jueves, 26 de noviembre de 2009

El sueño de Kayrion III

Examinó entonces a su pequeño prisionero y descubrió que en realidad se trataba de una niña, de cinco o seis años, flaca y cubierta de polvo, que se debatía como una comadreja intentando liberarse, sin parar de gritar que la soltase con una voz bastante aguda. Tenía el pelo rubio oscuro, casi castaño, naricilla respingona, algunas pecase en la cara, rodillas peladas, multitud de pequeñas heridillas y hematomas en diverso estado de curación y un diente ligeramente mellado. Lo único que cabría destacar de ella eran sus ojos, de un extraño color azul con destellos amarillentos, como de ambar. Bueno, sus ojos y el hecho de que no parecía tener el menor miedo en pelearse con un adulto entrenado en la guerra, enfundado en una coraza y a lomos de un corcel celestial de combate. Sus ropas estaban algo sucias, remendadas con esmero una y otra vez, con coderas y rodilleras de cuero. El sello de una madre que finalmente había renunciado a toda esperanza de que su hija fuera bien arreglada, en favor del pragmatismo. Tenía todo el aspecto de una buscaproblemas profesional en la categoría junior de peso superligero. Le recordaba a alguien, pero en ese momento no supo decir a quién.
La pequeña siguió revolviéndose para intentar soltarse, golpeando, arañando y mordiendo a cualquier lugar estratégicamente doloroso de la anatomía del paladín sin dejar de proferir insultos y amenazas propias de los carreteros. Si no fuera por la armadura, y en especial por la coquilla, Kayrion podría haberse llevado unos dolorosos golpes. Inmovilizó a la niña con las dos manos, con cuidado de no hacerla daño apretando demasiado y la sentó sobre el caballo delante de él.
-“Bueno, estate quieta y deja de gritar de una vez. No voy a hacerte daño, pero te voy a llevar a tu casa.”-dijo intentando calmar a la cría-“Pórtate bien y no tendrás más problemas.”- La niña pareció calmarse un poco, ya que al menos dejó de patalear y se acabó callando. –“Mi nombre es Kayrion, y soy paladín de Heironeoux y Shiva”-se presentó. –“¿Y tú cómo te llamas?”
-“Yo me llamo Jani, y mi mamá te va a dar tal patada en el culo cuando te vea que no vas a sentarte en un mes. Y Jaron te va a hacer papilla. Y Pip terminará con lo que quede. Te vas a enterar en cuanto llegue a mi casa. Te crees muy duro pero te vas a enterar. Mi mamá se merienda media docena tipos como tú para desayunar. Bueno, se los desayuna para desayunar. O se los merienda para merendar, o como sea. Como sea, te vas a enterar…. Seguro…”
Con las reservas de paciencia bajando por momentos, Kayrion se decidió a atajar aquello. “Vale, tú le cuentas que te he cogido y yo le digo porqué lo he hecho. ¿De acuerdo? No la conozco, pero no creo que le haga mucha gracia que molestes a los viajeros.”- Aquello pareció funcionar. Jani se quedó finalmente quieta y se quedó callada unos segundos, con cara pensativa. Finalmente dijo muy seria:
-“Vale, yo no me chivo y tú no te chivas. Y bueno, en realidad me llamo Janice, pero todos me llaman Jani. A mi mamá no le gusta que le tiremos cosas a los enlatados. Sois los únicos que pasáis por aquí. A veces pasan otros enlatados, y hablan con mi mamá. Y si empiezan a decir tonterías mi mamá nos manda a los pequeños a la cocina y les dan una paliza entre todos. Bueno, eso sólo pasó una vez, pero lo vimos por la ventana. Le cubrieron de esa cosa negra pegajosa que le echan a los tejados, luego de plumas y lo echaron. Mamá estaba muy cabreada, pero no sé lo que dijo ese imbécil. Porque era un imbécil, seguro. Seguro que por eso enfadó a mi mamá. Mi mamá es muy buena y muy lista y muy guapa, pero cuando se cabrea da mucho miedo. Bueno, a mí no me da miedo, porque es mi mamá y nunca me hace nada, pero la gente se acojona mucho cuando ella se enfada. Pero es la mejor mamá del mundo y no me da nada de miedo. Aunque a veces se enfada conmigo cuando hago algunas cosas que dice que no debo hacer. Pero es que hay muchas cosas que no debo hacer que son muy divertidas.”
Aquella niña parecía no callarse ni debajo del agua, pensó Kayrion, aunque finalmente se detuvo durante un instante, quizás para respirar, pero al poco continuó su monólogo.
-“Oye, no le digas a mamá que yo he dicho que ella se cabreaba o que el enlatado era un imbécil o que te he llamado enlatado o que la gente se acojona. Eso no le gusta demasiado. Dice que son palabras muy feas que no debería decir. Pero todo el mundo las dice. Y no veas las palabrotas que suelta ella cuando se cabrea cuando se cree que no la estoy oyendo. Mi mamá sabe palabrotas en un montón de idiomas, pero intenta que no la oiga cuando las dice. Dice que aunque a ella se le escapen algunas veces eso no está bien. ¿Por qué sólo los mayores pueden hacer cosas divertidas como decir palabrotas y emplumar a los enlatados que dicen tonterías? ¡No es justo! ¿A que no?”

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Nueva viñeta!

