jueves, 11 de junio de 2015

Crónicas del ocaso V (A): Intrigas en la corte

Por fin,  al doblar una amplia curva en el camino, tras media jornada de camino, y después de sobrevivir  a la emboscada urdida por una avanzadilla de la hermandad del cráneo rojo, el grupo  vislumbró la ciudad de Malfer. La calzada bajaba recta como una flecha hacia el antiguo valle, ahora semi inundado y repleto de zonas pantanosas.
Y en el centro se levantaba, majestuosa, la antigua capital. La ciudad estaba rodeada por una enorme muralla, salvo en el lado oriental, donde las fortificaciones pasaban de una imponente pared  a una masa informe, como ríos de cera en una vela, hasta sumergirse bajo las aguas. Peso a ello, la vista le quitaba el aliento a Amae Karén. Estaba cansada y muy dolorida tras las graves heridas sufridas en el combate, y lo que más deseaba tras las la locura de las últimas semanas era descansar en una cama limpia al calor del hogar.
Los genji, pese a renunciar a los lujos, y a soportar la dureza de la vida en las montañas, apreciaban como cualquier otro pueblo la comodidad y la seguridad. Sus casas, aunque carentes de filigranas, eran sólidas y bien construidas. Con anchos muros de piedra que aportaban calor en invierno y frescor en los calurosos veranos. Todas las casas contaban con chimenea y fresquera,  además de cómodas camas con colchones de lana de oveja y mantas de piel, y otras comodidades como mesas, sillas y algunos muebles de sólida madera, importada de las tierras del sur gracias al oro enviado por los guerreros. Eso sin duda era muchísimo más de lo que contaban la mayoría de los hogares de la plebe de las grandes casas, que apenas tenían para mantener vivas a sus familias.
Salvo escasos oasis de prosperidad, los sitios que habían visitado, las posadas en las que habían descansado, apenas eran cuchitriles pestilentes, con camas de paja infestadas de chinches y paredes de madera carcomida y mohosa. Y ante ellos se levantaba una muralla, un palacio construido por cientos, quizá miles de personas para servir a unos señores de los que sólo conocían su apellido y blasón.
Estaba pensando todas estas cosas, reafirmándome en la idea de que la mayoría de los extranjeros eran barbaros, cunado crucé mi mirada con la de Galen. Él era noble, el heredero de una gran casa, aunque me costaba pensar en Galen como tal. Era distinto, distinto de las historias contadas por los guerreros que habían ejercido como guardaespaldas, distinto de Lord Urming Crabber o Lady Alexia. Él era justo y bueno. Un valiente guerrero. No dudaba en defender a los débiles de las injusticias, y lo hacía porque quería, pues lo más fácil hubiera sido abandonarse a una vida de frivolidades en el seno de su castillo. Y además era innegablemente guapo. Me lo había imaginado unas cuantas veces sin armadura, ni nada más, pero me parecía poco procedente decirle sin más si quería tener sexo conmigo. Mi aún limitado dominio del idioma común, unido a las diferencias culturales, hacía que lo que en Arkras Ethra fuera tan natural, aquí pareciese una proposición torpe e incluso sucia, tanto que hasta a mí me resultase bochornoso.  Estaba sumida en estos pensamientos cuando de repente recuperé la  consciencia de mi entorno. Como si me quitasen una venda de los ojos me concenetré nuevamente en mis sentidos.  Achiles hacía algún comentario sobre el estado ruinoso de la ciudad, Dereck torcía el gesto, con la mirada perdida en algún momento del pasado. Ellaria caminaba con paso decidido, con la seguridad que sólo tienen los que persiguen su destino, Eric estaba quieto, contemplando el paisaje con gesto serio. Y Galen aferraba con fuerza las riendas de su caballo, al que conducía a pie con paso lento y pesado, como un niño que trata de retrasar la llegada a su casa. Pensándolo mejor, quizá fuera exactamente eso, solo que no era un niño, y la casa era un castillo.
Tras el ímpetu inicial de Achiles avanzamos en silencio, unos sobrecogidos, otros pensativos, todos cansados, hasta que llegamos a las puertas de la ciudad. El rostro de Galen cambió por completo, todo atisbo de duda desapareció, y cuando los guardias nos exigieron identificarnos, se presentó como Lord Galen , de la casa Argelan. Nos abrieron paso inmediatamente, y dos de los guardias nos escoltaron hasta palacio. Atravesamos rápidamente la ciudad, y al llegar nos acomodaron en lujosas habitaciones, absurdamente grandes y llenas de objetos de dudosa utilidad. Incluso nos ofrecieron sirvientes, e indicaron que nos adecentásemos para hablar con Lady Bralecia Beimeth, regente de la casa Argelan y madre de Galen. Me sentía incómoda, y notaba en la nuca las miradas y cuchicheos mal disimulados de sirvientes e incluso guardias. No me gustaba este lugar. Tomé un baño, renunciando a las atenciones de Brigette, una sirvienta que me habían invitado a aceptar, y pese a las súplicas de la doncella, escogí un espartano vestido blanco de lino, con la única nota decorativa del cinturón que me identificaba como Kenshi (guerrero Genji).
Y así, descalza, salí a reunirme con el resto.  Dereck y Eric ya estaban en la salita cuando llegué. Eric lucía con porte unas ostentosas ropas de color verde y plata, y Dereck unas de igual confección de un llamativo azul y amarillo. Me reconfortó pensar que al menos él se sentía igual de incómodo con esta situación. Achiles llegó al rato, al verme comentó que no se imaginaba que bajo el polvo del camino y la sangre de los enemigos hubiese una mujer, pero desistió de seguir poniendo a prueba su ingenio en cuanto vio mi gesto serio. Apareció Ellaria, bellísima (para qué negarlo) en un incómodo vestido azul. Y finalmente llego Galen, con ropajes escarlata y una brillante armadura plateada. De la salita pasamos al pasillo principal, donde unas grandes puertas estaban custodiadas por dos figuras familiares. Al ver a Galen, en lugar de inclinarse, como hacía el resto de guardias, Alethra y Sir Frhaumann se abalanzaron sobre él, lanzando improperios. Alethra le cruzó la cara de una bofetada y cuando el toro negro quitó sus enormes manos de los hombros de su Lord, este recuperó cinco centímetros de estatura y sus mejillas volvieron al color rosáceo que aporta la sangre en las venas. Y tras esta curiosa bienvenida, la guardia pretoriana abrió las puertas del salón de audiencias, donde nos esperaba Lady Bralecia, regente de la casa, acompañada de su hija, Lady Gwinna, hermana de Galen y elegida de Zarus, su sobrino, Noah Argelan, comandante de la guardia, y Josef Argelan, el erudito guardián del conocimiento de la casa.
Las palabras de Bralecia fueron corteses, fruto de la costumbre, pero su tono destilaba una total indiferencia, como si estuviese hablando al pichón de su plato en la cena. La calidez de su discurso aumentó levemente al dirigirse a su hijo, pero el clímax de sus emociones llegó al recordarnos el evento para el que había llegado Galen y por el que todo el pueblo “ardía de expectación”. Su casamiento con Lady Libette Valeris, undécima hija de Lord Aleister Valeris. Su llegada se produciría en sólo dos días, y las nupcias serían inminentes.
Estaba estupefacta, no por la noticia en sí, ni siquiera por el atisbo de dolor que cruzó la cara de Galen como un rayo, y desapareciendo como tal. Tampoco por los pensamientos íntimos que había tenido sobre Galen, no, me sentía helada porque la noticia me había herido. ¿Pero por qué? Que Galen se casase con quien quisiera (o con quien quisiera su madre). Y si no quería esta boda, era un adulto para negarse. ¿Por qué shikabe (excremento de animal, usado por los Genji para maldecir) se había sentido así? Estaba avergonzada y de repente temí que el resto se diera cuenta. Shikabe, segundo error, no importaba en absoluto lo que pensase el resto, me dije. Apenas llevaba unas horas en aquel lugar y ya empezaba a actuar como una niña asustada. Yo, que había superado mi Kensa (prueba para convertirse en Kenshi, o guerrero Genji) y luchado contra bandidos, wargos, ogros e incluso un troll.
En cuanto nos excusaron salimos de la sala. Eric comenzó a hablar con Josef, el guardián del conocimiento, preguntándole seguro por la biblioteca hundida, y Galen nos dejó, ocupado por sus obligaciones en la corte. Quedamos en vernos en la cena, que sería una celebración en honor de Lord Galen Argelan (mejor que me acostumbrara a decir su nombre completo). Con resignación fui a mis aposentos a prepararme para la cena.  O eso se suponía que debería de hacer, pues en lugar de ello aproveché las dos horas para hacer unos estiramientos y repetir una y otra vez las 66 katas.
Finalmente me presenté en la cena con el mismo atuendo que en la recepción, con la piel brillante fruto del ejercicio. Me sentó junto a Ellaria y Achiles, que comentaban la noticia del casamiento. Ellaria hablaba con conocidos y extraños, y sus ojos no paraban de recorrer la estancia, mientras sonreía a su interlocutor.  Achiles, que mantenía una conversación con su tío, se quedó mudo en cuanto vio a una chica, que luego nos presentarían como Esabel Argelan, prima de Galen. A Eric se le veía cómodo en aquel ambiente, como si por increíble que parezca su historia fuese cierta, lo que chocaba con la torpeza de su “hermano”. Me sentía abrumada por tanto artificio, tantas personas, tanta pompa y a la vez tanta frialdad. Sentía cómo el sudor se congelaba en la espalda y al rato perdí el hilo de las conversaciones, las miradas, lo bailes y pavoneos de cuantos me rodeaban. Sentía que no podía respirar y ante la mirada preocupada de Ellaria opté por levantarme y salir (o mejor dicho, huir) a los jardines. Necesitaba tomar el aire, sentir la mirada de las estrellas, estar sola, meditar.
Recorrí los laberínticos caminos hasta llegar a un gran banco de piedra junto a una fuente. Allí, con las manos en las rodillas, me tumbé a contemplar las estrellas. Y por primera vez en mucho tiempo me acordé de mi familia, antes de ingresar en el templo.  Contemplé las constelaciones. Juntas, las estrellas proclamaban el poder de los dioses que representaban, y por primera vez desde que llegué a la capital, quedé en paz. Le oí venir desde lejos. Me incorporé y oculté en las sombras, hasta que ví aparecer a Galen. Avanzaba mirando el suelo, y se sentó en el mismo banco que segundos antes había ocupado.  Salí de las sombras.
-         
– Hola Galen. 
Galen se sobresaltó.
– Buenas noches Amae Karen. Siento no haber podido dedicaros más tiempo en hoy, asuntos de la corte, ya sabes – Dijo disculpándose mientras rehuía el contacto visual.
– ¿Tú también querías escapar de todo esto?
– Sí, muchas personas, muchas paredes, muchas luces y ruido. Nos impiden ver, mejor aquí. Aquí oír y ver y pensar mejor. – Me sentía torpe, me costaba describir todo aquello en su idioma, incluso me hubiera costado en mi lengua.
– Te entiendo, yo he nacido entre estos muros, me he criado preparándome para esto, y aun así a veces dan ganas de salir corriendo.
– Me miró, sus ojos denotaban una gran angustia.  Sin darme cuenta mi mano cogía la suya. – Lo siento, sé que debería habéroslo dicho antes. Me he dicho a mí mismo mil veces que este viaje no era por mí, aquella nota decía que debía encontrar al llegado en la tormenta, pero ahora que estoy aquí me pregunto si simplemente estaba huyendo.
– No quieres boda, ¿verdad? – Shikabe, pues claro que no, no me expresaba bien en su idioma, pero ahora parecía imbécil.
Galen sonrió – una sonrisa preciosa  - La verdad es que no, ni siquiera conozco a Lady Libette. Pero debo hacerlo, la prosperidad de mi casa depende de ello… Y cancelarlo no es una opción. Sería un desastre…  Debo volver, los demás se extrañarán por mi ausencia. – Se levantó, pero seguía sosteniendo su mano.
Sin pensar tiré de ella, le di la vuelta y nuestros labios se encontraron en un largo y apasionado beso.  No sé cuánto tiempo transcurrió, pero de repente Galen se separó. Fue como si el mundo hubiera caído sobre sus hombros. La culpabilidad se reflejaba en su mirada. Noté que le perdía y le apreté contra mí. No lo quería dejar escapar. Su cuerpo reaccionó inmediatamente, y esta vez fue el quien me besó. Le empujé contra los setos mientras llevaba mi mano a sus pantalones. Notaba toda su excitación y ya estaba desanudando hábilmente el cinturón con una sola mano cuando me paró.
– Aquí no, podrían vernos.
Que nos vean, pensé, me da igual. Me sentía bien, y de repente mis embotados sentidos estallaban en un millón de sensaciones, como si tuviera cien ojos y oídos. Pero no dije nada, y le seguí, sumisa. Me condujo a sus aposentos (y yo que pensaba que los míos eran inmensos) y allí pasamos toda la noche, en un frenesí de sábanas, caricias, besos… y sexo. Recorrí  todo su impresionante cuerpo, y él hizo lo propio con el mío. Estaba inseguro y desatado a la vez, y rápidamente tomé el control de la situación. Aquella noche no dormimos, y sólo nos separamos al despuntar el alba. A aquellas horas la puerta estaría custodiada por guardias, así que decidí salir por una de las altas ventanas que daban al patio.
