en mi interior me guiase de una forma que no admitía réplica ni duda. Algo tenía que hacerse, y yo era la herramienta para llevarlo a cabo.
Salí del granero y me dirigí al ayuntamiento, donde tenían a los enfermos, ignorando a los chicos, que se mantuvieron unos pasos por detrás mío, susurrando algo.
Entré y fui directo a uno de los heridos, le había mordido uno de los perros, y la herida se había infectado, pero no era su hora. Impuse mis manos sobre el mordisco, y en instantes la herida se cerró, la carne recuperó su color natural, y el hombre, semiinconsciente parecía recuperar la salud en segundos. Tras él me pasé por el resto de los enfermos y heridos hasta que todo el pueblos estaba limpio.
Sin decir poco más que una pequeña bendición me dirigí al siguiente pueblo, y luego al siguiente, y luego al siguiente...
No recuerdo bien cuanto tiempo estuve curando enfermos en la región, mi cuerpo parecía actuar de forma automática, de alguna forma sabía a que pueblo tenía que ir, sabía a quien tenía que curar, y sabía quienes habían llegado al limite de su esperanza de vida y había que dejarles ir. Trabajé así durante días, casi sin descanso más que para comer y beber un poco, hasta que después de más de una docena de pueblos limpios, perdí el conocimiento.
Después de dos días inconsciente desperté en la enfermería, donde un hermano estaba velando mi descanso, y poco después de verme recuperar la consciencia, salió a avisar al abad. Ya no me sentía como antes, volvía a ser yo, volvía a tener conciencia de mis actos, a tener miedo, a desconocer que iba a ser de mi vida, pero algo había cambiado en mi interior.
-Has despertado- Me dijo el abad en cuanto entró
-Padre, ¿que ha pasado? Recuerdo haberme caído de lo alto de una escalera, y después está todo borroso en mis recuerdos. Supongo que perdí el conocimiento por la caída, y llevo un par de días durmiendo...
-No hijo, tus recuerdos borrosos no fueron un sueño. La reina cuervo ha elegido un nuevo mensajero.
-¿Quien? ¿Yo? Imposible, si soy solo un novicio- ¿Un elegido de los dioses yo? Imposible
-Tranquilízate y descansa, la orden interna ya había escuchado de la enfermedad que azotaba la región, y habían mandado un sacerdote para contener la infección. Pero para cuando él llegó tu ya habías acabado con la enfermedad, y habías impedido su expansión. Aún así el sacerdote no ha hecho el viaje en balde, te acompañará hacia el norte para que recibas instrucción apropiada. Ahora descansa, te espera un viaje muy largo.


lunes, 13 de abril de 2015

Shuriyama, la guerrera eterna

Rescato un antiguo dibujo, enriquecido con la magia del color. Shuriyama, la legendaria guerrera samurai. 

martes, 17 de marzo de 2015

El regreso del guerrero dragón

Tras años perdido en un limbo entre los distintos planos de la existencia, vuelve Daemigoth, el guerrero dragón.

jueves, 12 de marzo de 2015

Hadrian, conjunto de combate

Así me ha descrito el Sr. Master a Hadrian cuando deja de lado su capa de viaje y enseres más voluminosos.


domingo, 8 de marzo de 2015

Elodrin I

Mi nombre es Elodrin, hijo de Berethor, y esta es mi historia:

Como muchos de los nacidos en el seno de una familia de altos elfos, desde mi juventud he estudiado en la Universidad de Magia, junto a unos pocos señores de las grandes casas humanas, somos los únicos estudiantes de magia del mundo. Dada la relevancia de los anfitriones, sólo los estudiantes de las familias más importantes entablaban una relación cercana con los estudiantes humanos. El resto de aprendices, en las pocas horas libres que les permitía la estricta educación recibida, evitaban por completo el resto de integrantes que formaban el amplio séquito que rodeaba a los señores de los hombres. Todos menos yo. Aún siendo plenamente consciente de la superioridad de nuestra raza, había algo en ellos que me atraía fuertemente. La efimeridad de sus cortas vidas les impulsa a vivir de forma intensa, inesperada y en muchos casos a realizar actos carentes de ningún sentido. Y todo aquello me fascinaba. Chocaba por completo con todo lo que me habían enseñado, medir nuestros actos, sopesar las palabras, hacer lo que se espera de nosotros, como guardianes de la historia, el equilibrio y la magia, y saber que nuestras acciones nos perseguirán por mucho tiempo. Para los sirvientes el mañana poco significaba, y su mayor prioridad, aparte de sus obligaciones, era disfrutar de cada segundo, pensando poco o nada en las consecuencias.

Y fué así como empecé a escaparme por las noches para observarles, pese a las advertencias de mi padre. Durante meses me escondía en las sombras, mientras repasaba murmurando las lecciones del día, y les veía reír, beber, jugar y amar. Pero una noche, tras semanas de un agotador ritmo lectivo en el que comenzamos a poner en práctica los fundamentos mágicos aprendidos en los últimos meses, me distraje mientras recitaba un conjuro de luz y acabé iluminando la viga en la que estaba escondido mientras mis ajenos amigos cantaban una vieja canción popular. De inmediato cesó la música, y del sobresalto a punto estuve de caer de bruces. En última instancia me descolgué de la forma más digna que pude y me presenté. Los sirvientes, se apresuraron a hacer reverencias y ocultar de mi vista sus pertenencias menos decorosas. Por mi parte, avergonzado por lo sucedido, me disculpé y acabé por reconocer que llevaba tiempo observándoles. Tras la frialdad inicial, mi natural encanto, apoyado en gran medida por la altas cantidades de aguardiente ingeridas por aquellos infelices, hicieron que acabásemos todos charlando, cantando y riendo, como si fuese un sirviente más. De esta forma conocí a Jonas, un rollizo  y risueño mozo de cuadras, Sarah, una joven ayudante de cocina, Mikah, un apuesto escudero y Alaijah, una preciosa y exótica criada.