Pero qué pesao estoy con las viñetas!!! O al menos eso pensaréis. Qué se le va a hacer, es más rápido que un dibujo completo y susceptible de hacer en esos pequeños momentos en el curro.

Bueno, a lo que estamos, en la viñeta de esta semana repite por primera vez un personaje, en este caso el terrible (a ratos) Medrash, acompañado del reluciente (visto desde arriba) Kane. Creo que sobran las presentaciones.

Sin más, el Duo Dinámico!!!!

Kane y Medrash

La Carta

Querida madre,

Sé que aunque estuvieras aquí estarías preocupada por mí, con que más lo estarás ahora, donde quiera que estés. Que desde que volví de las puertas de la muerte, he descuidado mis obligaciones, mis deberes contigo y con el resto del pueblo. Aún estoy recuperándome de algunas de mis heridas, pero es cierto que los novicios de la Capilla del Lamento del Sur ya han sanado con sus plegarias a Hextor las más graves, y que en realidad no busco más que excusas, que ya podría haber vuelto junto al resto del pueblo al otro lado de la muralla interior. Pero no puedo hacerlo. Perdóname madre, pero no puedo.

Durante las últimas semanas han sobrevenido acontecimientos aterradores, tragedias como nuestro pueblo no había conocido nunca. Desde que el amo Kane, ese tirano mil veces maldito, volviera de su batalla contra los elfos oscuros con ese extraño grupo de acompañantes, las cosas se han precipitado. Hemos pasado por momentos muy peligrosos, hemos perdido a muchos, realmente hemos llegado a pensar que estábamos condenados sin remedio. Y, sin embargo, es ahora, a raíz de todo esto, que puedo decir por fin que me siento vivo. Que he encontrado mi lugar en el orden de las cosas. Que por una vez dejo de ser una oveja y empiezo por fin a tomar las riendas de mi propio destino.

Todo comenzó cuando Siler y los demás trajeron a aquella extraña muchacha al pueblo, acusándola de haber matado a toda la familia de Horatis en su propia casa, usando algún tipo de magia o ritual demoníaco. Todo el pueblo se volvió loco por la sangre de una chica que parecía incapaz de hacerle daño a nadie, menos aún a una familia de leñadores grandes y fuertes como eran Horatis y sus hijos, acusándola de haber venido de las Tierras Yermas y de haber traído con ella la maldición a nuestro pueblo. Recuerdo haberte rogado para que me ayudaras a salvarla, y ahora me siento avergonzado de no haber tenido yo mismo el valor para haber hecho frente a la locura de Melarius y sus fanáticos. Pero no fue así, las piernas se me paralizaron y mi propia voz se extinguió en mi garganta. Tuvieron que ser el amo Kane y sus compañeros quienes salvaran a la muchacha, que más tarde se daría a conocer como Jhavien.

Sus compañeros… un grupo tan heterogéneo como imponente pero, que encontré irresistiblemente intrigante. Empezando por Tarja, la mujer leprosa que luego descubrimos que no era tal, sino algo mucho más extraordinario. La única que me ha tratado como el hombre adulto que soy ya y que ha sabido ver más allá de mi origen campesino. Pero las sorpresas que se hallaban entre sus acompañantes no habían hecho sino comenzar: desde el temible y enorme hombre lagarto, Medrash, de voz tan poderosa como mortal su hacha, un troglodita de las montañas según identificó una amnésica Jhavien, hasta el aún más grande semigigante de las tribus bárbaras, el silencioso Des-an, que aparentemente ha llevado una vida de esclavo no muy diferente a la nuestra todos estos años. Incluso el terror negro llegó con él, en la forma de la mortal asesina drow. Si bien no puedo reprimir los escalofríos cuando la tengo cerca al pensar en las atrocidades a las que acostumbra su raza, no es menos cierto que verla combatir es como ver un espectáculo de danza, grácil y rápida, aunque letal para sus oponentes. Y por supuesto le acompañaba también su fiel perro rabioso, el asesino personal del amo cuando es demasiado cobarde para impartir él mismo justicia, Luca.

Pero fue gracias a este dispar grupo que sobrevivimos a aquella noche. A ellos y al curioso hombrecillo que llegó con la oscuridad, Kurt, el gnomo, una raza mística que ni siquiera había oído nombrar nunca, y que nos trajo el aviso de la banda de bárbaros pieles verdes que se acercaba al pueblo. Nos dio tiempo suficiente para prepararnos, montar las defensas, preparar las armas, esconder a mujeres, ancianos y niños. Y por fin pude luchar con el arco en mis manos contra un enemigo real, defendiendo a los míos, y hacer valer así las horas que pasó papá entrenándome en su uso. Sé que no querías que luchara, que sufriste lo indecible por temor a que me pasara algo. Yo mismo estaba aterrorizado en un principio y apenas pude tensar la cuerda en mi primer disparo, cuando los dedos me temblaban negándose a obedecerme. Pero si no luchábamos todos moriríamos esa noche, eso lo sabía bien, y cuando el calor de la batalla comenzó a recorrer mi cuerpo y una de mis flechas abatió a uno de los enormes orcos, sólo tuve que dejarme llevar por la adrenalina. Apenas recuerdo con claridad lo que ocurrió después, únicamente fogonazos, retazos de imágenes cuando aquél asesino goblin mató a Marcy en la torre y como Des-an me salvó entonces degollándolo con sus garras metálicas. Recuerdo el abrasador fuego, los gritos, los tambores, el furioso rugido del ogro… y que al acabar, eufórico cuando los pieles verdes restantes se retiraron, sentí que me había convertido por fin en un hombre. Que ya no era un crío asustadizo. Que estaba dispuesto a luchar por mí y por los míos.