Me dirigí a mi cuarto, pero desistí de dormir algo. En su lugar me vestí con mis ropas habituales, ahora limpias, y salí a hacer mis ejercicios. Achiles fue el primero en dar conmigo. Quería continuar con su entrenamiento, pero no me sentía con fuerzas para hablar del Ketan. A decir verdad, no me sentía con autoridad para hablar del Ketan, y mucho menos para tratar de enseñarlo después de lo de anoche. Le mandé a correr por todo el palacio, con la excusa de que había comido mucho más de lo que su cuerpo necesitaba en la cena de ayer. Me quedé en los jardines, entrenando, pero no terminaba de concentrarme. Notaba como el Ki se me escapaba entre los dedos, y de nuevo me sentía torpe. Entonces llegó Ellaria. Le bastaron tres frases para notar que me pasaba algo. A ella era difícil ocultarle un secreto, y yo necesitaba hablar con un amigo, y Ellaria era la única a cientos de kilómetros. Cuando se lo conté se quedó estupefacta, y cuando dije “follar” casi me escupe el desayuno. Permaneció en silencio hasta casi un minuto después de terminar mi relato, tras lo cual me abrazó. Al contarlo en voz alta, y ver su expresión empecé a ser más consciente de lo sucedido, de las implicaciones de nuestras acciones.  Ellaria se marchó a presentar sus respetos al templo de Isthar, no sin antes prometerme que volveríamos a hablar cuanto antes.
Me disponía a recorrer la ciudad cuando me crucé con Alethra. A pesar de mi embotamiento del día anterior me percaté de su reacción al anunciarse la unión de Galen con Lady Libette. Suponía que, dado que se conocían desde hace años, habrían compartido lecho más de una vez. Estaba visiblemente incómoda, me dijo que Galen la había enviado para enseñarme la ciudad. Sus palabras decían todo lo contrario que sus ojos, así que tuve la prudencia de declinar su oferta tras preguntar por la ubicación de algún mercader Genji. Así que finalmente salí a la gran ciudad de Malfer, en dirección al barrio hundido. Las estructuras majestuosas iban reduciendo sus dimensiones , y las calles empedradas se tornaban en caminos embarrados primero e inundados después. Y tras preguntar un par de veces llegué a las puertas de un sencillo establecimiento. La puerta de madera en mitad de la pared encalada estaba flanqueada por un par de farolillos de papel escarlatas. Sin duda estaba en el lugar correcto. Entré sin llamar, y tras el mostrador, sumido en la oscuridad, se encontraba un hombre de piel oscura, más que la mía, cabeza rapada y la musculatura característica de un Khensi. Se presentó como Koro’Isal, que en Genji significa “Puñal Destello”. Le entregué mi tributo, casi todo el dinero que había reunido en las últimas semanas, la nada despreciable cantidad de más de ciento cincuenta monedas de oro. Esa cantidad serviría para adquirir víveres y materiales en Arkras Ethra, aumentar las reservas de su monasterio y nutrir el tributo que nuestros poblados hacían al templo de Amnur Okai, nuestra capital. Tras el tributo, Koro’Isal me informó de un Satsuje, un encargo especial proveniente directamente   de un templo. Eran poco habituales, y solían involucrar a enemigos del Ketan. Personas que ponía en peligro el equilibrio o la existencia misma de los templos. Shikabe, conocía el nombre, demasiada genta lo conocía, era Aryon Talos. Acabar con cualquiera que tuviese uno de los siete apellidos implicaba un enorme riesgo, y era osado hasta para un Satsuje. Y además lo conocía. Había visitado su monasterio años atrás, incluso se había acostado un par de veces con él, pero no le gustaba, al menos tras los encontronazos que tuvo con Ersan Arkra. Era brabucón y vividor, despreciaba el Ketan y buscaba demasiadas veces el camino fácil. No se habría acercado a kilómetros de un monasterio Genji de no tener el apellido Talos. Pero de ahí a que los monasterios exigieran su muerte. Debía haber hecho algo terrible.
Después de aquello volvió a palacio, donde había quedado con Ellaria para retomar la conversación interrumpida. Ella la preguntaba por sus sentimientos, sobre que iban a hacer, si había sido una locura de una noche. Y yo no sabía que responder. ¿Había sido sólo una noche? Lo recordaba como algo lejano, casi irreal. Hasta que recordó el abrazo de sus poderosos brazos, el tacto de sus manos y el calor de sus besos. De repente le  pareció tenerlo a su lado. Intentó explicar sus sentimientos, pero en cuanto las palabras salían de su boca le parecían torpes y mal escogidas. El resto del día lo pasó vagando por los jardines. No vio a Galen en toda la jornada, ni siquiera en la cena. Sin duda había recapacitado y decidido cortar la relación de golpe. Era lo mejor, al final todas las preocupaciones que habían ocupado su mente durante todo el día habían sido en vano. Ellos continuarían su viaje, Lord Galen se quedaría donde le correspondía y ella continuaría con su vida. Sólo era un hombre, un gran hombre. Pero ella era una Kenshi, y una relación estable era prácticamente imposible. Llamaron a la puerta de su dormitorio, y al ver a Galen estas últimas reflexiones se hicieron añicos, y con lágrimas en los ojos me lancé a sus brazos, le hice entrar y ambos desatamos toda la frustración del día, todas las miradas de complicidad robadas en una noche de pasión.
– Creí que no volverías a mí – Dije entre sus brazos.
– No te voy a dejar Amae, te quiero. – Santo Kingu (líder de los Genji y del Ketan), había dicho aquella palabra. ¿Así que era tan fácil? ¿Todo lo que no atinaba a describir era eso? ¿Amor? Maldita sea, se supone que debía decir algo, pero no me salían las palabras.
– ¿Qué vamos a hacer? – Dije al final.
– No lo sé. Pero no me voy a separar de ti. Partiré con vosotros y perseguiré mi destino.
– Pero sabes que ser imposible ¿Verdad? No debí…
– No digas nada, no es culpa tuya. No es culpa de nadie. No elegimos cuándo ni de quién enamorarnos.
– Mañana hablar, hoy sólo a abrázame.
Y así concluyó su segunda noche en Malfer, en los brazos de su señor. Esta vez le tocó a Galen abandonar el lecho al amanecer. Tras el sexo había tenido tiempo para pensar. Galen se arriesgaba a todo, a la ira de su madre, el rechazo de su pueblo por mí. Pero había tomado una decisión, y yo debía respetar eso. Sólo debía asegurarme de una cosa, que decidiera libremente, no por miedo, arrepentimiento o compasión .
– Galen – Le interrumpí antes de que saliera – No me debes nada.
– No digas eso, claro que te debo mucho. Tú me has salvado.
– No importa qué decidas, te apoyaré. Mírame… no me debes nada.
– Será mejor que me vaya, estos días tendré que hacer mucho y dar demasiadas explicaciones.  – Me sonrió, y de repente lo que se venía encima no me pareció tan duro.  – Será difícil para ambos, sólo aguanta unos días.
Se despidió con un delicado beso. Y de nuevo me quedé allí plantada. En un territorio extraño, hostil. Hoy sería otro día interminable, Lady Libette y su séquito llegarían a la ciudad, y se celebraría un baile en su nombre.
Aquella misma mañana tomé el camino a la biblioteca hundida. No porque tuviera nada en concreto que consultar, sino porque me frustraba estar presa en aquella ciudad a la espera de que Ellaria decidiese continuar con su viaje, lo que no ocurriría hasta que Eric encontrase las respuestas que buscaba. Sabía que cometía un error, pues nada podía hacer, pero necesitaba saber de primera mano si nuestro compañero avanzaba en sus pesquisas, y de paso presionarle un poco para que no escatimase en esfuerzos en avanzar todo lo rápido que estuviese en su mano. Pero no era sólo que quisiera salir cuanto antes de aquella ciudad, realmente sentía que estábamos en peligro. Una sensación tan real como una aguja clavada en la espalda. Se sentía observada, y sabía que su relación con Galen no tardaría en estar en boca de todos.
Finalmente, tras atravesar innumerables pasillos, mostradores y escaleras llegué a la sala de lectura en la que se encontraba Eric. Cuando se percató de mi presencia me miró con su habitual sonrisa complaciente, mientras se frotaba los ojos cansados de la lectura.
– ¿Así que tú también vienes a meterme prisa?
– Sí – Respondí. – Tienes que darte prisa en tus búsquedas. Debemos abandonar la ciudad cuanto antes.
– Sí, sí,  como decía antes se pasó Galen con la misma petición. Ya estoy al tanto de vuestras intenciones…  Si te soy sincero, creo que os equivocáis en vuestro planteamiento. – Otra vez esa sonrisa, unido a que reducía nuestros sentimientos  a una cuestión de estrategia me empezó a sacar de mis casillas. – Como decía, creo que Galen  cometería un grave si sale huyendo… - Santo Kingu, ahora poco más o menos que le estaba llamando cobarde. Finalmente  me contuve y evité una contestación más hiriente.
– Nadie ha dicho que vaya a salir huyendo. Afrontará su destino, sea cual sea el que elija, con todas sus consecuencias.
– Sí, por supuesto, pero hay otras alternativas. Galen es el heredero de la casa Argelan, técnicamente podría tomar el control de la misma, pudiendo tomar ciertas decisiones como con quién contraer matrimonio. Claro está que al haberse pactado previamente el casamiento existe una gran cantidad de cuestiones diplomáticas a resolver, pero se han dado casos muchos peores… Como el que desencadenó la guerra del escorpión… Otra opción sería casarse con Lady Libette y tomarte a ti como amante… - Ya no podía seguir escuchando sus chorradas.
– Tú date prisa, lo que haga Galen es asunto suyo. Yo le apoyaré, decida lo que decida. ¿Crees que no le he dicho que se olvide de mí? Pero es adulto para tomar decisiones y elegir su destino.
– En la tarea que estoy realizando las prisas son poco menos que contraproducentes. Además, falta información, hay libros, secciones enteras que faltan. Esta biblioteca oculta muchos misterios…
En ese momento el silencio sepulcral de la biblioteca se vio interrumpido por el sonido retumbante de trompetas y tambores desde el exterior. Segundos después Esabel irrumpió en la sala dando voces.
– ¡Ya está aquí!, ¡El séquito de Lady Libette ya está aquí!
– Será mejor que subamos, sería una gran falta de cortesía no acudir a su recepción. – Dijo Eric.
Los tres abandonamos la biblioteca, y acudimos directamente a palacio, donde nos separamos para adecentarnos para la recepción. No sé por qué lo hice, quizá porque estuviese harta de que todos me mirasen por encima del hombro, quizá porque me sentía insegura y quería jugar mis cartas ante Galen, quizá porque me apetecía y podía.
Sea por lo que fuera, aquella vez renuncié al sobrio vestido de color blanco y le hice una petición especial a Brigette. Tras tomar un baño,  sujeté mis pechos con una cinta de seda negra, y elegí un largo vestido de color granate, que encajaba como un guante en mi fibroso cuerpo. La falda contaba con una abertura lateral hasta la cadera, lo que permitía vislumbrar fugazmente mis poderosas y largas piernas. El vestido se sostenía por un único hombro, dejando a la vista media espalda, hombro y brazo. Completé el conjunto con un brazalete de bronce sujeto al bíceps, y dos pulseras del mismo material. Al mirarme al espejo me sentí extraña, repasando mentalmente todos los inconvenientes del nuevo atuendo, pero en el fondo me sentí bien.
Al salir de mi cuarto me encontré con Ellaria. Cada vez que me cruzaba con ella me miraba con ojos compasivos. Quería ayudar, y sufría por no saber cómo. Hablamos un rato, y finalmente le dije que debía contárselo al grupo. No quería ponerles en peligro.
Pero los acontecimiento como suele ocurrir se precipitaron y no tuvimos ocasión de juntarnos antes de la recepción. Los hechos que acontecieron a continuación los recuerdo de forma difusa. Como ocurrió en la recepción del día anterior, notaba decenas de miradas clavadas en mi espalda, y ni a pesar de mi renovado aspecto, o quizá a causa de él, me seguía sintiendo juzgada por cuantos estaban presentes. Intenté mantener la vista al frente, pero me era imposible evitar lanzar miradas fugaces a Galen. Y lo que es peor, el parecía flaquear más que yo. En más de una ocasión cruzamos nuestras miradas, y si yo lo notaba, seguro que no sería la única. Por supuesto fue cortés con Lady Libette, que era terriblemente bella (lo que supongo se lo hizo todo más difícil), pero cualquiera notaría que pasaba algo más allá de la tensión de conocer a su prometida.  O quizá fueron sensaciones mías, incrementadas por el temor a lo inevitable, que mi relación con Galen saliera a la luz.
Como decía, no sé si pasaron minutos u horas, pero cuando nos dispensaron, salí de la sala como si me estuviera ahogando. Al cabo de un rato conseguimos reunirnos todos menos Galen, que estaba ocupado enseñándole el castillo a la joven Valeris.  Me disponía por fin a contarlo todo, ante la mirada aprobatoria de Ellaria cuando la puerta de se abrió de golpe. Apareció Lady Gwinna, la hermana de Galen con el rostro rojo de ira. Ambos habíamos estado desastrosos en la recepción, o en el mejor de los casos Galen era incapaz de ocultarle tal secreto a su hermana.
– Dime qué hay entre tú y mi hermano.  – Dijo con la voz cargada de ira.
– Creo que ya lo sabes – Tenía el rostro serio, sereno, y la miraba a los ojos. – En cualquier caso no soy quien para contar nada. Debes hablar con él.