Durante las siguientes semanas pasé casi todas las noches con tan variopinto grupo. Ellos me hablaban de sus costumbres y del día a día, y yo les relataba historias de la escuela, los alumnos y las anécdotas más cómicas de su señor, Ikster Martyen. Nos hicimos grandes amigos. Conforme pasaban los días aumentaban las confidencias, y empecé a relatarles historias de magia, e incluso a practicar algunos hechizos básicos delante de ellos. Por primera vez en mi vida me había sentido realmente parte de algo, de algo cercano, y no de la inmensidad de la responsabilidad histórica de mi raza. No me agobiaba el futuro, las expectativas de mi familia ni la dureza de las jornadas de estudio. Tenía un refugio al que acudir. Me desternillaba con las bromas y chanzas de Jonas, que estaba poco secretamente enamorado de Sarah y tras su escandaloso sentido del humor se escondía un romántico incurable. Me hice casi como un hermano de Mikah, con el que poco a poco empecé una extraña y llena de hormonas competición por la atención de Alaijah. Comenzamos a entrenar juntos en los pocos huecos libres de los que disponíamos en nuestras apretadas agendas, y aunque no era rival para mi velocidad y destreza, aprendí que en la lucha no todo es técnica y gracia. Por cada vez que le derrotaba haciendo gala de mis dotes de espadachín, él me hacía morder polvo tras distraerme con alguna argucia, arrojarme tierra a la cara, o propinarme un descomunal puñetazo en mi bonita cara de iluso tras pensar que estaba rendido por unos certeros barazos propinados por mi parte.
Y sobre Alaijah... ¿la quería? no lo se, diría que me enamoré de ella, aunque ahora que ha pasado un tiempo no se si fué amor o sólo atracción por su exótica belleza y contundente personalidad. Sus respuestas no dejaban a nadie indiferente, tenía un fuego dentro, que oculto tras las largas jornadas de servidumbre y explotaba por las noches como el mayor de los hechizos.

Pero como suele suceder, los buenos tiempos, los días de despreocupación, los días de infancia, acabaron pronto. Aquella noche me habían convencido para hacer algo distinto, un ritual. Tras tomar algo para reunir el valor necesario empezaron los preparativos. Llevaba casi dos meses practicandolo en las clases, el conjuro para detectar las pequeñas hebras en la realidad que produce la magia. La idea era crear una pequeña ilusión, una silla, camuflada entre otras idénticas, y hacerla brillar con el ritual. Pero cuando pronuncié las palabras, la silla no fué lo único que se iluminó. En la piel de Mikah comenzaron a dibujarse extraños motivos arcanos. Sin duda era un innato, a juzgar por su expresión parece que no le pilló completamente por sorpresa. Tras aquello la reunión acabó, y todos nos fuimos dispersando. Cuando estaba a punto de retirarme, Mikah me abordó, y me suplicó que le ayudase a controlar su mal. Los elfos no tenían innatos, pues desde pequeños se les hacían las pruebas para detectar la magia interior, que se educaba en la universidad para explotar todo su potencial. Pero para el resto de razas, que tenían prohibido el uso de la magia arcana, era una maldición. En muchos casos tenía como consecuencia la autodestrucción, al no haber nadie dispuesto a formarlos, y en el peor de los casos toparse con la inquisición. Pese a que estaba terminantemente prohibido instruir en la magia a cualquiera que no fuera elfo, y aunque Mikah lo fuera, sólo los maestros y los grandes magos lo tenían permitido, no pude negarme. Después de todo era mi amigo, y se podría decir que me habían salvado.

A los tres días había luna nueva, y comencé su entrenamiento. Empezamos con lo más básico. Ejercicios de relajación y teoría elemental. Mikah compensaba su escasa educación con una devota implicación. Cuando hubo adquirido la teoría básica y fue capaz de liberar por completo su mente, le enseñé a localizar su poder interno. Visualizarlo mentalmente como una gran esfera de mercurio que flotaba en la oscuridad, de la que podía extraer pequeñas cantidades y canalizarlas hacia afuera, en forma de energía. Aquel ejercicio le permitiría, antes de que la esfera de poder estuviese en su máximo apogeo y se desbordase de su cuerpo de forma descontrolada, y seguramente letal, hacer pequeños trasvases de energía, en forma de luz y calor, que podría disimular. Y con el tiempo y la formación necesaria, que yo no le podría suministrar, convertir en efectos más útiles. Pero esta tarea no era para nada sencilla. Algunas veces perdía la concentración y se desconectaba de su poder de forma repentina, dejándolo unas veces agotado, o incluso inconsciente, y otras expulsando de golpe una cantidad demasiado grande de magia.  Fue una de esas veces cuando todo acabó. Esta vez, en vez de un fogonazo de luz o un pequeño fuego, Mikah desencadenó una explosión, como si un trueno hubiese estallado en la pequeña despensa en la que nos encontrábamos. El ruido alertó a los guardias, que nos sorprendieron a mí intentando arreglar el estropicio y a Mikah agotado, todavía entre los dos mundos y con la mirada perdida.

Las siguientes horas las recuerdo de forma confusa. Nos separaron, me encerraron en una celda, y comenzaron las preguntas. En primer lugar el jefe de la guardia, que apenas extrajo de mí una explicación poco convincente sobre un juego mal ejecutado con unos productos alquímicos. Pero mi corazón casi separó cuando ví a mi siguiente interlocutor, varias horas más tardes. Ante mí se presentó Lorathiel, hijo de Dorlarion, el mismísimo rector de la universidad, y uno de los pocos altos magos. En ese momento supe que estaba perdido, y que sería imposible ocultar nuestro secreto. Me saludó, se sentó, y se limitó a observarme en silencio. Noté una ligera jaqueca, como si algo estuviese entrando en mi mente, y a los pocos minutos se levantó y se marchó, sin mediar palabra. No recuerdo cuánto más estuve encerrado, pero finalmente dos guardias me sacaron de mi celda. Me condujeron al exterior, al patio interno del rectorado de la universidad. Había hileras de sillas, todas ocupadas tanto por élfos como humanos. Distinguí muchos rostros, profesores, Ikster Martyen, acompañado de su séquito más distinguido, a padre y madre, con semblante serio… y delante de todos ellos, en una fila separada del resto, a Mikah, Jonas, Sarah, Alaijah y una silla vacía, a la que me condujeron. Aquello era un juicio, y tenía una pinta terrible.


