A Kayrion le empezaba a doler la cabeza. Janice hablaba a tal velocidad que era difícil seguir el hilo de su conversación-monólogo. Sólo acertó a decir –“Bueno, a veces a los adultos…”
-“Pues eso, que no es justo”- le interrumpió Jani.-“¡Pero di algo, hombre, que estás muy callado! Seguro que tienes algo que decir, que parece que se te haya comido la lengua el gato. Igual es por eso que el hermano mayor de Johan dice que los paladines de Shiva sois todos unos reprimidos, y eso que adoráis a una tía medio en pelotas.”
“Pues vamos bien.”, pensó Kayrion.
“Y ya que estamos, ¿sabes lo que es un reprimido? Es que cada vez que lo pregunto me dicen que no me meta. Por qué cada vez que no quieren explicarte una cosa dicen que eso no es para niños. Es como cuando juntan a los caballos con las yeguas, o a las ovejas con los carneros, que nunca nos dejan quedarnos. Qué raros que sois los mayores. Pero respóndeme a algo, jolines.”
Aquello empezaba a ser demasiado para el infortunado paladín. Su jaqueca aumentaba por momentos, así que sólo acertó a responder.
-“Eso mejor se lo preguntas a tu padre, ¿vale, bonita?”
-“Pero es que no tengo.”- Protestó.
-“No lo sabía, lo siento”- Kayrion se reprendió mentalmente, sintiéndose culpable de haber hablado sin pensar. Tendría que haberse dado cuenta que no era lógico que la niña sólo mencionara a su madre. Tenía que tener más paciencia, eso era lo que dictaban las enseñanzas, y Jani sólo era una niña pequeña indefensa en medio de una tierra peligrosa que no entendía la mitad de las cosas que decía y encima se había tenido que criar sin un padre.
-“Bueno, se supone que sí que lo tengo, como todos los demás, pero nunca le he visto. Se fue hace mucho. La hermana de Ciren dice que dejó a mi mamá hace un montón, antes de que yo naciera. Y la señora Draira dice que mi papá era un caballero que se fue para luchar en la guerra. También dice que algún día volverá con mi mamá y conmigo, pero creo que eso lo dice sólo para animarme cuando estoy triste. Pero yo no necesito que me animen, en serio. Estoy muy bien con mi mamá. Ella es la mejor del mundo mundial y lo pasamos muy bien las dos juntas. Y seguro que mi padre era imbécil. Porque hay que ser imbécil para no querer estar con mi mamá, porque mi mamá es la mejor y hace unos pasteles de fruta que te cagas. Están muy ricos. Si te portas bien a lo mejor te doy unos pocos. Y no le digas que he dicho que te cagas, ¿vale? Esa es otra de las cosas que no le gusta que diga. Y tampoco le digas que he dicho que he dicho que mi papá es imbécil. No le gusta que hablen mal de él. Bueno, tampoco le gusta que hablen bien o regular de él, ¿sabes? Mi mamá se pone un poco triste cuando alguien le pregunta por mi papá, y se cabrea cuando alguien habla mal de él. Así que no hables de él si la ves, ¿vale? Y no te chives de nada de lo que he dicho.”- la niña se volvió y miró un instante al rostro del paladín. De repente y sin previo aviso le soltó.-“Oye, ¿no serás tú mi papá?”
Cogido totalmente por sorpresa, al infortunado paladín le dio un ataque de tos y se le pusieron los ojos como platos, horrorizado ante la mera idea de que aquello pudiera ser posible. No se calmó hasta que recordó que, gracias a los dioses, aquello era imposible. Finalmente acertó a responder.
-“Me temo que no. ¿Por qué lo preguntas?”
-“Pues porque dicen que mi papá era un caballero y era imbécil, y tu eres un enlatado y tienes cara de imbécil. O de idiota. ¿Qué era lo menos malo?”