– Escúchame bien, no eres bienvenida en esta ciudad, así que aléjate de mi hermano, coge tus harapos y vete de aquí cuanto antes.
Y sin mediar palabra se giró y abandonó la sala dando un portazo. Lentamente me giré para contemplar al grupo, que estaba inmerso en un silencio lleno de tensión. Hasta Achiles tenía gesto serio, y no quedaba rastro de la habitual media sonrisa de Eric.
– Bueno, ya lo sabéis. Siento no poder decir antes… - Me fallaban las palabras, en ese momento sólo quería desaparecer de la faz de Gaya. – Siento poneros en peligro…
– No tienes que disculparte Amae – Se apresuró a añadir Ellaria.
– No permitiré que os hagan daño por esto. Sólo Galen y yo debemos asumir consecuencias… - Empezaba a marearme, tenía que salir de allí. – Debemos estar preparados para lo que venga.
Los otros empezaron a hablar, hacer planes, sopesar cuánto le quedaba a Eric de búsqueda y qué opciones teníamos, pero yo no aguataba más. Salí de allí sin rumbo fijo, sólo necesitaba estar sola. La irrupción de Lady Gwinna había supuesto un baño de realidad. Pero lo que había ocurrido era de esperar, y la hermana de Galen sin duda no supondría la mayor oposición a nuestra relación.
Estaba agotada y me dolía la cabeza, así que esa noche tenía la intención de acostarme pronto.  Además, los últimos días apenas había dormido. Hoy no había podido estar con Galen a solas, y me moría por poder estar con alguien con quien poder hablar sin tapujos, de disfrutar los últimos instantes antes de que la noticia se extendiera entre todos, pero aquella noche no la pasé con él. Esa noche no tenía fuerzas  para escabullirme y llegar a sus aposentos, o de verle fugazmente en los jardines, así que fui directa al cuarto de Ellaria. Mi habitación era demasiado grande para mí sola, y sólo al contemplar la enorme cama vacía no podía dejar de pensar en las noches de pasión que habíamos vivido, y que a lo mejor no se repetirían… Como decía, entré en la habitación de Ellaria, que estaba vacía, y esperé hasta su llegada recostada en el sofá frente al hogar. Me despertaron con un delicado zarandeo. Era Ellaria que me miró con una media sonrisa cuando abrí los ojos.
– ¿Estás agotada verdad? Me dijo con ternura.
– Sí, hoy no quería sola… Tampoco te quería molestar…
– No digas tonterías. Hoy será nuestra noche de chicas. – Puso un gesto serio y solemne - Arreglaremos la humanidad y pondremos a los hombres en su sitio.
Una pausa, me quedé mirándola unos segundos, seguía seria, como con la cara como esculpida en mármol… hasta que rompí en una sonora carcajada. A los pocos segundos ella también empezó a reír. Reímos durante minutos, como para liberar toda la tensión que acumulamos en el estómago. Luego nos abrazamos, hablamos, reímos y lloramos juntas durante un par de horas, hasta que el sueño nos venció.
A la mañana siguiente desayunamos juntas, y de nuevo salí a los jardines, único refugio de tranquilidad en el bullicioso palacio. O al menos eso pensaba mientras hacía mis ejercicios hasta que apareció la mismísima Lady Libette… me estaba buscando. Cuando se acercó a mí, me sentí como una chiquilla a la que han pillado robando. Continué con mis ejercicios, como si nada sucediese.
– Eres Amae Karen ¿verdad? – Dijo casi como una súplica.
– Así es.
– Me han dicho que conocéis bien a Lord Galen… me preguntaba si podríais decirme cómo es, qué tipo de hombre es… - Santa Kingu, ¿Estaba jugando conmigo o realmente quería que fuera su confidente en estos temas?
– Galen es un hombre justo, fuerte y bueno. – Mi respuesta, pese a corta, pareció aliviarla.
– Me alegra oírlo, yo… no podría volver a Osten… - Su voz se quebraba. No sé lo que le esperaría en su casa, o lo que había dejado atrás, pero realmente estaba aterrada. De alguna forma sentía lástima por aquella muchacha, y no sabía que podía decir, o si siquiera debía decir algo para aliviar su dolor.
Cuando me disponía a abrir la boca, salió corriendo, como si de repente se arrepintiese de este encuentro. Pensaba dejarlo estar hasta que mi visión periférica captó una sombra en los tejados que salió disparada hacia ella. Salí corriendo tras ella, y tras un rápido sprint y dos largos saltos me planté sobre los setos que delimitaban en intrincado jardín. La figura oscura, de silueta femenina y con los atuendos propios de un asesino, se disponía a disparar una pequeña ballesta de mano contra la chica Valeris, pero al ver que me abalanzaba velozmente contra ella, cambió de blanco y me lanzó unos viales que explotaron en un humo denso. La guardia personal de Lady Libette la cubrió rápidamente con sus escudos, y ya empezaban a señalarme con sus espadas cuando divisé a la asesina huyendo por los tejados.
La perseguí por palacio, y en un instante llegamos a la ciudad. Cruzamos calles, tejados y callejones, pero finalmente la perdí en una iglesia. Era mi primer momento de acción desde que llegamos a Malfer, y los días en palacio, unido a la presión a la que había estado sometida me habían pasado una tremenda factura. A punto estuve de romperme el tobillo en un mal salto, y me parecía ver a la asesina en cada sombra tras cada esquina. Acabé con dos rufianes que habían intentado tenderme una emboscada, pero nada sabían. Afortunadamente, en el camino de vuelta me crucé con mis compañeros, y Dereck demostró estar mucho más acertado que yo. Incluso en un terreno tan caótico como una ciudad llena de gente consiguió recuperar el rastro de la agresora de Lady Libette. El rastro nos llevó finalmente a un edificio al final de un callejón. Intentamos entrar sigilosamente, pero definitivamente no era nuestro día, la puerta no cedió, y yo fui incapaz de trepar hasta la ventana del piso superior. Así que finalmente nos enfrentamos a toda la banda en plena calle. Tras la frustración y pesares pasados en estos tres días, he de reconocer que, aunque me alejase del Ketan, casi me alegré de entablar combate. Mis enemigos eran de carne y hueso, y no sombras adheridas a las esquinas o a mis propios pensamientos. Pese a no ir excesivamente equipados acabamos rápidamente, aunque no sin dificultades, con la amenaza. En la privacidad que aseguraba el apartado callejón se desató toda la magia de Eric y Ellaria, que retumbaba en un sinfín de truenos y relámpagos. Dereck, rodeado de enemigos, demostró ser más que un simple arquero, y yo… digamos que me entregué al combate en una danza de destrucción. Cuando todos nuestros enemigos yacían inconscientes en el suelo, la asesina se levantó tambaleante. Intentó coger el colgante que llevaba al cuello, con forma de ojo, pero leyendo sus intenciones suicidas se lo conseguí arrebatar antes de que lo usase. No sé  si fue mi imaginación o realmente lo vi, pero juraría que el ojo esculpido en metal se estaba cerrando por momentos. Lo estrellé en el suelo del callejón, y una pequeña nube ácida brotó tras el impacto. Pero la cosa no se quedó en el intento frustrado de suicidio.  La mujer bajo la capucha pronunció con tono gélido las inquietantes palabras “El Vigilante lo ve… todo…”. A continuación comenzó a chillar, y al descubrirse su capucha vi horrorizada cómo la misteriosa asaltante no era otra que Brigette, la doncella que me habían asignado, que había servido a la familia Argelan toda su vida. Pero lo que me llenó de terror no fue que la cara fuera conocida, si no su expresión. Tenía la mirada fija en un punto que no alcanzábamos ni a imaginar, y tenía la boca desencajada en un grito de la más pura agonía. Retrocedió unos pasos y comenzó a arañarse la cara, a tirar de la piel, hasta que poco a poco toda la cara se le fue desprendiendo del cráneo, que acabó por abrirse como un huevo, mientras su cuerpo se desplomaba. Pero lo más dantesco fue que del cráneo de la malograda asesina salió correteando  una masa rosácea, similar a unos sesos, que intentaba escabullirse en alguna abertura al final del callejón. Tras la sorpresa inicial, salí en persecución de la abominación, pero antes de que pudiera alcanzarla me crucé con alguien, demasiado rápido para verlo. Sólo recuerdo la sensación de caer con una lentitud exasperante, y ni siquiera sentí el impacto contra el suelo. Cuando abrí los ojos vi, como tantas otras veces, la cara de Ellaria, que aún continuaba pronunciando las plegarias sanadoras. Al parecer alguien me había detenido el pulso, y de no haberme atendido habría muerto en pocos minutos.
Tras recuperarnos, llamamos a la guardia para que llevasen a los conspiradores que seguían con vida al palacio (el cuerpo de Brigette se había deshecho en un charco burbujeante). Una vez allí comenzaron los interrogatorios, con formas muy hoscas hasta que Noah y Galen, intercedieron por nosotros.
Se sucedieron las preguntas, y cuando pensé que se había acabado apareción Gwinna, la hermana de Galen y elegida de Zarus. En cuanto entró pronunció unas palabras, sin duda parte de un ritual de magia divina.
– ¿Has tenido algo que ver en el ataque a Lady Libette? Dijo con un tono pausado, carente de toda emoción.
– No. Hemos arriesgado la vida para intentar capturar a los responsables. – Se produjo una pausa, como si consultase algo en su interior.
– ¿Amas a mi hermano? – Parece que la sutileza no era su fuerte. O quizá el conjuro que había lanzado la impedía andarse con rodeos.
– No sé decirlo. Mi pueblo no suele hablar mucho de emociones. Pero nunca he sentido nada parecido por nadie… Así que supongo que sí, puede que le ame. – De nuevo una pausa. Su gesto era impasible.
– El ataque a Lady Libette es un asunto muy serio. Sin duda parte de una conspiración mayor. Manteneos al margen. – Y haciendo gala de su ya conocida consideración se dio la vuelta y se dispuso a marcharse.
– Lady Gwinna, espera. No somos enemigas. No quiero ningún mal para vuestra familia. Podemos ayudarnos. – Se paró unos segundos, pero de nuevo se dirigió a la puerta sin mediar palabra. En esta ocasión la sujeté el hombro, pues esta conversación traspasaba con mucho el protocolo.
– No soy tu enemiga.
Y finalmente se marchó, aunque me pareció percibir que esta vez relajó un poco su severa expresión. O quizá fuera sólo mi imaginación.
Estaba agotada, pero esa noche era el banquete en honor a Lady Libette y su séquito, y como invitada debía asistir. Era el último lugar al que quería asistir, pero no podía dejar sólo a Galen en esto. Debía estar, aunque sólo fuera para transmitirle algo de fuerzas… o que él me las trasmitiese a mí.
El despliegue de la cena fue todo un intento de demostrar la gloria de la antigua familia. No se escatimó en comida, sirvientes y adornos. Si así era la bienvenida no me podía imaginar qué prepararían para la boda. Realmente no quería pensar en eso. La cena fue como las anteriores. Música, más comida y bebida de la que nadie podría ingerir, corrillos de gente y bailes. Y yo volvía a encerrarme en mí misma, como trazando una muralla con el exterior. Y esta vez funcionó, al menos hasta que tomo la palabra Lady Bralecia. Oírla hablar me daba escalofríos. ¿Realmente aquella mujer maquinadora y autoritaria era la madre de Galen? Comenzó su discurso relatando la “historia de amor” de Galen y Libette, llenándola de hipérboles y datos inventados, pero cuando realmente me quedé sin habla fue cuando anunció el adelanto del enlace para dentro de sólo dos días. No podía ser, no tan pronto. No estábamos preparados,  los acontecimientos se precipitaban.
Nada más anunciar la noticia salí de la sala, disculpándome ante Ellaria, que me miraba de forma compasiva. Comencé a recorrer pasillos y subir escaleras, y finalmente acabé en la muralla que daba a uno de los torreones. Estaba anocheciendo, y subí tan alto como pude, para estar más cerca de las estrellas que empezaban a destacarse una a una. Desde allí podía contemplar cómo el desdibujado paisaje del norte se tornaba en abruptas montañas, como cuchillos en la oscuridad. Mi hogar, estaba tan cerca y tan lejos a la vez, y ahora parecía que hacía años que partí de Arkras Ethra en busca de aventuras.
Pasé horas contemplando el paisaje y sin darme cuenta había deshecho la trenza que recogía mi melena. Pelo y vestido hondeaban al viento como si se tratase de un estandarte, y mis ojos estaban inundados de lágrimas.
Cuando llegué a mi habitación despuntaba el alba. Pero no estaba sola. Allí estaba, sentado en la cama con la mirada perdida en los rescoldos del hogar, Galen, aún con las ropas del día anterior.
Lo que ocurrió en esas horas, mientras el sol comenzaba a despuntar por el este, iluminando poco a poco el cuerpo de Galen, me lo guardo para mí misma, pues fueron los momentos más bonitos y felices toda mi vida.
Cuando despertamos tomamos un ligero desayuno. Tal vez fuera el último, pues su boda con Lady Libette se había anunciado para mañana mismo. Nos lo tomamos con calma, como si quisiéramos retener cada instante, cada gesto. Y a la vez era como si el tiempo se escurriera entre mis dedos. Hablábamos poco, como si las palabras pudieran romper la magia del momento, pero finalmente llegó el momento de salir “al mundo exterior”. Aquella mañana nos juntamos todos, como si tras las noticias del día anterior hubiésemos realizado una silenciosa convocatoria. Llegamos juntos a la sala, donde ya estaban todos esperando, inmersos en distintas conversaciones, que se interrumpieron en cuanto nos vieron aparecer.