viernes, 27 de febrero de 2015

Dereck I

Maximilien entró en la minúscula  taberna sin dar crédito a que alguien pudiera sobrevivir en un lugar tan oscuro y respirando semejante concentración de vapores etílicos y humo de tabaco. La mayor parte de la concurrencia le miró con desconfianza. No era común ver a un ayudante del alguacil por aquellos lares, y aún menos que alguien deseara su presencia.
Desde que había sido un muchacho se había preguntado por qué se toleraba la existencia de lugares de tan baja estofa, con nada más que indeseables en todo lo que abarcaba la vista. Su padre le había dicho que aquellos indeseables a menudo resultaban útiles, y en ocasiones, indispensables. Mercenarios, confidentes, espías, líderes del gremio de ladrones, todos pululaban en torno a lugares como aquel  como moscas en torno a un cadáver, y todos podían ser incómodos pero necesarios aliados si se quería mantener el orden  en aquella pequeña ciudad. La nata y la crema de la escoria, lo mejor de lo peor.
 Maximilien había soñado que eso no le ocurriría a él cuando llegara a ser agente de la ley. Cuando era un jovenzuelo decía que lograría imponer la ley sin concesiones, con la sola ayuda de sus brazos y de sus hombres, y el apoyo de la gente honrada de Fallclift. Pero allí estaba, buscando a un cazarrecompensas, que era lo que le había llevado a ese lugar en aquella ocasión. Su padre, el alguacil, le había dicho desde el primer momento que era la mejor opción, pero lo cierto era que durante dos días se había estado estrujando la cabeza para evitar llegar a aquel punto, pero no había encontrado otra solución. Debía capturar urgentemente  a tres criminales extremadamente peligrosos que se habían ocultado en las colinas y no tenía tiempo ni hombres para ir a buscarlos por sí mismo. Habría necesitado dedicar todos sus hombres durante cinco o seis días, quizás más, en los que habría dejado la ciudad a merced de todos los sinvergüenzas locales, que eran unos cuantos. La recompensa no era suficientemente alta para interesar a los cazadores de criminales con buena reputación, pero había un hombre que quizás pudiera encargarse de ellos por tan poco dinero. Siempre que se olvidara de la posibilidad de que los trajera vivos, claro. La idea de que murieran en el bosque sin ser sometidos a juicio Iba en contra de sus más básicos principios, pero lo que habían hecho aquellos animales era tan horrible que no le pareció menos deseable a que siguieran sueltos por ahí, lo que le había servido para vencer sus escrúpulos.
Preguntó por el hombre que buscaba  al dueño, un enano malencarado con la cabeza rapada, que le cogió un cubo lleno de agua y le indicó que le siguiera con un gruñido. Se dirigieron al rincón más oscuro y fétido de aquel antro y se encontró frente a frente con un hombre inconsciente tirado en una silla, envuelto en una capa con capucha de color indefinido, entre verde y gris, o quizás marrón. Sin ninguna ceremonia, el posadero arrojó el cubo contra su cliente, que se despertó en el acto claramente sobresaltado, aunque rápidamente pareció serenarse.
Maximilien aprovechó el momento para examinar a su interlocutor, y no se sintió nada impresionado. Era un hombre de algo menos de seis pies de altura, más bien delgado, por no decir cetrino, con el pelo largo y descuidado y barba de varios días. Hedía  a cerveza y a vómito, pero en cuanto se hubo serenado lo suficiente le lanzó una mirada inquisitiva, carente del menor disimulo que exigía la cortesía más elemental. No pudo evitar preguntarse por qué su padre le tenía en tal alta estima. Claro que conocía la historia, que había sido un ciudadano ejemplar, que había ayudado a su padre a encontrar a algunos criminales especialmente escurridizos.
Y luego sucedió todo aquello de su esposa y su cuñada, violadas y asesinadas por una banda de soldados de Garrosh que habían participado en una incursión punitiva contra algunos nobles rebeldes y regresaban a sus dominios ebrios de triunfo, cerveza y los dioses sabían qué más.  Todos habían oído la historia de que dejando a su hermano y sus sobrinos para que las enterraran, había desaparecido durante algo más de dos semanas. Y que ninguno de los ocho mercenarios de Garrosh regresó jamás a la capital del reino. Los pocos cadáveres que se encontraron estaban muy separado. Se decía que el vengativo cazador les había acechado durante más de una semana, matando un único hombre cada día, todos de dos disparos por la espalda. Al menos había tenido el buen sentido de usar flechas de estilo goblin para enmascarar la autoría,  pero aquella locura de tomarse la justicia por su mano podría haber supuesto otra guerra y que el ejército real arrasara Fallclift y quién sabía qué más. Lo curioso es que pese a haber puesto en peligro las vidas de todos los habitantes de todos los pueblos en veinte millas a la redonda, seguía habiendo gente que le respetaba por aquello. Incluido su propio padre, Jasón
-“Así que tú eres Rodgers, el cazador.”- El hombre asintió con la cabeza sin decir una palabra ni dejar de mirarle fijamente a los ojos. Carraspeó y decidió ir al grano, aunque sólo fuera para acabar con aquella incómoda situación cuanto antes.
-“Necesito que busques y me traigas unos hombres. Son peligrosos, y los quiero vivos o muertos.”
-“¿Cuántos?” murmuró el cazador con voz grave.
-“Son tres. Ecram, conocido como el lince, Zils, el hijo de Sverik y Felon Catermin, conocido como el Loco.”
-¿A cuánto?
-“Diez grifos por Ecram, y veinticinco por Sveriksonn. Y setenta y cinco grifos de oro por Catermin.” Lo cierto era que sin ser una cantidad desdeñable, no parecía demasiado teniendo en cuenta la dificultad y el riesgo de la misión.
-“¿Qué demonios han hecho ahora esos desgraciados? La semana pasada no me habrías ofrecido ni una cerveza por los tres.”
Era cierto. Aquel grupo de adictos a la medialuna eran viejos conocidos, pero hasta tres días antes se habían limitado a pequeños hurtos y algún asalto a algún viajero solitario. Nunc a habían hecho nada demasiado grave, y habían sido básicamente ignorados por las autoridades.
-Asaltaron un convoy de Grunier, el comerciante, que llevaba a sus hijas. Mataron a los dos guardias y uno de los cocheros, violaron a las mujeres y robaron todo lo que pudieron cargar.
Dereck se limitó a asentir levemente para indicar que había entendido. Su rostro se había convertido en una máscara inescrutable. Maximilien supuso que se lo estaba pensando. Le habían dicho que no solía aceptar encargos en el momento, así que se levantó, pero cuando se disponía a marcharse de aquel antro Dereck le alcanzó en la puerta.
-“Dos cosas. Una, pagarás mi cuenta aquí como adelanto. Y dos, ¿qué le haríais a esos tipos si os los trajera vivos?
Aquello extrañó a Maximilien. Siempre había oído que no solía tomarse las molestias de apresar a sus presas, aunque quizás estuviera intentando mejorar su pobre reputación.
-“Sin duda recibirían la pena capital, y teniendo en cuenta que además de asesinos son violadores, no sería nada rápido ni limpio. La horca en el mejor de los casos,  o ser desollados vivos o empalados en el peor. Teniendo en cuenta la influencia de Grunier, me esperaría un castigo ejemplar.”