Por ellos, cuando a la mañana siguiente ese miserable y altivo paladín de Hextor, ser Rao, llegó al pueblo para llevarnos a todos en un peligroso y largo viaje a la Capilla del Lamento del Sur, no dudé: sabía que tenía que seguir luchando y hacer todo lo que estuviera en mi mano, por poco que fuera, para que llegáramos sanos y salvos a la ciudad. Afortunadamente para nosotros, el grupo de viajeros que nos salvó de los orcos decidió también acompañarnos, si bien cada cual por sus propias razones.

El viaje fue largo y costoso, y varios de los más débiles y ancianos cayeron enfermos. Esa cerdo egoísta de ser Rao intentó convencer al amo de dejarlos atrás, incluido a Tarja y Lyshanna, la drow, que por entonces aún fingían ser leprosas para ocultar así su secreto. Afortunadamente, para el amo aunque no seamos más que ganado, seguimos siendo su ganado, con lo que se negó a seguir la idea del paladín. Claro que, a pesar de sobrevivir también al ataque de varios bandidos, eso no nos salvó del desastre, que aguardaba solo unos días más allá, al cruzar el puente del gran cañón. Allí fue donde nos separamos, madre, y donde crucé las puertas de la muerte sólo para atravesarlas de nuevo minutos después, arrastrado de vuelta por aquella voz cálida y melancólica.

Los Cosechadores de Sangre parecieron atacarnos de todas direcciones a la vez. Cuando avistaba a uno y conseguía siquiera dispararle, dos más aparecían al lado. Los hobgoblins estaban por todas partes, bien equipados, grandes y astutos, al contrario que sus descerebrados y salvajes primos… En medio del caos, otra oleada más de jinetes al mando del que parecía su cabecilla, montando sobre un enorme lobo negro, se lanzó sobre nuestra retaguardia, y sólo pude ver impotente como echaban las redes sobre vosotros y te arrastraban junto con varios aldeanos más, entre gritos desesperados, alejándose fuera del alcance de mis flechas antes siquiera de que pudiera reaccionar. Pero no podía dejar de mirar cómo se te llevaban, madre, a ti, la única familia que me queda… y eso le bastó a uno de sus arqueros para alcanzarme. No una, ni dos, sino tres flechas me alcanzaron en apenas unos segundos. Un dolor agudo sacudió todo mi cuerpo, incapaz siquiera de distinguir dónde me habían alcanzado. Moría, madre, y mi única satisfacción era ver, de rodillas desde lo alto de la torre, cómo Lania, o quién aparentaba ser Lania, apuñalaba al amo Kane y éste se desangraba rápidamente en el suelo… igual que estaba haciendo yo en ese momento.

Pero el destino no quiso dejarme morir en esa ocasión. Un cántico, una melodía, la voz más calmada y fascinante que había oído jamás, me hizo dar la espalda a la oscuridad y volver a la luz. De pronto me encontraba entre los brazos de una Tarja llorosa y desesperada, y me pareció la visión más hermosa que había visto nunca, a pesar de los cuernos retorcidos o de sus insondables ojos rojos. Más tarde supe que quién me había traído de vuelta había sido aquella a quien a punto estuvimos de quemar por demonio, Jhavien, que había anclado mi alma a mi cuerpo antes de que lo abandonara por completo. Lo mismo hizo por el buen Des-an, y desgraciadamente también por Kane, aunque en su caso debió de haber penetrado más profundamente en el reino de la muerte y su vuelta le dejó secuelas físicas notables; una piel blanca como la ceniza que espero le marque para siempre. Por supuesto, cuando le agradecí a Jhavien el haberme salvado, ella negó confundida el haber hecho nada.

Atontado y desesperado por haberte perdido en las garras de los esclavistas, y exhausto además por la traumática experiencia como estaba, apenas recuerdo el final de nuestro viaje: sólo que me llevaron dentro de la propia Capilla del Lamento del Sur con ellos, mientras el resto del pueblo debía establecerse en el pueblo exterior. Sólo sé lo poco que me contaron Tarja o Medrash, y de lo que me pude enterar escuchando en los pasillos de la Capilla. Que Jhavien había sido encerrada en los calabozos y que el pequeño Kurt se había encerrado con ella para protegerla. Que la Reina Zhane de Alexandría, unos de los reinos de Arheos, se encontraba en la ciudad. O que durante el espectáculo que ofreció el macabro Carnaval Negro alguien del séquito de la reina se escabulló hasta el cementerio e intentó activar una extraña maquinaria en la cripta del más grande de los Apóstoles Negros, siendo detenido de nuevo por la intervención de Tarja y los demás. Ojalá hubiera podido ayudarles entonces, ayudarla a ella…

También he descubierto que a pesar de los amigos y aliados que pueda tener el amo Kane en la Capilla, en la forma de la inquisidora Keira, no carece tampoco de enemigos, como el León Marino, Lord Mardred, o su misterioso compañero, el mago de Saruun Lord Valdemaar. Desgraciadamente parecen todos ellos tan crueles como el propio amo. Pero todo ello palidece de importancia ante lo que ha sucedido esta mañana: Jhavien ha desaparecido de su celda, por lo que parece, y por increíble que suene, fugándose ella sola. Sólo ha dejado una nota al amo, según me ha relatado Tarja, que iba a buscar a mi madre, y que si la querían a ella, debería encontrar entonces a los siervos por los que no pensaba mover un dedo. Van a buscarte a ti madre, a la mismísima Montaña que Hiende el Cielo, el Laberinto de Espiratrueno. El Arconte Lord Marklath se lo ha ordenado a Kane y sé que los demás también le acompañaran, cada uno de nuevo con sus propias motivaciones.