Hablamos un rato, pero sin duda había un tema que flotaba en el ambiente pero todos evitaban. Incluso entre nosotros, que habíamos luchado y sangrado juntos se había abierto una barrera. Estaba pensando esto cuando apareció Josef Argelan, el guardián del conocimiento. Fue directo a hablar con Eric. Al parecer había encontrado algo en la biblioteca, una puerta o algo parecido, que podía ocultar el conocimiento que habíamos venido ocultar y parecía haber desaparecido de la biblioteca (si alguna vez había existido, como afirmaba Eric).
Fuimos todos, contentos de interrumpir la rutina de los últimos días. Josef nos guio entre los pasadizos de la biblioteca hasta una sala oscura y polvorienta. Aún se veían las marcas dejadas por la puerta de madera recién abierta. La sala estaba vacía, salvo por una enorme rueda de piedra situada en el centro de la misma. La piedra estaba llena de grabados y runas, y en el centro destacaba el tigre plateado de los Árgelan. Todos mirábamos a Eric, era el momento de demostrar las historias increíbles que nos había contado las últimas semanas. Se adelantó decidido al centro de la rueda, pero de repente pareció dudar.
– Una palabra - nos dijo - . La abre una palabra.
Pronunció unas cuantas palabras, pero no se produjo efecto alguno.
–No, espera, un nombre. Un nombre de mujer… Maelith – Nada. Entonces su expresión cambió, como si estuviera recordando. – Ellaria.
Aquello era lo último. Me pareció una broma grotesca hasta que la rueda comenzó a girar, revelando un pasadizo oculto. Todos le miramos. La cara de Ellaria pasó del estupor a la ira. Yo misma me sorprendí lanzándome contra él.  Le empujé contra la pared, y poniendo a Hakai en su cuello le pregunté qué significaba todo aquello. No supo respondernos, y he de reconocer que parece que él fue el primer sorprendido.  Finalmente entramos en la gruta, dejando atrás a Josef, Achiles y Esabel.
Lo que vimos allí abajo nos sorprendió a todos. Bajo la biblioteca parecía haber una sección completa de palacio oculta durante siglos, según Eric era algo más salas y pasajes. Se trataba de una universidad, una universidad de magia. Pero, sea lo que fuera aquello, no estaba vacío. Entre las salas y secciones semi hundidas nos encontramos con criaturas. Criaturas cuya sola contemplación traspasaba todos los límites de la razón. Aberraciones que ni el más perverso dibujante se hubiera atrevido siquiera a imaginar. Tras cada puerta nos esperaban estas criaturas imposibles, que se lanzaban contra nosotros como si la mera existencia de vida “normal” les horrorizase.
En cada habitación, Eric parecía recordar algo. Examinaba objetos (incluso algunos le explotaron en la cara), y no parecía cansarse de examinar pergaminos tan antiguos que se convertían en polvo nada más tocarlos. Finalmente llegamos a un callejón sin salida. La única puerta era similar a la rueda que ocultaba el acceso a la universidad. Eric pronunció de nuevo el nombre de Ellaria, pero esta puerta era distinta. Parecía que había que recitar una canción, una canción que misteriosamente tanto Ellaria como Eric comenzaban a recordar, a pesar de no haberla escuchado nunca. A medida que entonaban la melodía las runas de la puerta comenzaron a brillar en un azul intenso, y en los acordes finales los dos fueron envueltos en un fulgor del mismo color. Y cuando terminaron, desaparecieron. Instantes después atravesaba el lugar que acababa de desocupar Ellaria. Shikabe, era su guardiana, y la había dejado sola con Eric. Golpeamos la puerta, intentamos forzarla pero nada. Hasta que recordamos la sección sumergida. Empujados por la necesidad nos sumergimos en el agua. Estaba aterrada, pese a todas las pruebas, la dureza de mi tierra natal, no estaba preparada para esto. No sabía nadar. Pero debía encontrar a Ellaria, y no había otro camino. Me agarré a la espalda de Galen y cerré los ojos con fuerza. Apoyé mi cabeza en su espalda, concentrándome en los latidos de su corazón.
Apenas duró un minuto, pero me pareció mucho más. Finalmente, y tras acabar con unas criaturas acuáticas, accedimos a una nueva sección de la universidad. Les buscamos mientras atravesamos nuevas salas llenas de horrores, y gracias a la Santa Kingu les encontramos tras un rastro de cadáveres carbonizados. Se encontraban bien, y tras un par de abrazos continuamos con nuestra búsqueda. Vimos cosas tan horribles como fascinantes, como la máquina que emulaba el cielo nocturno o el enfrentamiento contra un espíritu de agua, de los que sólo había oído leyendas. Atravesamos un pasadizo oculto por un escalofriante espejo, cuyo reflejo parecía proyectar lo más oscuro del alma de quien se miraba. Empecé a notar la ya conocida vibración en mi estómago, la piedra de ámbar que tenía en mi interior comenzó a reaccionar con algo que estaba al otro lado. Y finalmente llegamos hasta la biblioteca. La auténtica biblioteca sumergida. Y como no podía ser de otra forma nos estaban esperando. Desde el principio intuimos que las criaturas que nos encontramos estaban guiadas por algo, y ese algo parecía estar ante nosotros. El enésimo engendro flotaba a una veintena de metros del suelo. Un ojo con cuatro tentáculos, coronados a su vez por ojos menores.  Regurgitó una especie de larva, que creció hasta convertirse en una criatura colosal. Y sin más preámbulos comenzó el combate final. El crustáceo tenía una coraza quitinosa prodigiosa, prácticamente imposible de atravesar, y el ojo lanzaba rayos, y parecía ejercer algún tipo de control mental sobre Dereck, que empezó a asaetarnos con sus flechas.
Ellaria, Galen y yo presionábamos a la langosta gigante (un Chull según nos comentó Eric después), mientras que Eric comenzó un duelo mágico con el ojo flotante.  En el último instante, cuando nuestras fuerzas flaqueaban,  acabamos con el Chull, justo al mismo tiempo que Dereck se libraba del control al que le sometía el ojo  y envió una a modo de represalia una certera flecha que acabó con su mermado acosador.
Pero cuando pareció que todo había acabado, nos esperaba otro desafío. Uno del que parecía imposible salir victoriosos. De repente todos caímos al suelo, presa del dolor de cabeza más grande que se pudiera imaginar. Entonces vimos salir de las sombras a una extraña criatura. Una especie de humanoide, más alto y delgado que las razas comunes, y con una cabeza similar a la de una criatura marina llena de tentáculos (un calamar, me dijeron después). Se movía con indiferencia entre nosotros, presa del dolor, y fue directo hasta Ellaria. Quería llevársela, en nombre del  vigilante. Finalmente conseguí levantarme y enfrentarme a él , pero mis golpes no conseguían alcanzarle, una especie de campo de fuerza le protegía. Llegó hasta Ellaria sin esfuerzo, y la cogió del pelo, forzándola a seguirle. Entonces pasó algo, el siguiente golpe que le propiné de alguna forma atravesó el campo de fuerza que le protegía, y llegó directo a su tentaculada mandíbula. Se giró más sorprendido que dolorido, y su expresión por primera vez reflejó el miedo. Pero no me miraba a mí, sino dentro de mí. Al bajar la mirada vi como de nuevo mi abdomen brillaba con un pulso anaranjado. La criatura retrocedió, comentado que no estaba preparado para esto, y con la promesa de que volvería , desapareció tal y como había venido, dejando en nosotros la inquietante sensación de si realmente el encuentro fue real o fruto de nuestra imaginación.
Fuera quién o lo que fuera esa extraña criatura, por fin habíamos encontrado lo que buscábamos. El fragmento perdido de biblioteca, y Eric no perdió un segundo en comenzar a buscar información. Nos llevó ante un enorme libro, apoyado en un pedestal. Nada más tocarlo, pronunció en voz alta lo que buscaba, y casi al instante, la página por la que estaba abierto el libro, antes en blanco, mostró las indicaciones de donde se encontraba la información solicitada. Buscamos información del antiguo grupo de héroes, al que perteneció el Halcón, y la leyenda de la corona ámbar, rituales demoníacos, el origen de lo Genji (que, según leímos, fue una orden instaurada por Maelith para guardar la cueva ámbar). Pasamos horas leyendo y buscando, dividiéndonos los libros entre todos. Todas las búsquedas tenían algo en común, había pasajes enteros borrados mágicamente, y parecía que todos eran relativos a la misma época, años antes de la gran guerra. Y así seguimos hasta que decidí buscar algo que llevaba dando vueltas en mi cabeza desde hace horas. Cuando pronuncié ante el libro “Muerte de estrellas”, se mostraron las palabras “El antiguo enemigo, el devorador de estrellas” durante un instante, hasta que la página primero, y todo el libro segundos después se vio consumido por una llamas mágicas. Al parecer una guarda mágica tenía como objetivo evitar que se consultase cualquier tipo de información al respecto, así que, ya sin índice, y agotados tras la inacabable jornada, decidimos abandonar la universidad y salir al exterior.
Pero lo que pensamos sería un regreso sencillo demostró ser una nueva prueba. La puerta de salida de las catacumbas estaban selladas, pero finalmente Esabel nos ayudó a abrirlas desde el exterior. A parecer unos guardias, con el blasón del tigre plateado, habían atacado a Josef, mientras Esabel se escabullía, y bloquearon la salida volcando muebles sobre la enorme rueda de piedra. Parecía que la conspiración revelada el día anterior contra la vida de Lady Libette estaba dando su siguiente paso. Esabel nos contó entre lágrimas que Achiles había partido horas atrás junto al Toro Negro, y gran parte de la guardia, a luchar contra una incursión de goblinoides, ocasión que habían aprovechado los rebeldes para atacar. Pero los conspiradores no estaban sólo entre los soldados Argelan. Cuando llegamos al palacio, por todos lados nos encontramos con combates. Argelan contra Argelan, Valeris contra Argelan o Valeris contra Valeris. Aquello era una locura. Nos dirigimos al gran templo de Zarus, con la esperanza de encontrarnos con la hermana de Galen. Ella nos puso al tanto de la situación, y nos indicó donde se encontraba Lady Libette, uno de los objetivos de los atacantes. Invocando todo el poder de su dios, invocó la energía divina que restauró nuestras heridas y energías, agotadas tras todo un día de combates en las profundidades.
Fuimos corriendo a los jardines, donde se suponía que se encontraba Libette Valeris protegida por un reducido grupo de leales, y llegamos justo a tiempo de evitar su asesinato. Remy Lafallete, líder de la guardia personal de Lady Libette, sacaba su estoque del cuerpo de un guardia, y apuntaba directamente a su protegida. Junto a él se encontraba una hechicera y una figura conocida. Koro’Isal, el genji al que había entregado mi tributo. No me podía creer que un Kenshi de renombre se hubiera unido a esta traición. Comenzó el combate. Galen se enfrentó en duelo singular con Lafallete, Eric entabló un duelo mágico con la hechicera y yo me enfrenté a Koro’Isal. No podía permitir continuase manchando el nombre de todos los Genji y traicionando el Ketan. Ellaria nos apoyaba mágicamente y sanaba nuestras heridas, y Dereck, con su particular sentido del honor, comenzó a disparar por la espalda a los adversarios distraídos. Mi adversario era más rápido, y su técnica era superior, pero con la ayuda de Ellaria primero, y de Galen después conseguimos acabar con él.
Lady Libette estaba a salvo, pero aquello no había terminado. Todos juntos nos dirigimos a la sala del trono, donde estaba atrincherada Lady Bralecia con su guardia personal. En cuanto vieron a Galen nos dejaron pasar, y al cabo de un rato llegó Lady Gwinna con más guardias. Al parecer, tras descabezar los líderes de la rebelión, el resto de traidores calló rápidamente. La madre de Galen pasó rápidamente de la angustia a la exaltación, y en cuanto recibió la noticia de que los combates habían cesado, comenzó a hablar de la boda. Pero esta vez Galen se enfrentó a ella, haciendo uso de  su estatus de líder de la casa la mandó callar, y les reveló a todos sus intenciones. Proclamó su intención de ir al norte a apoyar a las tropas, y renunció a sus derechos de heredero y líder, delegándolos a su hermana, la elegida de Zarus Lady Gwinna. Y finalmente renunció, ante Lady Libette, a tomarla como esposa, proclamando nuestro amor.
Y así fue como, tras cuatro días en la corte, en la casa de las intrigas, abandonamos el palacio. Galen renunció a su posición, Eric obtuvo las respuestas que buscaba, Ellaria no consiguió más que nuevas preguntas, pero se reafirmó en su misión, Dereck perdió a Achiles, y yo, arrastrada por el destino, me reafirmé en mi determinación que continuar el viaje de vuelta a mi tierra natal junto a Ellaria, ahora acompañado de la persona que amaba, Sir Galen, caballero Argelan.

