El misterioso viajero llegó por fin a la posada "El último Kraken", una de las más cercanas al puerto y famosa por acoger a veteranos marineros o jóvenes que quisieran serlo (además de por la hija del tabernero y el excelente guiso de buey con guisantes). Desde que decidió partir de su cómodo hogar apenas había parado para descansar o tomar un bocado, y su mente estaba demasiado obsesionada con la información que había descubierto como para quejarse de algo tan nimio como la falta de horas de sueño o comida. Tenía un plan y lo iba a llevar a cabo, tenía que hacerlo.
Consigo no llevaba demasiado. En contra de lo habitual en una persona como él, se había desprendido de todo lo inútil. Había vendido la mayoría de las joyas y muebles, y despedido a sus criados, invirtiendo ese dinero en aquello que pudiese llevar en su última gran pertenencia, el majestuoso Viento Fuerte. Había dado orden de que cargasen las bodegas con las telas y especias que había comprado a buen precio (ni en una circunstancia como ésta perdía el olfato por los negocios y la satisfacción por conseguir una ganga) mientras se trasladaba de su casa en el interior a la ciudad portuaria donde tenía amarrado el barco.
Los preparativos ya deberían estar casi listos, así que sólo necesitaba encontrar una tripulación capaz. El viaje sería peligroso, pues se encaminaba a tierras "custodiadas" por los codiciosos y crueles Escorpiones, pero en los tiempos que corrían no era demasiado difícil encontrar gente lo suficientemente desesperada o chalada como para aceptar el trabajo. Después de cenar habló con el tabernero y puso un cartel con la oferta en la entrada de la taberna. Si todo funcionaba según lo previsto mañana por la tarde debería acudir una buena colección de marineros, rufianes, vividores y aventureros atraídos por la generosa retribución.
Y así fue. Una hora antes de lo previsto la posada estaba plagada de gente de lo más variopinta. Ni en sus mejores expectativas había supuesto una acogida tan buena, ahora debía poner todos sus sentidos en escoger a las personas que lo mismo podían salvarle la vida que condenarle sin remisión. Todos fueron pasando por su mesa. Ya había seleccionado a un veterano capataz, una capitana con pinta de dura, un coloso negro que sería útil si las cosas se ponían feas, unos cuanto jóvenes habilidosos, un cartógrafo enano y un curioso ser de madera deseoso de conocer mundo (bueno, este último insistió en viajar gratis, uno no es de piedra). Con ellos ya podía emprender su propia aventura. Se disponía a dar por finalizadas las entrevistas cuando les vio. El más exótico grupo (y ya era decir) que había visto en sus viajes. No sabía por qué, pero algo decía que debía contratarlos. Al fin y al cabo era mucho lo que estaba en juego, y él, Damian Hawklight debía poner toda la carne en el asador.
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Me ha encantado, tanto el relato como el dibujo.
ResponderEliminarLa verdad es que desde aquel primer encuentro no he podido despegarme del resto del variopinto grupo, ni para bien ni para mal, que todo sea dicho, debo mi supervivencia a permanecer con los demas. Aunque en ocasiones habria preferido hacer algun descubrimiento con mayor intimidad.
Si te describo a Des-An puedo conseguir otro de estos?
PD: Por si quieres ponerlo entre los demas personajes, aprovechando el dibujo.
Ataque: ¡Semblante aterrador de Anima!
Cita: Desconfiad de mi, podeis dar por sentado que yo, por principio, lo hare de vosotros.