Pero me es igual porqué quieran hacerlo. Sé que al menos Tarja y Kurt sí se preocupan por su destino, y que yo he tomado mi decisión. Iré con ellos madre. Voy a tu encuentro… y rezo a Avandra porque este no sea el último viaje que emprendamos nunca.

Tiro

domingo, 22 de noviembre de 2009

El sueño de Kayrion II

En una de esas misiones se encontraba en ese momento. Había estado inspeccionando una fortaleza de tamaño mediano, situada al norte del antiguo reino de Sanlhoria, en zona fronteriza. Un lugar donde seguía habiendo un riesgo importante de incursiones. Le había alegrado comprobar que la guarnición estaba muy bien preparada, y el Barón al cargo, aunque quizás algo ambicioso, le había parecido un hombre muy capaz que tenía la situación bastante controlada. Tan sólo tenía problemas con una pequeña villa que se negaba a unirse al feudo y a pagar los impuestos para mantener la guardia. En ocasiones habían llegado a expulsar de malos modos a los agentes del Barón, aunque sin llegar a la violencia extrema. Si el mozo de las caballerizas estaba en lo cierto, el Barón había llegado a ofrecerle matrimonio a la líder de la aldea, una mujer tan bella como terca. La respuesta exacta que había remitido variaba según a quién le preguntase, pero todos coincidían en que no había sido especialmente diplomática.
Así que allí iba él, a tratar de convencer a los habitantes de aquel pueblo para que regresaran a la seguridad del sistema de feudos. Ciertamente, no era la primera vez que veía casos como aquel, y desde luego que pocos se habían atrevido a decirle que no cuando él había explicado la situación. A fin de cuentas, era famoso. Era un héroe, querido, respetado e incluso temido. Su aspecto resultaba totalmente imponente luciendo su coraza completa y a lomos de su enorme corcel celestial, regalo de Heironeoux y Shiva. A veces preferiría que la gente le tratara con algo más de naturalidad, pero el caso es que era intocable. Tenía la total certeza de que nadie iba a atacarle.
O eso pensaba hasta que súbitamente algo le impactó en la frente. El instinto forjado en incontables batallas se impuso, e inmediatamente se puso en guardia y localizó a sus agresores. Resultaron no ser más que unos pocos críos, el mayor no llegaría a los diez años, que le tiraban piedras y todo tipo de objetos con muy escasa puntería, parapetados tras una valla junto al camino. Parecían algo asustados por lo que estaban haciendo, y cuando viró a su montura para acercarse a ellos huyeron como si un dragón les pisara los talones. Tan sólo uno de ellos, tal vez el mayor, se atrevió a darse la vuelta para ver si alguno de sus compinches había quedado atrás. Gritó “Jani, corre, que te va a coger” Tras esto siguió corriendo todo lo rápido que le permitían sus piernas sin volver a mirar atrás. Kayrion se detuvo buscando al rezagado durante un par de segundos, hasta que un nuevo impacto en la mejilla, de una pequeña manzana, reveló la posición del pequeño pero hábil francotirador, que estaba subido en un manzano. Al contrario que los otros críos, no pareció amilanarse cuando se dirigió hacia él, e incluso le lanzó otro par de manzanas, con bastante puntería, aunque el paladín de Shiva logró que no le volvieran a alcanzar en el rostro descubierto, sino que se hicieron compota en su brillante armadura, que tendría que limpiar más tarde para que volviera a ser tal. Cuando finalmente estuvo al pié del árbol, el pequeño descarado trepó a ramas más altas con la agilidad de una ardilla, quedando fuera de su alcance. Se preparaba para tirar otra manzana cuando Kayrion hizo encabritarse a su corcel sobre sus patas posteriores, ganando la altura suficiente para agarrar firmemente a aquel mocoso desvergonzado del cuello de su chaqueta. Hasta ahí la historia de un enfrentamiento nada glorioso que jamás narraría ningún bardo.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Cuidado con el señor Hawklight...