miércoles, 3 de junio de 2015

Crónicas de Ocaso IV: Karaya y el Bosque Brillo

Después de la dura derrota, y nuestra dolorosa esclavitud, una violenta liberación, y un accidentado viaje en barco, tras una larga semana a la deriva, y con el barco en malas condiciones, gracias a la diosa, conseguimos divisar costa, y si nuestros cálculos eran correctos, lejos de la Bahía de los Esclavos. Calculábamos que la habíamos esquivado de forma segura. Con un poco de suerte, por fin un lugar donde descansar un poco y tomar perspectiva de la situación, algo que me vendría bien. 
El viaje había sido en gran parte tranquilo y sin incidentes aparte de la liberación y el combate con los Sahuagin, pero el ambiente en el barco era ya opresivo durante la esclavitud, y durante nuestro trayecto, y aunque felices al principio, el ambiente se tornó opresivo a medida que se alargaba la travesía. Además me sentía desconectado de mi peregrinación, como si me hubiesen arrancado de mi camino, y no supiese como encontrar nuevamente mi destino.
Primero desembarcamos cuatro (Hadrian, Elodrin, Thrain y yo), para comprobar que el pueblo era amigable, y para dejar a los habitantes tranquilos acerca de nuestras intenciones, pues lo que se acercaba a su puerto era en apariencia un barco esclavista. Una vez que comprobamos que el puerto era seguro, y ellos que nosotros no suponíamos un ataque, amarramos el barco en el puerto con un poco de ayuda local, y desembarcaron el resto de los esclavos. Habíamos llegado a Karaya, un pueblo en medio de la nada conocida como las Tierras sin Rey.
Fuimos recibidos al principio con desconfianza (normal dado nuestro medio de transporte), pero una vez que vieron que todos éramos esclavos fugados, y que en general los demás relataban que habíamos luchado valientemente por la libertad del barco (especialmente Elodrin y Hadrian), pasamos a ser bastante bien recibidos por las autoridades locales. Incluyendo una audiencia con Peeta, el alcalde de la ciudad, que nos dio la bienvenida oficial al pueblo, y elogió nuestra fuga. Poco después, fuimos acomodados por el que parece ser su mano derecha, Ka'os, un halfling muy despierto que parece estar al tanto de todo lo que pasa en la ciudad, y encantado de recibir visitas amistosas.
Cuando aún no nos habíamos terminado de acomodar en la población, y estábamos empezando a planear que hacer con nuestra recién recuperada libertad, Jonas, que tan buena compañía fue durante la esclavitud, y que en gran parte fue el motivo de nuestra liberación, desarrolló una extraña enfermedad.
Extrañas manchas le cubrían la piel, una alta fiebre y debilidad en general, y no fuimos capaces de curarle por los medios a nuestro alcance, ni medicina ni magia. Por lo que oímos, se trataba de una enfermedad que estaba azotando el pueblo desde hacia unos días, así que nos interesamos por el origen de ésta, preguntando entre los habitantes de Karaya, y a los sacerdotes locales, con la esperanza de encontrar una cura para nuestro amigo.
En el pueblo escuchamos el rumor de que podría ser culpa de una hechicera que vive en el bosque cercano, Morrigan. Su nombre despierta miedo y enemistad a partes iguales por parte de los habitantes del pueblo, con unas pocas excepciones que la consideran alguien simplemente preocupada en sus propios intereses, que incluso en ocasiones ha ayudado a los habitantes del pueblo.
Decidimos entre los tres, Thrain, Elodrin, y yo, que si existía alguna posibilidad de curar a nuestro amigo, o de conseguir información acerca de una cura, merecía la pena el viajar a hacerle una visita y preguntar. Hadrian parecía más de la idea de que su acuerdo con Elodrin había acabado, y por tanto no iba a acompañarnos.
Como apenas teníamos equipo en condiciones, ya que los esclavistas nos habían despojado de todas nuestras pertenencias a Thrain y a mí antes de embarcarnos, y nos llegó información de que el bosque no era un lugar especialmente seguro, nos equipamos en las tiendas locales.
Finalmente, para algunos elementos más específicos o infrecuentes, nos indicaron que nos dirigiésemos a Flinn, un mercader ambulante que suele visitar varias aldeas de la zona. Este, además de ayudarnos a conseguir aquello que nos faltaba, nos confirmó que la epidemia parece centrada en el bosque Brillo, en el que vive Morrigan, afectando por el momento solo a Karaya y a otro pueblo situado al otro lado del bosque.
Una vez equipados para nuestro viaje, y con algunos avisos acerca de que tuviésemos cuidado con los centauros del bosque, e indicaciones de como encontrar la cabaña de Morrigan, descansamos aquella noche.
Antes de ir a dormir, me dirigí a una pequeña capilla en honor a Ayailla que había cerca de los muros. Una hermana gris, Elise, atendía la capilla, y a los necesitados de sus servicios en el pueblo. Se extrañó mucho de verme orar a la diosa, normalmente los jóvenes no suelen orientarse hacia Ayailla, ya que suele ser más el consuelo para mayores y enfermos. Y cuando me presenté como elegido de nuestra diosa, se sorprendió aún más.
Estuvimos hablando un rato, parecía contenta de que Ayailla hubiese nombrado un nuevo elegido, y más aún de haberlo conocido. Debió darse cuenta de mis dudas internas, porque intentó animarme 
-Si la diosa te ha elegido, es que tienes un gran destino que cumplir. Seguro que lo harás bien, Ayailla no toma decisiones a la ligera.
Ojalá tuviese yo tanta fe en mi capacidad.
A la mañana siguiente, cuando partimos al amanecer, Hadrian se nos juntó a las afueras del pueblo, refunfuñando algo acerca de que no le preguntásemos al respecto...
Partimos hacia el bosque, atravesando unas llanuras bastante áridas, y a media mañana llegamos a la linde del bosque, y al poco de adentrarnos en este, vimos una bifurcación en el camino. La tomamos en sentido oeste, hacia las colinas, donde nos habían indicado que se encontraba la cabaña de Morrigan, y nos adentramos en una zona de bosque cubierto por una espesa niebla. Estuvimos andando un buen rato, sumergiéndonos cada vez en una niebla mas densa, y para cuando creímos llegar a una zona más clara al pie de las colinas, nos encontrarnos con la misma bifurcación. Parece que el bosque mismo está encantado, o que Morrigan no quiere que la encuentren.
Al segundo intento, ya conscientes de que podríamos estar sufriendo algún tipo de distracción mágica, avanzamos de forma más cuidadosa, y Aaron se dio cuenta de que el resto del grupo parecía andar desviándose hacia la izquierda. Los demás le hicieron caso, y le dejaron guiar el paso, y a los pocos minutos consiguieron salir de la densa niebla, esta vez más cerca de su destino, delante de un cañón
Cuando avanzábamos hacia este, vimos unas extrañas sombras en el suelo, parecidas a mujeres, y cuando nos giramos para ver de quien provenía vimos a dos extrañas criaturas, mitad ciervo mitad águila que estaban cargando contra nosotros. El combate fue rápido, y un par de miembros del grupo quedaron bastante malheridos por las cargas de los extraños seres, pero conseguimos matar a uno de ellos, mientras que el segundo, cuando estaba preparándose para realizar una última carga contra nosotros, fue hechizado por Elodrin y cayó dormido en lo alto del cañón. No sabemos si sobrevivió al golpe, pero no volvimos a encontrarnos con él.
Poco después, ya cerca de nuestro destino nos encontramos una gruesa fila de árboles, imposible de traspasar, y al lado del camino, un extraño arbusto con forma de mano. Tras pensarlo un poco, y hacer un par de comprobaciones, nos dimos cuenta de que era una prueba de nuestras intenciones, Morrigan exigía que nos presentásemos desarmados, y a pesar de que no estábamos muy contentos con la idea de quedarnos nuevamente indefensos, habíamos venido para dialogar, así que tenía sentido que nos presentásemos de la forma menos amenazadora posible. Dejamos las armas en el extraño arbusto, y los árboles se separaron dejándonos acceder a un claro poco más adelante donde se encontraba una cabaña rodeada de cuervos, ¿una buena señal tal vez?
Entramos en la cabaña, donde al poco apareció Morrigan, con una actitud descarada y provocadora, a veces parecía tentarnos a desafiarla, aunque en ocasiones la tentación parecía en otro sentido. Realizó unas cuantas apreciaciones de mis compañeros, como si les estuviese esperando, como si conociese los auténticos motivos que tenían para estar allí, como si ya supiese cual era su destino, pero cuando me tocó el turno se quedó simplemente extrañada de que yo estuviese presente, e hizo un comentario acerca de mi juventud.
Poco a poco nos indicó que ella no era la causante de la enfermedad, no por falta de capacidad, por supuesto, sino porque no tenía nada que ganar con algo así. El origen es un mal muy antiguo, un mal que había sido desterrado hace mucho tiempo, pero que poco antes de la luna de sangre había encontrado grietas por las que filtrarse de vuelta, por las cuales escapar de su merecido encierro.
Bajo el árbol corazón del bosque Brillo se encuentra un manantial, una fuente con la capacidad de otorgar visiones a quienes beben de sus aguas, y en la fuente se hallaba una de las grietas. Ese mal era estaba contaminando el bosque entero desde su corazón, y era el origen de la enfermedad que se propagaba por las aguas que vertía la fuente en los arroyos que fluían por los alrededores. Si queríamos encontrar una cura para nuestro amigo, tendríamos que ir hasta el corazón del bosque, luchar contra aquello que estaba corrompiéndolo, y purificar la fuente.
Nos alejamos en buenos términos con Morrigan, que nos dio indicaciones claras de como llegar hasta nuestro objetivo, y tranquilizándonos acerca de que no nos intentaría perder nuevamente. Debíamos seguir por el camino que atravesaba el bosque donde nos habíamos desviado aquella mañana hasta llegar a un río, y después seguir el río hasta su origen, hasta el centro del bosque..
Desandamos el camino, recuperando nuestras armas poco antes del cañón, y no tuvimos ningún percance con nieblas o sombras amenazadoras desde el cielo. Pasada la bifurcación, mientras seguíamos adentrándonos en el bosque, comenzamos a encontrar una zona llena de telarañas a uno de los lados del camino, y poco después comenzamos a escuchar unos sonidos lastimeros de algún animal, un perro o un lobo provenientes del corazón de la zona infestada.
Al final, Elodrin notó una especie de perturbación, de necesidad, y nos convenció para intentar salvar al animal. Nos enfrentamos contra unas arañas gigantes, de forma más o menos sencilla gracias a un truco empleado por Elodrin, y a continuación, adentrándonos más en la zona de las telarañas, cerca de los aullidos con un grupo de Ettercaps.
Los vencimos, casi por los pelos, y Elodrin encontró entre varios capullos con cadáveres, uno especialmente grande del que venían los gemidos. Lo abrió para ver como un enorme lobo gris cubierto de runas brillantes salía rugiendo. El lobo se paró un momento delante de Elodrin, toco su mano, y desapareció en medio de un aullido, dejando una marca en la mano de Elodrin. Los Ettercaps habían atrapado a un espíritu, y este le había dejado a Elodrin un regalo por liberarlo, una runa mágica que permitiría invocarle para que nos ayudase.
Continuamos por el camino, y nos encontramos con un árbol gigante, bastante tenebroso, lleno de lo que parecía cuerpos o restos de gnomos colgando de muchas de las ramas, situado en el centro del camino, y desde el cual empezó a hablarnos una dríade, Nethyriss. Parecía que la dríade estaba desquiciada, por lo que estaba afectando al bosque y en medio de la conversación nos atacó con ayuda de otros seres planta que se estaban escondiendo en los árboles de la linde. Comenzó una rápida lucha, que se decantó fácilmente en nuestro sentido cuando Elodrin utilizó la runa mágica que acababa de conseguir para invocar al espíritu.
Tras el combate con la dríade continuamos adentrándonos en el bosque, hasta que cuando empezaba a oscurecer, vimos cerca del camino una cabaña abandonada. Decidimos acampar en esta para pasar la noche, ya que no queríamos llegar a nuestro destino a media noche, pues la mitad del grupo no veíamos especialmente bien por la noche.
Mientras estábamos acercándonos a la cabaña, escuchamos un extraño ruido detrás nuestro, y cuando nos giramos, fuimos asaltados por un par de Oso-búhos. Corrimos a cubrirnos en la cabaña, para defendernos desde dentro, pues los enormes seres se verían más limitados en un sitio cerrado. Conseguimos abatirlos, aunque la cabaña quedó en bastante mal estado, en parte a que una de las criaturas atravesó la pared para entrar. Tras una rápida exploración de la cabaña, conseguimos descansar a cubierto tras el duro día.
Dentro de la cabaña, al realizar una rápida búsqueda, encontramos algunas cartas del que debía ser del guardabosques. Parecían cartas de amor a la dríade con la cual nos habíamos enfrentado poco antes, pero la ausencia de rastros del guardabosques en la cabaña no daba buenos augurios acerca de lo que podía haberle pasado.
Al día siguiente continuamos por el camino hasta encontrar un árbol tirado sobre la senda, nos pusimos rápidamente en guardia temiendo una emboscada, y desgraciadamente nuestra reacción fue la correcta, dos centauros nos atacaron, uno desde un lateral, y el segundo cargando directamente por detrás nuestro. Tras un duro combate, conseguimos deshacernos del primero, pero antes de acabar con el segundo, este hizo sonar un cuerno que llevaba, y que fue respondido por otros cercanos.