El cazarrecompensas asintió de nuevo, recogió sus armas en la barra de la taberna y se marchó mientras que el incomodado ayudante del sheriff pagaba su desorbitada cuenta.

sábado, 21 de febrero de 2015

FAQ D&D: Amae Karen



1.- ¿Cuál es tu nombre y por qué otros apodos te han llamado o se te conoce actualmente?
Amae Karen, que en Genji significa Piedra Lisa. Mis recientes compañeros tienden a acortar mi nombre, llamándome Amae o Karen. Supongo que tendré que acostumbrarme.
2.- Descríbete físicamente.
Estatura media-baja (1,64 Cm), complexión atlética, con la musculatura perfectamente definida. Piel oscura, media melena de pelo negro, recogido en rastas (al lavarlo me llega hasta media espalda) y una larga coleta que llega hasta los muslos. Visto con ropas sencillas, típicas  entre los Genji. Cubro mis pechos con dos bandas de lino, y llevo unos pantalones anchos del mismo tejido. Protejo mis pies y manos con largas vendas, y me resguardo del frío con una casaca de tela basta. Finalmente ajusto el pantalón con un cinturón de tela roja, símbolo de mi status como mercenaria. Todas mis ropas, a excepción del cinturón, son del mismo color, sin teñir, pues los Genji renunciamos a los lujos y la ostentación. Mi única posesión de auténtico valor es mi espada, Hakai.

3.- ¿Cómo describirías tu personalidad y tu forma de ser?
Soy seria, responsable y espiritual. Mi vida está marcada por las pautas de meditación y ejercicio, necesarias para mantener fuerte cuerpo y espíritu. Desde que partí de Arkras Ethra no he disfrutado de tiempo libre, en parte por las agotadoras jornadas de viaje, y en parte porque no sabría qué hacer con él. La relación con los demás es compleja por la barrera cultural y mis dificultades con el idioma, lo que hace que el resto me perciba como mucho más seria y reservada de lo que realmente soy.
Procuro vivir siguiendo la senda del Ketan, que en Genji significa “Lo correcto” o “Camino”, según la interpretación.  Siguiendo con este símil, en ocasiones el camino pasa de una gran carretera a una senda salvaje, llegando a desaparecer por completo. Otras veces surgen numerosas bifurcaciones, y sólo nuestro corazón nos puede indicar cuál es la correcta. Seguir el Ketan es una tarea compleja, llena de ambigüedades, y llegar a entenderlo del todo lleva toda una vida, pero nos aporta una gran paz espiritual y comunión con el mundo. También nos guía cuando salimos al mundo exterior, repleto de barbaros, para no perder el rumbo, o caer en las tentaciones.

4.- ¿Cuáles son tus objetivos y deseos a corto y largo plazo?
Cuando salí de Arkras Ethra, mi objetivo era convertirme en una gran guerrera Genji, ejerciendo como mercenaria en el mundo exterior para reportar fama y recursos a mi pueblo, para finalmente volver como maestra y tomar estudiantes a mi cargo, uno de los mayores privilegios. Pero ahora, tras sólo dos meses, la idea, casi romántica, de mi viaje ha cambiado por completo. El mundo de las siete casas es complejo y caótico. Aún no he conseguido ninguna misión, y en su lugar he ayudado a mis nuevos compañeros sin ninguna recompensa material. Pese a ello no estoy preocupada, siento que he hecho bien, en todo momento he seguido el Ketan, aunque me haya llevado a situaciones dolorosas, y gracias a ello he conocido a mis actuales compañeros, todos ellos fascinantes en algún aspecto. Por tanto, a corto plazo sólo pienso en mi actual encargo, proteger a Ellaria hasta que lleguemos a Malfer. Una vez allí, espero encontrarme con algún comerciante Genji, pues ya han pasado dos meses y aún no he tenido ocasión de enviar dinero y noticas a Arkras Ethra. Ellaria quiere seguir viajando hacia el norte. Es irónico que mi primera misión como mercenaria me lleve a las puertas de casa.

5.- ¿Dónde naciste? ¿Cómo fue tu juventud y qué relación tienes con tu familia y los amigos con los que te criaste?
Nací y me crié en Arkras Ethra, uno de los seis principales poblados Genji, junto a Karanas, Oshoren,  Arak Omir, Kewayama y Amnur Oka, única ciudad y lo que se podría considerar nuestra capital. En mi infancia y juventud me he relacionado con todas las personas de mi poblado, en especial con los chicos y chicas de mi edad, con los que he estudiado el Ketan y me he entrenado. Entre ellos podría a destacar a Ersan Arkra, mi mejor amigo y con el que he tenido una relación física en numerosas ocasiones, incluyendo la primera vez para ambos. Partió de viaje pocos meses antes que yo, espero encontrármelo en alguno de nuestros viajes. Hera Tetsu ha sido desde siempre una gran amiga, hemos estudiado juntas toda nuestra vida, pero sufrió fuertes heridas poco antes de nuestra prueba de aptitud, por lo que aún no tiene el estatus de guerrera.
Por último, debo destacar a Khara, mi maestra. Ella me ha forjado, desde una niña blanda y desobediente hasta lo que soy hoy. Como es habitual en nuestra cultura, ha influido en mi vida más que mis propios padres, pues al alcanzar los seis años nos entregan a la escuela, donde nos criamos. Seguimos viendo a nuestros padres, pero nos educan y forman nuestros maestros.

6.- ¿Qué o quién es lo que más odias? ¿Qué aborreces en este mundo?
Procuro no odiar, pues sólo nos lleva a la autodestrucción. Desprecio la maldad, en todas sus manifestaciones, y lucharé contra ella allá donde vaya. Tampoco me gustan los ostentosos, la avaricia, los que eluden sus responsabilidades y ven el mundo como un inmenso burdel. En general la gente sin principios, sin moral, que desaprovechan sus vidas y echa a perder la de cuantos les rodean.

7.- ¿Qué o quién es lo que más amas? ¿Cuáles son tus vínculos más importantes y queridos?
Amo a mi pueblo, los Genji. Su forma de vida, sus valores. También he empezado a apreciar a mis compañeros de grupo, en especial a Ellaria. Es una isla de bondad en un mundo plagado de bárbaros, maleantes y vividores. Eric me resulta inquietante, aún no he decido cuánto creo de su historia, que raya lo imposible, pero no veo maldad en sus actos, y si lo que cuenta es cierto, debe ser terrible estar en su situación. Veo la aflicción en sus ojos por lo sucedido a la hija de Argo,  a veces como si hubiera perdido a su hija, otras como hubiera visto morir a la hija de un conocido.
A quien menos aprecio tengo es a Dereck. Es una persona torturada por sus pérdidas, que se refugia en el alcohol y se ahoga en el odio y la venganza. No tiene ningún control de su vida, ningún código y va dando tumbos entre peleas y tabernas. De seguir así no vivirá mucho, y temo que nos arrastre con él. Lo que no puedo negar son sus numerosas habilidades. Cuando logra mantenerse sobrio es un explorador excelente, y su habilidad con el arco iguala la mía con el Ketan.