El misterioso viajero llegó por fin a la posada "El último Kraken", una de las más cercanas al puerto y famosa por acoger a veteranos marineros o jóvenes que quisieran serlo (además de por la hija del tabernero y el excelente guiso de buey con guisantes). Desde que decidió partir de su cómodo hogar apenas había parado para descansar o tomar un bocado, y su mente estaba demasiado obsesionada con la información que había descubierto como para quejarse de algo tan nimio como la falta de horas de sueño o comida. Tenía un plan y lo iba a llevar a cabo, tenía que hacerlo.
Consigo no llevaba demasiado. En contra de lo habitual en una persona como él, se había desprendido de todo lo inútil. Había vendido la mayoría de las joyas y muebles, y despedido a sus criados, invirtiendo ese dinero en aquello que pudiese llevar en su última gran pertenencia, el majestuoso Viento Fuerte. Había dado orden de que cargasen las bodegas con las telas y especias que había comprado a buen precio (ni en una circunstancia como ésta perdía el olfato por los negocios y la satisfacción por conseguir una ganga) mientras se trasladaba de su casa en el interior a la ciudad portuaria donde tenía amarrado el barco.
Los preparativos ya deberían estar casi listos, así que sólo necesitaba encontrar una tripulación capaz. El viaje sería peligroso, pues se encaminaba a tierras "custodiadas" por los codiciosos y crueles Escorpiones, pero en los tiempos que corrían no era demasiado difícil encontrar gente lo suficientemente desesperada o chalada como para aceptar el trabajo. Después de cenar habló con el tabernero y puso un cartel con la oferta en la entrada de la taberna. Si todo funcionaba según lo previsto mañana por la tarde debería acudir una buena colección de marineros, rufianes, vividores y aventureros atraídos por la generosa retribución.
Y así fue. Una hora antes de lo previsto la posada estaba plagada de gente de lo más variopinta. Ni en sus mejores expectativas había supuesto una acogida tan buena, ahora debía poner todos sus sentidos en escoger a las personas que lo mismo podían salvarle la vida que condenarle sin remisión. Todos fueron pasando por su mesa. Ya había seleccionado a un veterano capataz, una capitana con pinta de dura, un coloso negro que sería útil si las cosas se ponían feas, unos cuanto jóvenes habilidosos, un cartógrafo enano y un curioso ser de madera deseoso de conocer mundo (bueno, este último insistió en viajar gratis, uno no es de piedra). Con ellos ya podía emprender su propia aventura. Se disponía a dar por finalizadas las entrevistas cuando les vio. El más exótico grupo (y ya era decir) que había visto en sus viajes. No sabía por qué, pero algo decía que debía contratarlos. Al fin y al cabo era mucho lo que estaba en juego, y él, Damian Hawklight debía poner toda la carne en el asador.


Damian

jueves, 19 de noviembre de 2009

Alas de Dragón V

Apenas llegó a Huglendt, el grupo de aventureros se dividió en dos para comenzar a preguntar a los lugareños si habían visto algo inusual. Cora, Daemigoth y Denay se toparon con otra forastera, una simpática elfa con el pelo de un extraño tono azul, que cantaba con una dulzura excepcional, incluso entre los de su raza. Su nombre era Valadia, pero insistió en ser llamada simplemente Val, y no tardó en ser aceptada, después de que un grupo de orcos atacaran el pueblo, buscándola a ella, aparentemente. Con la ayuda de los cantos mágicos de Val, que durmieron a la mitad de los atacantes, los compañeros no tardaron en derrotar al resto.
Mientras tanto, los demás comenzaron a oír rumores acerca de un extraño mineral que extraían por ahí, llamado tanaam. Se suponía que era básicamente inútil, más allá de servir para la fabricación de bonitos objetos de artesanía, pero se había perdido el contacto con la mina donde se extraía, lo que atrajo la atención de los siete compañeros, que decidieron visitarla al día siguiente.
Sin embargo, aquella noche Thorcrim y Garret fueron atacados mientras dormían por un asesino que portaba un guante negro en la mano derecha. Logró infringir una grave herida al enano en el cuello, y asestar una puñalada envenenada a Garret, pero a duras penas lograron sobrevivir el tiempo suficiente para dar la alarma y poner en fuga al asesino.
Por si esto fuera poco, una partida de guerra de orcos, mucho más numerosa que el grupo del día anterior, asaltó el poblado al día siguiente, y sólo pudieron ser rechazados a duras penas gracias a la ayuda de los soldados de Huglendt y de su mascota, una inmensa criatura grisácea llamada Glaigard. Quedó claro durante el asalto que el grupo que habían derrotado el día anterior no era más que una avanzadilla de exploración.
Heridos y cansados, decidieron dejar la visita de la mina para el día siguiente.
El día terminó con una revelación. Daemigoth, afirmó que Denay no era en realidad humano, sino un semielfo. El aludido no tuvo más remedio que confesar que en realidad no era un kehay, como había afirmado, sino uno de los esclavo de ese pueblo, conocidos como mecdos.
Al día siguiente, finalmente se dirigieron a la mina, acompañados por Valadia, que no consintió quedar atrás. Se enfrentaron a un grupo de orcos y goblins de aspecto deplorable, los últimos supervivientes de lo que había sido una importante tribu, a los que pasaron por las armas sin mayor ceremonia. Sin embargo, del cadáver de uno de los goblins cayó una extraña piedra. Tan pronto como esto sucedió, dos gemelos, ambos con un guante negro en la mano derecha, aparecieron aparentemente de la nada: uno cogió la piedra, el otro capturó a Val. Sin dejar de correr, ambos se internaron en la cueva, seguidos de cerca por los furiosos aventureros, donde no tardaron en dividirse, tomando cada uno un túnel distinto. Intuyendo que la piedra era de crucial importancia, pero no pudiendo abandonar a Val a su suerte, los compañeros no tuvieron más remedio que dividirse, único modo de asegurarse no perder a ninguno de los dos. Daemigoth, Denay y Cora siguieron al que había secuestrado a Val, mientras que Garret, Thorcrim, Gilian y Daphne fueron en pos del que había robado la piedra.