Nos escondimos como buenamente pudimos, para ser acechados poco después por otros tres centauros, uno de ellos un enorme guerrero, otro en apariencia un adepto, y la tercera, una arquera. Elodrin, mediante un curioso hechizo, consiguió que el enorme guerrero estuviese riéndose gran parte del combate, lo que nos permitió acabar con los centauros por separado. Por suerte, porque los tres a la vez habrían sido sin duda más de lo que podíamos manejar.
Escuchamos más cuernos por la zona en respuesta al llamado del primer grupo, pero no estábamos en condiciones de luchar contra más centauros de la tribu. Hadrian empleó sus habilidades para permitir que nos desplazásemos de forma silenciosa y sin dejar rastro por el bosque, hasta escondernos entre las raíces de un árbol especialmente grande, en donde nos refugiamos hasta que dejamos de escuchar a los centauros por la zona.
Con la tranquilidad de haber despistado a nuestros perseguidores, seguimos el camino hasta el punto en que se cruza con el río, pero nos encontramos con un par de centauros vigilando la zona, y el puente sobre el río destruido. Observamos como seguían su patrulla, y viendo que el agua parecía infectada, con reflejos de color antinatural, cruzamos creando un puente improvisado.
Seguimos río arriba hasta llegar al origen, el enorme árbol corazón en medio de un claro. El antaño radiante corazón del bosque se encontraba marchito y retorcido, el claro cubierto de hierbas pajizas, los árboles que rodeaban la zona podridos y sin hojas, y las aguas turbias que generaban el arroyo salían entre sus raíces ya contaminadas.
Cuando nos acercamos a las raíces sigilosamente, escuchamos un gruñido felino a nuestra espalda, y vimos dos enormes panteras acercándose entre las copas vacías de los árboles. Cuando llegaron al claro, en medio de un rugido vimos como les salían nuevas patas, y unos extraños tentáculos de su espalda. La corrupción del corazón del bosque parecía terminal, si se estaban creando criaturas de pesadilla como estas ante nuestros ojos.
Combatimos con las criaturas, y nuevamente Elodrin invocó al espíritu lobo, que fue de una ayuda inestimable. Tras esto, con nuestras habilidades y nuestras fuerzas casi agotadas después de tanto combate, entramos entre las raíces del árbol para encontrarnos una gruta natural. En su centro, una fuente de la cual manaba el agua turbia, y en el techo, una imagen perturbadora, un enorme ojo ocupaba lo que parecía ser la base del árbol, y nos observaba fijamente.
Empezamos a escuchar ruidos fuera, y Hadrian se asomó un momento para avisarnos de que más de las criaturas-planta, como las que habían combatido al lado de la dríade parecían querer darnos caza.
-Salid, y conseguidme tiempo, creo que puedo purificar la fuente, pero mi magia está casi agotada, y necesitaré un rato para poder canalizar la energía necesaria- dije a mis compañeros.
Salieron nuevamente, mientras yo comencé los encantamientos que había aprendido como novicio. La diosa solo daba acceso libre a sus poderes a los elegidos, pero existen rituales que los Hermanos Grises usan que permiten imitar parcialmente estos poderes. Si la diosa estaba de nuestra parte, podría combinar mis exhaustas energías con el ritual y purificar el manantial.
Los ruidos del combate me llegaban desde fuera de las raíces, con mis compañeros sufriendo por el asedio de las criaturas que parecían decididas a mantener la corrupción, y el ojo me miraba fijamente, como queriendo atravesarme, y romper la concentración que estaba manteniendo en pie el ritual.
Sumergí mi mente para contactar con la pureza que quedaba en el corazón del bosque, y con la podredumbre que lo estaba destruyendo, y como heraldo del equilibrio, juzgué que no era el momento de la muerte del bosque, sino de su renacimiento.
Abrí los ojos notando como un destello salía de mi cuerpo, con el ritual casi terminado, y atravesaba el ojo de la cúpula que desapareció en lo que pareció un grito mudo. Una piedra cayó al suelo, mientras que volvían a ser visibles las ramas y raíces del árbol en lo alto del hueco. Poco a poco, el agua del manantial empezó a salir nuevamente pura.
Thrain empleando su capa como protección, casi como si temiese que estuviese ardiendo o envenenada, la recogió y guardó.
-Bravo, no esperaba que llegaseis hasta aquí, pero me agrada equivocarme.- Una voz femenina entró en la gruta, en la que estaban ya reunidos mis malheridos compañeros.
Morrigan nos felicitó por nuestra hazaña, y nos dejó probar el agua del manantial, empleando un sencillo ritual nos permitiría ver nuestro futuro. Hadrian se negó a tan poco frecuente premio, mientras que Elodrin y Thrain en apariencia recibieron oscuras visiones de sus muertes a manos de un mago tatuado que comentaron.
Finalmente, yo también probé el agua, sentía la necesidad de conocer mi futuro, aunque fuese oscuro como el de mis compañeros.
Me encontré en medio de un espacio entre nubes, iluminado, y en frente mío, Ayailla misma, o al menos una avatar suyo.
-No verás tu destino aquí, tú eres diferente, esa es mi voluntad y mi decisión. No tienes un destino prefijado, te he extraído del telar del futuro para que puedas cumplir mi voluntad como un agente libre de esas limitaciones.- La voz de la diosa era algo imposible de describir, hablando directamente a la mente incluso en este espacio de visiones.
-Se acerca un momento singular, una guerra entre Orden y Caos, un momento en que el equilibrio general se puede desplazar en un sentido o en otro, y yo misma me vere obligada a tomar parte en la guerra, pero yo no puedo decidir, yo no he de tomar parte, eso lo ha de hacer mi elegido, eso lo has de hacer tú...
-Ya has conocido a uno de los contendientes- por un breve momento volví a ver el ojo que se fijaba en mí dentro del árbol corazón-, o al menos parte de él, y pronto conocerás al otro, al otro bando. Cuando sea el momento, deberás tomar la decisión. Tranquilo, hijo mío, eres fuerte, y estarás preparado cuando llegue el momento.
Despierto mirando nuevamente al techo de la extraña gruta, y a duras penas consigo ordenar lo que he visto en mi mente y mis recuerdos, la presencia de la diosa, aunque sea una pequeña parte, me abruma.
En lugar de respuestas, nuevas preguntas, esta vez de un calado aún mayor de lo que temía. La diosa misma, y no los sacerdotes de mi orden finalmente me había impuesto una misión.
Meditativo en mi caso, y apesadumbrados mis compañeros, por sus oscuras visiones, volvimos hasta la cabaña de Morrigan, esta vez acompañados por ella.
Mis compañeros parecían preocupados, aunque Thrain parecía tener una decisión renovada en su misión auto impuesta, pero cuando me preguntaron por mi visión poco pude aclararles, más allá de que en apariencia no tengo destino fijo. Morrigan comentó que eso le aclaraba muchas cosas, pero con su habitual gusto por sonar enigmática, nos dejó con las ganas de saber que cosas aclaraba.
Me temo que yo podría cambiar sus destinos simplemente con acompañarles, comenzando, o continuando mi peregrinación. ¿O igual el destino que tienen ellos fijado estará fuera de mi alcance, y cuando lo enfrenten, no estaré presente para cambiar la visión nuevamente? No debería de preocuparme por ello, los caminos que decide la diosa nos están velados, y en mi caso aún más. Al menos sé que cualquier decisión que tome, la puedo tomar libremente, de hecho la debo tomar libremente, pues esa es mi responsabilidad.
Hicimos noche en casa de Morrigan, y por primera vez en bastante tiempo descanse plácidamente, tranquilo porque al fin empezaba a entender mi peregrinación, empezaba a atisbar un patrón en mis vagabundeos, y por fin tenia un objetivo, aunque fuese tan vago y tan especifico...
Mis compañeros tuvieron una conversación con Morrigan, mientras yo meditaba en el exterior, que de alguna forma pareció incomodar a Elodrin y Hadrian, y creo que no lo hizo con Thrain porque empiezo a dudar que exista alguien capaz de hacerle sentir incomodo con palabras, aunque tal vez con más tiempo Morrigan sería capaz.
A la mañana siguiente partimos hacia Karaya, con agua del manantial mismo en nuestras odres para purificar a los enfermos, ahora que no habría nuevos casos, cuando llegamos cerca del límite del bosque, Morrigan se despidió de nosotros por el momento.
De camino hacia el pueblo, me pareció ver tres enormes figuras en lo alto de una montaña cercana, pero cuando me giré para indicarselo a mis compañeros, no había nada en el lugar, ¿un aviso de la diosa? lo dudo, sus mensajeros suelen adoptar otros aspectos.
Cuando llegamos cerca de Karaya, una mala sensación nos entró a todos, el pueblo estaba cubierto de estandartes de los Garrosh, y de la Inquisición. Hadrian, no muy convencido con la nueva decoración, decidió entrar a escondidas en el pueblo, mientras nosotros nos acercamos directamente a la entrada principal
Un grupo de guardias de la casa Garrosh nos dieron el alto. Como no queríamos pelea, al menos no sin saber a que podíamos estar a punto de enfrentarnos, medir las fuerzas del oponente, decidimos parecer "inocentes" viajeros, que habíamos realizado un servicio al pueblo, yendo al bosque, a buscar la cura a una enfermedad que había afectado a uno de nuestros amigos.
Invitaron a Thrain y a Elodrin a permanecer en la posada hasta que se les convocase, junto con otra gran cantidad de gente que ya estaba allí. Mientras que a mi, creyendo el tema de la enfermedad, porque la habían visto con sus propios ojos, y porque a fin de cuentas, sigo siendo un hermano gris, me llevaron a la iglesia con el sacerdote local, la hermana Elise, y los enfermos.
Un poco apartado de los guardias Garrosh que se quedaron en el exterior del edificio, para que no viesen lo que hacía, comencé a suministrar el agua purificada, primero a uno de los más enfermos, para confirmar que funcionaba, y realmente funcionó rápidamente, desapareciendo las manchas ante nuestros ojos, y dejando al enfermo simplemente cansado por la enfermedad con la que había combatido. Después le fui dando la curación al resto de los enfermos, comenzando por Jonas.
Mientras repartíamos la curación, Elise me dijo que tuviese cuidado con los soldados Garrosh, estaban buscando algo, y un elegido de cualquier dios llamaría su atención, más aún estando acompañados de un inquisidor.
Tras curarles, solo quedaba atender su descanso hasta que se recuperasen, pero me dejaron poco tiempo, un par de soldados entraron y me llevaron hacia el ayuntamiento. Por el camino me encontré con que llevaban también a Thrain y a Elodrin, aunque al enano le separaron hacia un molino.
Cuando entramos en la sala, nos encontramos con que la mayor parte de los dirigentes de Karaya estaban apresados en yugos, algunos con claras marcas de haber sufrido tortura. Sir Galahad que comandaba el grupo de soldados de los Garrosh me llevó aparte, y comenzó un interrogatorio, preguntando acerca de donde se encontraban los mandrágoras.
Por fin me enteré de lo que buscaban los Garrosh con sus tácticas de miedo, y fuese cierto o no, parece que ya tenían claro que todo el pueblo estaba condenado. Me sacó poco o nada de valor, pues realmente no tenía una gran habilidad, y terminó dejándome apartado para el inquisidor que debía estar aplicándose con Thrain. Al poco de quedarme solo, dejé de escuchar ruido de la sala donde estaban los demás, algo que me pareció familiar, y poco después, noté como mis ataduras se liberaban, y cuando me giré vi como Ka'os terminaba de liberarme.
Me dirigí rápidamente a donde estaban los demás para encontrarme con que Hadrian había dado buena cuenta de los guardias ayudado por Elodrin que se había liberado también. Uno de los guardias a punto estuvo de escapar para dar la alarma al resto de la guarnición desplegada, pero un rayo de energía le alcanzo cuando estaba fuera de nuestro alcance. Morrigan había venido también a ayudar a la liberación del pueblo, o al menos a enfrentarse a los Garrosh. Rápidamente liberamos y organizamos a los allí atrapados para liberar al resto de los habitantes.
Ka'os consiguió recuperar nuestras armas y equipo, y mientras nosotros (Elodrin, Hadrian, Morrigan, y yo) nos dirigimos a liberar a Thrain y enfrentarnos al inquisidor y su séquito, el resto intentarían aprovechar el caos que montásemos para liberar al resto de lo habitantes.
El combate con el inquisidor y su grupo fue muy duro, posiblemente si alguno no lo hubiese dado todo, o Hadrian no hubiese liberado a Thrain en el momento oportuno, posiblemente el combate habría acabado mal para nosotros. Especialmente espectacular fue el salvaje ataque final de Thrain contra el inquisidor invocando a Moradin que acabó con el cuerpo del inquisidor casi partido por la mitad.
Agotados nuevamente, nos encontramos acorralados, cerca de los restos del molino, por los Garrosh que se habían organizado bajo el mando de su capitán, Sir Galahad, pero un tercer bando entró en la liza. Un grupo de Mandrágoras fuertemente armados y bien organizados, atacaron a las tropas de los Garrosh, primero cubriendo a los habitantes de Karaya que escaparon, pero poco después haciendo retroceder a los Garrosh, y finalmente dando caza a los pocos reductos que consiguieron mantener mas de unos pocos minutos.
Desgraciadamente Sir Galahad consiguió escapar de la batalla empleando un Grifo adiestrado.
Los Mandrágoras se presentaron, y ofrecieron refugio a los habitantes del pueblo, y a los que habíamos escapado del barco. Parece que si era cierto que algunos de los mandatarios del pueblo ya habían estado en contacto con ellos, y habiendo detectado el movimiento de las tropas de los Garrosh, organizaron un grupo para expulsarlos y salvar el pueblo.
Es sorprendente lo diferente que había sido este encuentro con los Mandrágoras comparado con el que tuve hace solo unos pocos meses.