8.- ¿Cómo aprendiste y desarrollaste tus habilidades? ¿Te enseñó alguien?
He estudiado y entrenado en la escuela de Arkras Ethra. Me han enseñado varios profesores, en especial mi mentora, Khara. Cada día de mi formación he empleado varias horas a estudiar el Ketan, a reflexionar y debatir sobre él, he ejercitado mi cuerpo, con horas de carrera, escalada u otros ejercicios físicos, y por supuesto a entrenar las técnicas de lucha del Ketan. He repetido todas las catas varias veces cada día, durante todos los días de mi vida, hasta quedar grabadas en mi cabeza y músculos.

9.- ¿Cómo y por qué te hiciste aventurero y emprendiste tu viaje?
Como muchos de los Genji que superan su prueba y de aptitud, pudiéndose considerar guerreros, he partido en busca de aventuras para hacerme una mercenaria de renombre y conseguir dinero que enviar a mi poblado para mantener la economía local y pagar la deuda eterna con mi escuela. Además de enviar dinero, los mercenarios Genji debemos fortalecer la reputación de nuestro pueblo, de nuestros mercenarios. Nuestro código asegura a nuestros patrones que no les traicionaremos o robaremos, y nuestras habilidades nos hacen combatientes letales.

10.- ¿Cuál es tu forma de actuar en combate? ¿Tienes reparos por matar a un enemigo?
Para mí el combate es un arte. El tiempo se ralentiza, el pulso se acelera. Ejecuto mis movimientos de forma precisa e implacable, apenas sin pensar, gracias a las miles de veces que los he practicado, cada día de mi vida. Cada situación, cada amenaza, sugiere una cata, y la maestría en todas ellas te convierte en un guerrero prácticamente imparable. No mato, salvo accidente o necesidad, el Ketan me indica cuándo debo incapacitar o matar a un enemigo.

11.- ¿Cuál es tu fe? ¿Rindes culto a alguno o a varios dioses? ¿Por qué?
No rindo culto a los dioses, si no a los hombres, a lo que pueden conseguir. Mi única fe, si se puede llamar así, es el Ketan.

12.- ¿Qué opinión tienes sobre la magia arcana, los hechiceros apóstatas y la Inquisición?
Desconfío y temo a la magia arcana. Hasta ahora mi único contacto con magos o hechiceros se limitaba a los terribles magos rojos del desierto de los territorios Talos. En cuanto a apostatas o magos, la diferencia consiste en un derecho de nacimiento. Para los Genji todas las personas nacemos iguales, y llegamos hasta donde nos permitan nuestras cualidades y esfuerzo, aunque la estricta formación que reciben los magos legítimos les acerca más a mis principios que el caótico autoaprendizaje que suelen recibir los magos rebeldes. Esto, unido al gran poder otorgado por la magia, les suele convertir en peligrosos y a menudo crueles. De la inquisición poco conocía, hasta ahora. He comprobado que está formada por gente cruel, y ejecutan su causa arrasando con todo lo que se ponga en su camino, o cerca de él. Pueden enmascarar sus actos con dramáticas palabras y aires de grandeza, pero como a la mayoría de los hombres sólo les interesa el poder. Ni siquiera me extrañaría que entre sus filas se encuentren magos apostatas.

13.- ¿Cómo es tu relación y tus opiniones para con las siete grandes casas humanas de los Reinos del Ocaso?
Aunque los territorios Genji se encuentran en las tierras Talos, nuestra relación con esta casa es prácticamente inexistente. Coexistimos sin convivir, y de hecho tenemos más comunicación con el resto de casas gracias al comercio. En cuanto al resto de casas, nuestros mercenarios ofrecen servicios a todas ellas, que a su vez valoran enormemente sus servicios, aunque debido a nuestro reducido número apenas tenemos influencia, llegando incluso a considerarnos elementos exóticos de colección.

14.- ¿Cuál es tu visión de las otras grandes razas de los Reinos: enanos, elfos, humanos, halflings y gnomos? ¿Tienes prejuicios o predilección por alguna raza en concreto?
Apenas he visto una par elfos en las caravanas que llegan de vez en cuando Arkras Ethra, de pequeña me fascinaban, su forma de hablar, la solemnidad que transmiten. Nunca he visto un halfling (supongo que las troupes de actores no nos consideran un destino rentable). Me he cruzado con algunos enanos, y pese a su carácter hosco suelen tener la cabeza más amueblada que la mayoría de los hombres.

15.- ¿Has estado o estás enamorado?¿Qué pasó? ¿Qué tipo de vida sentimental / sexual llevas?
Hasta ahora no he estado enamorada, y lo más parecido a una relación sentimental es mi amistad con Ersan Arkra. Tampoco tengo ideas románticas al respecto, aún soy joven, y he pasado toda mi vida en la escuela, con los mismos chicos y chicas con los que he compartido largas jornadas de entrenamiento y formación. No es el lugar propicio para encontrar el amor.
Por supuesto he practicado sexo con varios de mis compañeros, pero es una práctica habitual disfrutar del sexo sin ataduras sentimentales. No nos avergonzamos de dar rienda suelta a nuestra lujuria, o sentir curiosidad por la sexualidad de nuestros compañeros. La fidelidad de pareja no es algo raro en nuestro pueblo, pero sólo en los matrimonios. La sagrada unión es habitual en el resto de los Genji, pero no para los guerreros. Nosotros sacrificamos nuestra infancia para perfeccionar nuestras habilidades, y nuestra juventud y energía en ejercer nuestra profesión, siempre viajando y lejos de nuestro hogar, lo que nos dificulta crear vínculos estables. Se han dado casos de matrimonios entre guerreros, algunos de ellos de legendarios mercenarios cuyo amor, lejos de hacerles vulnerables, les fortaleció hasta sobrepasar los límites de lo imaginable, superando las distancias, dificultades y peligros. Pero son casos aislados, y encontrar una relación así no se encuentra entre mis prioridades.

16.- ¿Cuál ha sido el momento más traumático de tu vida hasta ahora?
Se podría decir que apenas soy una niña, que lleva fuera de su hogar apenas dos meses. Mi formación ha sido completada, y mi cuerpo templado, pero ahora es cuando comienza la verdadera prueba, el verdadero endurecimiento. En Arkras Ethra he visto la muerte de cerca, de hecho convivimos con ella a diario, pues el desierto en un sitio duro y peligroso, pero nos hemos criado así y nuestros corazones son ya apenas sensibles al dolor de las pérdidas por accidentes o ataques de animales. Lo único para lo que no podemos estar preparados es para las esporádicas atrocidades cometidas por los magos rojos, pero nunca he vivido de cerca una de sus incursiones.
Pero en mi viaje he visto números actos terribles en apenas una semana. Las tierras del sur son menos peligrosas, menos duras, pero en este entorno tan afable lo peor de la gente sale a la superficie, he visto más maldad en unos días que en toda mi vida, maldad auténtica, no incitada por la necesidad, si no por corazones podridos, ávidos de arrebatárselo todo a los demás. El culmine de esta corrupción lo he vivido con el sacrificio de Arya, la hija de Argo. No soy capaz de entender qué se le tiene que pasar a una persona por la cabeza, qué ha tenido que vivir para alcanzar semejante crueldad.
También me ha golpeado con fuerza el acto de sadismo gratuito que han realizado los inquisidores cuando encontraron a aquel pobre desgraciado. No sólo lo mataron de una de las formas más atroces que existen, si no que segaron también las vidas de todos los que le rodeaban. Sin juicios, sin motivos más allá de una lejana sospecha de complicidad. Además en ese incidente perdimos a Hunna, con la que pese a no tener una estrecha relación, tenía un corazón bondadoso y era una persona importante para Ellaria.