Aquello empezaba a pasar de castaño a oscuro, y la paciencia del devoto paladín empezaba a agotarse. Intentar callar a esa niña era como intentar detener las mareas.-“Escucha, ¿no habíamos quedado en que dejarías de insultarme? Creía que teníamos un trato-“
-“¡Pero si es verdad!”- protestó la pequeña-“No te mosquees, pero es lo menos malo. No es mi culpa si no pareces muy listo. Y además, antes te cogí por sorpresa. Si hubiera sido un goblin te podría haber matado y luego te habría asado y luego te habría comido. Es lo que dicen que hacen los goblins con la gente que cogen. ¿O eran los orcos? ¿No serían los gnolls?”
Kayrion no pudo reprimir un suspiro, casi deseando haberse topado con cualquiera de esas criaturas antes que con esa pequeña con incontinencia verbal. Aquello habría sido rápido, y habría podido desembarazarse de cualquier criatura con muchos menos problemas. Al menos ahora no estaría soportando que le dijeran cosas que casi nadie osaría decirle ni estaría cubierto de trozos de manzanas, que empezaban a atraer a las moscas. Deseó fervientemente que Valadia hubiera estado con él. Ella seguro que habría sabido tratar con ese pequeño monstruo, pero sentía que a él la cosa le superaba.
Mientras tanto Jani proseguía incansable enumerando la mitad del bestiario más común-“¿O eran los ogros? No, espera, los trolls, seguro, seguro. No, espera. ¿No serían los gnomos? Ah, no, creo que los gnomos no eran. ¿Y cómo se llamaban esos bichos que son como lagartijas grandes puestas de pié? ¿Y los que son como lagartijas de pie pero más grandes? ¿Tú has visto cosas de esas? Seguro que sí. Tiene que ser divertido ir por ahí y ver todas esas cosas, pero todos me dicen que todavía soy demasiado pequeña.”- Comenzó a contarse los dedos de la mano derecha y añadió -“Ya tengo todos estos años”- dijo mostrando al mano extendida. Luego añadió un dedo más de la izquierda, y después otro que más tarde retiró, con cara de concentración. Finalmente mostró los seis dedos muy orgullosa. –“Todos estos”- recalcó –“Bueno, casi, pero queda muy poco para mi cumple. Pero no soy demasiado pequeña, seguro. Y soy muy rápida, y le gano a casi todos los demás niños, hasta a algunos que son mayores. Y no le tengo miedo a nada. Ni a los goblins, ni a los orcos ni, a lo gnomos, ni a nada.”
-“Ni siquiera a los caballeros armados, entrenados y mucho más grandes y fuertes que tú, ¿verdad?”- repuso Kayrion.
-“Pues claro que no. Y tú menos que ninguno. Está claro que no le harías daño ni a una mosca. Seguro que eres más inofensivo que un borreguito.”
Increíble, pensó. Años luchando contra todo tipo de monstruos innombrables para que una mocosa acabara dudando de su valía. Nunca se había considerado orgulloso, pero decidió que convenía empezar a marcar los puntos sobre las íes.
-“Pues debes saber que he combatido contra monstruos bastante peligrosos más de una vez. Incluso he luchado contra dragones y los he vencido.”
-“Pues me parece muy mal. Los dragones molan. No habrás matado a ninguno, ¿verdad? Y si lo has hecho seguro que no ibas tú solo. A mí me gustan los dragones. En casa tengo muchos dibujos de muchos dragones, y me gustan. Sobre todo los que son como de color plata. No habrás matado a uno de esos, ¿no? Porque me gustan mucho, y dice mi mamá que son muy listos y muy buenos. Si le has hecho daño a uno eres un ruin. Oye, Karian, ¿que es un ruin?
-“Alguien malo y cobarde. Y me llamo Kayrion, no Karian. Y nunca he peleado contra un dragón plateado, ya sé que esos son defensores del bien. Todos a los que me enfrenté eran malvados. Anda, no te enfades.”
La situación era surrealista. Ahí estaba uno de los héroes más reconocidos de Areos dándole explicaciones a una mocosa que ni siquiera tenía idea de lo cerca que había estado el mundo del desastre total.
-“Pues menos mal. Bueno, te perdono. Pero no lo vuelvas a hacer.” – De repente señaló al frente y dijo.-“Hey, mira, ahí esta mi pueblo.”
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