lunes, 1 de junio de 2015

FAQ D&D: Eric Stormcaller

1.- ¿Cuál es tu nombre y por qué otros apodos te han llamado o se te conoce actualmente?
Eric "Stormcaller" Argelam. Mago de máximo rango de la casa Argelam.
He tenido muchos apodos, buenos o malos según a quien le preguntes, pero sin duda el mejor que recuerdo fue ser reconocido como amigo de la Corte Élfica, y por el trono del Rey Enano.

2.- Descríbete físicamente.
De estatura media, pero robusto, con músculos medianamente voluminosos acostumbrados al trabajo físico, y la piel bronceada/curtida que da el estar al aire libre cerca del mar. Pelo y barba cortos, pero bien afeitados, cuidados, de color castaño.
En cuanto a la ropa, por ahora llevo ropa de cuero ajustada que tapa gran parte de mis tatuajes, una mochila a la espalda con el equipo, y como bastón mi antigua lanza, pero sin punta afilada, y con una piedra incrustada en el centro con forma de gota, mi foco arcano. De vez en cuando extraigo la piedra cuando tengo que dejar la lanza, y la llevo colgada al cuello.
No tengo tatuajes en la cabeza ni las palmas, pero el resto de su cuerpo está con tatuajes de diferentes tonos, principalmente de azul. Los tatuajes vistos de lejos parecen conformar diferentes motivos, incluyendo entre otros un rayo que cruza mi espalda casi de color blanco en una noche tormentosa, una cabeza de dragón plateado en el hombro derecho, o un grupo de escamas en el antebrazo izquierdo.
Si se miran de cerca los tatuajes están conformados por escritura arcana bastante pequeña y apretada, que en ocasiones dan la impresión de desplazarse, o cambiar, pero manteniéndose el esquema de colores común que le dan su aspecto a distancia.

3.- ¿Cómo describirías tu personalidad y tu forma de ser?
Meticuloso, inquisitivo, interesado en conseguir el bien del grupo, y siempre disfruto de un buen acertijo. Me suelo encontrar jugando con algo entre las manos, especialmente con mi foco arcano. Me gusta ser franco, e intento decir siempre la verdad, pero no soy tonto, y soy perfectamente capaz de identificar en que momento es mejor mantener un papel de ser otra persona, pero la verdad, aunque dolorosa a veces, suele ser la mejor carta de presentación.
Me encuentro en una disyuntiva por los fuertes sentimientos de Argo, especialmente de protección hacia su familia, y su comunidad, una tendencia que comparto, aunque no termino de compartir los recuerdos y el origen de estos, lo cual me hace dudar. Antes no llegue una familia como la que tiene Argo, y aunque en teoría recuerdo muchas cosas de su vida, no todas terminan de salirme naturales, no terminan de ser mis experiencias o mis recuerdos.
Pero el no poder recordar claramente tampoco mi pasado me hace dudar acerca de cuanto debo luchar por mi historia, por recuperar mi pasado, y cuanto por mantener vivo lo que Argo creó.