martes, 17 de noviembre de 2009

El sueño de Kayrion

Kayrion cabalgaba tranquilamente a través del campo. Enfundado en su armadura y a lomos de su corcel celestial se sentía totalmente seguro. El mundo había vuelto a ser un lugar bastante pacífico, como no lo había sido desde hacía muchos años. Casi no se acostumbraba a poder viajar tranquilo, sin mayor preocupación que la salubridad de la siguiente posada o castillo en el que se hospedaría. Casi.
Los monstruos que antaño habían asolado esas tierras eran ahora muy escasos y se mostraban menos osados que en el pasado. La mayoría se había retirado a tierras más lejanas. Los bandidos humanos o similares habían retrocedido en igual manera. Tras la Cruzada de Purificación que había seguido al fin de la Guerra de los Gemelos muchos habían sido llevados hasta la justicia, y otros tantos habían decidido pasarse a profesiones más honradas. Ya no era infrecuente cruzarse con pequeños grupos de caballeros patrullando por los caminos, muchos de los cuales le reconocían. Ahora era un héroe, aunque le costaba mucho considerarse como tal. A pesar de que prefería dejarle la notoriedad a otros, lo cierto es que era uno de los paladines más poderosos del continente, uno de los pocos que habían sobrevivido a la guerra. La mayoría de los demás eran muchachos muy jóvenes, que habían entrado en la senda durante la fase final de la guerra o durante las cruzadas de purificación. Y para muchos de ellos, sobre todo a los que había adiestrado él mismo, era un auténtico modelo a seguir, su ídolo, uno de los elegidos que habían luchado para proteger a la Invocadora y habían desterrado muchos de los males de lo que algunos historiadores comenzaban a llamar la Era del Sufrimiento. No es que fuera tan universalmente conocido como Garret, el nuevo sumo sacerdote de Shiva, pero lo prefería. Sin duda se lo merecía mucho más que él, pero el caso era que ahora todos eran héroes. De vez en cuando se veía con algunos de sus antiguos compañeros, lo que siempre era agradable para recordar los escasos buenos momentos en un mundo que parecía desmoronarse sin remisión. Menos a Dannelle, claro, a ella no la había vuelto a ver tras la última gran batalla hacía seis o siete años. La salvaje de los páramos, como aún la recordaba, no había participado en el proceso de pacificación posterior. Le entristeció recordarla, pero al momento sacudió la cabeza y apartó aquello de su mente. Aquella relación jamás podría haber prosperado, y aún menos en tiempo de paz. Dejarlo fue lo mejor para ambos. Sonrió con algo de amargura pensando en lo que pensarían algunos de los jóvenes paladines que tanto le admiraban si supieran que él también tenía problemas tan mundanos como los sentimentales.
El caso es que ahora se dedicaba a ir de castillo en castillo, pasando revista a las guarniciones y a los grupos de caballeros que habían jurado proteger campos y ciudades, así como mantener a raya a los gnolls y goblinoides que con tanta sangre y sudor se había expulsado de aquellas tierras. Todos respetaban a estos guerreros y a la justicia que representaban. Muchos les tenían incluso cierto temor a causa de su mala conciencia. En algunos casos, eran gente de pasado dudoso con delitos que esconder, pero a menudo simplemente se trataba de gente que se sentía culpable de haber sobrevivido donde tantos otros, a menudo más virtuosos, habían muerto.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Más contenido

El "meta-contenido" del blog sigue creciendo. Se han añadido nuevas imágenes a la galería (por cierto, clicando sobre ella abrís la galería de Picasa en el que están subidas las imágenes a tamaño completo) y dos nuevos personajes al widget.
Os animo a que me mandéis la información para añadir vuestros personajes al widget (descripción, frase, ataque, y si tenéis un dibujo). Espero que en unos meses estén colgados todos los personajes importantes en el D&D, que pueden ser más de 50.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Baris

Raza: Halfling
Clase: Hechicero caótico
Pasado: Desconocido. Lo único que sabemos de él son las numerosas cicatrices que marcan su cuerpo y su mente. Sin duda un acontecimiento traumático a trastocado su carácter volviéndole caprichoso, inestable, bipolar y... poderoso.

Baris

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Crear un personaje, las primeras preguntas

En este post quiero comentar una de las cosas que más entusiasma a un jugador experimentado y que a menudo aterra a un jugador novel, crear un nuevo personaje.
Es habitual que al principio los jugadores estén tan saturados de reglas que les cueste centrarse en lo verdaderamente importante, dar forma y personalidad al personaje.
A continuación describiré el proceso básico, aunque cada uno le da más importancia a distintas cosas me arriesgaré con un mini to do:
1. La idea del personaje. Puede venir de mil sitios, un personaje de una peli, de un comic, de un libro, una ilustración o figura…mezclar distintas ideas, cerrar los ojos e imaginarte esa idea algo nebulosa en tu cabeza. Cómo ataca, cómo se mueve, qué poderes tiene. Aquí siempre es cuando yo hago un boceto o dibujo conceptual.

2. Ya tienes la idea de tu personaje en combate. De esa actitud ante los enemigos se desprende una personalidad. ¿Cómo se muestra ante las personas? ¿Cuál es su actitud ante la vida? Una pequeña idea es suficiente, bastan un par de palabras para definirlo, frío, alegre, distante, reservado, impulsivo, idealista, malvado…. Jeje, ya tenemos más de la mitad del trabajo hecho.