17.- ¿Cuál ha sido el momento más feliz de tu vida hasta ahora?
El momento más feliz de mi vida fue cuando Khara me entregó mi espada, Hakai, símbolo de mi estatus como guerrera, finalizando así mi etapa de aprendiz. La emoción me embargaba, toda una vida de sacrificio de repente se veía ampliamente recompensada, y mi corazón gritaba de alegría.
Además de ese momento, siento una mezcla de alegría y satisfacción cuando cumplo con mi deber, cuando siento que sigo el Ketan, cuando ayudo a los necesitados. Pero mi nueva vida está rodeada de fealdad, de actos terribles, y esos pocos momentos se ven ensombrecidos por la dureza de los fracasos y las pérdidas. Por ejemplo, la alegría por salvar a Achiles de una muerte segura y todo Fallcliff de la devastación de un portal demoniaco se ha truncado por la terrible muerte de Arya, el descubrimiento de la truculenta historia de Jason o nuestro encuentro con los inquisidores.

18.- ¿Te consideras una persona honorable? ¿Y orgullosa?
Sí, los Genji somos un pueblo honorable. De hecho el honor es nuestra posesión más valiosa. Y en el caso de los guerreros, el honor es aún más importante.
Nuestro pueblo, nuestras tradiciones y la senda del Ketan nos llenan de orgullo, pero no el tipo de orgullo que puede llevar a las personas a cometer estupideces, o actos malvados. Sentimos orgullo por lo que somos, no por lo que quisiéramos o creemos ser. Este orgullo nos hace fuertes, nos permite marcar la diferencia con el resto de mercenarios, elegir nuestros contratos en función de nuestro código, y no sentirnos completamente solos, aunque estemos en un mundo extraño a cientos de kilómetros del hogar.

19.- ¿Sigues las leyes del lugar en que te encuentras o las adaptas a tu beneficio? ¿Estás en contra del poder establecido? ¿Tienes algún tipo de código de conducta personal?
Procuro seguir las leyes de donde me encuentre. Lo contrario me supondría problemas, pérdida de reputación y deshonor para mí y para mi pueblo. Pero en la vida de un mercenario en ocasiones es necesario romper las leyes, en especial aquellas que son injustas u oportunistas. En estos casos, el Ketan es mi código, y me ayuda a dibujar nuevas líneas allí donde las establecidas no son aceptables.

20.- ¿Cuál consideras que es tu mayor afición? ¿Y tu mayor vicio?
Creo no tener vicios, y nunca he tenido tiempo para desarrollar aficiones. Mi vida es el Ketan, y es un gran gozo poder seguirlo en este nuevo mundo de posibilidades que se abre ante mí.

Glosario

-          Genji: Pueblo de las montañas de los desiertos Talos. Pese a residir en territorios peligrosos, han sobrevivido gracias a sus numerosos guerreros, maestros del Ketan.
-          Ketan: Religión, filosofía de los Genji. También se llama así a su arte marcial.
-          Khara: Mi maestra
-          Ersan Arkra: Amigo de la infancia. Actual Guerrero Genji en misión.
-          Hera Tetsu: Amiga de la infancia. No pudo realizar su prueba de aptitud y sigue siendo estudiante.
-          Hakai: Mi espada

Los seis poblados Genji

-          Amnur Oka: Capital Genji
-          Karanas
-          Oshoren
-          Arak Omir
-          Arkras Ethra: Poblado natal
-          Kewayama





miércoles, 18 de febrero de 2015

Eric Stormcaller

La noche era tormentosa, un buen momento para cumplir su último plan, en los momentos en que el clima es inestable, las normas de la creación se relajan por unos instantes para disfrutar el espectáculo, pues ¿que hay mas parecido a la magia que una buena noche de tormenta? Donde los límites se diluyen, y las fronteras se desdibujan.

Y además de un buen momento posiblemente fuese la última oportunidad, ya notaba los huesos cansados de tantos años, su cabeza pesada de tanto estudio, sus músculos agotados de tanto luchar, y su poder, aunque sin duda respetable, cada vez más esquivo, más descontrolado.

Pero si todo salía bien, pronto entraría dentro de la historia de la magia con letras mayúsculas... Bueno, siendo realista lo más seguro es que nadie más sabría si había salido bien o mal, a fin de cuentas esa era la ventaja de la buena magia, que nadie más que él mismo sabría que había pasado en realidad.

Unas cosas se transmutarían en otras de forma casi natural, como sucede en todo momento incluso sin magia, y en medio de esos cambios, su voluntad daría un pequeño empujón, un enorme salto, y todo habría acabado, y volvería a empezar, algo moriría para siempre, y algo empezaría una nueva vida.

Jugueteo con su piedra del cambio, colgada de su cuello, una última vez. Sin duda esta versión le había dado un gran servicio, hecha de mithril (algo innecesario, pero todo buen mago tenia que hacer algo de ostentación en ocasiones), con la forma de una gota casi perfecta, marcada con su sello personal, y con un corazón de energía pura. Una autentica obra de arte, y no solo porque era fruto del trabajo de un artesano que haría palidecer incluso a algunos artífices enanos, sino porque la había imbuido con una parte de su ser, de su poder, y de su voluntad, creando un artefacto casi inteligente.

En un futuro tendría que hacer otra igual, ahora que ya sabia como se hacían a la perfección, pero la separación de algo así sería dura. También sería duro despedirse de Glamraugh, su familiar, una joven dragón ávida de conocimiento, y que respetaba al viejo mago por todo lo que había conseguido para finalizar la última guerra contra los gigantes.