4.- ¿Cuáles son tus objetivos y deseos a corto y largo plazo?
A corto plazo recuperar a los hijos de Argo, e intentar aclarar los sentimientos de mi nuevo cuerpo, a medio plazo recuperar mi poder, y encontrar el motivo por el cual el hechizo no salió del todo bien.
Además la lectura que hizo "Nanny" no me hizo ninguna gracia, quiere decir que no soy el único que ha venido de esa época, y mis sospechas de quien ha podido venir detrás no me hace ninguna gracia (Eric no ha escuchado la historia del bardo)

5.- ¿Dónde naciste? ¿Cómo fue tu juventud y qué relación tienes con tu familia y los amigos con los que te criaste?
Nací bajo el ala de la casa Argelam, cuando el estudio de la magia aún era "accesible" a los hijos de los nobles. Mi hermano mayor sería el heredero, así que la magia era un buen camino para labrarse un futuro, y ayudar a la gloria del clan. Además siempre se me dieron muy bien dos de sus vertientes, la transmutación, y el uso militar de los rayos.
La relación con mi familia tuvo muchos altibajos, ser hijo, hermano, tío, y tío abuelo sucesivamente del líder de una de las ocho casas te abre puertas, y te facilita las cosas, si bien es cierto que me abrió pocas que no hubiese podido abrir en algún momento o de alguna forma gracias a mi formación y a la acumulación de poder que llegué a alcanzar en mi época de aventurero. Incluso llegué a decantar un par de guerras para el bando humano en mis niveles más altos de poder.
Pero claro, eso también tenia su contrapartida, conspiradores, aspirantes y gente interesada en general siempre intentaron acercarse a mi con la intención de usarme, pocos o ninguno lo consiguieron, pero siempre hubo tensiones con mi familia por ser una figura que podía rivalizar en poder con el líder de la casa.
En cuanto a como es la relación actualmente, se puede decir que la palabra complicada se queda corta como descripción, mi familia me cree muerto desde hace mas de 800 años, y dudo que quede alguien capaz de reconocerme.

Luego están Dereck, Aquiles, y Arya, lo que puede considerarse su actual familia.
Dereck desconfía de mí, cree que su hermano murió por mi hechizo, pero estaba preparado para ocupar un cuerpo sin alma, así que Argo había muerto, de hecho cuando intento recordar los hechos de aquella noche recuerdo como el rayo abandonaba mi cuerpo, pero no como impactó, al menos no con mis recuerdos.
Y Arya y Aquiles, es algo extraño, cada vez que oigo sus nombres, o que recuerdo sus caras, siento lo mucho que les quería Argo, lo noto como si fuesen mis propios sentimientos, pero a la vez como algo lejano, como si esos recuerdos no son míos. Es como encariñarse de un personaje que describe un bardo, y luego descubrir con que el personaje esta basado en una persona real, sigues apreciándolo, pero no estas seguro del porque, no sabes que es real, que es un recuerdo ajeno, y que puede ser ambas cosas a la vez.

6.- ¿Qué o quién es lo que más odias? ¿Qué aborreces en este mundo?
El mundo no era perfecto cuando lance mi hechizo, de hecho estábamos al borde de una de las mayores guerras que asolaron el continente. Y ahora la situación no está mucho mejor que se diga, de hecho a mi parecer ha empeorado mucho. Magia perseguida excepto para unos pocos casos dentro de las familias nobles, guerras internas entre las casas cada pocos años, oscurantismo y persecuciones, se nota que los humanos no servimos como raza dominante.
Lo que mas aborrezco es ese gusto que parece tener nuestra raza por querer acumular poder a costa de lo que sea, la facilidad que tienen muchos de sacrificar vidas que no tienen nada que ver por disputas en ocasiones ridículas, y casi siempre sin motivo real para iniciarse.

7.- ¿Qué o quién es lo que más amas? ¿Cuáles son tus vínculos más importantes y queridos?
Ahora mismo es difícil, mi mente, mis recuerdos, y mis afectos están mezclados con los de Argo, y la verdad dudo que muchos de los que me eran queridos hayan sobrevivido el paso de los siglos y las guerras. De todas formas, posiblemente sean Aquiles y Arya, cada vez que escucho o que recuerdo que están en peligro algo se revuelve en mi interior. Por un lado es parecido a una compulsión mágica, como si viniese de una voluntad externa, pero en parte es tan natural, está tan internalizado en mi cuerpo que no podría ni querría cambiarlo.
Fuera de eso, es difícil, me siento un recién llegado, y no tengo claro ni siquiera mis lealtades.

8.- ¿Cómo aprendiste y desarrollaste tus habilidades? ¿Te enseñó alguien?
Tuve varios maestros, gran parte de ellos Elfos de gran conocimiento y poder, y una vida larga para asentar y mejorar mis conocimientos y habilidades. Ahora mi poder es débil, casi como un nuevo aprendiz, pero parece que estoy recuperando parte de este más o menos rápido.

9.- ¿Cómo y por qué te hiciste aventurero y emprendiste tu viaje?
Originalmente fue un cúmulo de hechos, practicar lo aprendido, algunos incidentes en misiones oficiales para mi casa, y hacia el final fue más incluso por distanciarme de mi casa, de la lucha por el poder, dejar claro mi distanciamiento, siempre apoyaría a la casa Argelam, pero no quería seguir salpicado en las guerras internas por el liderazgo.
Ahora mismo, ha sido más bien verme atrapado, tenia intención cuando lance el hechizo de dirigirme hacia la capital del reino enano, ahora creo que no serviría de mucho, y el rapto de Aquiles y Arya han precipitado mis acciones.

10.- ¿Cuál es tu forma de actuar en combate? ¿Tienes reparos por matar a un enemigo?
Estoy bastante desorientado, por un lado porque hacia tiempo que no tenia un cuerpo que respondiese tan bien físicamente, por otro lado, porque llevaba mucho tiempo sin combates como tal, a partir de cierto nivel de poder, los combates en los que me vi involucrado eran muy diferentes.
En general no tengo especiales reparos por matar a un enemigo, aprendí por las malas que no suele ser recomendable dejar vivo a según que enemigos. De todas formas, siempre hay enemigos y enemigos, igual que hay combates y combates. La verdad es que en ocasiones me he visto obligado a luchar por mi vida, mis amigos, o mi casa, y debido a esto he tenido que matar a mas seres de los que me gusta reconocer. Y aunque no estoy ni remotamente orgulloso de la mayor parte de las muertes que he causado, si volviese a encontrarme en la misma tesitura, no cambiaria mis acciones.

11.- ¿Cuál es tu fe? ¿Rindes culto a alguno o a varios dioses? ¿Por qué?
Respeto a los dioses, y a sus seguidores, a algunos más que a otros por supuesto, pero no rindo culto a ninguno en particular. Porque?, pues porque aunque he visto de primera mano los resultados de su voluntad, y he conocido a clérigos y elegidos de diferentes religiones, los estudios de mi disciplina me han alejado mucho de la religión y el culto organizados.

12.- ¿Qué opinión tienes sobre la magia arcana, los hechiceros apostatas y la Inquisición?
Los hechiceros apostatas por lo que me han contado parecen un foco de peligro, una fuente de magia salvaje que podría causar mucho daño sin querer, la inquisición me parece más la causa de estos que la solución, por perseguir algo no va a dejar de existir, mientras que seguro que a muchos de esos apostatas se les podría instruir a controlar sus poderes, y evitar que fuesen una fuente de problemas y peligros descontrolados. Los elfos han demostrado a lo largo de las eras que la magia arcana se puede controlar, que puede usarse para el bien de todos, mientras que nosotros parece que estamos demostrando que una persecución de los arcanistas solo puede llevar al descontento y a la rebelión.

13.- ¿Cómo es tu relación y tus opiniones para con las siete grandes casas humanas de los Reinos del Ocaso?
¿Siete casas? No se porque me suena raro cada vez que lo oigo así, como si me faltase algo. Supongo que es un efecto secundario de ocupar un cuerpo con recuerdos, que a veces se confunden mis recuerdos con los de Argo.
Relación, relación ahora mismo no tengo gran relación con ninguna de ellas, aunque sigo siendo leal a la casa Argelam, y la casa Garrosh no se ha ganado mi simpatía después de lo que hizo en la última guerra, y de lo que he visto que la inquisición hace por mantener la situación actual.
De las demás casas me temo que los recuerdos y sentimientos que pueda tener posiblemente están desfasados, tras ocho siglos las cosas han podido cambiar mucho, así que por el momento no se que pensar de las demás casas

14.- ¿Cuál es tu visión de las otras grandes razas de los Reinos: enanos, elfos, humanos, halflings y gnomos? ¿Tienes prejuicios o predilección por alguna raza en concreto?
Hace ya mucho tiempo descubrí que de las grandes razas de los Reinos, posiblemente la mía es la que menos grandeza tiene. Puede ser por nuestra corta esperanza de vida, o por lo que sea, los humanos aun teniendo grandes representantes, capaces de las mayores de las proezas, también hemos destacado por tener los mayores villanos, y demasiados que desaprovechan su vida, cosa que no suele pasar en otras razas. Al menos no de formas tan extremas.
Del resto de razas opino que los humanos aún tenemos mucho que aprender de ellos, y me da la impresión de que tras casi ochocientos años no hemos aprendido nada...

15.- ¿Has estado o estás enamorado?¿Qué pasó? ¿Qué tipo de vida sentimental / sexual llevas?
Tuve algunas parejas antes del hechizo, ninguna termino de ser una relación seria o duradera, de joven aproveche mi titulo en unas cuantas ocasiones, era joven, no tan inocente, e igual un pelín aprovechado, después, durante mucho tiempo los estudios ocuparon mi tiempo, y hacían difícil el formar algo estable, la verdad es que no recuerdo ninguna relación especial. Intentaron casarme un par de veces por interés, pero en ningún caso llegó a buen puerto el intento, y con la edad el tema se volvió mas complicado, y casi diría menos interesante...
Mi nuevo cuerpo por el contrario parece que no tiene esa complicación, todo será ver que se de la ocasión.

16.- ¿Cuál ha sido el momento más traumático de tu vida hasta ahora?
Es difícil decirlo, el tiempo y la distancia hacen que los traumas sean menos, y mas de ocho siglos es mucho tiempo. Y mi memoria entremezclada no esta completa, y mucho me temo que algunos grandes traumas han podido quedarse en el olvido.
No obstante, la muerte de la mujer de Argo es una sombra que se ha quedado dentro de mis recuerdos, algo a la vez distante y cercano. Y la muerte de Arya me ha afectado, no era mi hija en realidad como Dereck se empeña en repetir, pero me ha dejado marcado, o al menos a una parte en mi interior, bastante más que otros recuerdos de mi pasado.
Es extraño en parte el pensar que he podido olvidar tantas muertes, o que no las recuerde como algo impactante, mientras que la muerte de alguien que conocí unas pocas horas me haya afectado así.

17.- ¿Cuál ha sido el momento más feliz de tu vida hasta ahora?
Mi memoria no ha pasado correctamente al cuerpo de Argo, hay imágenes antiguas entremezcladas con momento de la vida de Argo, recuerdo la emoción de salir vivo de una guerra contra los gigantes, la primera vez que pude emplear alta magia, alguna noche de taberna con mi grupo de aventureros rememorando nuestras mejores aventuras, pero también recuerdo el nacimiento de Arya y de Aquiles, o cuando Argo conoció a su mujer, y aunque no sean recuerdos míos, me alegran al recordarlos.

18.- ¿Te consideras una persona honorable? ¿Y orgullosa?
Si y si. El honor es algo que me infundieron desde pequeño, y Argo también debía serlo porque es una de las pocas cosas en las que no siento conflicto al comparar mis impulsos con los suyos.
El orgullo sin embargo es algo más propio, creo que se me da bien medir los desafíos y a mis oponentes, pero el orgullo me puede en ocasiones, es cierto que hice cosas grandes, y eso te deja marcado, pero igualmente es algo que siempre me ha marcado.

19.- ¿Sigues las leyes del lugar en que te encuentras o las adaptas a tu beneficio? ¿Estás en contra del poder establecido? ¿Tienes algún tipo de código de conducta personal?
Tiendo a adaptar las leyes en mi beneficio, Argo se sentía más cómodo cumpliéndolas, yo no tanto, especialmente si no me favorecen.
Contra el poder establecido en general no tengo nada, contra ciertos poderes establecidos... eso ya es otra pregunta diferente, ciertas casas nunca han sabido gobernar a mi parecer, y lo que he visto que hace la inquisición les ha puesto claramente los primeros en mi lista de poder indeseable.
Código de conducta personal, si se puede decir que lo tengo, necesito aclararme como encajarlo en estos tiempos, pero si tengo.

20.- ¿Cuál consideras que es tu mayor afición? ¿Y tu mayor vicio?
Posiblemente la magia en ambos casos.