3. Ahora es cuando toca acomodar los dos puntos anteriores a reglas D&D. Lo más importante es escoger la clase de personaje y la raza. La clase determinará los poderes y la forma de luchar, así que es lo más importante. Y si tenéis dudas, comentarle la idea del personaje a un jugador experimentado y os ayudará a elegir clase y raza.

4. En este punto tocaría hacer el personaje propiamente dicho. Aquí se incluirían las tiradas, elección de poderes y feats, equipo… Siempre teniendo en cuenta la idea inicial.

5. Al llegar a este punto tenemos un personaje de D&D funcional con una idea un poco en bruto. Hay que pulirla obligándote a responder ciertas preguntas como si fueras tu personaje (que es lo que harás en las partidas) para que cuando llegue el momento de la verdad pienses como él y sea verdaderamente tu avatar en el mundo D&D. Para ello nuestro amado líder escribió en su día varios FAQs que todo jugador debía rellenar (a cambio de jugosos puntos de héroe). Es sólo una guía, pero ayuda enormemente a darle la forma final al personaje. Adjunto la ristra de preguntas:

FAQ 1
1. ¿Cuál es tu nombre y como te llaman los que te conocen?
2. ¿Dónde y en qué circunstancias naciste?
3. ¿Qué relación tienes con tu familia?
4. ¿Cómo fue tu infancia y juventud?
5. ¿Cómo te hiciste aventurero?
6. ¿Cómo conseguiste tus habilidades?
7. ¿Cuál fue tu primer combate real?
8. ¿Cómo fue el combate y qué sentimientos experimentaste?
9. ¿Qué te atrae más, la magia arcana o la divina?
10. ¿Qué opinión te merecen los dioses y religiones?¿Cuál es tu deidad?
11. ¿Por qué te decidiste a salir de aventuras?
12. ¿Has estado enamorado?¿De quién?
13. ¿Cuáles son las personas más importantes para ti?
14. ¿Cuáles son las personas que más odias?
15. ¿Cuál fue el suceso más traumático de tu vida?
16. ¿Y los momentos más felices?.
17. ¿Cuál es tu opinión sobre la muerte?¿Cómo te afecta dar muerte a tus enemigos?
18. ¿Cuál es tu mayor deseo?
19. ¿Crees en el amor?¿Y en la fidelidad?
20. ¿Cuál es tu mayor prioridad u objetivo?¿Qué importancia tiene para ti el poder y el dinero?
21. ¿Qué estarías dispuesto a sacrificar por tus objetivos o ideales?
22. ¿Crees en la necesidad de gobiernos y la imposición de leyes?¿Qué opinión tienes respecto a los que hacen cumplir la ley como guardia y jueces?
23. ¿Qué opinas de las otras razas?¿Tienes algún problema con una en concreto?
24. ¿Qué opinas del sexo opuesto?
25. ¿Qué es lo que más temes?
26. ¿Estás contento con tu cuerpo?
27. ¿Qué cambiarías de ti mismo?
28. ¿Cómo te definirías físicamente?¿Y en cuanto a tu personalidad?
29. ¿Te planteas o te plantearías llegado el caso el tener hijos?
30. ¿Cuál es tu opinión respecto al sexo?
31. ¿Qué opinas del honor?¿Te consideras una persona orgullosa?
32. ¿Temes a la muerte?¿Qué estarías dispuesto a sacrificar para eludirla?
33. ¿Qué harías con el dinero si obtuvieses una gran fortuna?
34. ¿Te gustaría asentarte en algún lugar?¿A qué lugar regresarías cuando terminen tus aventuras?
35. ¿Te gustan los misterios?¿Te ves atraído por lo desconocido?
36. ¿Qué harías si obtuvieses un artefacto de inmenso poder?
37. ¿Qué harías si obtuvieses gran poder inmediato?¿Lo usarías?
38. ¿Te gusta trabajar en equipo o eres un ser solitario?
39. ¿Qué harías si te encontrases frente a un dragón dorado?
40. ¿Y si fuese un dragón negro?

viernes, 6 de noviembre de 2009

Nueva viñeta

Lo estabais esperando, no podía tardar más, ya está disponible la primera viñeta de los grupos de D&D 4.0, en concreto del grupo de "malos".
La situación que se describe os sonará a todos. Tras cuatro sesiones de juego, Medrash, un dragonborn señor de la guerra armado con una impresionante hacha a dos manos, fue instado por el master para que relatase sus ataques. Entonces, ante la sorpresa de todos, nos describió como acaba con el enemigo con... su daga.
Tras percibir nuestras caras de estupor y la pregunta "¿Con tu dagaaaaa?", Victor, el humanillo detrás del personaje nos respondió, "Sí, mi arma era una daga ¿no?".