Del resto de gente no sería difícil, de hecho ya había decidido tiempo atrás no despedirse de nadie más, y no tenia motivos para cambiar de opinión. Su antiguo grupo, que tanto había hecho, se había separado, muchos estaban lejos, ocupados en sus recién adquiridos tronos cubiertos de tanta gloria y títulos que no podían avanzar dos pasos sin tropezarse con alguna obligación nueva. Por ellos el nuevo viaje tenía que comenzarlo solo, y cuando fuese el momento podrían volver a juntarse. No le quedaba familia directa, y los habitantes de la zona, aunque amigables con él, le tenían por un viejo cascarrabias más peligroso que loco. Incluso los dirigentes de la casa Argelam le consideraban más un estorbo que un valioso consejero. Estúpidos...

Cualquiera de ellos se volvería igual de loco y de cascarrabias si hubiese tenido que aguantar el peso que el llevaba aguantando años, pero así no podía hacer más, era libre de partir al descanso eterno, o de ejecutar el complicado plan, e intentar evitar la locura que estaba aquejando a los humanos, la guerra contra los enanos no podía traer nada bueno.

Era un plan arriesgado, pero sin riesgo no hay gloria, y poniendo en una balanza sus actos a lo largo de su vida, estaba claro que había hecho mucho bien, y había recibido poca recompensa por ello, y aunque los clérigos solían decir que recibiría el premio por sus buenas acciones en presencia de los dioses, hacia años que estaba pensando (egoístamente) que merecía algún otro tipo de compensación.

Una vida de sacrificio trabajo y esfuerzo lo mínimo que debería ser premiada con un tiempo similar de descanso y tranquilidad, o incluso una nueva gloria. Pero no podía hacerlo con su cuerpo actual, cansado, viejo, marchito, y aquejado de tantos achaques que nadie le tomaba ya en serio...

Se despidió de Glamrauch de forma temporal, ella tenía que partir hacia el norte a hablar con los elfos, a ponerles al día de los planes de los humanos y de sus propios planes, si los elfos no actuaban a tiempo el caos podía volver a arrasar el continente en forma de una guerra racial como nunca antes se había visto, posiblemente peor que la caída original de los gigantes.

Después de despedirse de Glamrauch, bajó a la base de la torre, a la sala de rituales donde todo estaba preparado, los materiales para el hechizo, el contenedor para su nuevo cuerpo, el circulo de protección y contención, solo faltaba tomar lugar en medio del circulo, y dejar la piedra del cambio encima del contenedor.

Comenzó los ensalmos y encantamientos necesarios, mientras fuera la tormenta descargaba su furia cada vez más cerca....


La noche cada vez parecía peor, por la tarde ya habían tenido una pelea con goblins, y ahora cuando ya estaban tranquilos en la posada, secos mientras la tormenta estaba descargando su furia contra Fallcliff, y ahora les llegaba el aviso de que la gente que estaba asegurando los barcos había desaparecido, y Jason no daba señales de vida.

Con una rápida orden mandó a Achiles que cogiese a Arya y la llevase a casa, la tormenta no parecia que fuese a arreciar en breve, y Arya odiaba estar sola desde la muerte de su madre. Argo y su hermano intentarían ocuparse del tema, al menos había que confirmar que los barcos estaban asegurados, y encontrar a la gente.

Se les unieron, Ellaria una vestal de Mithras a la que habían conocido, y ayudado aquella misma tarde, y una mercenaria llamada Amae Karen, con unas sorprendentes capacidades de combate, que era quien realmente había acabado con la mayoría de los goblins, así que su ayuda seguramente sería inestimable.

La tormenta empezaba a golpearles, así que se ataron para intentar no separarse, y aguantar mejor el temporal, pero de poco sirvió, cuando estaban llegando cerca de la costa, una ola les atrapó, y arrastró a Argo lejos del resto, en apariencia alguien había cortado la cuerda.

Cayó en un saliente de piedra antes de llegar al agua, y casi perdió el conocimiento, al lado de una cueva, y un estrecho pasaje que no le sonaba familiar, cerca del agua, pero lejos de sus compañeros.

La cueva parecía nueva fruto de un desprendimiento reciente, así que se quedó en la zona de la entrada para no mojarse, pero no arriesgarse a caer en un agujero que no viese, pero preocupado por su hermano y sus compañeras, alguien había cortado la cuerda, y seguramente estaría atacándoles, hasta que empezó a escuchar un ronco gruñido.

Con un solo movimiento fluido se giró con la lanza preparada para encontrarse en frente lo que parecían dos puntos de luz, que poco después a la luz de un rayo demostraron pertenecer a un enorme oso que estaba al fondo de la cueva.

Parece que el oso había decidido cubrirse en la misma cueva en la que Argo había caído, igual no fue buena idea después de todo bajar sin esperar refuerzos o encontrar a Jason.

Argo se encaró lentamente poniendo la lanza por delante, en un triste intento de mantener al oso a distancia, pero parecía que el cazador ahora era la presa de un depredador mucho mayor.

El oso se acercó lentamente gruñendo de forma ronca, mientras Argo se preparaba para recibir una embestida que parecía no llegar nunca. Un trueno resonó, y mientras Argo se distraía un instante, el oso aprovecho para arrancar la lanza de sus manos.

Sacó un cuchillo como buenamente pudo, un triste consuelo contra el enorme animal que estaba encima suyo, y que con un segundo ataque casi le arrancó el brazo izquierdo.

Trastabilló como pudo hasta la entrada de la cueva, con el oso siguiéndole de cerca, casi como si jugase con su comida, mientras la imagen de sus hijos empezó a aflorar en su mente.


Un gran destello iluminó la cueva al impactar un rayo en el cuerpo agonizante de Argo, paralizando la acción. El cuerpo del oso salió despedido al fondo de la cueva, mientras él salía despedido en sentido contrario, y con su último aliento vio una sombra que no debería de existir en lo alto de una colina, una majestuosa torre paralizada entre instantes de tiempo.
Entonces un gran destello seguido de un tremendo sonido interrumpió el encantamiento en uno de los momentos más críticos, y las leyes de la física se detuvieron un instante mientras decidían que sentido retomar, y decidieron plegarse a los deseos del mago, pero según su ropio capricho, y por un momento la torre impactada por el rayo desapareció de la existencia
Y cazador y mago se encontraron en el mismo espacio, y la magia cumplió su cometido, permitiendo el salto de la consciencia en el tiempo.

Por un momento se sintió pletórico de fuerzas, más joven, más vivo, pero empezó a notar el dolor en el brazo, y vio un oso cerca claramente asustado. Con una pequeña fracción de su poder puso al oso a dormir, y luego con un poco más de fuerzas mágicas regeneró su brazo. Miró a su alrededor, y no encontró los familiares muros de su torre, ni el paisaje de colinas al que estaba acostumbrado.

Algo había salido mal, pero a la vez todo parecía seguir su plan. Ahora podría disfrutar una vida nueva, sin necesidad de todos los libros, ni el estudio, pues lo recordaba todo, o eso creía...