En fin, una anécdota más para el saco, y ya van unas cuantas. Eso sí, rompiendo una lanza a favor de Victor hemos de decir que su mejora en la interpretación e inmersión en sus personajes está siendo notable. Nada más, espero que os guste ;).

jueves, 5 de noviembre de 2009

Alas de Dragón IV

Algún tiempo después, sin previo aviso, la casa de Garret y Daemigoth fue atacada por miembros de la Guardia Carmesí, la fuerza de choque del reino. Tras una dura escaramuza, los compañeros lograron escapar a duras penas de la encerrona, y cuando se dirigían al bosque, donde confiaban en que Xhaena les pudiera ayudar, se vieron sobrevolados por una inmensa flota de barcos voladores de guerra, mucho mayor de lo que el reino de Alexandria había poseído jamás, en rumbo hacia el este, hacia la frontera con Sanlhoria, el reino vecino, y tradicional rival. La mayoría de estos barcos eran nuevos, y se movían de una forma diferente a los barcos voladores normales, creaciones mecánicas de los gnomos. Eran más parecidos en sus movimientos a criaturas vivas, denotando que era una poderosa magia, no un motor mecánico, lo que los animaba. Aquello explicaba el ataque no provocado de la Guardia Carmesí, Garret procedía del reino vecino, Sanlhoria, y no deseaban que tuviera la ocasión de alertar a sus conciudadanos de la guerra que se avecinaba.
Abrumados por lo que habían visto, y sin saber muy bien que hacer, los compañeros se reunieron con Xhaena, buscando su sabio consejo. La druida les aconsejó buscar la fuente del poder de los barcos, que intuía que se encontraba hacia el sur, y, confiando en que otros se encargaran de avisar al reino de Sanlhoria, decidieron buscar la fuente del nuevo poder que esgrimía la Reina. El viaje fue largo, salpicado de combates, hasta que llegaron a una pequeña taberna cerca de la frontera sur de Alexandria, donde se encontraron con un grupo de guerreros Kehays, el pueblo al que pertenecía Denay, que buscaban a una novia fugada. Uno de ellos fue asesinado por un hombre que se había disfrazado con una piel de lobo, por lo que Garret fue nuevamente asaltado. Todos reaccionaron en su defensa, incluyendo una maga humana llamada Daphne, que pasaba por allí, y que básicamente estaba buscando una excusa para darles una lección a aquel atajo de brutos. Era de estatura media y delgada, con una larga melena pelirroja. Vestía camisa y pantalones rosas y una larga capa azul. Pronto demostró tener un carácter bastante poco cohibido, extrovertida y algo basta, pese a su apariencia delicada. De algún modo, decidió autoinvitarse a acompañar al grupo, sin que ninguno de sus componentes acertara a decir nada en contra. Tras reducir a los bárbaros, a los que no sólo perdonaron la vida, sino que les permitieron conservar sus pertenencias, marcharon de nuevo hacia el sur. Su camino les llevó hacia un pueblecito en medio de ninguna parte llamado Huglendt, donde les esperaban más sorpresas.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Dragones, y III

“A por ellos, el de piel oscura es mío”

Atravesamos la puerta a la carrera. Los sorprendidos dragones no tuvieron tiempo de descargar otro aliento sobre nosotros. La voz de Smalltree resonaba autoritaria, mientras pronunciaba palabras arcanas. Los cuerpos de Dean y Gwen comenzaron a brillar con los hechizos de defensa que conjuraban. El poder de los dioses guiaba nuestras armas.
Rápidamente salté sobre una de las patas delanteras del dragón. Comenzó a atacarme con sus fauces y la otra garra, pero mis fortalecidas katanas conseguían desviar sus envites. Entre ataque y ataque avanzaba hacia la cabeza, clavando mis hojas gemelas en el cuerpo de la bestia, ante sus gritos furia. Furia porque un insignificante humano se estaba resistiendo a todo su poder. Al fin llegué al lomo de la majestuosa criatura. Me permití el lujo de observar la escena de batalla. El resto del grupo estaba rodeando al otro dragón. El valle parecía envuelto en fuegos artificiales. Los magos lanzaban rayos de todos los colores al enorme adversario. Los guerreros atacaban los cuartos traseros del animal, que ya flaqueaba y comenzaba a mostrar sus puntos débiles.
Mientras aseguraba mis katanas en su costado, el dragón me alcanzó con sus alas. El golpe me aturdió por unos instantes, suficiente para que la criatura me diese de lleno con una de sus descomunales garras. Salí volando por los aires y mi oponente se abalanzó sobre mí, propinándome garrazos y mordiscos mientras giraba sin control. Apenas podía frenar sus envestidas dibujando trazos sin fin con mis armas, pero finalmente sus fauces acertaron en mi costado. Sus afilados dientes perforaron piel y armadura, y me habrían partido por la mitad de no ser porque conseguí mantener medio abierta la boca del dragón empujando con mis brazos. La presión era insoportable, así que dejé de hacer fuerza de repente, lanzándome dentro de la oscura caverna que era su boca. Su lengua me lanzó hacia abajo e inmediatamente el sistema digestivo del dragón se puso en funcionamiento. Las paredes de su esófago me aplastaban y no me dejaban respirar, pero había conseguido mantener un espacio entre el brazo izquierdo y mi cuerpo, el suficiente para permitirme hacer un último ataque. Mi katana atravesó la pared de músculos y escamas y la presión disminuyó inmediatamente. Ayudándome de los dos brazos, hice un agujero hacia el exterior, mientras la criatura se retorcía de dolor. Comencé a sentir un calor infernal debajo de mí. El dragón estaba lanzando todo el fuego del que era capaz para intentar expulsar a la criatura que le devoraba por dentro. Salí por la gruta abierta rodeada por una bola de fuego, el epitafio de la bestia. Caí al suelo, y tras de mí cayó el dragón, con las últimas llamaradas saliendo por el agujero abierto en su cuello. Mientras, el resto del grupo ya había derrotado al otro dragón y corría hacia mí.
Habíamos vencido, ebrios del poder que habíamos recuperado. La magia, el poder de los antiguos dioses.