Entonces recordó que sus compañeros estaban siendo atacados cerca de allí por un atacante desconocido.
Notaba como su poder estaba muy tocado por el uso de hechizos tan poderosos, pero aún le quedaba lo justo para acercarse hasta ellos y ayudarles.




domingo, 23 de noviembre de 2014

Amae Karen, conjunto de "Verano"

Os dejo un dibujo de Amae Karen entrenando, con las ropas propias de territorios calurosos.

Y tras pasar el proceso de coloreado:


Amae Karen

Mi nombre es Amae Karen, lo que en el idioma de los Genji significa "Piedra lisa". El porqué de la elección de ese nombre se lo deberéis preguntar a mi maestra, Khara, pues son éstos, los maestros Genji, los que otorgan un nuevo nombre a nuestros guerreros, o como es mi caso, a los iniciados.

Para nosotros los nombres son importantes, hablan de nosotros antes de que lleguemos, antes que nuestros actos. Y los grandes nombres son conocidos por todos los Genji, incluso por los bárbaros, y pasan de generación en generación como un gran legado. En cualquier caso, el mío significa firmeza y convicción, pero también incertidumbre. Una piedra puede convertirse en una útil herramienta, una letal arma, una exquisita obra de arte... o permanecer eternamente como un simple guijarro.

Es por eso que decidí, como muchos de los míos, a abandonar mi ciudad para llegar a convertirme en una gran mercenaria Genji y ganarme, si es mi destino, un nombre legendario. Descubriré mi verdadero potencial, tendré el honor de contribuir a la sustentación económica de mi ciudad y trataré de extender la gloria de mi pueblo por todo el mundo. Las palabras mercenario Genji deben ser sinónimos  “fuerza” y “honor”, asegurar el éxito en las empresas que emprendan nuestros patronos e inspirar temor en los corazones de nuestros enemigos.
 

martes, 27 de abril de 2010

Des Ann, Kane, Kurt, Lys, Medrash y Tarja

Después de unos cuantos meses de silencio, retomo los aportes gráficos con este dibujo del grupo de "malos".
Como siempre intento plasmar mi visión de cada personaje, aunque a estas alturas creo que más o menos ya todos nos imaginamos de forma similar. Espero que os guste ;)

domingo, 6 de diciembre de 2009

Gwen

La mítica maga de la espada, mitad elfa, mitad dragón. Gwen formó parte del grupo de héroes que derrotó los ejércitos oscuros en la primera edad. Su carácter autoritario y carismático la convirtieron en el nexo de unión del grupo, siendo querida y respetada por todos. Su tremendo poder e inagotable energía hicieron temblar hasta los más poderosos enemigos, y junto a sus compañeros derrotó ejércitos enteros. Pero sobre todo es recordada por la labor de reconstrucción de la civilización que siguió a la gran guerra, fundando uno de los dos primeros reinos humanos y convirtiéndose en la primera emperatriz de Alexandria.

Gwen

viernes, 20 de noviembre de 2009

Cuidado con el señor Hawklight...

El misterioso viajero llegó por fin a la posada "El último Kraken", una de las más cercanas al puerto y famosa por acoger a veteranos marineros o jóvenes que quisieran serlo (además de por la hija del tabernero y el excelente guiso de buey con guisantes). Desde que decidió partir de su cómodo hogar apenas había parado para descansar o tomar un bocado, y su mente estaba demasiado obsesionada con la información que había descubierto como para quejarse de algo tan nimio como la falta de horas de sueño o comida. Tenía un plan y lo iba a llevar a cabo, tenía que hacerlo.
Consigo no llevaba demasiado. En contra de lo habitual en una persona como él, se había desprendido de todo lo inútil. Había vendido la mayoría de las joyas y muebles, y despedido a sus criados, invirtiendo ese dinero en aquello que pudiese llevar en su última gran pertenencia, el majestuoso Viento Fuerte. Había dado orden de que cargasen las bodegas con las telas y especias que había comprado a buen precio (ni en una circunstancia como ésta perdía el olfato por los negocios y la satisfacción por conseguir una ganga) mientras se trasladaba de su casa en el interior a la ciudad portuaria donde tenía amarrado el barco.
Los preparativos ya deberían estar casi listos, así que sólo necesitaba encontrar una tripulación capaz. El viaje sería peligroso, pues se encaminaba a tierras "custodiadas" por los codiciosos y crueles Escorpiones, pero en los tiempos que corrían no era demasiado difícil encontrar gente lo suficientemente desesperada o chalada como para aceptar el trabajo. Después de cenar habló con el tabernero y puso un cartel con la oferta en la entrada de la taberna. Si todo funcionaba según lo previsto mañana por la tarde debería acudir una buena colección de marineros, rufianes, vividores y aventureros atraídos por la generosa retribución.
Y así fue. Una hora antes de lo previsto la posada estaba plagada de gente de lo más variopinta. Ni en sus mejores expectativas había supuesto una acogida tan buena, ahora debía poner todos sus sentidos en escoger a las personas que lo mismo podían salvarle la vida que condenarle sin remisión. Todos fueron pasando por su mesa. Ya había seleccionado a un veterano capataz, una capitana con pinta de dura, un coloso negro que sería útil si las cosas se ponían feas, unos cuanto jóvenes habilidosos, un cartógrafo enano y un curioso ser de madera deseoso de conocer mundo (bueno, este último insistió en viajar gratis, uno no es de piedra). Con ellos ya podía emprender su propia aventura. Se disponía a dar por finalizadas las entrevistas cuando les vio. El más exótico grupo (y ya era decir) que había visto en sus viajes. No sabía por qué, pero algo decía que debía contratarlos. Al fin y al cabo era mucho lo que estaba en juego, y él, Damian Hawklight debía poner toda la carne en el asador.


Damian

sábado, 14 de noviembre de 2009

Baris

Raza: Halfling
Clase: Hechicero caótico
Pasado: Desconocido. Lo único que sabemos de él son las numerosas cicatrices que marcan su cuerpo y su mente. Sin duda un acontecimiento traumático a trastocado su carácter volviéndole caprichoso, inestable, bipolar y... poderoso.

Baris

martes, 6 de octubre de 2009

Los comienzos de Daemigoth, el guerrero dragón

Este dibujo representa a Daemigoth al poco de comenzar sus aventuras con el resto del grupo. Pese al poco tiempo transcurrido desde que abandonó la ciudad en busca de aventuras, Daemigoth ya no es un chaval inocente y sin experiencia. Los acontecimientos vividos, las mil batallas libradas, el contacto con sus compañeros, la sabiduría de Valadia y el amor que siente por Daphne lo han curtido.
Aún no es un lider pero el peso del destino comienza a recaer en sus hombros.